viernes, 4 de noviembre de 2016

Personajes


    1. Infundimos en las personas que conocemos una vida que no tienen. Vigor, entusiasmo. Añadimos hiperrealidad a lo común rutinario. Las convertimos en personajes.

   Y cuando obtenemos respuesta, cuando la persona responde a una petición, a un comentario, a una loa que hemos hecho al personaje, la persona se nos cae, se baja del pedestal al que la habíamos elevado. Quizá, todas las personas con las que tratamos son personajes creados por nuestra necesidad.

    2. Hay un caso especial. Cuando nuestra relación con una persona que hemos conocido se intensifica, se hace danza girando el uno alrededor del otro, la persona real se funde con el personaje imaginado. Hay un breve momento de éxtasis, de fusión. Suele ocurrir cuando añadimos el velo del amor. Pero luego lo descorremos. El tiempo lo descorre. Cuando ocurre, se produce un sobresalto. Entonces, construimos un personaje nuevo sobre las ruinas del antiguo.

    3. ¿Cuánta verdad estamos dispuestos a soportar? ¿Podríamos contarle a nuestro mejor amigo todo lo que se nos pasa por la cabeza? ¿Podríamos, acaso, escribirlo, no lo que pensamos de los demás, sino lo que pensamos de nosotros mismos, escribirlo, incluso, en un diario privado? No se trata de los sentimientos comunes sino de nuestra propensión autodestructiva. Admitimos ver a los demás como caricaturas, pero en nosotros, en los peores momentos, solo vemos guiñapos. Es el pozo lóbrego en que se despeña nuestra conciencia de superioridad.

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