viernes, 28 de abril de 2017

Secta


  “La inteligencia está derrotada a partir del momento en que la expresión del pensamiento va precedida, explícita o implícitamente, de la palabra nosotros.Y cuando la luz de la inteligencia se ofusca, al cabo de un tiempo harto breve se extravía el amor al bien”. (Simone Weil)
           Cuando se haga el documental o la gran película de estos días no faltará este icono como símbolo de lo estrafalario, del despropósito a que ha conducido la política concebida como secta. No es la primera vez, pero quizá sí en la Europa moderna que un gobierno, aunque sea regional, esté copado por una secta.

            Cómo atraer a los castellanohablantes de Cataluña poco interesados en el procésAsí proceden: “Llach explica que siguen “cursillos con psicólogos” que prepararon a 200 personas para ir a hablar a barrios de Girona y Figueres poco receptivos al mensaje independentista. Fue una estrategia calculada para conocer a la población, mezclarse con ella y no empezar a hablar de política ni dejar panfletos hasta al cabo de unos días”. 

          “Los independentistas pueden desafiar al Estado y quien desafía puede ganar o perder, pero no negociar. Si el marco legal es violentado, la única opción es neutralizar la agresión, sin condiciones ni contrapartidas, como han hecho otras democracias”. (Antoni Zabalza).

          Disidentes. El precio de la discrepancia en la Cataluña nacionalista.


miércoles, 26 de abril de 2017

Como el agua que fluye


“Mas ahora le parecía que los libros que había leído (¿habría que juzgar por ellos a todos los demás libros?) no le habían aportado gran cosa, menos quizá que el entusiasmo o la reflexión que puso al leerlos; pensaba que, en todo caso, lo mejor en aquel momento era abstraerse por completo en la lectura del mundo que tenía ahora, por tan poco tiempo, ante los ojos, y que la suerte, por decirlo así, le había deparado. Leer libros hubiera sido igual que beber aguardiente: una manera de aturdirse para no estar allí.”

Ana Soror

          Admiro la sabiduría técnica de Marguerite Yourcenar, su erudición, la elegancia de su prosa, pero de qué le sirve eso al lector. Hay un cierto placer en la lectura de sus libros que viene del reconocimiento, como cuando se contempla una escultura magnífica en su peana y uno se predispone a la alabanza, ¿pero eso basta? El relato del amor entre Ana y Miguel, su hermano, lo sitúa la autora a comienzos del siglo XVII, junto al Fuerte de San Telmo, en Nápoles, en el seno de una familia noble de españoles al servicio del rey. Yourcenar nos muestra los usos y costumbres de la época, el poderío constreñido de la monarquía hispana y sus servidores, la psicología y la moral determinada por la Iglesia contrarreformista y también la pasión desatada que no conoce límites aún consciente de lo dura que será la caída. Pero ¿qué diferencia a esta obra de un best seller de calidad en lo esencial? Sin duda la prosa de la autora francesa está mejor alimentada, pero fuera del morbo, ¿qué queda de ese relato para ser leído en la actualidad? Se diría que uno recorre las páginas de un Playboy ilustrado por la fina pedrería del lenguaje culto en vez de por fotografías carnales.

Un hombre oscuro

          Es en el segundo relato de este libro, que caería dentro de lo que se entiende por nouvelle, donde Marguerite Yourcenar muestra mejor la eficacia de su estilo. Liberada del afán transgresor de Ana Soror, de sus afeites y adornos que lo convierten en una historia cursi, El hombre oscuro es el que en realidad responde al título general del libro, Como el agua que fluye. La autora deja que su prosa como el agua en el río lleve la vida natural de su protagonista Natanael desde el nacimiento a la muerte, un fluir lineal pero también circular pues el relato comienza con el anuncio de su muerte y acaba en una isla donde se retira para morir solo. Natanael se topa aquí y allá con personas que le muestran afecto o se aprovechan de él, sin dejar en nadie una huella que vaya más allá de un leve recuerdo.


