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sábado, 17 de diciembre de 2016

Didactismo



            Primero, en el Prado esta mañana. En la gran exposición de estos días: Metapintura. Historia de la pintura, de su progresiva autonomía frente al tema religioso, mítico, histórico, político. Los pintores reflexionando sobre su arte y su posición en el tablero social, citándose, compitiendo con los pintores del pasado o con sus contemporáneos, elevándose a la altura de los nobles, recibiendo honores o autootorgándoselos. Por tanto una exposición para leer, reflexionar, comparar, poniendo en suspensión las emociones que convoca el arte. Algo de eso hay también en la publicitada muestra monográfica de una mujer pintora: Clara Peeters. Sus bodegones. Acudo al reclamo de la mujer pintora, como todos los demás que se agolpan en la sala, muchas mujeres, por cierto, algunos, parece, que solo buscando los autorretratos que la pintora se hacía, a modo de reflejos en las copas, vasos o candelabros: ¡Mira en este bodegón, hay seis! Y también en la colecta de dibujos de José Ribera, el mismo espíritu didáctico: la explicación, la referencia, la comparación con sus pinturas o con otros maestros. Demasiado técnica, una clase, en todo caso, para profesionales o para alumnos de pintura. Yo, como la mayoría de los mirones, recorro a paso vivo las salas, leo esta cartela, miro ese dibujo, con cierta indiferencia, sin una emoción que me haga detener.

            Lo mismo sucede esta tarde en el concierto de Jean-ChristopheSpinosi  y su Ensemble Matheus, el mismo empeño por enseñar al público, por deconstruir las piezas de Vivaldi y Mozart que va tocando. La brisa, los pájaros, el pastor y sus ovejas, la tormenta. Enseñar y divertir. Como si en los conciertos actuales, sobre todo en Navidad, todo estuviese permitido: hacer evidente el virtuosismo, alargar los silencios hasta vaciarlos de sentido, añadir sonidos para hacerse el gracioso, jugar con los compañeros, hacer participar al público. Al final, dónde queda la música. En algún lugar, encerrada, a la espera de que cuando se acaben las gracietas y la clase alguien la convoque. Un síntoma, sin duda, del infantilismo que recorre los escenarios.

              ****

            ¿Y qué decir de las exposiciones de Caixaforum, como está de la Edad Media? Son tan explicativas, tan didácticas que resultan intrascendentes. No son un evento cultural, tan solo una extensión de la clase de historia. ¿Es suficiente? Sí para los profesores, también para los gestores de la Fundación de La Caixa cuyo puesto depende de su gestión contable, tanto número de visitantes.



jueves, 24 de noviembre de 2016

Sentimentalismo



            Infestados como estamos por la peste del sentimentalismo, desde la horrible época de las niñas de Alcaser hasta las recientes deyecciones coléricas sobre el Congreso, pasando por los rituales del Once se Septiembre, nos vemos inermes cuando llega el momento de la justa expresión de las emociones privadas o públicas. Ya no sabemos cuál es la expresión auténtica de nuestros sentimientos, cómo expresarlos, cuándo, con qué intensidad, atravesados como estamos por la pasión política y el deseo de posesión inmediato de objetos inútiles. Aceptamos la manipulación de las emociones, nos entregamos al espectáculo de la multitud emocionada, emocionados por estar emocionados con la gente, más que por el hecho que la congrega. Ha desaparecido la antigua férrea frontera entre el negocio público y la pudorosa intimidad que solo reconocíamos en las novelas, ahora el negocio encuentra sus mayores dividendos en la abrasión de los sentimientos íntimos y con ella queda en el aire la dignidad que es el capital mayor de un individuo. Si nuestra alma es vendida al mejor postor, dónde refugiarnos ante un mundo que nos diluye como entes únicos, autónomos y responsables.


“Cuando el sentimentalismo se convierte en un fenómeno de masas, se vuelve agresivamente manipulador: exige que todo el mundo lo experimente. La persona que se niega a hacerlo alegando que el supuesto sujeto del sentimiento no merece una exhibición pública se coloca automáticamente fuera del círculo de los virtuosos, convirtiéndose prácticamente en enemigo del pueblo. Su pecado es político, la no aceptación del viejo dicho vox populi, vox dei, la voz del pueblo es la voz de Dios. Entonces el sentimentalismo se vuelve coercitivo, es decir, amenazadoramente manipulador”. (Theodor Dalrymple: Sentimentalismo tóxico. Cómo el culto a la emoción pública está corroyendo nuestra sociedad).

miércoles, 9 de noviembre de 2016

La derrota de la superioridad moral



            1. Los votantes: ¿Si te dicen que eres pobre, que eres feo, inculto, que tu manera de pensar no es moderna, que eres insolidario con la gente que viene de fuera a pelear por tu puesto de trabajo, que si votas por ese hombre sonriente y parlanchín estarás en contra de la paz mundial, del progreso y de la integración, si la parte rica, culta y glamurosa de la sociedad, toda esa gente, en la cima del sueño americano, que gana tantos millones de dólares al año, en Hollywood, en las canchas de basket, en las pistas de las salas de conciertos, en los canales de tv, te mira por encima del hombre, vive a mil millas de tu hogar sin haberse preocupado nunca por tu existencia y te dice que eres racista, machista y homófobo, cuando llega el momento, no estarías tentado de darles una patada en el trasero?

