jueves, 20 de abril de 2017

Serviles, valientes y rufianes



             En el juego mediático que se ha abierto estos días para gozo de desocupados y pesca de populistas se reparten cartas de todos los palos. Están los corruptos, claro está. No hay tiempo histórico que los desconozca, nada nuevo. Los seguirá habiendo pasado mañana cuando el poder cambie de manos. Es la naturaleza humana. Hay figuras viejas pero con hábitos nuevos: jueces que quieren hacerse un nombre, políticos pancarteros -o autobuseros-, tertulianos que ya se lo barruntaban o lo sabían de hace tiempo. Pero a mí me llaman la atención dos tipos, opuestos pero que alegran el juego: los serviles y los valientes. La del servil es una carta despreciable: aquel que hace una carrera sirviendo a sus jefes sucesivos, ofreciéndose como moqueta para que el jefe limpie sus zapatos embarrados. Llega muy alto pero cuando se despeña es un espectáculo patético. Y luego está el valiente que contra pronóstico se toma en serio su cargo y hace política de la buena aún a riesgo de perderlo. 

             En el juego del día los corruptos, los serviles y los valientes están en el mismo campo ideológico, en el mismo partido incluso. Quien ha descubierto las cartas ha sido la presidenta de la Comunidad de Madrid que ha puesto en aprieto a su propio partido. Los serviles, el fiscal anticorrupción y el director y presidente del periódico del partido. Toda generalización es mema: el PP es un partido corrupto. Hacerla muestra la tosquedad de quien la hace, su cortedad mental o su estilo rufianesco. A muchos les complace el estilo grueso, con eso también hay que contar en el juego. No hay países o sociedades de una pieza.

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