          Yourcenar es hija de su tiempo, de un modo de concebir la literatura tan atrapado en las expectativas del momento que algunos de sus relatos se ha hecho viejos demasiado pronto, aquellos escritos para derribar el muro moral de la sociedad conservadora. Sólo cuando se deja llevar aparece la gran escritora. Sin embargo, creo que en su modo de concebir la literatura no tenía demasiado en cuenta al lector, nos apabulla a menudo con su erudición, con su gran estilo. Los grandes escritores son aquellos que escriben para conmover al lector y para incomodarle, para poner en cuestión su edificio mental, no para darle el placer fugaz de la rápida descarga emocional o peor aun para el propio lucimiento del autor.

martes, 25 de abril de 2017

The Knick



Esta es una serie breve, emitida entre 2014 y 2015, con dos temporadas y 20 capítulos, pero original. El escenario principal es un quirófano donde el cirujano doctor Thackery realiza sus operaciones a modo de clase para otros médicos y de espectáculo para un público ansioso por conocer novedades y que se sienta en las gradas que circundan el teatrillo. El doctor Thackery, el personaje principal -una gran creación de Clive Owen-, está dispuesto a todo con tal de adelantarse a su tiempo para salvar vidas. Su actividad estresante le convierte en un adicto a la cocaína y a la heroína. En el hospital Knickerbocker pululan un montón de personajes que representan lo viejo y lo nuevo en el Nueva York de 1900, que es cuando sucede la acción y que desconoce la penicilina y la anestesia moderna: la aristocracia de los negocios benefactora del hospital, un gerente a la espera de un pelotazo que le haga ser admitido en el restringido club del patriciado local, médicos cuya ambición es la innovación para evitar las muchas muertes hospitalarias y otros que defienden, y ponen en práctica, teorías que ahora nos repugnan, como la eugenesia, pero que entonces contemplaban como progreso y muchas mujeres asumiendo diferentes roles: ricas altruistas, prostitutas, enfermeras arribistas y personajes excéntricos para la época como una monja abortista o un cirujano negro.

En la serie hay intrigas y pasiones, todo aquello que los guionistas saben que nos va a atrapar y hacer seguir la serie hasta el final. Los creadores de ficción experimentan en todas las direcciones, pero por ahora beben de las fuentes de los modelos de la novela. Incluso diría yo que están en la etapa infantil o juvenil de esta nueva forma de contar historias. A muchos nos parece que los episodios que Cervantes intercala en el Quijote, como la historia de Marcela, la del curioso impertinente, la del capitán cautivo o la de Ginés de Pasamonte, ajenas al andar de Don Quijote y Sancho, son un pegote que el autor nos podía haber ahorrado. Pues bien, las series actuales están llenas de tramas secundarias y The Knick no es una excepción. Algunas están bien trabadas, más o menos justificadas en relación al asunto principal, pero otras solo tienen la función de hacer durar la serie.


Los escenarios de época son someros, unos cuantos apuntes de callejeo: coches de caballos y alguno de combustión, el anuncio de la construcción del metro y muchos decorados de interior con el correspondiente vestuario de época.

lunes, 24 de abril de 2017

Je suis le peuple



            En una cosa coinciden Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon, que son los representantes del pueblo, mejor, que ellos son el pueblo. "Je suis la candidate du peuple", afirma la primera; “Nous le peuple”, se llama la plataforma que apoya a Mélenchon.

            El juez Velasco tiene donde elegir, el pueblo de Le Pen, el pueblo de Mélenchon o la gente de Pablo.

            Por lo que se ha visto, el pueblo, esa entidad, no ganó ayer ni ganará en la vuelta definitiva de las presidenciales francesas. Y si el pueblo no ha ganado, ¿quién ha ganado entonces?

domingo, 23 de abril de 2017

Habla el pueblo



“Los jueces tenemos que interpretar la ley conforme al pueblo. Somos gente del pueblo y el pueblo no perdona apropiaciones económicas o desfalcos como los perdonábamos antes... Vamos creando nuevas necesidades penales que responden a que el pueblo las quiere y por lo tanto los jueces tenemos que interpretar las leyes conforme al contexto actual”.

El periodista no le pregunta por su acceso privilegiado al pueblo. Esa entidad. ¿Cómo logra una comunicación tan directa? ¿Se lo dice al oído? ¿Es por la nariz como barrunta lo que el pueblo quiere? ¿O es un sarpullido que le sale e interpreta?