            2. El big data: ¿No lo sabían todo de nosotros, las grandes tecnológicas –Apple, Google, Facebook- no saben en cada momento lo que queremos comprar, cómo queremos vestir, qué comer, dónde viajar, cuál es la mujer de nuestros sueños, cuáles son nuestras opiniones exactas, nuestros pensamientos más íntimos? Hasta sostienen que ya no existe el libre albedrío y la responsabilidad personal, que somos máquinas biológicas programadas. ¿Qué decían ayer mismo todos los institutos de opinión? ¿No decían que no haría falta votar, que ya sabían el resultado exacto antes de que se produjesen las votaciones? ¿Qué memes, sobre Trump y sobre Clinton, se han difundido durante toda la campaña en EE UU y en todo el mundo, siempre los mismos, en la misma dirección? ¡Lo saben todo de nosotros! Nuestra conducta es predecible, saben lo que vamos a hacer antes de que nosotros mismos lo tengamos en mente. Puede que así sea, pero entonces no han tenido en cuenta una variable, la posibilidad de una rebelión soterrada contra lo que nos sugieren que hagamos, que compremos, que votemos, contra lo que hemos de hacer tal como el Big Data va descubriendo en cada momento, una rebelión incluso a costa de nuestro propio interés. Una variable que una y otra vez se les escapa: Colombia, Brexit, Donald Trump.

            3. Nuestros populistas: “Clinton, la representante del neoliberalismo, del poder de EE UU; Trump, el populista, el antisistema. El suceso de hoy es un triunfo: la derrota del establishment y la posibilidad de que con Trump la gran potencia acelere su caída. Brindemos”. (¿No veis sus caras de regocijo?)


            4. Hillary Clinton, en su discurso final, ante los suyos: “Vosotros representáis lo mejor de América”. (La derrota de la corrección política, de la superioridad moral: 9’ 01’’ y siguientes).

viernes, 4 de noviembre de 2016

Personajes


    1. Infundimos en las personas que conocemos una vida que no tienen. Vigor, entusiasmo. Añadimos hiperrealidad a lo común rutinario. Las convertimos en personajes.

   Y cuando obtenemos respuesta, cuando la persona responde a una petición, a un comentario, a una loa que hemos hecho al personaje, la persona se nos cae, se baja del pedestal al que la habíamos elevado. Quizá, todas las personas con las que tratamos son personajes creados por nuestra necesidad.

    2. Hay un caso especial. Cuando nuestra relación con una persona que hemos conocido se intensifica, se hace danza girando el uno alrededor del otro, la persona real se funde con el personaje imaginado. Hay un breve momento de éxtasis, de fusión. Suele ocurrir cuando añadimos el velo del amor. Pero luego lo descorremos. El tiempo lo descorre. Cuando ocurre, se produce un sobresalto. Entonces, construimos un personaje nuevo sobre las ruinas del antiguo.

    3. ¿Cuánta verdad estamos dispuestos a soportar? ¿Podríamos contarle a nuestro mejor amigo todo lo que se nos pasa por la cabeza? ¿Podríamos, acaso, escribirlo, no lo que pensamos de los demás, sino lo que pensamos de nosotros mismos, escribirlo, incluso, en un diario privado? No se trata de los sentimientos comunes sino de nuestra propensión autodestructiva. Admitimos ver a los demás como caricaturas, pero en nosotros, en los peores momentos, solo vemos guiñapos. Es el pozo lóbrego en que se despeña nuestra conciencia de superioridad.

jueves, 3 de noviembre de 2016

Fragilidad


            Esperamos que suceda algo, que en su monótono discurrir el tiempo reviente sus costuras y dé paso a la irrupción. ¿De qué? De la mujer que el hombre lleva toda su vida esperando, del hombre fuerte que ella desea. Una promesa que se frustra fácilmente. ¿Y de qué más? De que del cielo caigan goterones de sentido y se mantengan en suspensión. De hecho, sucede a menudo que el tiempo se rompe y hace que un instante inadvertido se prolongue hasta el límite de nuestra capacidad de aguante. Porque no estamos hechos para vivir indefinidamente en suspensión. Pero sin ella perderíamos la autoconciencia o esta se desbarataría y retornaríamos al mundo inorgánico del que procedemos. Humanidad significa sentido.

            Es el contrapeso de nuestra fragilidad. La especie perdura, pero cada una de sus criaturas es un junco a punto de ser arrancado del arroyo. Frágiles ante las calamidades que nos amenazan: clima, infecciones víricas, contaminación química, sequía, extinción, amenazas telúricas o cósmicas, constitutivamente frágiles con la inexorable muerte en el horizonte, sin olvidar los males que creemos haber dejado atrás, pero que una parte de la humanidad padece: la guerra, la expulsión del propio hogar, el obligado salto del mar para sobrevivir en campos gestionados por la compasión.

