viernes, 30 de junio de 2017
Pueblo muerto
miércoles, 28 de junio de 2017
“Detente instante, ¡eres tan hermoso!”
En
el camino del escritor hay al menos dos bifurcaciones que debería
sortear. La primera es no dejarse llevar por el enojo. Para algunos,
simple resentimiento por no ser reconocido por los méritos que se
cree poseer, para otros, el cabreo que siente al ver cómo triunfa la
vulgaridad. La escritura que produce este salirse de quicio es
vistosa, a veces ingeniosa y suele complacer a los fans. Es buena
para columna de periódico o revista semanal, para el desahogo en una
entrevista o para sacar unas risas al público entregado en una
conferencia, pero no suele pasar el filtro del tiempo. El suelo patrio está lleno de tales especímenes.
La
segunda peligrosa bifurcación lleva a escribir con la pluma puesta
en la bondad. El escritor que comprende y justifica, para quien el
mundo está separado por un gran cortinaje que separa la luz de las
tinieblas. Esa visión le garantiza un puñado de lectores y el
continuado tintineo de los derechos de autor en la cuenta corriente.
Es una actitud que, quizá lúcida al principio, pronto se identifica
con la complacencia. Algunos escritores bondadosos han recibido el
Nóbel.
Félix
de Azúa, con ser uno de los escritores actuales que sigo y admiro,
cae a veces en uno u otro defecto. Es difícil mantener en todo
momento la guardia alta. En todo caso, no se puede ser igualmente
exigente en los libros comprometidos que en las letrillas dedicadas a
la prensa. Es lo que sucede con la recopilación que es Nuevas
lecturas compulsivas. Aunque en
todos los textos recogidos hay alguna frase llamativa, una referencia
erudita, un eco brillante, en muchos hay como una reiteración, una
marca de estilo que acaba por agotar al lector. Sin embargo, hay unos
cuantos que conservan la frescura que acompaña al mejor Azúa,
aquellos en que está presente el grito de guerra de los jóvenes y
lúcidos: “Detente instante, ¡eres tan hermoso!”. No es parco en
elogios cuando lo detecta en autores recientes, aunque, en general,
es en los grandes autores del pasado donde ve la violenta revuelta
contra la mortalidad.
Destacaría
unos pocos por los que merece la pena leer este libro, desde mi punto de
vista. El primero de todos el que dedica a su poeta favorito
Hölderlin, lleno de conjeturas sobre la poesía (“Poesía es
aquello que escapa a la historicidad”), la traducción, la interpretación (bíblica) y hasta sobre la taxonomía: poesía
pequeña (Lorca, Verlaine, Browning) y gran poesía (Shakespeare,
Rimbaud, Hölderlin). Método que continúa en Pintura y
poesía. Ut pictura poesis. El
que dedica a Cervantes, aunque sólo sea por atreverse a poner en el
mismo plano interpretativo al Jesús bíblico y al Don Quijote
ficticio (o no menos ficticio), ambos en el inicio de la aventura de
la conciencia que se sabe mortal, y también por la digresión sobre
el origen literario de las lenguas modernas: las versiones
renacentistas de la Biblia en las lenguas vulgares (la de Lutero para
el alemán, la del King James para el inglés), cuyo equivalente para
el castellano no sería la muy prohibida de Casiodoro de Reina sino
el texto cervantino. Y, por último, por no alargarme, el discurso de
entrada en la RAE, por ver adónde le lleva la llegada de un nuevo
vocablo al diccionario, serendipia. Hay más textos donde detenerse,
claro, con los chispazos sueltos de una inteligencia infrecuente.
martes, 27 de junio de 2017
El maestro Juan Martínez, que estaba allí
Cuando
Manuel Chaves Nogales murió en Londres, en 1944, aún no había
cumplido los 47 años. Vivió poco y le tocó vivir lo más duro del
siglo XX. El tiempo le fue esquivo, pero no cayó en sus trampas. No
se entusiasmó con las grandes promesas, supo detectar adónde
conducían. Si ahora le admiramos es porque se mantuvo de una pieza.
Su mirada de periodista sobrevoló -nunca mejor dicho, utilizó el
avión naciente para hacerse una idea de la Europa de la que
informaba, de Rusia, del Norte de África- los grandes conflictos
para hacer reportajes en los periódicos en los que trabajaba.
