Mostrando entradas con la etiqueta 2015. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta 2015. Mostrar todas las entradas

jueves, 12 de octubre de 2023

Yakamoz en Asos

 

Safo
Safo, museo arqueológico de Estambul


Me estremece la cercanía de Safo

Apenas separados por una manga de mar y unos pocos siglos

Enciende en mí la pasión inútil que me desgasta

Me deslumbra el reflejo del sol en el mar

Yakamoz se dice en turco

Veo el tejido que Hesiodo y Homero construyeron 

Generaciones enteras absorbidas por el mito

Que alivia el dolor humano

Los héroes de la Ilíada ya no están

Los derrotados y los que arrostraron aventuras mortales en su vuelta a casa

Todos están muertos

El viento se los llevó inmisericorde

Contemplo ahora él paisaje desolado

El mismo que oscurece mi alma

No me alegra el recuerdo soñado de Paris con sus cabras por el monte Ida

No me emociona la impulsiva Helena

El olivo de Atenea en la Acrópolis de Asos

Ni me seduce Afrodita a la que Paris se vio obligado a elegir como la bella

Solo Artemisa me consuela

A la espera de que me transforme en ciervo



lunes, 4 de septiembre de 2023

Comienza el curso

 

Comienza el curso

El sol pugna por desenmarañar la neblina

El viento desde el norte empuja hacia el mar

No es un viento frío sino graso

Fluido en las manchas que deja sobre la piel

Aceitoso y fétido

No se divisa un punto al que llegar

Sino el loco agitarse de las hojas

El movimiento sin fin del remolino

Un vendaval que no preludia una mañana limpia

Sino un árido despertar


Engañosas sensaciones de movimiento

El Bronco rugido de los jinetes del aire

Despegando

Vomitando de su vientre pasajeros derrotados

Vehículos fantasmales en la autovía

Corredores ciegos en los márgenes de la playa

Ciclistas desafortunados

No hay aves ni animales buscando a dónde ir

Solo el viento enfurecido

Y el cielo opaco de la inundación


lunes, 26 de junio de 2023

Un venezolano y la de Portugalete



Nos sentábamos en el bar de las cervezas (4 euros las de tercio, más el 7% el servicio en terraza cubierta) cuando ha empezado a llover. Hemos tenido suerte porque hasta esta tarde, tras dos días de ruta, el tiempo ha desmentido el anuncio de la semana de lluvias y tormentas. Ha pasado media hora hasta que el cielo ha enloquecido y ha empezado a escupir granizo con bolas de tamaño e intensidad creciente. Nos ha fastidiado el plan de ir hasta Pas de la Casa. Así que matamos el tiempo con más cervezas. Al rumano que lleva el negocio se le hacen los ojos chiribitas cuando nos ve llegar. Ya cansa su amabilidad impostada.

Los arroyos de Andorra bajan llenos, llenas y rugientes las cascadas, a uno y otro lado de los senderos florece la vegetación pirenaica. Raquel la guía nos va informando sobre el nombre de las flores y arbustos que encontramos y sobre sus características entre las cuales está que casi todas las matas son venenosas especialmente el acónito. Nada más salir de Soldeu el monte se empina: hacemos poco kilómetros pero con un gran desnivel que nos lleva varias horas hasta el pico programado: la Serrera de 2.913 metros (en Andorra no hay tres miles, aunque por poco), hoy, y el Llac de la Cabanna sorda ayer. No somos muchos, 12 personas pero con bastante diferencia de preparación entre unas y otras, de modo que no todo el mundo corona.



Lo más reseñable de ayer fue el encuentro nocturno entre el venezolano y la de Portugalete. Como todavía no es época turística -estamos a finales de junio-, para encontrar la última cerveza hubo que hacer kilómetro y medio hacia abajo y luego volver hacia arriba para ir al hotel. Eran las once de la noche. La charla no estaba muy animada hasta que la interrumpió un joven informático con muchas ganas de hablar: el desastre de Venezuela desde la época de Chávez, su ascendencia vasca, su novia catalana que no quiere irse a vivir a Bilbao. Fue entonces cuando intervino una mujer camisa blanca, la dueña del chiringuito, que se ofendió a grandes voces, entre bromas y verás, porque una chica catalana menospreciase lo vasco. Y allá que los dos se enzarzaron en una confusa pelea dialéctica: ambos defendían lo vasco -el venezolano exhibiendo sus apellidos vascos- frente a lo catalán (el novio recriminaba a su novia catalana ausente por ser tan identitaria); la señora de Portugalete que no hay nada igual como ser vasco, y como el Valira pasaba por allí, que los 'pobretones burgaleses' (los cuatro que asistíamos asombrados a la pelea dialéctica somos burgaleses -me guardé de desvelar mi media alma catalana) son lindantes con lo vasco pero tan diferentes y tan pobretones los pobrecillos. No entramos al trapo para decepción de los presentes. El camarero se animó invitando a un vaso de aguardiente, muy aguado, y en cuanto pudimos dejamos el local, al venezolano y a la de Portugalete, aburridos de tanta cháchara vana.

lunes, 5 de junio de 2023

Una cosa más sobre Succession

 

Quizá haya que esperar un poco para calibrar la valía de la serie. Intuyo que es más importante de lo que parece: El habla descarnada, tan apegada a los usos y costumbres del poder de la actualidad, como pudo serlo Shakespeare en su época; los personajes como guiñapos, tan atrapados en sus emociones simples, tan deshumanizados como necesitados de atención y afecto, incapaces de obtener un habla que describa su desolado mundo interior. Es posible que todo eso pase desapercibido al espectador tan acostumbrado a la trama, a la agilidad del montaje que drja poco tiempo a la reflexión.