            Así que construimos espacios permanentes de ilusión, creencias superpuestas a la morfología continental, naciones, pueblos, iglesias, supersticiones, un estado atmosférico de conciencia que nos hace levitar sobre nuestra fragilidad.

martes, 1 de noviembre de 2016

El breve otoño intenso




            El día ha amanecido con niebla. Ha tardado en levantar y cuando lo ha hecho la luz se muestra pálida, entreverada. Los objetos han perdido la nitidez de los días pasados, ya todo aparece ligeramente empañado, como es propio de los días previos a la llegada de las brumas y nieblas matinales que anuncian el pronto derribo del otoño. Los árboles se muestran vestidos de la coloraina que vienen luciendo, pero ha desaparecido el contraste, la brillantez cegadora, la nítida diferencia entre ocres, amarillos, ámbares y dorados. El espectáculo de la luz y el color ha sido excepcional, desde que amanecía el sol hasta que caía. También la luz cruda, inusualmente limpia, de las dos o las tres de la tarde, cuando el sol alcanzaba el punto más alto en el horizonte. Los edificios, los árboles, las personas, ya fueran recortados o proyectados en el enlosado, adquirían una nitidez académica, un porte clásico. Se podían seguir los cambios hora a hora, serpentear junto al río, remontando la corriente, y emborracharse de los reflejos del enramado en la agitación del agua. Esta ciudad tiene un otoño breve pero es difícil verlo en otro lado. Ese otoño se ha caído y ahora solo queda atravesar el largo túnel hasta la también breve pero igualmente intensa primavera. Es el privilegio de aquellas ciudades que solo tienen dos estaciones, como proclama el chiste malintencionado.

domingo, 30 de octubre de 2016

Rodea el congreso



            Para celebrar el fiasco de la acción de agit-prop que fue ayer Rodea el congreso, nada mejor que recordar esta frase de Walter Benjamin:

            “¿Qué espera esa multitud aletargada sino una catástrofe, un incendio, el Juicio Final en la sangre y las lágrimas, como un único grito, igual que un golpe de viento descubre de pronto el forro rojo encendido del abrigo? Porque el grito agudo del espanto, el pánico, son el reverso de cualquier fiesta de masas verdadera. El leve estremecimiento que atraviesa todas esas nucas impacientes en su deseo febril”.

            Walter Benjamin la escribía mientras veía lo que ocurría en la Roma, el Berlín y el Moscú de los años 20 y 30 del siglo pasado. Quizá ya estemos vacunados contra la rabia destructiva, aunque desde luego que no contra la rabia que nace enInternet.

viernes, 28 de octubre de 2016

El día en que los árboles se encendieron

         

            Hace un día improbable en esta ciudad norteña, a estas alturas del año. El sol, escondiendo sus amenazantes tormentas, erupciones y eyecciones, se muestra tan poderoso como seductor, atraviesa la enramada todavía más verde que amarilla del sauce que se interpone ante mí y me ciega, aunque la humedad que llega de la fronda a mis espaldas compensa su fuerza. Es agradable esta mezcolanza de fuego y humedad, de calor ya no tan intenso y de frescor aún tolerable. De fondo, la arritmia del tráfico rodado en la calle al otro lado del río, camiones, el hidráulico quejido de los autobuses, el oleaje de los coches que arranca de los semáforos abiertos, el habla de los paseantes, una radial lejana que suena a intervalos, la camioneta de los jardineros, el canto apenas distinguible de los pájaros, mirlos, gurriatos, pinzones, zorzales, modulando su intensidad bajo patrones desconocidos, las pisadas sobre la hojarasca que se va acumulando, el sonajero de la punta redonda del bastón de un ciego, las campanas de la catedral y de las iglesias cercanas que no llegan a imponerse en este revoltijo de sonidos que sin ser armónicos no llegan a ser desagradables.

            Se nota que hoy es medio festivo. En los colegios celebran la impostada fiesta de Halloween. Una madre peina con los dedos los mechones de su hija y ella se revuelve para escapar a esa forma de caricia, otras dos chicas un poco más mayores y descamisadas piden fuego a una mujer encorvada sobre su móvil para proyectarse en cigarrillos iniciáticos, tres niñas, a un semestre de la adolescencia, sentadas en un banco del paseo, hablan de sus cosas entre vagas sonrisas. Una enseña sus rodillas bajo los vaqueros rotos, en las otras el uniforme azul del colegio es más formal, con jersey y falta tableteada. Un hombre viejo se ha sentado frente a ellas y las mira, pero al poco se levanta avergonzado y se va dejando atrás una larga y triste mirada.


            El sol indecente, sensual, enciende los álamos, los chopos, los sauces y abedules de la ribera del río, cuyas aguas plateadas descienden mansas pero con un ímpetu ligero que refleja en su superficie rizada el sol impropio. El cielo azul, blanquecino en la cercanía de la luz poderosa, subraya con nitidez los perfiles de los edificios, más nítidos que en cualquier época del año. Hasta las sombras alargadas de los árboles se dibujan con precisión académica en el enlosado del paseo.

jueves, 27 de octubre de 2016

Corza asustada



            He salido con la bici para comprobar cuánta masa muscular he perdido en tan poco tiempo, tras haber hecho más de ochocientos kms caminando. Las pantorrillas y los glúteos se me han achicado. Está visto que el caminar con intensidad poco tiene que ver con el ejercicio intenso en la bici. Que poco queda de la facilidad con que subía las cuestas en verano.


