lunes, 19 de junio de 2017

El uso de las ruinas


                Como el ronroneo de la tormenta seca que ahora mismo cerca la ciudad, así la literatura cerca la vida ingobernable, los sucesos que se amontonan, los hechos de la historia, en un intento desesperado por que no caigan en un olvido definitivo, de extraer un sentido, una mínima huella que la memoria pueda retener un poco más. Jean-Yves Jouannais se pone bajo la advocación de Enrique Vila-Matas para acudir a alguno de los sitios más famosos y de los efectos que sobre la memoria sus ruinas provocaron. Cada uno, una ciudad bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial, los escombros del 11-S, una fortificación arrancada de cuajo en el siglo XVII, tiene su historia, una anécdota jugosa, pero para Jouannais no son más que un punto de apoyo para que las palabras se pongan en juego y levanten un relato sobre las ruinas, al modo del Borges de Historia universal de la infamia. Sería tan irrisorio como inútil duplicar o embellecer lo que hace el historiador profesional, como hacen con inmerecido éxito de ventas algunos novelistas devolviéndonos, por ejemplo, a Julio César revestido de Cristiano Ronaldo en las Galias. Jouannais prefiere mostrarlo montando su teatro con el único fin de escribir su famoso libro. El punto de vista del escritor es tangencial a los hechos fijados, su mirada no reconstruye, más bien instruye sobre alguna consecuencia olvidada, sobre algún aspecto desapercibido que, sin embargo, puede ser central en la aventura humana.



               Así, en el relato que más me ha llamado la atención, Peter J. Bribing. Es admirable cómo el dominio literario -el arte de jugar con palabras- es capaz de encontrar un sentido profundo, oculto pero real, al entrelazar los efectos de un bombardeo nazi, en el Londres de 1940, sobre una biblioteca -Holland House- y la destrucción de la ciudad ibera de Astapa por orden de Escipión, a través de una fotografía, en la que un bibliotecario está consultando un pasaje de las Historias de Polibio, aquel en el que el historiador romano relata cómo los habitantes de Astapa prendieron fuego a sus bienes y se dejaron exterminar y cómo muchos romanos encontraron la muerte al querer recoger las coladas de oro y plata que el fuego había hecho fundirse. Bribing, el bibliotecario, no muere como los incautos romanos al pescar como ellos entre los restos de la biblioteca devastada, pero en el diario que escribió después, recordando ese momento, ve en el libro de Polibio que consulta una criatura extravagante de dermis absurda surgida de unas regiones que no existen, una visión alentada, según Jouannais, por el aliento de la época que penetraba en esa biblioteca abierta.

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