En la última temporada hay algunos capítulos donde esa humanidad herida intentar salir a flote. La narración, el discurso asoma justo cuando los personajes encuentran un asidero de unión y afecto, pero es solo un espejismo: los hermanos unidos ante la muerte del padre, el intento de Siobhan de salvar su matrimonio tras sufrir la traición de su aliado, pero a costa de destruir a su hermano, una fluidez emocional devastadora que no encuentra un puerto donde amarrar. La vida tan dependiente de la técnica encuentra cada vez menos asideros donde descansar, una atalaya donde contemplar un mundo con sentido.


miércoles, 14 de diciembre de 2022

Ya se ve el final

 

Ya se ve cuál será el final de este proceso, el procés que comenzó en Cataluña y está remodelando el Estado de España (esta vez sí bien utilizado el concepto 'Estado'): bastará con el 27'4% de los electores catalanes para que Cataluña se convierta en independiente (con el 50% de participación y el 55% del sí a favor de la independencia). Es una propuesta de ERC, pero no se podrá decir que eso no ocurrirá porque el gobierno ha enmendado cada una de sus negaciones: ha eliminado el delito de sedición, ha rebajado hasta la nada el delito de malversación ("No es tolerable pactar con delincuentes su propia condena", ha dicho Page). No importa que ese referéndum sea inconstitucional porque ya está operando la ingeniería político constitucional para hacer una interpretación ad hoc. No importa que el referéndum sea decisivo o consultivo (Salvador Illa, el ministro de la pandemia, ha asegurado que lo habrá); ¿alguien imagina el día siguiente de un referéndum consultivo en Cataluña? 


¿Cuál era la frase de la madre de Joseba Pagazaurtundúa, asesinado? "Patxi, dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre".


No me importaría que Cataluña se independizase y pasara por fin de nosotros el amargo cáliz. Puedo vender mi casa y empadronarme en Castilla. Pero ahí siguen mi hijo y mis nietos. Es cuestión de tiempo. Han desmontado el andamiaje político (PSC, Cs) que tenía que defender a los más débiles, ignorantes de lo que les espera; han permitido utilizar el presupuesto de todos para preparar la nueva vía a la independencia (la malversación ya no es delito); han desmontado la defensa del estado de derecho (ya no es delito la secesión); preparan con miembros de confianza el máximo órgano del Estado para la reinterpretación ad hoc de las normas constitucionales para permitir un referéndum pro independencia (ese es el fondo de la pelea judicial). Unos pocos verán cumplido su deseo para dolor de los muchos. Seguirá habiendo Estado, pero un Estado débil, incapaz de proteger los derechos de quienes no tienen en sus manos protegerse a sí mismos. Puede decirse que los catalanes se lo han buscado; lo obtendrán, no importa que la mayoría haya sido engañada. Los electores son, eran mayores de edad.


martes, 15 de diciembre de 2015

Espectaculo

   
       Si las teles se han apoderado de la política, si la han reducido a puro espectáculo, mejor huir de ellas y buscar auténtico espectáculo en otro sitio. Era difícil imaginar que la política cayese hasta el nivel del fútbol, ocupando tramos enteros de programación en todos los canales al mismo tiempo y donde lo importante no es la serena exposición de problemas y soluciones, sino dar bien ante las cámaras y ser más agresivo que el contrincante, pero ese momento ha llegado, el de la banalizacion, el de la vulgaridad. ¿Cuánto puede aguantar un país en el que los asuntos públicos dejan el parlamento para discutirse en los platos de televisión?

      Susana de Haendel es una obra que se escucha poco, un oratorio que ni siquiera en la época del autor tuvo mucho éxito. Siglo y medio después con los buenos músicos de la Wiener Amademie está viva y emociona, no sólo por la fresca música de Haendel también por el tema de la mujer que defiende su dignidad ante dos hombres que quieren asaltarla utilizando su poder y autoridad. Ese es el espectáculo que ha salvado este día, en el que la política ha competido por la audiencia con los programas de José Javier Vázquez y María Teresa Campos, y con los carruseles deportivos.

domingo, 13 de diciembre de 2015

Fugitiva sombra



            Las campañas electorales no son el mejor medio para tomar el pulso al país, lo demuestra el barro por el que se arrastran los candidatos en este final de carrera. Lo importante ha sucedido en el último año. Los ciudadanos han visto que había un modo nuevo o renovado, más limpio, de enfrentarse a los asuntos comunes. Lo novedoso si es razonable requiere tiempo y paciencia. No es necesario que lo asuma la mayoría de la población de golpe, va calando poco a poco, lo importante es que lo asuman las capas ilustradas, que se extienda por la clase media.

            No se trata de que Rajoy sea de derechas, es que no ve lo que está sucediendo. Él sigue en un mundo que está desapareciendo: se sube a un banco en Benavente, juega a las cartas con viejos en un bar, va a un programa de la Campos o de Bertín, babeando y haciendo babear a sus recalcitrantes, dice cosas ante los micrófonos, frases altisonantes y vacías, pero no se da cuenta de que no tiene público, que sólo le sigue un puñado, aunque sea tan numeroso, gente que como él no ve que las cosas ya no son como eran.
           
            No lo ve porque está demasiado comprometido con lo que ha sido su vida y las formas con las que ha crecido y prosperó. El país ya no es el mismo, la gente no es la misma, hay un socavón en medio. Hay cadenas de televisión, periódicos, radios que le arrullan, que le protegen para que no sienta vértigo pero el país ya no es suyo, como tampoco de todos los que viven de su filosofía, muchos, legión, pero que tendrán que ir abandonando el escenario.

            No se trata de la crisis económica, de la corrupción, de la guerra contra el terrorismo, aunque tengan importancia, es que una generación nueva está suplantando a la vieja. Su cabeza está ordenada de modo diferente, con otras prioridades, que ven como extraño a ese hombre que se sube a un banco para hablar a no se sabe quién y que no dice nada cuando habla.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Así es como lo vemos

 Mostrando DSC_0118.jpgMostrando DSC_0118.jpg

            Vivimos en una sociedad desmilitarizada, civil y laica. Comparado con un hecho de guerra el incidente de París es nimio. Comparado con un día de la vida cotidiana es atroz. En todo caso, la solución militar es errónea, como matar mosquitos a cañonazos. Es un problema que nos trastorna porque no casa con el discurrir de la vida a que estamos acostumbrados. ¿Cómo es posible que suceda en una sociedad que ha decidido que no acepta soluciones militares en la resolución de conflictos? La Europa moderna se ha construido contra la guerra. Sin embargo, los sucesos de París es un hecho que no podemos obviar. Aunque el número de muertos es inferior a los que produce el tráfico rodado, nos golpea con más fuerza. Y tememos que cambie de magnitud. Los terroristas podrían conseguir gas letal o un arma de destrucción masiva. Podrían destruir una ciudad entera.