            En esas reflexiones estaba, luchando contra el viento de costado, cuando una corza me ha entrado por la izquierda, quizá ligeramente desde atrás, porque no la he visto hasta que estaba encima, justo delante de la bici. No sé por qué estos animales intentan cruzar la carretera o el camino por delante del vehículo, no son tan inteligentes para esperar y cruzar una vez que ya haya pasado. El caso es que se me ha echado encima, ha resbalado en el asfalto y caído delante de mí. He frenado para no chocar sobre su vientre blanquecino, pero se ha levantado a tiempo para ponerse sobre sus pezuñas y alejarse campo a través, mostrándome su grupa blanca. La he seguido un buen rato con la vista, sonriendo, alegre de que su tropiezo no haya sido grave y haya podido seguir por los rastrojos en esta tarde otoñal sin mayores consecuencias. Unos metros más allá he evitado pasar por encima de una viborilla que dormía al sol en la carretera. 

miércoles, 7 de septiembre de 2016

¿Compromiso con la verdad?



            1. Yo no creo que lo peor de la actual crisis esté en la clase política. Hay hombres sensatos, pero no les alcanza su buena fe. Lo peor está en el periodismo de baja calidad que padecemos. Hay una deriva creciente de la información a la opinión, que apesta en los llamados periódicos digitales. Cada día sale uno, con la intención de que tarde o temprano un gran grupo les absorba y ganen un dinerillo. Muchos han nacido como periódicos partidistas, muy ideologizados, no para el acuerdo sino para la confrontación. Son los que hablan al mismo tiempo de la hartura por la falta de gobierno y revientan, antes de que nazca, la posibilidad de que se llegue a un acuerdo. Sus artículos van de las interpretaciones esotéricas al odio personal. Se diría que no importa tanto la formación del gobierno, ni siquiera con un formato que ideológicamente les plazca, como que su ego quede recompensado. Están cómodos en el actual impasse y toman como una afrenta personal el que algún político intente en acuerdo transversal. El odio que aparecía en las sentinas de internet ha pasado a primera página. En el compromiso con la verdad todavía prevalecen los periódicos de papel. Es una desgracia que pagaremos cara que los lectores les estén dando la espalda.           

            2. Como no es cierto lo que se dice: que no tenemos líderes a la altura de los problemas del mundo. Sí los tenemos y acaso como nunca antes. No imagino hombres mejores a la cabeza de EE UU o de Alemania. ¿Quién ha contribuido como Obama a la distensión internacional, a enfriar dentro de sus posibilidades los fuegos en distintas partes del mundo? ¿Qué política europea puede compararse a la llevada por Angela Merkel en la cuestión de la inmigración? Ninguno de los dos ha caído en la tentación del populismo. Los añoraremos cuando falten. Ya lo estamos haciendo.

            3. Casi todo el mundo tiene claro –no hace falta prestar al asunto mayor atención que una leve ojeada por encima del hombro- que Donald Trump o Marine Le Pen son, serían…, eso, pongamos el adjetivo más apestoso, sin embargo, la apuesta propia, por más extrema que sea, eso sí en el otro extremo, no debe generar preocupación alguna.

            4. No me importa tanto la ausencia de citas de cultura clásica (Horacio, Calderón, Cervantes, Shakespeare) entre nuestros prohombres, como su desacomplejada falta de formación científica o técnica con la que fundar sus política educativas, sus proyectos tecnológicos o de reindustrialización, si es que los tienen.

            Qué saben, por ejemplo, de la capacidad de nuestro cerebro, equipado para sobrevivir en un mundo prehistórico, de sus limitaciones, para enfrentarse a los actuales retos de la ciencia y la tecnología, por no poseer las herramientas evolutivas para comprenderlas intuitivamente. 

            “El remedio evidente a las trágicas carencias de la intuición humana en un mundo de alta tecnología es la educación. Y esto señala unas prioridades para la política educativa: proporcionar a los alumnos las herramientas cognitivas que sean más importantes para comprender el mundo actual y que menos se parecen a las herramientas con las que nacieron (…) Lamentablemente, la mayoría de los currículos apenas han cambiado desde la Edad Media, y poco se pueden cambiar, porque nadie desea ser el ignorante que parezca insinuar que no es importante aprender un idioma extranjero, literatura inglesa, trigonometría o a los clásicos. Pero por más valor que pueda tener una asignatura, el día sólo tiene veinticuatro horas, y decidir impartir una asignatura significa también decidir no impartir otra. La cuestión no es si la trigonometría es importante, sino si es más importante que la estadística; no es si una persona instruida ha de conocer a los clásicos, sino si es más importante que una persona instruida conozca a los clásicos o que domine la economía elemental. En un mundo de una complejidad que constantemente pone en entredicho nuestras instituciones, no se pueden evitar responsablemente esos equilibrios.
                         (Steven Pinker, La tabla rasa)

lunes, 15 de agosto de 2016

Burkini

         


  Y un burkini es al fin y al cabo eso: un (suponemos) incómodo, pero simple bañador. Los signos religiosos están prohibidos en escuelas y en el funcionariado de una Francia laica que admiramos. Pero en nombre de la igualdad, la fraternidad y la libertad, dejen las playas libres de esa batalla, por favor”.