Algunos los convirtió en libros: La vuelta al mundo en avión. Un
pequeño burgués en la Rusia roja (1929).
Lo que ha quedado del imperio de los zares (1931).
El maestro Juan Martínez, que estaba allí (1934).
Entrevistó al “ridículo e impresentable” Goebbels, habló de
los campos de trabajo que los nazis preparaban. Dirigió Ahora,
próximo a Azaña. Vivió desde dentro la guerra civil a la que
dedicó un desengañado A sangre y fuego. Héroes, bestias y
mártires de España, publicado
en Chile en 1937, impublicable en España: “La causa de
la libertad entonces en España no había quien la defendiera”, y,
en México, La defensa de Madrid (1938).
Se exilió en París y, cuando
los nazis se acercaban, en Londres, donde escribió su magnífico La
agonía de Francia. Los libros
de Chaves, salvo la biografía, también magnífica, que dedicó a
Belmonte, sólo se han editado en España recientemente.
El
maestro Juan Martínez, que estaba allí es
una novela, fruto de lo que Chaves conoció sobre la revolución
rusa. En algunos aspectos ha llegado entera hasta nuestros días: la
escritura es diáfana, sin apenas retórica que se interponga en el
relato que Juan Martínez hace de los días que padeció durante el
estallido de la revolución comunista en Rusia y en Ucrania y en los
días posteriores de la guerra civil. El narrador protagonista, con
la ingenuidad de los artistas que declaran no entender de política,
se presenta como testigo de las sevicias y humillaciones a que los
rojos, los blancos y los nacionalistas ucranianos someten
alternativamente a la población. La checa y el hambre, las
ejecuciones sumarias y el terror, la especulación y el derroche de
las grandes fortunas familiares. La escritura es ágil, el narrador
se adueña de la narración. En eso el libro es moderno. No sabemos
si los protagonistas, Juan Martínez, un improbable flamenco
burgalés, y Sole, su mujer, existieron de verdad, si en París
dieron cuenta de lo vivido a Chaves o si lo que este cuenta son
retazos de lo visto y oído aquí y allá. Eso está en el debe.
Siendo una novela de hechos, que quiere ser fiel a la realidad, le
falta una aclaración al respecto. Pero el libro está escrito en
1934 y la mayor parte de las cosas malas estaban por pasar, entre
ellas la cobardía de los intelectuales que se comprometieron y
entregaron su libertad a regímenes criminales. Chaves anticipa lo
que habría de ocurrir. Por eso, el libro no volvió a editarse hasta
1992.
viernes, 23 de junio de 2017
Un fantasma corroe el mundo
Un
fantasma corroe las hasta hace poco tranquilas sociedades
occidentales, el fantasma de la identidad. La brecha que azuzaba el
conflicto ya no es la que separa a los pobres de los ricos, o no
primordialmente, sino la que establecen los embudos mentales que han
ido fabricando nuestras restrictivas visiones del mundo. Religión,
etnia, género, inclinación sexual, nación. Pero así como la
división social que la desigualdad económica establecía era
porosa, susceptible de ruptura, promoción y cambio de estatus y
mejora, los grupos de identidad establecen barreras insalvables,
guetos, burbujas que delimitan dentro y fuera, nosotros y ellos, con castigos económicos y sociales, pero básicamente simbólicos
a quienes osan transgredir las normas del grupo o salir de él.
La
lucha por la mejora económica establecía objetivos, horizontes,
metas y la solidaridad de clase luchaba por alcanzarlos. La realidad
era analizada en función de ganancias y pérdidas, de avances y
retrocesos en función de los datos, puntos de partida y puntos de
llegada. Aparte de la extravagancia de los enormemente ricos, la
sociedad occidental se está igualando por el medio con algunas
balsas de pobreza más o menos cauterizadas. Los grupos de identidad
son cerrados, centrífugos, con un uso del lenguaje simbólico. Los
hechos, los datos, el pasado y el futuro se rehacen en busca de la
cohesión y la cerrazón por encima de la realidad objetiva (de la
verdad).
Muchos
movimientos y partidos que pasan por progresistas en realidad se
encuadran en la reacción de la identidad. No es ninguna novedad, es
una vuelta con ropajes nuevos a la nostalgia de la tribu. Los
combativos militantes de los grupos de identidad no se conciben como
individuos con deberes y responsabilidades separadas sino que su
pertenencia al grupo los hace sujetos de derechos y privilegios
colectivos. Los miembros del colectivo LGTB, por ejemplo, no hablan de su problema
personal sino de agravio u orgullo colectivo.