  1. Michel Onfray, un filósofo que sigo pero que me desconcierta. Me da la impresión que su forma de decir es la contradicción. Es como si disparase contra sí mismo:
Pregunta. ¿Por qué no votará? 
Respuesta. En 2005 hubo un golpe de Estado en Francia. Los franceses votaron contra el tratado europeo, que era liberal. Pero el Partido Socialista y la UMP de la época [el gran partido de la derecha, antecedente de Los Republicanos de François Fillon] apelaron a la Asamblea Nacional y al Senado para saltarse esta expresión popular. Remodelado sólo en el plano cosmético, este tratado se convirtió en el Tratado de Lisboa. En 2008 la Cámara impuso al pueblo lo que éste había rechazado en referéndum tres años antes. Supuso una ruptura clara del contrato social. La clase política se burló de los electores. De otro lado, las Cámaras no son representativas de la sociología francesa. Algunos partidos están infrarrespresentados y otros al contrario. El Frente Nacional (FN) tiene una intención de voto del 25% [en el momento de la entrevista], pero tiene dos diputados, mientras que los ecologistas, con un 2%, tienen 18 escaños y una vicepresidencia de la Cámara. Las dos Cámaras congregan muchos funcionarios, profesores, notarios, médicos, pero casi no hay obreros o agricultores. Hoy la democracia es formal. Ocurra lo que ocurra, el futuro presidente de la República defenderá el euro, Europa, el liberalismo y el sistema que garantiza su funcionamiento”.
3. Un artículo que sí merece la pena.

viernes, 21 de abril de 2017

La flor que envenena nuestra cultura europea


          "Ésta es, a mi juicio, la función de la ficción. No dar noticia de unos hechos, sino dar vida a lo que, de otro modo, acabaría convertido en mero dato, en prototipo y en estadística. Por eso la novela cuenta las cosas de un modo ameno, aunque no necesariamente fácil: para que las personas, a lo largo del tiempo, la consuman y la recuerden sin pensar, como los insectos que polinizan sin saber que lo hacen". (Eduardo Mendoza: Discurso de aceptación del premio Cervantes)

         Dar vida a los hechos para que sean algo más que mero dato, es el papel que Eduardo Mendoza asigna a la ficción. Pero ¿qué ocurre cuando la ficción es presentada como hecho, una y otra vez, año tras año? Que entramos en el terreno del delirio. Don Quijote, al menos era un loco que tenía conciencia de serlo, cosa que no ocurre con ese amplio grupo de la foto (Gobierno de Cataluña en pleno firmando el compromiso de celebrar un referéndum): se desgañitan como locos y creen que están cuerdos. A casi todos nos ocurre lo mismo que a Eduardo Mendoza,
        “Yo creo ser un modelo de sensatez y creo que los demás están como una regadera, y por este motivo vivo perplejo, atemorizado y descontento de cómo va el mundo”.

         Y es que, como recuerda Maria Schraeder, directora de la reciente película Stefan Zweig: Adiós a Europa, Stefan Zweig dejó escrito en El mundo de ayer:

         “Por mi vida han galopado todos los corceles amarillentos del Apocalipsis, la revolución y el hambre, la inflación y el terror, las epidemias y la emigración; he visto nacer y expandirse ante mis propios ojos, las grandes ideologías de masas: el fascismo en Italia, el nacionalsocialismo en Alemania, el bolchevismo en Rusia y, sobre todo, la peor de todas las pestes: el nacionalismo, que envenena la flor de nuestra cultura europea”.

jueves, 20 de abril de 2017

Serviles, valientes y rufianes



             En el juego mediático que se ha abierto estos días para gozo de desocupados y pesca de populistas se reparten cartas de todos los palos. Están los corruptos, claro está. No hay tiempo histórico que los desconozca, nada nuevo. Los seguirá habiendo pasado mañana cuando el poder cambie de manos. Es la naturaleza humana. Hay figuras viejas pero con hábitos nuevos: jueces que quieren hacerse un nombre, políticos pancarteros -o autobuseros-, tertulianos que ya se lo barruntaban o lo sabían de hace tiempo. Pero a mí me llaman la atención dos tipos, opuestos pero que alegran el juego: los serviles y los valientes. La del servil es una carta despreciable: aquel que hace una carrera sirviendo a sus jefes sucesivos, ofreciéndose como moqueta para que el jefe limpie sus zapatos embarrados. Llega muy alto pero cuando se despeña es un espectáculo patético. Y luego está el valiente que contra pronóstico se toma en serio su cargo y hace política de la buena aún a riesgo de perderlo. 