            Sale al quite la periodista correcta para afearles la posición al alcalde de Cannes y al juez que han decidido que en sus playas el burkini, no. Burkini, esa prenda para el baño para mujeres musulmanas que solo deja al descubierto la cara, las manos y los pies. La periodista lo tiene claro, es la libertad. Yo no lo tengo tan claro. Pensemos que las monjas, a las que alude en su queja, invadieran un día una playa del litoral. Quizá al principio sería divertido verlas sufrir: apresadas en su cárcel talar bajo el calor veraniego y unos cuántos kilos de más. Pero la sonrisa inicial se mudaría en incomodidad si persistiese su empeño. Incomodidad por la diferencia de atuendo, incomodidad por verlas sufrir. La playa es un espacio común que comparte mucha gente, como una plaza o la platea de un cine. Hay unas normas comunes de convivencia, unas explícitas y otras implícitas. Si se trata de una cuestión de libertad, cualquiera podría comportarse como le diese en gana. Por ejemplo, poniendo la barbacoa familiar en mitad de la plaza o meando en la fuente a plena luz o masturbándose en la platea. No lo hacemos o lo hacemos a escondidas con disimulo o vergüenza porque sabemos que nuestra conducta incomodaría a los demás. No podemos hacer siempre lo que queremos. De hecho, reservamos unas pocas playas para quien quiera practicar el nudismo. Es lo que podríamos hacer con el burkini, reservar unas cuantas piscinas o unas playas para que las mujeres musulmanas o sus hombres pudiesen practicar su libertad. Cómo reaccionarían si se les dijese que se bañasen en los lugares reservados a los nudistas. Pero quizá haya una razón más poderosa, la libertad es un derecho que afecta a los individuos. Es una burla o una imposición política o religiosa que se pida para el grupo. Un hombre desnudo, una mujer en burkini serían vistos como excéntricos y no pasaría nada más. Pero lo que está ocurriendo en las playas se relaciona con un colectivo, las mujeres musulmanas. La libertad es un derecho que no solo afecta a las mujeres musulmanas, también al resto de los bañistas.

Polémica.

Una opinión parecida a la mía.

jueves, 4 de agosto de 2016

Barbarie




            Cómo respetar una religión que no sale en tromba a condenar y prohibir esta barbarie. Ya no se trata del frío asesinato cometido por un lobo solitario, del terrorismo televisado que puede ser ideado y puesto en práctica por psicópatas que pueden tomar la religión como excusa. Aquí una ciudad entera contempla y asiente, un país entero no prohíbe, una cultura no erradica estas inhumanas prácticas. Cómo respetar una religión muda ante la barbarie.

            Cuando estas dos abogadas publicaron su tribuna en el periódico, sabían que esto ocurría, ocurre desde tiempo inmemorial. La imagen es del día anterior, en el mismo periódico. Podrían haber empezado condenando la sharía, pero no lo hacen. "Prejuicios y clichés", dicen, ¿ocultar la realidad es el mejor modo de hacer que los alados sentimientos de hermandad anclen en la ciudadanía?

           ¿Por qué Francisco es tan equivocadamente tibio defendiendo a los cristianos?

           Algunos sí que se lo piensan.


miércoles, 3 de agosto de 2016

Imposturas populistas



            1. No es inverosímil que en plena crisis de los manteros y en el momento álgido del turismo de chancleta la alcaldesa de Barcelona tome las de Villadiego, dejando que el alcalde accidental del PSC apechugue. La impostada ideología de Ada Colau le impide hallar una solución práctica a ambos problemas. Como no la tiene ni la puede tener se va. Así, los conflictos que se avecinan con los manteros y con los sufridos vecinos que han visto como su ciudad se ha convertido en estos últimos años en un parque de atracciones de dudoso gusto los han de asumir los socialistas por meterse donde no les llaman. En cambio, qué fácil es golpear a quien apenas cuenta con defensas.

            2. Los únicos beneficiados de ese turismo de chancletas y selfies son los hoteleros de medio pelo y los camareros, si es beneficio trabajo precario y salario de miseria. Se aceptan apuestas sobre la duración de esta economía buenrrollista antes de que estalle en conflicto de tipo impredecible. De momento la desazón de los vecinos sólo es apagada cólera.

            3. Los comunes, como se les llama con ese guiño cómplice y complaciente con que les tratan los periodistas amigos, son hábiles en la propaganda. Como ese contador de inmigrantes muertos en el Mediterráneo. Pero como muestra el mismo acto fallido de su presentación, esa política del gesto no puede durar mucho si va en serio. Si Barcelona se convirtiese de verdad en una “ciudad refugio” para los refugiados que llegan a Europa el problema de los manteros sería una mínima anécdota con respecto a los problemas que acarrearía la ciudad.