Nuestro
magma mental está atravesado por múltiples identidades, pero no
todas tienen la misma fuerza. Las hay fluidas e inocuas como el
fanatismo deportivo y las hay estancas y graníticas como la fe
religiosa o la afirmación nacional. Las primeras se conforman con
una pertenencia simbólica y una gratificación temporal, las otras
buscan un sello eterno, que perdure más allá del tiempo histórico,
con un valor superior a la propia vida. En determinadas
circunstancias se convierten, en feliz expresión de Amin Malouf, en
identidades asesinas.
Si
el fantasma del comunismo, que buscaba una gratificación terrenal,
la igualdad económica y social de los hombres, sembró de millones
de cadáveres el siglo XX, el fantasma de la identidad, que también
hizo de las suyas en el mismo siglo, con objetivos inmateriales, se
convierte en la gran amenaza del siglo XXI. Con la edición
biotecnológica al cabo de la esquina, el mundo puede dotar a la
bestia de la tribu con armas de construcción y destrucción masiva,
individuos a la carta convertidos en falanges de identidad.
miércoles, 21 de junio de 2017
Patrones de organización
En
1862 lord Kelvin, tras un cuidadoso cálculo, basado en lo que sabía
de física y termodinámica, creyó llegado el momento de hacer una
afirmación con garantías sobre la edad de la tierra: entre 24 y 400
millones de años, probablemente 100 millones de años. Otros
importantes científicos de finales del XIX como Hermann von
Helmholtz y Simon Newcomb presentaron sus propios cálculos: entre 22
y 18 millones de años respectivamente. Ahora sabemos que todos se
equivocaron en mucho. El primero dejó fuera del cálculo complicados
procesos como los volcanes y los flujos de lava. Los segundos, que
tenían en cuenta la evolución del sol hasta su diámetro e
intensidad actual, desconocían el proceso de fusión nuclear. Lord
Kelvin erró en un factor de 50.
Creemos
que el Big Data nos hará dueños del mundo o poco menos, que
comprenderemos mejor los fenómenos que nos rodean, pero no deja de
ser una ilusión, al menos de momento. Controlamos unas variables
pero muchas otras se nos escapan. Pensemos en el clima. Tenemos al
alcance la temperatura y la lluvia, el viento y la presión. Pero qué
hay de los rayos solares y de las nubes, del resto de componentes de
la atmósfera y de la dinámica de los océanos y, por encima de
todo, del comportamiento en conjunto de la megaestructura que es el
clima. Cómo medir los cambios que un factor induce en los demás,
cómo seguir la dinámica general.
Marten
Scheffer habla de puntos de inflexión. Una gran estructura como
el clima, el estado de nuestra mente o el comercio mundial se
mantienen estables durante un tiempo y de pronto entran en crisis y
pasan a otro estado: la catástrofe climática, una gran depresión o
la gran recesión. Según Scheffer, hay un punto de inflexión que
cuando se supera el sistema cae en otro estado. ¿Qué produce ese
punto de inflexión, el cambio en una variable o la propia dinámica
de la gran estructura?
“El
universo no viviente es tan diverso y dinámico como el universo
viviente, y también está dominado por patrones de organización que
aún no comprendemos. Los grandes problemas -la evolución del
universo como un todo, el origen de la vida, la naturaleza de la
conciencia humana y la evolución del clima de la Tierra- no pueden
entenderse reduciéndolo todo a partículas elementales y moléculas.
Serán necesarias nuevas formas de pensar y nuevas formas de
organizar los grandes cúmulos de datos”. (Freeman Dyson).
¿Y
el pensamiento? “La idea tradicional de que la esencia del
pensamiento humano consiste en razonar de manera lógica mediante la
manipulación de expresiones en una especie de lenguaje simbólico
interno está sucumbiendo ante un punto de vista completamente
diferente, según el cual un pensamiento es simplemente un gran
patrón de actividad neuronal”. (Geoffrey
Hinton).
lunes, 19 de junio de 2017
El uso de las ruinas

Así,
en el relato que más me ha llamado la atención, Peter J.