             En el juego del día los corruptos, los serviles y los valientes están en el mismo campo ideológico, en el mismo partido incluso. Quien ha descubierto las cartas ha sido la presidenta de la Comunidad de Madrid que ha puesto en aprieto a su propio partido. Los serviles, el fiscal anticorrupción y el director y presidente del periódico del partido. Toda generalización es mema: el PP es un partido corrupto. Hacerla muestra la tosquedad de quien la hace, su cortedad mental o su estilo rufianesco. A muchos les complace el estilo grueso, con eso también hay que contar en el juego. No hay países o sociedades de una pieza.

miércoles, 19 de abril de 2017

Mi madre, de Richard Ford

   
          No sé cuánto espacio se necesita para contar la vida con la madre, en qué formato hacerlo, qué sucesos contar o si se puede contar sin dejarse llevar por las lágrimas, por la culpa o por el reproche. Richard Ford solo ha necesitado 80 páginas, Knausgard algo más para hablar de la muerte de su padre, 500. Aunque este se detiene en los sucesos y aquel hace de la vida una abstracción. El somero relato de Ford busca ejes en la vida de su madre: la salida del convento de monjas, de algún modo abandonada por su madre, la muerte del marido, padre del autor, y la noticia de que tenía cáncer de pecho. La infancia de su madre, escribe, no merece ser recordada, salvo por los 7 años de su estancia en el convento de monjas que le cortaron un traje católico con el que enfrentarse a la vida. Los 15 años que pasó con el marido viajante, “un hombre simple y bueno”, de carretera en carretera, antes de tener a su único hijo, son los años que vivió en presente, lo más parecido a la felicidad. Después, años anodinos con trabajos temporales sin satisfacción, hasta que se le declaró el cáncer. Luego, siete años de dolor (“La muerte se toma un largo tiempo antes de culminar su tarea”), las vidas de madre e hijo separadas, el sentido de la deuda, de la culpa.

            Hay una conversación, al final del relato, que define la relación entre la madre y el hijo. Ella vive sus últimos días. Sale la posibilidad de que se vaya a vivir con él. A ella parece que se le iluminan los ojos, pero el hijo dice algo de lo que se va a arrepentir:

            “Bien, espera -dije. Y eso es lo que, más que ninguna otra cosa en mi vida, quisiera no haber dicho nunca. Palabras que no hubiera querido oír nunca-. No hagas planes todavía. Quizá para entonces te sientas mejor. Tal vez no sea necesario que vengas a Princeton”. El narrador aclara que el brillo de los ojos de la madre desapare. Poco después murió.

             Quizá Richard Ford haya escrito el relato, haya sido tan escueto, tan abstracto, para escribir esas palabras. 

             En las últimas líneas del libro se pregunta: “¿Alguna vez se tiene una “relación” con la madre?”. Y se responde: “No. Pienso que no”. Antes había recordado otra conversación, poco después de la muerte del padre. Ella le decía: “Richard -decía- nunca conoceré la felicidad plena. No está en mi naturaleza. Concéntrate en tu vida. Déjame sola. Yo me ocuparé de mí”.

            “Y, aún juntos, estábamos solos”, concluye.

             Todo relato es una selección, una depuración, una destilación. Tratar de buscar el sentido de una vida en 80 páginas es un empeño literario para complacer al escritor y al lector. La vida es mucho más que eso y mucho menos. Lo es todo para quien vive y nada para quien ya se ha ido.

martes, 18 de abril de 2017

Delincuentes sexuales



                    Pensaba que el mejor modo de regular la prostitución era una ley que tuviese en cuenta el libre negocio del propio cuerpo, el cuidado de la salud de las prostitutas y el control de los proxenetas, pero como en tantas cosas estaba equivocado. El informe que aparece hoy en el periódico muestra un negocio bárbaro con traficantes de esclavas en vez de mujeres que ejercen libremente el oficio. Pura esclavitud. Si miramos hacia el pasado nos horroriza el tráfico de esclavos, nos indignan los negreros, lo que hacían los propietarios de minas y campos de algodón en las Américas, cómo trataban a otros hombres, de otro continente, de otro color. Hoy, bajo la apariencia de democracia en la sociedad liberal, sucede algo parecido, algo que si viésemos en una película nos conmocionaría. Caben dos cosas que hacer, creo yo, presionar a los legisladores para que sean lo más duros posible con los esclavistas del sexo e introducir una medida que parece extrema pero por la que podría venir la solución: tratar como delincuentes a los clientes del sexo, como ya se hace en los países nórdicos.

