domingo, 30 de junio de 2019

Pirineos 2 Gran Facha



Bajo el nevero con botas y palos
resbalo me llevo un susto
en la mochila crampones piolet
acabamos de subir dos tres miles
tras costosa aproximación
el pequeño Facha el gran Facha
regatos arroyos neveros
sobran los bastones
subo con manos y pies
trepar primero destrepar
los músculos se estiran en tensión
la mente alerta concentrada
subes agarrándote a las piedras
ajeno al sabor del mundo
y a su olor
el esfuerzo no atiende
a la resina de los pinos
subir hacer fotos en la cumbre bajar
saludas comentas lo que importa
sin más valor que aquí que ahora
eso es un día a las seis arriba
desayuno a las siete en marcha
mide tus fuerzas resiste
a las diez estás durmiendo


sábado, 29 de junio de 2019

Pirineos 1 Respomuso



Los picos me rodean
todavía con su costra de nieve
desconchados ariscos
erizados violeta
sigo el consejo de Thoreau
un escondite solitario
un rincón de sombra

escucho la caída del agua
una extemporánea ráfaga de viento
veo un sapo pardo con pecas negras
dos marmotas solitarias
yerguen su hocico
me husmean no muy lejos
no esperan a que prepare la cámara
se esconden entre yerbas

La marcha de tres horas cuesta arriba
ha sido dura: el calor las horas centrales
del día la pesada carga para la semana
camino en grupo con gente animosa
vienen a ser felices sufriendo dicen
la mochila deja marcas en los hombros

no consigo que me tome el silencio
mi mente vaga pesarosa
inflada todavía por los ecos
la trompa sedienta de un mosquito
me expulsa del paraíso imaginado


Pirineos 2019



Caminar es hacer que la mente se mueva
(Kenneth Grahame)


Si estás preparado para abandonar a tu padre y a tu madre, a tu hermano y a tu hermana, a tu mujer, a tus hijos y a tus amigos, y a no volver a verlos; si has pagado tus deudas, si has redactado tu testamento y has dejado tus asuntos en orden; si eres por tanto un hombre libre, entonces estás listo para empezar a caminar”.

"Solo tenéis que sentaros durante el tiempo suficiente en un lugar agradable del bosque para que todos sus habitantes se muestren ante vosotros". (Walden, D. H. Thoreau)

viernes, 28 de junio de 2019

Serenidad



Hoy no hemos salido a la calle, 41º grados fuera, récord histórico. Aún así soportable para un adulto en estado de revista. No hay humedad y un ventilador natural mueve el aire en la atmósfera. Al verme, como siempre, muestra su contento. Hace una frase cuando lo pregunto cómo está, algo parecido a “Contigo estoy bien”. No sé a quién identifica, ¿su hijo?, ¿su marido?, ¿un personaje de su imaginación? Caminamos por distintas plantas del edificio. Hace ejercicios suaves y lentos en algunos aparatos. Bebe agua, descansa en una butaca. Inicio una conversación, mirándola de frente. Le digo que la peluquera le ha dejado guapa esta mañana, el pelo blanco bien recortado para que la humedad no anide en su mata de pelo. Hoy su cara está serena, a pesar de quejarse de los ruidos que le machacan por dentro, acúfenos o tinnitus. La dignidad que le confieren los años, que solo le pertenece a ella. No tengo noticia de que nadie se la arrebatase. Trabajó duro, cuidó de sus hijos, su vida fue sencilla. No recuerdo que pusiese énfasis en cosa alguna. La memoria y su carga ya no obra sobre ella, tampoco las preocupaciones del presente, no tiene recibos que pagar, gente a la que atender, afectos desatendidos. Vive, aunque sea una vida precaria.