Bribing. Es admirable cómo el dominio literario -el arte de
jugar con palabras- es capaz de encontrar un sentido profundo, oculto
pero real, al entrelazar los efectos de un bombardeo nazi, en el
Londres de 1940, sobre una biblioteca -Holland House- y la destrucción de la ciudad
ibera de Astapa por orden de Escipión, a través de una fotografía,
en la que un bibliotecario está consultando un pasaje de las
Historias de Polibio, aquel en el que el historiador romano
relata cómo los habitantes de Astapa prendieron fuego a sus bienes y
se dejaron exterminar y cómo muchos romanos encontraron la muerte
al querer recoger las coladas de oro y plata que el fuego había
hecho fundirse. Bribing, el bibliotecario, no muere como los
incautos romanos al pescar como ellos entre los restos de la
biblioteca devastada, pero en el diario que escribió después,
recordando ese momento, ve en el libro de Polibio que consulta una
criatura extravagante de dermis absurda surgida de unas regiones que
no existen, una visión alentada, según Jouannais, por el aliento de la época que penetraba en esa biblioteca abierta.
viernes, 16 de junio de 2017
14. Isla resplandeciente
miércoles, 14 de junio de 2017
13. Museo Nacional
Hay
un instinto natural de los orientales hacia el comercio. En las
ciudades, en los márgenes de las carreteras, en los lugares de
aglomeración hay una tienda, un tinglado o un hombre con su carga a
cuestas tentando a cualquiera que pase por allí. La mayoría de los
productos tienen poco valor pero hay a quien le gusta el arte del
regateo y ofrece poco por algo que no vale nada.
Es
el último día y la comida es en la última planta de un edificio
comercial. He pasado mala noche. Si existe alguna maldición que
afecte al turista descreído aquí debería ser la de Ashoka el
fundador indio que habría enviado a su hijo Mahinda, en el siglo III
ac, a introducir el budismo theravāda en la isla. La comida como por
doquier es ardientemente especiada así que no puedo comer nada. El
menú cuesta 1900 rupias lo que me parece prohibitivo para la gente
de aquí. Solo se ven oficinistas trajeados con coloridas corbatas.
La
salida de la ciudad es espantosa, un atasco interminable antes de
llegar al aeropuerto, hacer escala en la impersonal Abu Dhabi y
llegar a Madrid.
lunes, 12 de junio de 2017
12. Colombo
A medida que nos acercamos al centro, como no podía ser de otro modo, la ciudad gana en prestancia, la huella de las tres colonizaciónes aparece, los edificios oficiales con su porte clásico. Ahora se añade una colonización más, la china. Junto al puerto, las grúas como arácnidos poderosos construyen suelo sobre el océano para que los chinos construyan su propio puerto. Cerca se levanta un downtown como el de cualquier ciudad que se precie, torres, dos de ellas gemelas, centros comerciales. El atasco es insufrible, los tuktuk asoman el morro e impiden que el autocar avance. Hora punta. En las cuatro esquinas de una plaza se levantan cuatro templos de cuatro religiones, pero mañana es San Antonio, las calles están engalanadas con banderolas de colores para la procesión. Las estatuas del santo están por doquier, pero la escenografía es oriental. Fiestas ruidosas, iluminadas, de mil colores, cada comunidad compitiendo, parece que en armonía, con las otras.
domingo, 11 de junio de 2017
11. Galle
sábado, 10 de junio de 2017
10. Yala
viernes, 9 de junio de 2017
9. Horton Plains
En la ruta que iniciamos hay dos puntos que los ingleses señalaron como fin del mundo, uno pequeño fin del mundo y otro definitivo. Y era porque a estas alturas la niebla, las nubes en realidad, invade el bosque y se convierte en lluvia. El sendero por dos veces acaba en un profundo acantilado que con la niebla no se ve, pero hoy el día ha sido luminoso y las vistas sobre el valle espléndidas. Aparte de los rododendros, un bosque denso nos acompaña durante la ruta, los olores de las plantas, una gran cascada y el canto de la naturaleza invisible. Para bajar hacia las playas del Indico cogemos un tren en Pattipola que durante dos horas al trantrán se mantiene en las alturas, por el cordal de los montes centrales, lleno de guiris y unos pocos del lugar. Las vistas sobre los frondosos valles y las laderas del té es impagable. Después de comer el bus, que sigue bajando por carreteras estrechas y curvadas, con inverosímiles adelantos por parte del conductor, nos deja junto al Parque Nacional de Yala, nuestra visita de mañana.
