domingo, 11 de junio de 2017

11. Galle




      En la punta de Galle se establecieron primero los portugueses, en el XVI, levantaron su catedral católica y se fortificaron. A finales del XVII los holandeses se la arrebataron, construyeron su Iglesia reformada, ampliaron la fortificación y la convirtieron en el puerto más importante de la isla. Cuando en el XVIII llegaron los ingleses no les interesó demasiado porque sus miras estaban en dominar la isla entera y prefirieron asentar su capital en Colombo, aún así construyeron su Iglesia anglicana y sus casas en el interior del recinto fortificado. Hoy se conserva en buen estado, con muchos edificios restaurados por hoteles, tiendas y algunas casa de familias pudientes. Pasear por el interior es como hacerlo por una ciudad holandesa. El paseo es agradable, la densa humedad está mitigada por la brisa oceánica y los turistas, en esta época del año, no son muchos. No hay agobio de ningún tipo, las terrazas de los  hoteles y restaurantes están semivacias, con muy pocos cingaleses o tamiles. La catedral católica es ahora mezquita, la iglesia anglicana está vacía pero la reformada holandesa está llena de alegre chiquillería preparando algún tipo de ceremonia. Galle es la capital del sur y hace quince días fue inundada por el monzón, con 200 muertos. No queda huella. También sufrió mucho con el tsunami del 2004. Ahora el clima es magnífico, mejor que el de España en estos momentos a pesar de la diferencia de latitud. Esta ciudad se asocia con la antigua Tharsis donde el Salomón bíblico mandaba buscar el marfil y los pavos reales. El islote del recinto histórico poco tiene que ver con la ciudad nueva y con el resto de ciudades, el ambiente es europeo. La gente del país viene a hacerse fotos, sobre todo chicos que se acaban de casar o bien trabajan en los establecimientos turísticos. Las olas del Índico baten con fuerza, los bañistas apenas se atreven a mojarse los pies, los surfistas tampoco.

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