            Deberíamos ser capaces de ver lo que sucedió en París, no fiarnos de los que hemos creído ver. ¿Fue un hecho de guerra? ¿Qué sucedió? Ocho terroristas, ¡ocho!, con fusiles de asalto y bombas pegadas al cuerpo, actuaron en seis lugares diferentes provocando 129 muertos, 89 de ellos en la sala Bataclán. El hecho terrorista más mediático, la caída de las torres gemelas, acabó con la vida de 3.000 personas. Recientemente ha habido otros hechos parecidos o más graves que los de París: los 224 fallecidos en el avión ruso que explotó sobre el Sinaí, los 137 muertos en Sanaá, en Yemen, o el atentado del pasado diez de octubre, en Ankara, que acabó con la vida de 102 personas. En lo que llevamos de año, unos 750 muertos.

“El primer día de la batalla del Somme, el primero de julio de 1916, murieron diecinueve mil miembros del ejército británico y cuarenta mil resultaron heridos. Cuando la batalla terminó en noviembre, ambos lados habían sufrido más de un millón de bajas, entre las que se encontraban trescientos mil muertos. Pero esta carnicería inimaginable apenas cambió el equilibrio político en Europa. Fueron necesarios dos años más y millones de bajas adicionales para que algo se rompiera”. “Si sumamos a toda la gente muerta y herida en Europa por ataques terroristas desde 1945 –incluyendo a las víctimas de grupos nacionalistas, religiosos, de izquierda y de derecha–, todavía son muchas menos víctimas que las que se produjeron en numerosas batallas poco conocidas de la Primera Guerra Mundial, como la tercera batalla del Aisne (250 mil bajas) o la décima batalla del Isonzo (225 mil bajas). (El teatro del terror, Yuval Noah Harari).

            El atentado de París ha creado una descomunal agitación en la opinión pública, y un actual estado de sitio en Bruselas sin que haya sucedido nada que lo motive. Más que los sucesos en sí es la agitación mediática lo que incita a una búsqueda desesperada por encontrar porqués que intenten aminorar la angustia y el miedo de la población. Los gobiernos están haciendo lo que deben hacer, utilizar la inteligencia: infiltrar, prevenir, asegurar. Pero también hacen lo que no debieran hacer: sobreactuar. EE UU sobreactuó en Iraq. Hollande sobreactúa. Piensan que la gente desconcertada se lo exige. La política inteligente (smart power) actúa sobre el futuro (previene, prepara a la población). Los políticos torpes o provincianos bucean en el pasado buscando causas, casi todas ellas parciales o engañosas para justificar su inoperancia o su inacción: nacionalistas xenófobos, defensores de los valores de la tierra invadida por gente extraña de otro país, cultura o religión; populistas que ven conspiraciones de los poderosos para someter a los pobres o desheredados, y cabalgar sobre el miedo para conquistar o mantenerse en el poder.

            Los sucesos de París tienen, al menos, dos perspectivas, la de las víctimas y la de los verdugos. Para los ciudadanos de Europa es un hecho que nos llena de confusión y de temor. Desordena nuestra vida alegre y confiada. Nos ponemos a buscar causas para entender, en realidad para paliar nuestra angustia. Algunos van más allá y piden acción. Para los verdugos es una representación y como tal busca el mayor efecto, un aplauso atronador. Cuanto más se prolongue en el tiempo el eco de sus matanzas mayor será su éxito.

            Vivimos en una contradicción, atrapados en una paradoja. Nuestra angustia y nuestro miedo alimentan la creencia del terrorista que cree poder dominarnos. La política más útil, la callada inteligencia, trabaja tras las paredes del escenario pero deja abierta la inquietud, da alas a los demagogos, a los xenófobos, a los militaristas y a los pacifistas, todos ellos ansiosos por subir al escenario. La política inteligente, gritamos, no nos basta.

            Debemos ser rigurosos en la mirada, desechar lo que la perturba. ¿Es posible ver lo que sucedió en la sala Bataclán? ¿Se podía haber evitado? ¿Estamos de acuerdo en que los que dispararon o se inmolaron eran terroristas? ¿Estamos de acuerdo en que queremos que no vuelva a suceder? ¿Cómo impedir que la gente tenga armas? ¿Cómo impedir que hombres armados y con ideas dañinas entren en Europa? Sea cual sea la pregunta, en Bataclán está la respuesta: miremos con fría objetividad. Cualquier imagen de la sala Bataclán en nuestros televisores o periódicos la falsea, interpone filtros, impone prejuicios y creencias. Debemos mirar de nuevo, ver los hechos como si los miráramos por primera vez. La inteligencia debe plantarse ante Bataclán y ver lo que sucedió, quién participó, cómo actuaron.

    Día tras día, desde el atardecer hasta el amanecer, Cézanne se sentaba frente a una montaña o el mar de su Provenza natal y pintaba lo que veía. Pensaba que la tarea de un artista era llegar “al corazón de lo que está ante nosotros y expresarlo con toda la lógica posible”.

            Es probable que evitar a medio plazo que se repita un hecho como el de París no esté en nuestras manos. Hay miles de personas no fichadas que creen tener motivos psicológicos, religiosos, ideológicos, es decir, causas, porqués, para arrancar la vida de sus vecinos y sembrar el caos. Es la hora de la callada y meticulosa inteligencia. ¿Para cuándo una CIA y un FBI europeos? Es la hora de la planificación: prevenir, asegurar, educar. Por ejemplo, la inteligencia política tiene que replanificar los barrios enquistados en el corazón de Europa: Saint-Denis, Molenbeek, el Raval, desdibujarlos, mezclar la población, deshacer los guetos. Nada se hace de la noche a la mañana. Tampoco, de momento, el arma de destrucción masiva está al alcance de los terroristas.

