Esta
es una serie breve, emitida entre 2014 y 2015, con dos temporadas y
20 capítulos, pero original. El escenario principal es un quirófano
donde el cirujano doctor Thackery realiza sus operaciones a modo de
clase para otros médicos y de espectáculo para un público ansioso
por conocer novedades y que se sienta en las gradas que circundan el
teatrillo. El doctor Thackery, el personaje principal -una gran
creación de Clive Owen-, está dispuesto a todo con tal de
adelantarse a su tiempo para salvar vidas. Su actividad estresante le
convierte en un adicto a la cocaína y a la heroína. En el hospital
Knickerbocker pululan un montón de personajes que representan lo
viejo y lo nuevo en el Nueva York de 1900, que es cuando sucede la
acción y que desconoce la penicilina y la anestesia moderna: la
aristocracia de los negocios benefactora del hospital, un gerente a
la espera de un pelotazo que le haga ser admitido en el restringido
club del patriciado local, médicos cuya ambición es la innovación
para evitar las muchas muertes hospitalarias y otros que defienden, y
ponen en práctica, teorías que ahora nos repugnan, como la
eugenesia, pero que entonces contemplaban como progreso y muchas
mujeres asumiendo diferentes roles: ricas altruistas, prostitutas,
enfermeras arribistas y personajes excéntricos para la época como
una monja abortista o un cirujano negro.
En
la serie hay intrigas y pasiones, todo aquello que los guionistas
saben que nos va a atrapar y hacer seguir la serie hasta el final.
Los creadores de ficción experimentan en todas las direcciones, pero
por ahora beben de las fuentes de los modelos de la novela. Incluso
diría yo que están en la etapa infantil o juvenil de esta nueva
forma de contar historias. A muchos nos parece que los episodios que
Cervantes intercala en el Quijote, como la historia de Marcela, la
del curioso impertinente, la del capitán cautivo o la de Ginés de
Pasamonte, ajenas al andar de Don Quijote y Sancho, son un pegote que
el autor nos podía haber ahorrado. Pues bien, las series actuales
están llenas de tramas secundarias y The Knick no es una excepción.
Algunas están bien trabadas, más o menos justificadas en relación
al asunto principal, pero otras solo tienen la función de hacer
durar la serie.
Los
escenarios de época son someros, unos cuantos apuntes de callejeo:
coches de caballos y alguno de combustión, el anuncio de la
construcción del metro y muchos decorados de interior con el
correspondiente vestuario de época.
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