Se la ve con ganas de hablar. A veces intenta responder a lo que le pregunto. Otras inicia ella una frase, pero ninguna se completa. Su imaginación da volteretas, se ven sus movimientos. Emerge una idea pero antes de expresarla ya ha desaparecido. A veces, tras el runrún de la búsqueda, sale una palabra, pero no se ve la relación con el resto, como cuando el poeta trabaja un verso y sale algo inesperado que acopia significados exóticos. Luego enmudece durante un rato largo, parece que algo se mueve en su interior, pero no sé que pueda ser, nunca me aclara si le pregunto qué está pensando.

Es emocionante estar con ella, transmite paz. Durante ese rato estamos ahí el uno junto al otro, sin deudas, como en el claro de un bosque donde el tiempo y el silencio son naturaleza y la humanidad parece ausente. Alzamos el visillo que da al sur, a la tarde calurosa. El sol no es del todo nítido, una leve capa de polvo sahariano lo enturbia. Las golondrinas dorsiblancas rozan el cristal de la ventana, justo encima tienen el nido. Nos ven a través del cristal y huyen para volver poco después. Me sorprende tanta golondrina en este caserón. El otro día lo comentaba con un amigo, ¿necesitan los pájaros a las personas, al menos un tipo de pájaros como los vencejos, los aviones o las golondrinas? No se ven en los pueblos abandonados o semiabandonados como aquí.

Junto a nosotros pasea una familia. La madre y la hija acompañan al padre que no es muy mayor, pero se ve que tampoco tiene cabeza. Hablamos del tiempo, como un guiño por lo que tenemos en común. Están serenas, algo más inquieto él, como si el tiempo de la aceptación ya hubiese pasado. Cuando la dejo sentada a la mesa para la cena y le doy un beso en la mejilla no dice nada, no se inquieta, tampoco muestra el júbilo del encuentro.

jueves, 27 de junio de 2019

Más frases lindas



Torra amenaza: si el Supremo no absuelve a los presos “el pueblo tiene que tomar una decisión”.

Iñaki Gabilondo: "Cuando se dice que una abstención de Bildu sería una traición a los muertos me pregunto si hemos de descartar toda esperanza de normalidad democrática", Cómo mola.

El poeta García Montero: “El Granada siempre camina al filo entre el milagro y la tragedia, pero sin ese vínculo emocional no se entiende nuestro apego irresistible”. Oh!

Otegi en RTVE: “Siento con el corazón si hemos causado más dolor del necesario”.

Bakartxo Ruiz (Bildu): "Vox es una fuerza de tintes fascistas y EH Bildu es precisamente lo contrario".

Diario.es: ¿Y si Bildu fuese más democrático que Vox?

Zapatero no deja de ser ZP: "Deseo, respetando al Tribunal Supremo, una sentencia que nos permita recuperar la necesaria y saludable convivencia".


miércoles, 26 de junio de 2019

Debilidad



Arranco una florecilla de la hierba, se la doy, le cuesta encontrar el tallo. Se queda mirándola sin decir nada. Piensa o lo parece, habla, se mueve con lentitud, una lentitud extrema, enemiga del tiempo, como si hubiese llegado al final y nada importase. Luego arranco una margarita, para cogerla deja la otra con cuidado sobre su vestido. Le pregunto cómo se encuentra. Balbucea, como si las palabras no fuesen suyas y las tuviese que sacar a tirones de algún cajón. Más le cuesta enhebrarlas, hacer un rosario, formar una frase con sentido. Ni siquiera ayudando por mi parte las lleva a término. Se ha producido una desconexión entre su mente y sus labios o quizá en su mente solo haya confusión o nada.

Me ha costado levantarla de la butaca donde estaba sentada. Se tambaleaba. Ni siquiera el bastón que siempre usa le servía. He tenido que utilizar los dos brazos para conducirla, uno sobre su hombro derecho, el otro sobre su brazo izquierdo. Hemos bajado a la calle, a paso muy lento, con el doble apoyo ha ido caminando hasta un soto del pueblo, junto al antiguo lavadero que desagua un hilo muy fino de agua. He cubierto su cabeza con un pañuelo para protegerla del sol intenso. La he sentado bajo el airecillo de un desmayo, inclinada hacia adelante con el cuerpo torcido, como si el cuerpo ya no le sirviese y la mente estuviese en otro sitio, quizá en ninguna parte. Le he hablado de las flores que pintaban el césped, del calor del día, de si tenía algún dolor en la pierna derecha que arrastraba al caminar. Desfalleciente, nunca la había visto como hoy. Al volver la he llevado a la enfermera. La tensión algo baja, también el peso, el azúcar bien. El viernes pasado hicimos una larga caminata, hoy muy pequeña. La enfermera me ha explicado la evolución de casos semejantes, el agotamiento, la disminución.