            4. ¿Cuánto puede durar la complacencia, durante cuánto tiempo se le perdonarán pecadillos a la alcaldesa, como haber cobrado un sueldo del ayuntamiento durante su etapa de agitadora social en sus tiempos de líder de la PAH? 

            5. Resulta difícil de comprender que los periodistas y opinadores complacientes hablen de dar algo a cambio a los movimientos antisistema, a los independentistas, a los predicadores populistas e incluso a los islamistas que mueven su radicalismo hacia el asesinato, cuando lo único que deberían pedirles es que se conviertan de una vez en adultos y se enfrenten a su responsabilidad.

            6. Una de las formas de resolver problemas de los populistas es disfrazarlos, ocultarlos o atribuirlos a un enemigo señalado con quien se está en guerra. ¿Entendido? 
            “Hay guerra por intereses, hay guerra por el dinero, hay guerra por los recursos de la naturaleza, hay guerra por el dominio de los pueblos. Esa es la guerra. Alguno puede pensar que estoy hablando de guerra de religiones. No. Todas las religiones queremos la paz. La guerra la quieren los otros. ¿Entendido?”. 
            7. Es temible la confluencia de tres astros impredecibles, tres líderes de los que se puede decir cualquier cosa menos que sean morales: El cura Paco, Putin y Trump, sin descartar la afluencia de astros menores pero no menos dañinos.

lunes, 1 de agosto de 2016

La ilusión de que me quieran


                                                                                                              a N.

            Albergamos la ilusión de que nos quieran, no que nos admiren. Sentirse halagado es una derrota. En el halago hay una pizca de envidia, por tanto sabemos que no es sentimiento noble. Además somos halagados por lo que decimos o escribimos, o por lo que hemos hecho o por lo que dicen de nosotros o, en el peor de todos los halagos, por lo que representamos, todo cosas externas, extensiones de nuestra personalidad. (Aunque creo que hay algo aún peor: convertir la admiración en enamoramiento, y si se tiene la oportunidad casarse con el admirado. Que vida podrida la de los dos. Como decir, qué grande es Shakespeare, qué inmenso el Quijote, eliminando con ello lo único admisible en la relación del lector con el autor o su obra, la fruición). Nada de eso merece elogio, o es fruto de un don que otros no tienen o no están en disposición de cultivar o del impulso por construir algo benéfico que ponemos a disposición de los demás, algo que brindamos sin pensar en el beneficio. El halago rebaja a quien lo hace y hace pavonearse a quien lo recibe, por tanto asalta la dignidad de ambos. El halago es como una mosca que nos ronda, mientras estamos vivos la apartamos a manotazos, cuando decaemos estamos prestos para los honores. 

           A lo que uno aspira es a que le quieran, a que le quieran incondicionalmente, sin motivos, sin consecuencias. Pero ese amor solo lo brinda la madre. En la madre es una disposición natural, un instinto quizá. La madre es feliz y sufre por esa incondicionalidad, pero el hijo no da mucha importancia a esa querencia porque siempre ha estado ahí como el agua, el sol o el oxígeno que nunca nos falta. Queremos sobre todo el amor de una mujer (o de un hombre; la amistad es otra forma del querer, siempre que el trato sea de igual a igual) y durante un tiempo parece que lo conseguimos, pero es una ilusión momentánea. No dura. Lo intentamos sin tregua hasta que el tiempo se nos echa encima y nos agota. Entonces nos retorcemos en el castillo interior, quejosos ante el ingrato mundo que no nos reconoce, el segundo destino del hombre, anterior a la muerte, la soledad.

            Recibir halagos por lo que haces y no ser querido por lo que eres es una maldición, una condena. Quien te halaga ve en ti un aura, una nube que no tarda en disiparse y cuando lo hace deja a la vista un alfeñique al que se mira en picado. Ser querido es verse situado en el mundo, a la misma altura que un árbol o un león. Sólo así se alcanza el presente continuo, que es el modo del vivir.

            Aunque como digo, ser querido es una ilusión que se forja en el sueño humano de liberarse de la determinación natural. Deseamos con firmeza ser algo más que naturaleza y algo más que actos y dichos, seres individuales y únicos capaces de escapar a nuestro destino. Tenemos dignidad si la vemos reflejada en los ojos del otro. Del otro que nos ama. El amor que deseamos nos confirma que poseemos un valor infinito.

jueves, 28 de julio de 2016


            La publicidad. Las tertulias televisivas. El móvil en la mano. El tren abarrotado. El metro, allí donde la multitud es el sustituto de la humanidad. La ciudad y el ruido, donde cada uno de los hombres y mujeres con que te cruzas no son hombres o mujeres sino objetos, autómatas quizá, de fabricación en serie: obstáculos, estorbos, extraños. Como mucho, objetos de deseo fugaz. Donde la vista, la nariz, el tacto se embotan o solo captan lo extremo: lo podrido, lo chillón, la herrumbre de las cosas.

            Quién querría vivir en esta ciudad, convertirse en muchedumbre, donde el cosmopolitismo ya no es acentos graciosos, colores y olores sorprendentes sino montón, indiferenciada masa.