            Laboriosamente Europa ha conseguido rebajar las diferencias chirriantes, guerreras, en sus países y tribus, entre sus diferentes, ha conseguido que las diferencias bailen armoniosamente en una misma paleta de miríadas de colores. Ahora nos enfrentamos, una vez más, a un formidable reto, miles, millones de personas se sienten atraídos por los destellos del progreso europeo, vienen con un bagaje distinto del nuestro (religión, familia, sexo). ¿Seremos capaces de que esas nuevas notas de color, quizá algo sombrías, se unan al baile de nuestra generosa paleta? Al fin y al cabo son hombres y mujeres como nosotros y la mayoría ama la vida.


jueves, 19 de noviembre de 2015

Cómo lo ves



            Hay quien prefiere al mirar tornarse hacia adentro, sin acabar de salir de sí. No puede o no quiere dejar que los colores, la luz, las formas lo penetren, lo tiene todo dispuesto para que la contemplación no perturbe su pensamiento. El misterio de la naturaleza lo guarda en su corazón. La pureza de su idea del mundo podría ser contaminada por la abierta visión.

            Abrir de par en par los ojos parece la opción más fácil, parece estar al alcance de la mecánica fisiológica, pero no lo es. Requiere un gran esfuerzo de limpieza en la mirada. A la pintura, al arte en general, le ha costado siglos desnudar la mirada, desde que los canteros románicos dibujaran apóstoles y ancianos del Apocalipsis en los arcos de las portadas con los ojos de su corazón. A simple vista parece como si del maestro de Sant Climent de Taüll a Picasso o a Rothko se hubiese culminado un ascenso técnico de creciente dificultad sólo al alcance de grandes virtuosos, y no ha sido así. Al contrario, el arte de finales del siglo XIX y de parte del siglo XX ha sido un acto de coraje donde la sabiduría no estaba en el dominio técnico sino en la valentía por desaprender, por ir despojándose de las sucesivas capas de suciedad y errores propiciados por siglos de buen gusto, rutina, costumbres, mercado y academia.

            Pero la pintura es solo una imagen del mundo, sinécdoque de nuestro proceder. Despojarse de las costras del pensar no es tarea fácil, el miedo a resfriarse, a coger una pulmonía es tan fuerte que uno prefiere seguir mirando, abrigado por una gruesa capa, a través de gruesos culos de vaso que ni siquiera queremos ver. Despreciamos la mirada limpia como cosa de niños, impropia de adultos serios y respetables. Estamos dispuestos a admitir que el oído, el gusto, el tacto y el olfato están atrofiados, somos conscientes que de ellos no nos podemos fiar, pero no que la vista lo esté más que todos ellos, porque no vemos con mirada serena, antes de abrir los ojos ya sabemos lo que vamos a ver.

            Lo curioso del asunto es que el arte ya hace un siglo que se desnudó, aunque ahora anda algo confuso, pero en el mundo de la percepción no ha ocurrido algo semejante. Nuestra mente es un batiburrillo de ideas falsas con las que organizamos nuestro conocimiento del mundo. Lo que mancha la mirada es la idealización. Es como si no hubiésemos salido del portal románico. Proyectamos en los demás ideas falsas o vemos en ellos la idealizada imagen de nosotros mismos. Encajonamos los sucesos de la realidad en nuestra biblioteca mental como hechos prescritos por nuestras ideas previas. Los sucesos de París no nos pillan de sorpresa porque tenemos un arsenal de causas que los preveían (Estas o estas). En realidad, no han sucedido, estaban ahí, esperando, agazapados, para dar continuidad a las ideas forjadas con anterioridad, para dar consistencia a nuestros prejuicios. Sólo limpiando la mirada podemos dar una oportunidad a los hechos, a la vibración que generan, al pálpito incesante de la vida.

domingo, 14 de junio de 2015

Phoenix y unos tuits infames


            Coinciden, en la cartelera, la película alemana Phoenix y, en las redes, unos tuits de un podemita encargado de cultura en el nuevo ayuntamiento de Madrid. Ambos de modo algo diferente se relacionan con la aproximación al mal que unos humanos han hecho a otros.

            En la película una judía, tras la guerra, vuelve a Berlín en ruinas desde un campo de exterminio. Tiene el rostro desfigurado tras un disparo a bocajarro, se somete a una reconstrucción facial y se prepara para emigrar a Haifa. Pero se entera de que puede volver a ver a su marido del que le separó la delación que le llevó a la cercanía de la muerte. Una amiga le informa de que fue su marido precisamente quien la traicionó y que ahora pretende cobrar su herencia porque la cree muerta. Ella no acaba de creérselo. Antiguo pianista, lo busca en los cabaret de la noche berlinesa y lo encuentra en el Phoenix del título. Él no la reconoce pero sin embargo ve semejanzas, tantas que le propone participar con él en el engaño de presentarse como su mujer que vuelve de un campo de concentración y exige su herencia. El director, Christian Petzold, y sus intérpretes juegan de modo creíble con esas confusiones de personalidad, avanzando en la trama entre el suspense del espectador, la negativa del marido (Ronald Zehrfeld) a reconocer a su mujer ante las crecientes semejanzas y los sobresaltos de la mujer (Nina Hoss) entre el amor y la honestidad de su marido. El contexto en que se desarrolla la película es el de la sociedad de posguerra alemana que no quiere enfrentase a la realidad del mal de la que ha sido responsable y sus esfuerzos para olvidar y alejar la culpabilidad. Después de tantos años, una película alemana, con frialdad expositiva, les muestra a sus compatriotas aquella realidad a la que quisieron vivir de espaldas. Ningún espectador puede quedar indiferente.