La naturaleza hace su trabajo inmisericorde, sigue su curso. La humanidad es otra cosa. No puedo disociarme de lo que le ocurre. Cómo salir indemne.

martes, 25 de junio de 2019

La ominosa fuerza de la promesa



En un mundo beatífico donde todos son adoradores de la promesa la libertad es superflua.

Todo texto, toda frase contiene un elemento de ambigüedad, de aparente incomprensión. Es la exigencia de la lengua que pertenece al autor y al lector. La lengua se abre paso entre la escoria y el barro, de ese modo alumbra significados ocultos o advenedizos, añade belleza y amplifica el significado. Destripar un poema o una frase no totalmente comprensible reduce su riqueza y a veces amilana a la mente predispuesta del lector. Veamos.

De la promesa obtienen su fuerza las religiones para el imperio de las almas, con ella asaltan la frágil fortaleza de las mentes el comunismo y los socialismos del siglo XXI, los socialdemócratas alcanzan su efímero poder prometiendo bienestar a sus crédulos votantes, los techies creen que la tecnología les traerá la eternidad. Qué peor atadura para la novia que ser la prometida, si acepta ese dulce lazo se convertirá en esclava del marido y en sierva del hogar. Hasta los aficionados abren paréntesis en sus aperreadas vidas para tocar felicidad. Como toda promesa será desmentida con el tiempo, los grandes e insustituibles líderes serán ungidos, autoungidos en realidad, para elevar la promesa a profecía de modo que aplace su cumplimiento a un tiempo ahistórico. En esos procesos la libertad desaparece. Los fieles, los militantes, los fans aceptan el arillo del compromiso, renuncian a sí mismos.

Sin discrepancia no hay libertad. La libertad es la garantía para todos los demás derechos. Y deberes. Nos permite conocer lo que esconden las proclamas igualitaristas. Un hombre libre no lo sería si eludirse la responsabilidad y el deber, el compromiso consigo mismo. Solo una sociedad en minoría de edad adora la igualdad como dios único. Tales sociedades han acabado en la esclavitud. Al hombre libre le repugna presentarse como víctima, aceptar compensaciones, subvenciones, ayudas, subsidios. Nada más lejos de la libertad que exigir reparación y venganza.

Comprender requiere esfuerzo, alcanzar la escurridiza verdad.


lunes, 24 de junio de 2019

Asuntos mayores y asuntos menores



1. Un asunto mayor. La naturaleza está cambiando y no parece que sea a mejor. Solo hace falta salir al campo y ver cuántos insectos tropiezan con nosotros, cuando andamos, cuando vamos en bici, contra el parabrisas del coche. Esta mujer también ha notado el cambio, lo que sucedía en su infancia y lo que sucede ahora. O cuando comemos. Los insectos revoloteaban ante nuestro bocadillo o ante la fruta que comíamos, ahora apenas te molestan. Ve a un pueblo semiabandonado. Ahora el terror no lo producen pájaros amenazadores en los cables de la luz, ahora el terror lo produce su ausencia. Dónde están los aviones, los vencejos, las golondrinas. ¿Y los gorriones? ¿Y las abejas? Caminas entre arbustos por un sendero y no oyes aquel murmullo de los bichos al acecho. ¿Estoy paranoico? ¿Se está estudiando? ¿Cuáles son las causas? ¿Cómo afecta a la biodiversidad? ¿Quién polinizará? ¿Cómo afectará a nuestra vida? ¿No deberíamos estar todos asustados?

