No
era muchedumbre pero sí un amplio corro de gente la que llenaba la
plaza no muy grande de Salas de los Infantes, tan coqueta como la de cualquier
capital comarcal de la vieja Castilla. Hombres y mujeres vestidos de
forma cuidada aunque ya no de domingo como se solía. Yo tomaba el
sol en un cómodo sillón de enea, con un café y el periódico en la
mano, absorto en este endiablado presente tan difícil de
interpretar: con políticos salidos del arroyo y peligrosos botones
al alcance de sus dedos, con hombres blancos cuyo futuro es tan incierto que no desdeñan la muerte como opción, con la ciencia en su mejor
momento: no hay día sin algo que descubrir. Me han devuelto a la
poesía las bocinas de los instrumentos que anunciaban la entrada de
la Dolorosa en la plaza, y luego una voz, tras un breve silencio, que
reclamaba atención: una subasta para quitar el manto negro a la
Virgen. La gente en corro alrededor ha ido pujando hasta alcanzar los
750 euros que ha ofrecido un hombre de mediana edad, camisa a finos
cuadros y pelo entrecano. Debajo del manto negro la Virgen lucía una
esplendente túnica blanca por la alegría de la resurrección. (La cámara me ha jugado una mala pasada, por eso muestro la plaza vacía).
domingo, 16 de abril de 2017
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