jueves, 8 de junio de 2017
8. Nuwara Eliya
Los valles pronunciados cayendo sobre los ríos, las numerosas cascadas, el verde intenso convierten a este lugar en un hermosísimo paisaje. La imagen de las recolectoras tamiles inclinadas sobre los arbustos, cogiendo los tiernos brotes y arrojándolos sobre el saco de arpillera que sujetan en la cabeza, con sus saris de colores hindúes, lo hace aún más bonito. Mirados de cerca, son rostros avejentados, aunque curiosamente su cutis es fino y terso, sus vestidos gastados, su cuerpo descosido. Cada jornada reciben 4 o 5 euros por un saco de cinco kilos lleno de hojas, después de 8 horas de duro trabajo. Trabajar cerca de la carretera es un puesto codiciado. Se acercan sonrientes y sumisas a los turistas para que las fotografíen a cambio de unos billetes que siempre serán más que lo que les paga la empresa al final del día.
miércoles, 7 de junio de 2017
7. Kandy
Para los budistas de la isla es la capital sagrada porque en ella se conserva ni más ni menos que la más famosa reliquia de Buda, su diente, en un cofre que se guarda en un suntuoso templo en el centro de la ciudad (Sri Dalada Maligawa). Miles de peregrinos acuden cada día a presentarle sus ofrendas de flores, ante la puerta del santuario que brevemente se abre tres veces al día. En el mes de agosto se celebra una gran fiesta con procesión y paseo del cofre por la ciudad a lomos de un elefante, pero también en los días de luna llena, día en que nació buda hay celebraciones especiales. Por ejemplo mañana. La gente viene de lejos vestida de blanco y espera desde días antes, durmiendo en alguno d los numerosos templo dentro del complejo del santuario a que llegue tan señalado día. Familias enteras, ancianos, inválidos, todo tipo de gente siempre dispuesta a sonreír, tranquila y creyente llena calles, paseos y reductos del complejo. La religión para ellos es algo vivo, la inculcan a sus hijos y se nota que quieren compartir con el extranjero la alegría que les proporciona. Desde fuera se ve la parafernalia, los budas dorados gigantes que han financiado países amigos, que se ven a lo largo de la isla, tan feos, el uso de la religión por los políticos. Qué se puede hacer con estas contradicciones: el mensaje budista del desprendimiento y el derroche en templos, reliquias y estatuas; el visible abuso y engaño de los poderosos y clérigos y la ingenua y enternecedora fe de la gente sencilla.
martes, 6 de junio de 2017
6. Turisteando
Todo el mundo espera que sueltes la pasta, pero hay procedimientos más inteligentes de presionarte, halagando tu vanidad, mostrando objetos o servicios que parecen insustituibles y que solo aquí puedes conseguir. Una de esas cosas a las que no se puede renunciar se llama ayurveda. Quién podría prescindir de una sesión de masaje ayurveda (la verdad es que ha sido mi primera experiencia y ha sido muy relajante), quién de las plantas medicinales, lociones, aceites o fórmulas magistrales ayurveda si te dejan probarlos, te invitan a una infusión única y te explican con mucha convicción las curas milagrosas que consiguen, además de darte otro masaje gratuito (con la correspondiente generosa propina). Quién se niega a comprar algo después de una demostración de cómo se fabrica la seda o si te muestran con todo detalle el laborioso proceso de la pintura batik. Como no puedes dejar de soltar la pasta si asistes a una hora de danza local, en Candy, aunque hayas pagado la entrada. No puedes abandonar el local sin que los danzantes te obstruyan la salida con una money box en la mano. En fin, que a nadie le obligan a turistear, cada cual es libre de meterse en semejante espanto.
lunes, 5 de junio de 2017
5. Sigiriya
Probablemente el lugar más llamativo de la isla sea la gran roca de Sirigiya, una mole que emerge en el centro de la llanura central. De origen volcánico se eleva imponente a la vista de cualquiera que llegue aquí con buenas o malas intenciones. Uno de los reyes del siglo V comprendió su valor y la convirtió en palacio fortaleza. Era un rey ilegítimo y tenía sus razones. Construyó unos impresionantes jardines y estanques a sus pies con un complejo sistema de canales subterráneos, excavó en la escarpada roca escaleras no aptas para gente con vértigo y arriba en la cima plana un palacio de ladrillo con un aire a las construcciones mayas, con sus correspondientes cisternas, templos, estancias y tronos. Una obra de ingenio que se conserva bastante bien. En una de las paredes de la roca, que se ven mientras se escala, se conservan unas pinturas de sorprendente calidad, así como un parapeto que en espejo reflejaba los grafitis de la pared.