2. Un asunto menor. Si se trata de ver quién pestañea antes, en el duelo de OK Corral entre el Narciso y Rivera, flaco favor el que Toni Roldán y Javier Nart han hecho a Cs. Si este partido se ve avocado a facilitar la investidura de aquel, ¿no sería preferible que fuese a cambio de algo en lugar de gratis et amore? Se puede ser partidario del bien de España, Toni Rodán dixit, y yo mismo lo diría, y por ello, en consecuencia, poner unas mínimas condiciones al Investido. ¿O no?

3. Ermitas de la Sierra de la Demanda: Barbadillo de Herreros, Barbadillo del Pez. Iglesias de Canales de la Sierra, Jaramillo Quemado y Cascajares. Hoyuelos de la Sierra.



domingo, 23 de junio de 2019

Redundante



Ser un buen dibujante es tan difícil como ser un buen columnista o cualquiera que sea la profesión a la que uno se dedique. Se necesita inteligencia y libertad de espíritu, bienes escasos. En el caso del dibujante o del columnista las cosas se tuercen cuando el sujeto no se sobrepone al catecismo al que antes se ha entregado. Entonces tenemos tiras o viñetas o artículos baratos, que es lo que abunda, por eso son baratos. Aleccionar, reconvenir, señalar la dirección correcta es lo peor del periodismo presente. Periodismo barato, periodismo redundante.

jueves, 20 de junio de 2019

Gentleman Jack



          Con el sello de la BBC, Gentleman Jack es una serie agradable, animosa, pícara y muy bien hecha. Situada en el periodo romántico del XIX, todo gira en torno a Anne Lister (Suranne Jones), una mujer viajera e independiente como no solían serlo las mujeres de entonces y con un gusto peculiar, no le van los hombres. Viste siempre de negro desde que su primer amor, otra mujer, la dejara para casarse con un hombre y camina como si corriese, como huyendo de un destino al que no se acomoda. La historia, basada en el diario de la propia Anne Lister real, gira en torno al enamoramiento por parte de la protagonista de Ann Walker, ambas aristócratas de la Inglaterra rural, Halifax, West Yorkshire. Walker es una rica heredera, con tendencia a la depresión, de la que todos quieren aprovecharse, y Lister una mujer moderna, llena de iniciativas empresariales en torno al difícil negocio del carbón, que le ocasionará algunos disgustos con sus vecinos, pero el asunto principal es la historia amorosa entre las dos mujeres. El mayor aliciente de la serie es la arrebatadora personalidad de Anne Lister, su ímpetu diría yo, más incluso que el amor lésbico, su lucha contra las convenciones, convence incluso a su enamorada que se casen y vivan juntas. La realización y el guion de Sally Wainwright son dinámicos atrapando al espectador.


miércoles, 19 de junio de 2019

Invariantes bajo simetría de inversión temporal



1. La libertad no es un don, es una conquista. Es aquello que nos hace humanos. Un proceso. Lo común es renunciar, dejarse arrastrar por la animalidad, nuestro primer constituyente. La suma de hombres libres hace la humanidad.

2. Ya es sorprendente escuchar una conferencia sobre inconmutabilidad cuántica en una fábrica de cervezas (Cerveza con ciencia, se llama el ciclo), con la nueva Magna a voluntad del consumidor, con aceitunas y chuches de acompañamiento, o quizá no tanto si el catedrático de física se adapta y conduce por superficies planas, más aún es que entre un público de universitarios se hagan preguntas, pocas, de vuelo bajo. Cuántica de los sentimientos, por ejemplo. Pero la cerveza estaba rica, que conste.

3. Ser libre es un aprendizaje costoso, tenaz, indesmayable. Si renuncias, si te acomodas dejas de ser hombre, vuelves a ser cosa.