lunes, 17 de abril de 2017

La España vacía


“Lloramos por los pueblos abandonados y por ese desierto demográfico que parece irrecuperable. Pero ese desierto tan raro, tan antieuropeo, y esa conciencia del abandono que gobierna tantos salones y tantos álbumes de fotos, han hecho de España un país más tranquilo. Aunque el tópico pinte a los peninsulares como gritones, chulos, prestos a la violencia y amigos de las soluciones directas y tajantes, la historia de los últimos cuarenta años demuestra que también sabemos ser un pueblo pacífico y paciente. Incluso valiente. Un pueblo que deja las cosas reposar, que no se precipita, que ha aprendido a no matarse. Y eso quizá tenga que ver con el escarmiento del franquismo, que nos ha librado de la fiebre chovinista y patriotera, pero también con el tiempo que hemos tenido para asimilar en el sistema nervioso la pertenencia a un espacio de ficción del que venimos pero al que no podemos regresar. La España de la que proceden millones de españoles ya no existe. Puede decirse que el país se ha refundado. En muchos aspectos, el país del que nos hablan los mitos es otro país tan inverosímil y fantasioso como el de las maravillas de Alicia”. (Sergio del Molino)

         Con La España vacía de Sergio del Molino se ha producido un equívoco. Si se han leído u oído las entrevistas que ha concedido o si se ha asistido a alguna de las presentaciones de su libro, uno podía pensar que el libro iba de la España despoblada, de los problemas que aquejan a ese gran erial y acaso sobre posibles enmiendas. Así lo han entendido también los críticos y las gentes que intervienen vívidamente en los encuentros con el escritor. Se palpaba en el aire, se palpa, la urgencia de una solución. Sergio del Molino ha contribuido a que el tema esté candente, a que se discuta sobre el. Este y otros libros sobre el asunto han hecho a que los políticos hablen, lo tengan en cuenta, aunque no sé por cuánto tiempo. Pero si uno lee el libro de cabo a rabo pronto se da cuenta de que ese no era el tema que movió al autor a ponerse manos a la obra. En realidad, La España vacía es una investigación generacional. Sergio del Molino se pregunta de dónde viene, quiénes y qué pensaron sus antepasados, qué idea tenían de España, qué mitos construyeron. Su España, aquella de donde él procede, es la del inmenso erial de la meseta. En las primeras páginas presenta sus límites: las dos Castillas, Extremadura, la Rioja, Aragón. Una España que abarca algo más de la mitad de su superficie (53,12 %), un poco menor que Italia, algo más grande que Reino Unido, pero sólo el 15,75 de la población. Su mirada es a la vez melancólica, pesimista y desmitificadora. Hasta cierto punto parecida a la de los grandes escritores del pasado que creyeron ver en las soledades de Castilla una metáfora del ser de España. 

            Del Molino va desmitificando esas miradas antiguas, su indagación es literaria y por ello los textos que examina son literarios, desde el Cid al Quijote, desde los amantes de Teruel a Don Juan, desde el Bécquer del Moncayo al Azorín de La Mancha, desde el Giner de los Ríos de las Misiones pedagógicas a la mirada llena de exotismo de los viajeros extranjeros, del carlismo de donde venía el moderno Joaquín Luqui de los Cuarenta principales al pijoaparte de Juan Marsé. Las citas de libros y películas son abrumadoras, a veces, con asuntos alejados del tema central. Se detiene en una peli como Surcos, en un libro como El disputado voto del señor Cayo, en documentales como Las Hurdes o en crímenes famosos como el de Fago como muletas para describir la despoblación, la pérdida léxica, la creación de mitos o el aburrimiento en que terminan por caer los neorrurales. Incluso cuando habla de historia, de las guerras que ese territorio ha padecido: la napoleónica, las carlistas, la guerra civil, habla de las ideas o mitos que los personajes a ellas asociados manejaban para guerrear. Su paisaje es mental, de ese paisaje reniega. Se podría decir que el autor ha alanceado a un moro muerto. El país que examina ya no existe o nunca fue, como señala en el subtítulo, el país del Quijote, el del carlismo, aquel por el que se lamentaban los del 98.