            La verdad es que después de ver la peli, los tuits rescatados de este Guillermo Zapata, concejal de cultura del ayuntamiento de Carmena/Carmona solo pueden producir repugnancia. Cuesta creer la insensibilidad de una parte de la extrema izquierda hacia el exterminio de los judíos. O la atracción por la barbarie etarra (Este otro tuit: "Han tenido que cerrar el cementerio de Alcásser para que Irene Villa no vaya a por repuestos"). ¿Qué tipo de moblaje ornamenta su mente? Se disculpa, ¡se disculpa!, el individuo alegando que los escribió en un contexto sobre los límites del humor. ¿A quién se le ocurriría parir semejante horror como ejemplo de humor negro? ¿Y quién es capaz de reírle las gracias? ¿Quizá los madrileños que le votaron y que ven bien tener a un individuo así como como ordenador, gestor y subvencionador de la cultura? ¿Quizá la propia Carmena que demostrará que su defensa de la justicia es palabrería y su profesión demócrata mera burla si no le pide el acta de concejal?

PS. Ahora dice este Zapata que no descarta dimitir si es lo mejor 'para que esas personas dejen de sufrir'.

viernes, 20 de marzo de 2015

El clásico



            Recibo un imperativo mensaje en el móvil de mi compañía telefónica para que añada Canal+1 a mi contrato de Fusión para ver el clásico de este sábado, evidentemente con coste. La verdad es que hay otras opciones, podría piratear la señal o podría ir al bar de la esquina. En el bar de la esquina hay ruido, tensión entre hinchas rivales y emoción, también con un coste: si lo hago cada semana me sale más caro que si contrato lo que mi compañía me pide. En mi mente se cruzan dos sistemas de reglas éticas enfrentadas. La primera recuerda campañas a través de artículos de opinión y de publicidad alertándome contra la ilegalidad y en defensa de los derechos privados. Me alertan diciendo que puedo ser un delincuente o que perjudicaré a mi equipo si pirateo. Por el otro lado me hablan del Internet libre, de la gratuidad debida de los contenidos, del abuso de las grandes empresas. Medito. Si todo el mundo piratea, el sistema es insostenible, las empresas y con ellas los puestos de trabajo y el propio espectáculo se hundirán. Por otro lado, veo los grandes tinglados que se han montado en torno al futbol, empresas mediáticas surgidas de la nada o en colusión con partidos políticos amigos que han conseguido una capitalización espectacular desde la nada, por no hablar de los desproporcionados salarios de los actores y directivos del espectáculo. También pienso en la riqueza, pocas veces señalada, derivada de la competencia y rivalidad entre las dos ciudades, Barcelona y Madrid. Es una gran suerte para el país contar con dicha rivalidad.


            Así que he decidido irme a un concierto de piano con sonatas de Beethoven que sucede a la misma hora que el partido. Sé que el placer que me va a proporcionar, dentro de mis expectativas románticas, es de más calidad pero menos emocionalmente intenso. No lo puedo piratear, pero no me importa apoquinar el óbolo exigido. Aunque, por debajo de mi decisión bien meditada, algo me dice que al acabar el concierto vaya al bar de la esquina para ver los últimos minutos. Lo pensaré con calma porque la gratificación sólo está asegurada al 50%. Si gana mi equipo disfrutaré, pero si pierde me llevaré un gran berrinche.

martes, 17 de marzo de 2015

Desideratum


            Estamos atenazados por la culpa que nos llega del pasado y la inseguridad que nos amenaza en el futuro. El deseo de aplacar la culpa y el deseo de obtener los bienes que anhelamos como son siempre del todo inalcanzables nos llenan de angustia, convierten la vida del presente en agitado movimiento, un estrés que nos destroza. La condición del sabio ha sido en diferentes épocas, en religiones diversas, en objetivos éticos, vivir al día, liberarse de la mortificación de las consecuencias indeseadas de nuestros actos, suprimir el deseo de atesorar cosas de modo que el simple vivir sea la única voluntad. Vivir el presente de modo que esa aspiración no se convierta en deseo sobre el que inclinar las fuerzas.

domingo, 8 de marzo de 2015

Dualismo


            Hay muchos modos de partir la humanidad en dos, hombre y mujer, juventud y vejez, ricos y pobres, guapos y feos. Hay otra no claramente evidente, la que está en el origen de nuestras acciones, de nuestros deseos, de nuestra voluntad de hacer mundo, la que separa a los hombres entre resentidos y vitalistas. El resentimiento que nace del sentido de una injusticia jamás resarcida amarga al hombre, lo angustia, socava los principios de una personalidad equilibrada. El vitalista es el hombre que se adapta a la vida que le toca, que convierte los obstáculos en puntos de apoyo para transformarse. En su punto más escorado el resentido es un amargado, siempre disconforme que no se encuentra a gusto más que en la infelicidad. El vitalista más adaptable llega a ser un conformista que puede llegar a convivir con la podredumbre. Hay una ética del resentimiento como la hay del conformismo, del mismo modo que hay políticos resentidos cuya pulsión antes que la construcción es la destrucción, políticos cuyas palabras y gestos, cuya expresión tiende hacia la ira, el odio y la amenaza, como hay aquellos otros que en su rostro bonachón se trasparenta el mejor de los mundos o la ilusión de nada mover para no empeorar.