            Coches, camiones, asfalto, humo, partículas cancerígenas en suspensión. Y el verano que lo aplasta y lo sumerge en goterones de sudor, camisetas empapadas, cuerpos malolientes.

            La publicidad. La publicidad invasiva para quien todo hombre es un niño tonto y predispuesto a ser violado. Sólo cuando se baja de la montaña se hace evidente el hecho nefando: la publicidad es una violación de inocentes. La televisión, un púlpito que se disfraza, la radio un apaciguamiento de la culpa. Un movimiento liberador, una fuerza política radical debería prohibir de inmediato tal violación, y después los coches y su rastro de muerte inmediata o diferida, como no hace mucho se prohibió el tabaco con cierto escándalo de los lentos. Y en consecuencia las televisiones, o su actual modelo, que no es otra cosa que altavoz de la publicidad.

            Solo después de la prohibición de la publicidad como instrumento de violación y de su altavoz podría pensarse en un uso diferente, porque en la publicidad y en la televisión se sueltan como perros de presa ideas sin pensamiento, eslóganes sin reflexión. La publicidad es obligación y coerción. No.

miércoles, 13 de julio de 2016

Formas del mal


         Hay una forma del mal reconocible, cuando se presenta con la brutalidad de la guerra, cuando su lenguaje es la violencia sin posibilidad de respuesta. Ante él solo caben la huida, el repliegue hacia las cavernas del sí o la sumisión. Pero hay aquella otra forma que se presenta bajo el disimulo. No se le ve llegar porque viene envuelto en el aleteo de la seducción, nos pilla con las defensas bajas, se apodera de nosotros y nos transforma, nos coloniza, nos convierte en esclavos voluntarios, en sus discípulos, en verdugos de su política. La primera nos arrebata la vida, la segunda aspira a arrebatarnos la muerte, a convertirnos en muertos vivientes, en esclavos que le entregan la vida a cambio de prorrogarla en la muerte.

         Están los dos ahí sentados, al otro lado de la mesa, en la cafetería de la estación del tren, en otra ciudad. Uno con la piel tersa del africano ecuatorial, en su rostro restalla la córnea blanca, su discurso es un balbuceo apenas inteligible. El otro es del lugar, la piel trabajada del europeo, asentado, firme, consciente de lo que se está jugando. El uno representa, o quiere, la convicción mancillada; el otro el arreglo cuando ve que sólo eso es posible. En medio, entre ellos y nosotros la persona ausente, perdida, abducida, destrozada por la pugna en él de dos personas, la zombi que casi lo ha colonizado salvo una leve chispa de lucidez que trata de emerger de los escombros. Cada uno está construyendo un mundo verosímil para sobrevivir a la miseria moral, a las trampas, los engaños, las argucias sobre las que se sustenta su respetabilidad, que ahora pueden perder. Lograr lo que queremos es ceder, dejarlos salir, que permanezcan intocables. Todo por albergar una oportunidad.

martes, 5 de julio de 2016

Vida privada, vida pública


         En realidad solo hay una, la vida. El tiempo nos roe y el espacio nos limita: entre uno y otro, en el intersticio, habitamos un presente escurridizo, perturbado por las sombras de lo que fue y los halagos de los sueños que nunca se realizan o no del modo que el deseo nos promete. Privatizar la vida es una derrota con enormes costes en forma de desequilibrios mentales. No puedo decir: me retiro a mis asuntos privados, a la vida familiar, porque en ese huerto cerrado crecen malas hierbas y los ideales que la forjan acaban en pudridero. El estado de la vida pública no es menos mental: ejercicios de retórica no menos putrefacta, quien la enuncia lo hace con la lengua sucia y el cuerpo de paja, sólo puede engañar a quien necesita ser engañado. El engaño es la forma asumida por quien habla y por quien escucha: ambos han renunciado a vivir la vida verdadera y única, la vida sin más, desadjetivada, despojada de entelequias.

         El sol tamizado cayendo sobre la plaza esta mañana, la iglesia con los ventanales abiertos como todos los veranos, la gente en las mesas con el móvil en la mano, un periódico, un libro, una conversación o la mirada perdida en los transeúntes sin prisa, aligerados. Este paréntesis, preludio de otros paréntesis, continuación de otros paréntesis no premeditados. Puesto que no sabemos hacer del presente un continuo, procedamos a vivir entre paréntesis.


         Todo fruto del azar de una configuración precisa en un equilibrio precario. Podemos saber de los constituyentes elementales, del sustrato químico, de la organización biológica, del entramado psíquico, podemos especular sobre el origen, reconstruir los caminos del pasado, quizá predecir, pero nadie ha sabido explicar aún el milagro de estar vivo ahora, de vivir este instante preciso, de saber que está ocurriendo y decirlo. 
            “Para los que somos físicos convencidos, la distinción entre presente, pasado y futuro no es más que ilusión, aunque persistente”.
                                                                  (Albert Einstein).

miércoles, 29 de junio de 2016

‘La sonrisa de un país’

         

         1. Que es palabrería sin sentido decir que el rechazo, o la inacción, de Rajoy y su partido al referéndum catalán es una fábrica de independentistas lo demuestra la incoherencia de quienes lo dicen pues por la misma razón deberían argüir que el aumento de votos a Rajoy y a su partido registrado en las últimas elecciones tiene su origen en el radicalismo independentista. No lo dicen.