             Sergio del Molino ha escrito este libro para tratar de encontrar sus propias metáforas, para comprender a su país, unas metáforas más amables que le alejen de la historia triste y trágica, pero metáforas al fin. Pero el lector, yo, aunque agradecido por el libro, aunque amable y escrito sin acritud y bien informado, se siente decepcionado porque no ha encontrado el ensayo que esperaba. España tiene un enorme problema con la despoblación de su interior y debería encontrar soluciones. “Un español tiene que intervenir porque le ha tocado un paisaje que no es un paisaje, sino un problema a resolver”, escribe el autor, pero no se refiere al problema real de las gentes que siguen viviendo ahí, a la despoblación, al vaciamiento, sino a “una especie de enigma esotérico” que crearon sus escritores. Dice el autor que su literatura trata sobre el silencio, el silencio que habita la España interior, sin embargo, ha poblado su libro de voces, de la cháchara que generación tras generación de escritores superpuso a ese silencio.


domingo, 16 de abril de 2017

Subasta en el domingo de resurrección



             No era muchedumbre pero sí un amplio corro de gente la que llenaba la plaza no muy grande de Salas de los Infantes, tan coqueta como la de cualquier capital comarcal de la vieja Castilla. Hombres y mujeres vestidos de forma cuidada aunque ya no de domingo como se solía. Yo tomaba el sol en un cómodo sillón de enea, con un café y el periódico en la mano, absorto en este endiablado presente tan difícil de interpretar: con políticos salidos del arroyo y peligrosos botones al alcance de sus dedos, con hombres blancos cuyo futuro es tan incierto que no desdeñan la muerte como opción, con la ciencia en su mejor momento: no hay día sin algo que descubrir. Me han devuelto a la poesía las bocinas de los instrumentos que anunciaban la entrada de la Dolorosa en la plaza, y luego una voz, tras un breve silencio, que reclamaba atención: una subasta para quitar el manto negro a la Virgen. La gente en corro alrededor ha ido pujando hasta alcanzar los 750 euros que ha ofrecido un hombre de mediana edad, camisa a finos cuadros y pelo entrecano. Debajo del manto negro la Virgen lucía una esplendente túnica blanca por la alegría de la resurrección. (La cámara me ha jugado una mala pasada, por eso muestro la plaza vacía).

viernes, 14 de abril de 2017

El ignorante, el gordo, el gimnasta y el cuerdo



              Qué obsceno el salivar de los presentadores de las televisiones anunciando el lanzamiento de lo que llaman la madre de todas las bombas. Como si el mundo por entero se hubiese convertido en una pantalla donde desplegar el videojuego definitivo. Una guerra sin verdaderos enemigos: un pepino brutal y mortífero contra la guarida de hombres prehistóricos. Un gordo loco pinchando en las nalgas del gran ignorante que está al mando de los botones. Un gimnasta psicópata armando al oftalmólogo que mata con todos los métodos en una guerra real con cientos de miles de muertos, invadiendo y bombardeando países él mismo. Y el que parece más cuerdo, el jefe del país más poblado, ejecutando a tantos miles de chinos al cabo de un año que su número es secreto de Estado. Y con espectadores ansiosos por salir del aburrimiento en que la tecnología digital ha convertido sus vidas. ¡Por fin acción de la buena!

sábado, 8 de abril de 2017

Cómo llamarlo



             Hay algo peor que hacer el ridículo, perseverar en ello. Es lo que les sucede a los indepes catalanes cuando una y otra vez suplican por medio mundo una pose con algún personaje, aunque sea del pasado remoto (Carter, por ejemplo), para hacerse una foto. Saben que hacen el ridículo, pero se ven obligados a perseverar por la inercia del procès en seguir pedaleando en la rueda del hámster.


            Artesanos de la paz. Así llama lo que sigue denominándose ETA a una pandilla de observadores internacionales a quienes tampoco importa caer en la cursilería con tal de que alguien en el mundo les tenga en mínima consideración. Entre ellos un profesor Mannikalingam, un alcalde de Bayona, un arzobispo de Bolonia y un representante de la iglesia metodista de Irlanda. Todo por la entrega de ¡120 armas de fuego!

           Como ridícula es la campaña de algunos ex próceres ingleses por mantener la gloria del imperio en el reducto de Gibraltar.