lunes, 9 de febrero de 2015

Ramón Gaya



            Hay dos movimientos en la lectura, acaso tres. Sucede a veces que uno comienza a leer algo remiso, casi como por obligación, hasta que va cogiendo interés y poco a poco se convierte en delicia, en entusiasmo. Por el contrario, otras veces, se comienza sumido en el gozo y este se va desinflando sin remedio ante la sorpresa porque se esperaba otra cosa. Esos dos movimientos han tenido para mí estos días el mismo origen, Andrés Trapiello. Lo primero me ha sucedido con la lectura de una Antología de Ramón Gaya, publicada en 2003, el pintor y escritor murciano, que el propio Trapiello prologó, y creo que confeccionó. Lo segundo con una novela del propio AT, La malandanza, aunque AT es tan bueno que leyendo otras cosas suyas, los diarios, su biografía de Cervantes, he recuperado el placer de leerlo. Los textos de Gaya son un descubrimiento, una forma nueva de ver la pintura y también la escritura y el arte en general. Habría artistas preocupados por la obra que se sumen en la técnica y en la invención y llegan a grandes alturas, el mejor ejemplo es la Gioconda de Leonardo, y otros, a los que RG etiqueta como creadores, que son aquellos para quienes el estilo y las reglas del arte son un impedimento, obstáculos en el camino hacia la transparencia, es decir, al deseo instintivo de que la vida fluya a través de sus obras. Para Gaya el ejemplo máximo es Velázquez, un pintor a quien fatigaba pintar, para muchos un vago andaluz que cogía los pinceles de tarde en tarde, pero que no era por otra cosa más que por asegurarse que lo que pintaba era la vida misma. La antología se abre con un ensayo luminoso sobre el pintor sevillano. También menciona a Jan van Eyck, Tiziano o Rembrandt dentro de la misma línea o a Cervantes, aunque la figura más creativa para Gaya es el autor de Las Meninas y del Niño de Vallecas. De La malandanza ya he escrito otro día y la tercera forma de leer es la que la mayor parte de la gente practica, una lectura mecánica de leer periódicos que se sigue en la visión de los telediarios o en el consumo de los Best Sellers del día.

Algunas de las ideas de RG en la Antología:

            Para Gaya pintar bien, escribir bien, es hacerlo sin estilo, es decir sin amaneramiento, sin personalismo, y también sin que la técnica se deje notar. La Gioconda es una gran obra de arte, un prodigio de sabiduría y técnica, de modelado, dibujo y color, proporción, porte y luz, pero arte espectáculo, al fin, lejos de la vida. “Obcecado en su hacer y en su poder, se le extravía la carne; y claro, el alma, el alma que está dentro de la carne, también se oscurece”. Leonardo llega a una gran altura pero su arte no es elevado, al contrario por ejemplo que la Betsabé de Rembrandt en el Louvre o la Danae de Tiziano.

            Los artistas creadores, por oposición a los artistas artísticos “borran todo aquello que puede estar a punto de cristalizarse en estilo y, sobre todo, estilo personal”. “El barroco es… lo que sobra”. Lo bello no es lo lleno de perfecciones (una cualidad) sino lo que es, lo que existe, frente a lo bruto.

          “El estilo no puede ser buscado –ni… encontrado- y brota (cuando brota) por sí solo, sin dejarse apenas ver, sin dejarse apenas sentir y… claro, no hay que preocuparse ni ocuparse de él: es ese estilo –que no perfil, ni silueta, ni dibujo, ni arabesco, sino más bien simple… aroma –que emana puntualmente, fatalmente, de cada uno de los cuadros de Tiziano, o de los cuadros de Velázquez, o de los poemas de san Juan de la Cruz, o de los cuartetos de Mozart…, o de los bocetos de Constable”. 

            “Toda obra suprema parece estar asomada a una especie de… abismo” (Ramón Gaya).

         “Lo más patético del crítico de arte –de música, de pintura, de poesía- no es tanto que se equivoque y no entienda, sino que entiende de una cosa que no comprende”.

            El arte viene del abismo como la religión. No puede ser analizado, iluminado como filosofía, solo percibido en su oscuridad.

            No comprende el crítico, tampoco el artista-artista absorbido por las artesanías (por el cómo, no por el qué).

            “Lo que en un momento aplaude la crítica, más tarde resulta ser falso sin remisión, y lo que,  por el contrario, condena, es después aquello que renace incontenible”

              Distingue RG entre la verdadera obra de arte, como en Velázquez, que es carne y hueso, de la obra estética, como Botticelli, Vermeer o Leonardo, que son grandes artistas y confeccionan grandes obras, de los artistas decorativos o artesanos, donde la vida está ausente, como Poussin o Manet. Entra mejor en a Historia del Arte la mentira (Manet, Praxiteles, Lisipo) que la verdad (el Torso del Vaticano, las Parcas de Londres, la Victoria del Louvre o el Desnudo de Eduardo Rosales)


         “Comprender es más bien un acto seco y rotundo, muy rápido, además, este debe ser instintivamente comprendido por nosotros de un solo golpe, de una vez por todas, o no lo comprenderemos nunca”.

viernes, 30 de enero de 2015

El futuro de una ilusión

          

          Syriza, con unas décadas de retraso, como también Podemos si pudiera,  se dispone a repetir el pecado del siglo XX. No importa que la bolsa, la prima de riesgo, la banca, la vida de los griegos, se hundan, el futuro es esplendoroso, el futuro, por ejemplo, que Lenin prometió a los suyos, la ilusión comunista. 
         Así define Tony Judt, en Pensar el siglo XX, ese pecado: “Una cosa es decir que estoy dispuesto a sufrir ahora por un futuro incognoscible pero posiblemente mejor, y otra muy distinta autorizar el sufrimiento de los demás en nombre de esta misma e inverificable hipótesis. Este, en mi opinión, es el pecado intelectual del siglo: emitir un juicio sobre el destino de los demás en nombre de su futuro tal y como tú lo ves, un futuro en el que puede que tú no hayas realizado ninguna inversión, pero referente al cual afirmas poseer una información exclusiva y perfecta”. 

         Es por lo que uno tiende a creer en la imposibilidad de que Alexis Tsipras, convencido militante de la Idea, cambie de opinión, antes veremos el hundimiento de Grecia. Está por ver si la Unión Europea encuentra el modo de evitarlo.