4. Polonnaruva
domingo, 4 de junio de 2017
3. Budismo
sábado, 3 de junio de 2017
2. Negombo
El tormentón solo llega por la tarde, cuando la luz se ha desecho en la calima. La ligera brisa que arrastra la lluvia baja la temperatura cinco grados. Ya se puede respirar. En el hotel un grupito de españoles, franceses, alemanes -están por todos sitios- y algún inglés. Y una boda que parece que viene de la India, con saris, fotos, música y danza. Negombo es una ciudad turística, si se puede llamar ciudad a este abigarramiento de gentes, tiendas que no distinguen entre lo cerrado y lo abierto, templos de cuatro religiones, calzadas que son calles y carretera para el libre uso de personas o vehículos sin normas precisas de movimiento y mucho color, en general desgastado como todas las cosas sometidas al calor. La cercanía al aeropuerto hace que los turistas comiencen aquí su viaje o lo acaben, lo que ha hecho que sus actividades tradicionales adquieran esa pátina de artifiosidad que añade el turismo a cuanto fotografía. La salida y llegada de barcas y catamaranes al amanecer a la lonja local, poco más que una pista de cemento solo parcialmente cubierta. El secadero de pescado en la arena de la playa, largos trozos de plástico extendido sobre los que se echan distintos tipos de peces, troceados o enteros, en distinta fase de secado y sobre los que corren perros o cuervos que desprecian o picotean aquí o allá sin que nadie les moleste. Lo de los cuervos en esta ciudad es un derroche de la naturaleza inmoderada, ni Hitchcock dispuso de tantos para hacer su película. Creo que hay más que humanos y ambos se tratan como si fueran por igual vecinos de esta ciudad con iguales derechos.
viernes, 2 de junio de 2017
1. Desde el aire
La alargada y plana Formentera, hecha de la vieja traza del cultivo, Túnez, donde ya se anuncia el amargo desierto, donde se adivina el rastro de viejas lagunas en los círculos de la salmuera blanquecina, las dos rocosas islas de Malta preñadas de ladrillo, hasta que comienza el imponente desierto en Libia y en Egipto, blanquecino, vacío, solo interrumpido por el Nilo y su zona de inundación, tan perfectamente demarcada, y la aglomeración humana en sus márgenes, el Golfo de Suez, el rocoso e inhóspito Sinaí y el Golfo de Aqaba donde despunta como un cuchillo la parte de desierto que a Israel le toca, para acabar en la interminable Arabia, primero solo encrespada roca, luego roca y arena y por fin solo arena naranja rizada, quebrada e interrumpida por el viento que dibuja abstractas formas, hasta aproximarse a la costa occidental del Golfo Pérsico donde el hombre ha trazado otras geometrías, círculos regulares para hundirse en los pozos negros del petróleo, cuadrados y rectángulos para vivir en tétricas viviendas y cuerdas de asfalto, rectas y oscuras que parecen no llevar a ninguna parte o arañas de brazos inflexibles en el mar: Damman, Bahréin, Doha, Abu Dabi, donde por fin, bajando, se ve su esqueleto de cemento, arena y asfalto, un cementerio ya, sometido al sitio del tiempo, qué otra cosa puede ser cuando acabe el interregno del petróleo, ya se ve en los materiales innobles del aeropuerto, en sus tiendas sin alma, en el incómodo tránsito de quienes se ven obligados a parar aquí unas horas sin otro disfrute que el lento aburrimiento, hasta esa hermosa terminal en forma de jaima, enorme como todo aquí, enorme y viejo, sin tiempo para madurar, oscura y fantasmal, y, ya la noche caída sobre este sueño, el golfo abriéndose al Índico, el sur de la India y Colombo, apagado, como si no tuviera nada que decir después de que la historia la abandonase.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)