           Espiritualidad progresista.

viernes, 7 de abril de 2017

Los límites del mundo



            Nuestraposición política sesga incluso nuestras lecturas más científicas. Los lectores progresistas y liberales (los que compran libros políticos de esa cuerda) tienden a leer también libros de ciencia básica (física, biología, astronomía, antropología), mientras que los conservadores prefieren la ciencia aplicada (geofísica, química orgánica, medicina, criminología)”.  
              Nuestra posición ante las cosas está prejuzgada por el entramado mental heredado que, sin embargo, se va reconfigurando ante algunos acontecimientos vitales (ser madre, por ejemplo). Somos conservadores o progresistas, tristes o alegres, venturosos o patéticos. Nuestra vitalidad está comprometida de antemano. Pero ¿cómo se conforman esas ideas y sentimientos en una u otra dirección? ¿Podemos liberarnos del yugo de la predisposición?

              ¿El mundo sigue su camino o sólo existe en tanto que lo vemos?, ¿está determinado por los límites de nuestra mente, de nuestro pensamiento, de nuestro lenguaje? Si estamos tan inseguros sobre la robustez de nuestras proposiciones sobre el mundo, entonces, ¿tiene sentido empeñarse en defender una particular visión del mundo?, ¿la pasión política, una posición política, por ejemplo?

               Si hay una determinación lingüística, social, local, psicológica de la razón, e históricamente la ha habido, el empeño de los filósofos (aquellos que están dominados por la pasión de saber) y de los científicos ha sido de superarla, de pasar por encima de toda determinación. El relativismo se niega a sí mismo.


               Una verdad no es simplemente un consenso temporal sobre un asunto: muy a menudo la verdad que establece la ciencia ha tenido que abrirse camino en contra del consenso de la época (Galileo, Colón). No es que nuestro lenguaje limite nuestro mundo sino que comprobamos que no es adecuado a lo nuevo que vamos descubriendo. Colón no tenía una palabra para describir lo que veía (las nuevas tierras), ni siquiera para denominar lo que estaba haciendo (descubrirlas).

martes, 4 de abril de 2017

En defensa de la intolerancia



            Ante un libro, ante cualquier libro de Slavoj Žižek cabe preguntarse, atendiendo a su objetivo de fondo, si es liberador. Tenemos en primer lugar su presentación, o su formalización como el diría, el tipo de retórica que utiliza para argumentar, si argumentar es lo suyo. Por un lado están sus chistes, las referencias a la cultura popular, sus citas de autoridad de los filósofos del pasado, Kant, Aristóteles o Hegel, al alcance de un lector cultivado, por el otro, su enrevesado código, una mezcla de marxismo y freudismo lacaniano, con una serie de abstrusos conceptos que al no definirlos con claridad y precisión, o darlos por supuestos, se convierten en puntos negros que el lector va sorteando, intentando desentrañar lo que quiere decir, buscando algún tipo de comprensión en el contexto del párrafo. Una de cal y otra de arena, pues, pero, en general, se lo pone difícil al lector, a menudo imposible, con una deliberada voluntad de incordio. Se diría que Žižek está enamorado de su estilo, un tipo de narcisismo de herencia francesa.

               Pero cuando se cree comprender algo, no está claro que sus propuestas sean liberadoras. Tiene cierta lógica su crítica de la pospolítica que practica lo que el llama el capitalismo multicultural: la tolerancia hacia las minorías, hacia los grupos separados por identidades es, en realidad, una forma de reacomodación del liberalismo, una reclasificación por medio de la cual integra la protesta y el malestar ("El multiculturalismo es un racismo que mantiene las distancias"). Parece evidente, y está en la naturaleza del capitalismo maximizar económicamente, por ejemplo, las diferencias étnicas o sexuales como “estilos de vida”, lo que, al mismo tiempo, rebaja su potencial transgresor. La alternativa sería la repolitización, el reconocimiento del otro en toda su crudeza, dar la palabra a lo que llama la parte sin parte, aquellos que como el inmigrante “no tienen sitio adecuado en la jerarquía”. “La democracia es el derecho fundamental a ser escuchado y reconocido como iguales en la discusión” (Rancière). Si así sucediese, en el acto de reconocimiento del otro, del extraño, ("El inmigrante contradicción viviente"), el sistema sería puesto gravemente en cuestión.