domingo, 25 de enero de 2015

Gol de Piqué


           Cuesta comprender que en plena Castilla haya acérrimos seguidores, fanáticos del Barça, como que haya gente en general que pierda su preciado tiempo viendo los partidos de basket de la liga americana o de la Premiere ligue o tantas otras cosas inertes o sin fundamento para sus propias vidas, pero lo que más sorprende es ver en esos seguidores mesetarios del equipo de fútbol de Cataluña fanáticos nacionalistas, no de allí sino de aquí. Me toca en el asiento de vuelta del bus que me trae de la nieve a uno de esos intolerantes, con quien intento razonar en vano. Le pido que me explique que le mueve y en ello se parece a los fanáticos de allí, es algo íntimo y superior que no puede ser explicado. Le digo lo que el Barça significa para Cataluña, señera más que la senyera de la ilusión independentista, pero él lo niega, el Barça no lo es, dice que mire lo que gritan sus seguidores en los campos, que oiga en qué lengua gritan, lo que dicen los periódicos y radios deportivos, a eso no sé qué contestar porque no acudo a los campos ni uso ese papel ni me limpio los oídos con esas distrofias musicales y luego me lleva a la incongruencia independentista, al sinsentido, a España y su indisolubilidad, acaba de escuchar a un historiador decir en una conferencia que Cataluña nunca ha sido independiente ni ha luchado por su independencia, pero no atiende a los datos reales que le ofrezco, los del pasado, los del presente, 1640, 1714, la sociología. Intento explicarle que la democracia es igual para todos, que todas las opciones tienen derecho a ser oídas, representadas y discutidas. Saltamos a la política en general, al paro, a la democracia otra vez, a comprender, le apunto, que haya gente en situación dramática que vea en Podemos una opción válida, me dice que eso es imposible, que la economía mejora y que la razón va en contra de que incluso los parados o las familias sin recursos voten a ese partido nuevo. Dejo de razonar con él, derrotado, porque su pasión es inasequible. Miro embobado la pantalla desplegada en el bus que muestra la carretera adelante, con la nieve en los arcenes, más real, mejor iluminada que si miro a través del parabrisas. Mi compañero se enfrasca en sus cascos escuchando la retransmisión del partido. Gol de Piqué dice, contenido pero emocionado.

jueves, 22 de enero de 2015

Silencio


             “Toda obra suprema parece estar asomada a una especie               de… abismo” (Ramón Gaya).
            Con el ojo medio abierto entre las sábanas, asomando a la rendija de la ventana, por un instante creí que el mundo se había acabado o, cuando menos, que era la noche que llegaba al año nuevo, pero no, ese silencio tan atronador no indicaba más que estaba nevando, caían los copos suavemente deshilachados, aturdidos o adormecidos como yo, sin ganas de llegar al suelo, la caída lo opacaba todo, apagaba el mundo. Tuve entonces la imagen de un poema, cuyo tema se imponía como clamorosa nada, pero no pude ponerme a ello por no interrumpir aquel misterio, que no era tal, tan solo una vuelta al mundo anterior a la presencia del hombre
            o, si parpadeo y miro de nuevo las casas, los árboles ajardinados, los cristales, el humo, el mundo después de que el hombre se haya ido.

domingo, 11 de enero de 2015

Mausoleo bicolor


            Me tocó vivir en un país en blanco y negro, con olor a cera, cerrado y humedad, un país feo, mal ventilado, lleno de moho y orín. Es difícil que alguien lo reivindique alguna vez, aunque cosas más extrañas se han visto y se ven. Quim Torra, por ejemplo, dirige la cosa de 1714 en Cataluña –el mausoleo de la derrota de Cataluña, escribe el entrevistador, “la zona cero de los catalanes”-, afirma este hombre sin rubor, acaso sin conciencia de la descomunal comparación, y le hacen una entrevista. No se corta un pelo, como los independentistas han creado su esfera, en la que no entra la luz desde hace un par de años, al menos, dicen cosas que a otros les haría morir de vergüenza. Dice todo esto:

            “Hay que crear el pasado; no se trata de sentirnos pueblo hoy, sino de reconocernos como pueblo a lo largo del tiempo” y como tal, señalan entrevistador y entrevistado que el Born Centre Cultural es la fábrica de la épica independentista, “no se trata solo de provocar lágrimas de emoción, sino de captar entre la piedras de la patria "la fuerza arrebatadora" para impulsar el Proceso hasta el final”. El mandato de la patria lo resume de esta manera: No ha sido necesario imponer un argumento histórico, somos un pueblo emocional y esto emociona”.La voluntad es la de recuperar el espíritu del 1714 como una fuerza absorbente y arrebatadora, para intentar de hacerla comprender e interpretar en la coyuntura que vivimos”. “Fuera del hecho nacional, no hay vida”. “Mis adversarios son todos aquellos que no quieren la soberanía plena de nuestro país, para que nos entendamos, aquellos que no quieren que la bandera catalana ondee bien alta y bien sola en Capitanía Militar, los catalanes para quienes la libertad de Cataluña no es su pasión dominante son unos señores que me acaban la paciencia”.

            Quién quería vivir en un país así, no en blanco y negro como el de mi infancia, sino uno bajo dos colores que teñirían las calles y el aire de un chillón rojigualda, pero no solo volveríamos a la opresión tristona del bicolorismo sino que además se nos amenaza con no aceptarnos porque colmamos su paciencia. No sé si se nos expulsaría del país o se nos llevaría directamente a la cárcel.