         2. El confuso interrogante que se dibuja en el rostro de los magos catódicos, aka consultores políticos, al comprobar que sus predicciones demoscópicas han sido desmentidas por las urnas es uno de los gozos de la noche electoral. Es una constatación más de que los magos pueden predecir la lluvia pero nunca, salvo coincidencia estadística, hacer llover, como ellos presumían.

         3. Los consultores y los propios políticos buscan las causas del retroceso podemita: el consorcio con IU no suma, el influjo del inesperado Brexit, pero nadie apunta lo que, a mi juicio, ha sido decisivo, el intenso debate durante estos meses en las familias, entre amigos o entre compañeros de trabajo sobre la conveniencia de votar a un grupo de gente que proponía destruir antes que construir.

         4. Sólo por el eslogan de campaña, tan cursi como nunca se ha visto: La sonrisa de un país, merecía la coalición el resultado que ha tenido. Qué insano hubiera sido vivir con un gobierno que apelase continuamente, durante cuatro años, a nuestra idiotez.

         5. La machacona lluvia de los clientes –analistas y tertulianos- del partido que tiene a España por suya sobre los partidos que pueden pactar con el PP: que se callen y voten la investidura, como si los votantes de esos partidos (C’s, PNV, PSOE, CC) hubiesen votado a un PP bis y no a un programa distinto, y que quieren que se cumpla, es una buena ilustración de la concepción de la democracia de esa gente. (Porcentaje en votos: PP 33% ; PSOE+C’s 35,71: ),

lunes, 27 de junio de 2016

El verano detenido


         Metido en el verano de golpe, sumergido en un tiempo y un lugar que ha estado ahí siempre, como si la primavera fuese de otro siglo cuya memoria hemos olvidado, los acontecimientos parecen no suceder, no tener presente, sino haber pasado tiempo atrás, como si el Brexit estuviese amortizado, anunciado hace mucho, no sucedido y muerto, despojado de sentido, y las elecciones generales no fuesen de ayer sino de meses atrás y nadie reparase ya en ellas, incluso la eliminación de España del europeo, que acaba de pasar ahora mismo, hubiese sucedido hace dos años y no en París sino en Brasil, no sé en qué ciudad, a quién le importa, y Del Bosque, el honesto Señor, fuese una hoja amarillenta revoloteando junto al calor de una alcantarilla, pues todo lo que pasa parece suceder sin tiempo, desprendido de las cosas, sin asiento, solo gente pasando hacia no se sabe donde, imágenes muertas en las televisiones, sin sonido, sin nadie que preste atención a lo que los bustos andan diciendo, pues a nadie interesa lo que salga de sus labios, niños jugando en la plaza, madres aburridas mirando, puestos ahí, ellas y ellos, por un genio maligno que disfrutó dándoles cuerda en algún comienzo pero que aburrido él mismo los ha abandonado a un destino que no lleva a ningún lado, sin un futuro que les oriente.

viernes, 24 de junio de 2016

Un día como este


         1. ¿Puede un problema complejo resolverse con un sí o un no en un Referéndum?

         2. ¿Los culpables son Siempre los políticos? Cameron ha convocado un referéndum innecesario, ¿pero quién eligió y revalidó a Cameron?, ¿quién en última instancia ha votado para que GB saliese de la Unión Europea? Eso es democracia. La democracia europea no es autoritaria –al estilo Putin o Maduro- sino deliberativa y representativa. Representativa quiere decir que delegamos los problemas arduos en nuestros representantes. La gente que elige malos políticos ha de cargar con sus consecuencias.

         3. Los responsables de la salida de Gb de la UE son los votantes que lo han decidido así, también quienes se han abstenido o votado en blanco. No pueden eludir su responsabilidad de lo que a partir de ahora les suceda, y nos suceda.

         4. Las tres mejores novelas que he leído en los últimos meses son británicas: La zona de interés de Martin Amis, La ley del menor de Ian McEwan y El ruido del tiempo de Julian Barnes. La autobiografía que ahora leo, Ante todo no hagas daño, de Henry Marsh, también lo es. Me gusta el cine y las series británicas, los científicos y los divulgadores británicos.

         5. Hay un producto que viene de las islas con el que no me encuentro cómodo: los jóvenes de fin de semana que invaden Barcelona y los turistas borrachos que ensucian la Costa del Sol y Mallorca y que acompañan a su selección para armar camorra.

         6. Como todos los países GB tiene dos almas que son productos de un sistema cultural dual, buenos colegios y universidades para la élite y esa otra parte cuyo instinto de felicidad se basa en fútbol, cerveza y sol, de quien se despreocupan las élites. Ese sistema tiene dos padres: la élite que se reproduce y los votantes que votación tras votación lo valida.


         7. Es difícil sobreponerse al estado de ánimo en un día como este. Ver a tanta gente dejarse llevar por un puñado de peligrosos imbéciles que quieren llevarnos a la ruina: “Es grandioso que los británicos hayan recuperado el control”. O estos o estos.