              Lo mismo sucede en cuanto al cambio del sujeto libre y reflexivo que alcanzaba su autonomía en el seno de la unidad familiar, durante la primera ilustración, por el actual sujeto narcisista, libre de responsabilidad y vaciado de sí mismo, en la segunda ilustración, atrapado en el sueño del otro, como el enamorado puede estar atrapado por el amor de quien lo ama: los gadgets tecnológicos, el deporte retransmitido, la serieadicción, las redes sociales. Žižek cree que ese zombi que camina por las redes como un sujeto que emerge después del trauma (Lacan) tiene una oportunidad, que está listo para renacer. ¿Cómo? El proceso liberador sería un acto individual, libre de determinaciones, liberado del contexto, convertido en acto único de carácter ético, que genera su propia norma. Un acto de intransigente reivindicación de la libertad-igualdad (Balibar). Un ideal utópico que Žižek no dice como implementar, aunque pone algún ejemplo. El elemento liberador sería un acontecimiento en lo público (la caída del muro, el 15.M, por ejemplo) y un acto transgresor en lo privado (Mary Kay. aquella profesora con una relación ilegal con su alumno de 14 años, que no cede ante los jueces o la opinión pública). El gesto convertido en acto revolucionario. Aunque no parece tener mucha fe en su propuesta: “Las muy dignas muchedumbres germano-orientales que se reunían en torno a las iglesias protestando y que heroicamente desafiaban el terror de la Stasi, se convirtieron de repente en vulgares consumidores de plátanos y de pornografía barata”.


            De lo que no hay duda, a pesar de su logomaquia, es que es un fino analista de lo que él y Byung-Chul Han denominan pospolítica, esa realidad fantasmática que el capitalismo ha creado como forma sustitutoria de la realidad. De individuos libres y reflexivos hemos devenido neuróticos obsesivos que, mediante una actividad incesante en la realidad virtual, absorbidos por las redes sociales, buscamos satisfacer nuestras necesidades simbólicas (creadas, irreales, innecesarias) con likes, firmas de apoyo, reenvíos de vídeos, enlaces y chistes, una adhesión interpasiva, en sus palabras, que nos evita el compromiso con lo real real. Nuestro compromiso virtual “nos permite satisfacer nuestra necesidad de amar al prójimo”, sin tener que molestar de verdad al borracho que duerme entre cartones o al refugiado rescatado en las islas griegas, sin tener que tocar sus pústulas con nuestra agobiante compasión (Refugees Welcome). Se comprende el furor de Žižek contra las formas posmodernas de politización, desde las políticas de identidad de las minorías étnicas, de género, de naciones oprimidas, de derechos de los gays, al rescate de nichos ecológicos,”toda esa incesante actividad de las identidades fluidas... todo eso tiene algo de profundamente inauténtico y nos remite, en definitiva, al neurótico obsesivo que o bien habla sin cesar o bien está en permanente actividad, precisamente con el propósito de asegurarse de que algo -lo que importa de verdad- no sea molestado y siga inmutable”.

lunes, 3 de abril de 2017

Palabras muertas


           Una tarde de noviembre de 1572 a Tycho Brahe, mirando al cielo, le sorprendió un cuerpo brillante que no había visto antes. Más luminoso que Venus y visible durante el día. Aquel cuerpo no debía estar allí. Según Aristételes no podía haber cambios en el cielo. Brahe hizo cálculos y vio que no podía estar en la esfera sublunar, en la alta atmósfera, así que se atrevió a pensar y, ayudado por la hipótesis copernicana, negó el sistema aristotélico que hasta entonces ordenaba el cielo. Tycho Brahe había visto una supernova, que fue visible durante unos meses, y que aún sigue en la constelación de Casiopea. Los hombres cultos aprendieron a mirar las cosas liberados del prejuicio de la autoridad, dando paso a la revolución científica y luego, como consecuencia, a la industrial, revolución en la que estamos, aunque hubo muchos que prefirieron seguir comentando los textos antiguos. Una doble cultura separó la evolución del saber desde entonces, a un lado los que buscaban conocer haciéndose preguntas sobre lo que veían, al otro quienes creían que las respuestas estaban en lo que los sabios de la antigüedad habían establecido.

           Sergio del Molino ha puesto en el aire el asunto del estancamiento y caída demográfica de lo que él llama la España vacía y otros Serranía Celtibérica o Laponia española. Julio Llamazares y Paco Cerdà han escrito también sobre ello. Los escritores e incluso los procuradores dicen estar preocupados. Sin embargo el punto de vista dominante es literario, buscan en los autores del pasado afianzar su melancolía, el contento morboso de constatar la defunción de la mitad de España. Pero no veo balances, una reflexión material sobre posibilidades y cómo rellenar ese inmenso hueco.


          Veo en esta entrevista otro reflejo. La filosofía como logomaquia, un mero amontonamiento de palabras muertas.