viernes, 9 de enero de 2015

Nueve


            Con mi dubitación característica he dado la vuelta a toda la manzana, no sin detenerme de vez en cuando, con las bolsas en las manos, mirando al cielo. Acababa de ver la oferta de un cocido gallego y claro me han venido a las mientes los buenos recuerdos de Galicia de hace un par de meses. Para decidirme he llamado a J. para decirle si quería venir a comer. Le he dado las señas, creo que bastante claras, en frente del Teatro Goya, al otro lado de la Ronda de San Antonio, justo en la esquina. Aún así me ha pedido el número, el 137, le he dicho, no hay pérdida. He completado la vuelta y he entrado en un restaurante amplio, popular, bastante concurrido. Me he sentado de espaldas a una pantalla de televisión para no comer pendiente de ella, pero, ay, justo delante de mis ojos había otra que escupía imágenes de mi emisora favorita, Telecinco. El local lo regenta un hombre bajito, muy serio pero socarrón, rodeado de chicas sudamericanas simpáticas, un poco gorditas, todos encamisados, ellas asalmonadas y él con un azul agrisado y rayas en zigzag. Le he preguntado a una de ellas, la más sonriente, la más gordita, si el cocido merecía la pena, y qué me iba a decir, que sí, que muy bueno. De las bolsas que he acarreado he sacado dos libros. Uno lo he comprado porque el escritor me cae simpático. Me lo he encontrado en un par de ocasiones y en una hablé con él, pero otro día lo cuento. El otro me ha hecho gracia porque estaba editado en 2015. ¡Ya! No me creo demasiado que lo hayan impreso y distribuido en estos pocos días del nuevo año. Los dos hoteles de Francfort. Lo último que leí del autor, bajo un título muy bonito, El lenguaje perdido de las grúas, ofrecía poca cosa. También, recuerdo, haber leído durante el corto viaje en tren de vuelta a casa, como me ha sucedido con otros muchos libros, las primeras páginas de Mientras Inglaterra duerme, libro que arrastró polémica acusado de plagiar la autobiografía de Stephen Spender. El libro tenía como decorado la guerra civil y las brigadas internacionales y como asunto un amor entre dos hombres comunistas, pero ahí, en el tren, se quedó la lectura. Este que ahora leo, con el caldo gallego sobre la mesa, también comienza en Lisboa, como ese otro libro que comencé hace unos días del que no he podido llegar más allá de la centésima página porque el yo del escritor narrador se inmiscuía tanto en la historia que esta se fue diluyendo en el bostezo. Aquí el decorado es la Segunda Guerra Mundial, americanos que esperan poder ser repatriados en el verano de 1940. De todos modos me era difícil concentrarme en la lectura, primero Telecinco siempre tan absorbente, luego una chica muy guapa que comía justo enfrente de mí, acompañada de su novio, supongo, tan curiosa de mí como yo de ella, con esa belleza atahualpa de rasgos afilados y morenos y dulces que está hermoseando nuestras calles, al menos mientras les dura la juventud porque luego se vienen rápidamente abajo, después la llegada de un hombre bajito, muy bajito, creo que no sobrepasaba el metro cincuenta, quizá menos. No he podido despegar los ojos de él, viéndolo siempre de espaldas, como él no pegaba los suyos de Telecinco, el gran imán de este país, hacía tiempo que no veía a alguien tan bajo. Debía entrar en ese local porque al ver al dueño, no mucho más alto que él, se sentía más confortado. He vuelto a Leavitt sin mucha fe, justo para enterarme de que los nombres de los vapores que repatriaban a los americanos desde Lisboa comenzaban todos por ex, Excalibur, Excambion, Exeter, Exochorda. Leavitt hace un chiste malo: trasportaban exeuropeos al exilio. La chica más sonriente –“No se queme”-  ha puesto delante de mí una fuente gigante con los tropezones del cocido, los cachelos, los garbanzos y los grelos, calentita, inabarcable, justo en el momento que empezaba el telediario con imágenes nuevas del atentado de París, una nave donde se han refugiado los terroristas con secuestrados dentro. El hombre pequeño se había subido a una banqueta casi tan alta como él para sentarse y señalaba las imágenes. Yo no podía oír lo que decía, pero sí a quien estaba a su lado, un norteafricano que ha aparecido en el momento justo como de la nada y que enseguida ha alzado la voz: “Tú qué vas a entender, ahí sentado”, le ha dicho al hombre pequeño. Se ha formado un círculo alrededor, los dos hombres pequeños, las chicas sudamericanas que han dejado de sonreír. Alguien le ha replicado, entonces el norteafricano, un hombre con el pelo muy corto y con los músculos trabajados, con un café con leche en la mano, ha empezado a hablar de lo poco que podíamos entender los demás, los que estábamos allí, incluso yo que lo estaba mirando, pues oteaba en todas las direcciones para ver si se le escuchaba, hay que saber quién está detrás, decía, quién los mueve, esos chicos son marionetas. Con tanta pasión hablaba que nadie le ha replicado, hasta que le han ido dejando cada uno volviendo a sus quehaceres. Yo mismo he dejado de atenderle porque me llamaba J. Me decía al teléfono que no podía llegar, que quedásemos a tomar el café en otro sitio. Mientras le oía, yo miraba a la belleza atahualpa, que sacaba una enorme cartera de mano y de ella dos billetes que le ha pasado al novio para que este pagase. El norteafricano se ha ido y el restaurante ha recobrado la calma.

miércoles, 7 de enero de 2015

Siete


            La fotografía con la que se presentan en público este señor, E.C., ya da una pista sobre cómo quiere que el mundo le vea, sobre su singularidad. Creo haberle visto por Burgos vestido de esa guisa, tal como aparece en la fotografía que acompaña al artículo que le publican en el periódico de hoy, del que no puedo dar el enlace porque la versión catalana no sale en la red: salacot, camisa caqui y guerrera sin mangas, como si viniese de cazar un elefante. Supongo que no vive como contradicción que el Estado Español le haya encumbrado como uno de los tres codirectores de Atapuerca, con un sueldo a la altura de tal gloria, y al tiempo se declare deseoso de que Cataluña rompa amarras con ese Estado. Muchos nacionalistas tienen el pícaro descoque de declararse independentistas y vivir de la subvención estatal. Unas risas. Pero, en fin, lo que me interesa del artículo que hoy publica es cómo arguye a favor de la independencia, lo que da por cierto, sin aportar evidencias, para apoyar esa opción, por ejemplo que en Cataluña son soberanistas los nacionalistas y los que no lo son o que la independencia permitirá crear un Estado nuevo sin corrupción o que los ciudadanos controlarán el poder porque tendrán a los dirigentes al lado de casa. Si las conclusiones que extrae de las piezas que va desenterrando de las cuevas de Atapuerca son del mismo tenor poco durará la credibilidad de esa famosa cantera. No parece que este hombre haya paseado, sin salacot para pasar desapercibido, por las calles de Barcelona y alrededores, para tomarle el pulso, ni se haya enterado de la abrumadora corrupción de la misma clase política que anuncia el amanecer de la independencia y se propone para al día siguiente dirigir la patria, ni haya visto, leído o puesto el oído para estar al tanto de la opacidad de los asuntos. Eso sí el buen hombre toca el son de  “el procès sobiranista”. No existe nada más.