4. Simetría: Podemos PSOE/Cs/PPVOX
    Asimetría: Independentistas (ERC/BILDU) - Podemos PSOE/Cs/PP VOX

5. El título de esta entrada: el que a uno se le ocurre tras unas cuantas Magna de más.




martes, 18 de junio de 2019

El Camino Portugués


Sobran unas pocas horas para que las determinaciones dirijan o gobiernen la mente, la peor, la pasión política. El Camino es una forma de desintoxicación. La mejor que yo conozco. Mientras dura, como en la vida vivida, no tengo necesidad de escribir. Camino o ruedo, atravieso el paisaje, me detengo en lo que llame mi atención. Hablo, converso, demando, concedo. El mundo se abre como un abanico, me ofrece sus posibilidades. Escojo. Hay unas pocas horas después de acabado, con la mente cansada pero todavía limpia, con el recuerdo no adormecido del todo, cuando aun es posible retener, sopesar, reflexionar. Si ese momento pasa, es fácil caer en la interpretación, la mitificación, la leyenda, el autoengaño.


Al fin, no importa tanto el recorrido, la ciudad, los albergues, los caminos, es el propio recorrido lo que importa, ponerse en marcha, caminar, rodar, hacer que el paisaje se despliegue como una alfombra, que se vaya abriendo con sus particularidades, sus interferencias, ríos y puentes, poblaciones y despoblados, pisos de tierra, empedrados o asfalto, llanos, cuestas o descensos, paisanos o caminantes.

Hacer el camino es acceder a la libertad interior.


lunes, 17 de junio de 2019

Hasta Santiago



Pero para etapa bonita, la última, no porque se acabara el camino, yo no quería, lo hicimos demasiado rápido, sino porque los lugares de paso, el bosque, la umbría, los sotos, los emparrados interminables que íbamos atravesando no los hay en las etapas anteriores.


Para empezar, el puente viejo o Puente del Burgo, del que deriva el nombre de la ciudad de la que nos despedíamos, tan elegante, emergiendo de las sombras de la mañana,


y luego las aldeas con sus iglesias románicas o barrocas, los puentes medievales, los pequeños saltos de agua, los hórreos, Padrón,


Cela en Iria Flavia, con un par, que antes que el escritor diera fama a la ciudad ya era famosa por tener la primera catedral de Galicia.

Y Santiago, por fin, para coronar mi quinto camino.

domingo, 16 de junio de 2019

Valença, Tuy, Pontevedra



Qué etapa bonita hasta el polígono de O Porriño, el más de Galicia. Luego tuvimos que coger tramos de asfalto para ayudar a Rafa a que llegase a meta sano y salvo. Rafa viene de una importante lesión multifractura y se debe proteger, además su rodilla anda un poco fastidiada.


Pasar por Valença, admirar su fortaleza, contemplar el Miño desde su fuerte, la Serra do Galiñeiro, tomarse un café con uno de los pastelillos típicos de la ciudad, en uno de sus rincones, cuando el día no ha comenzado aún es un lujo quizá solo al alcance de los peregrinos en bicicleta.


La primera parte de la etapa, Valença, el puente sobre el Miño, la bella Iglesia de San Bartolomé de Rebordáns en Tuy, construida sobre una necrópolis romana, rodar por la vía romana que iba de Braga a Lugo, cruzar por pequeños puentes bajo el dosel de bosques umbríos. Eso sí, sorteando a la peregrinación, una procesión de peregrinos como no habíamos visto hasta entonces. Luego el recorrido hasta Pontevedra sobre asfalto fue menos amable, salvo la parada en Puente Sampayo, junto a la ría de Vigo, allí donde desemboca el río Piñeiro. Cayó un plato de pulpo, tan rico que repetimos una y otra vez más, y sus correspondientes botellas de Ribeiro.


Y Pontevedra, con los albergues llenos. Cogimos uno privado, junto a la catedral, moderno, limpio, lleno, las bicicletas junto a la cama. Y algunas intimidades que no deberíamos ver, cuando los peregrinos se relajan demasiado. Callejeando por la ciudad siempre se descubre algo, como estos Adán y Eva tan graciosos, del siglo XVIII, en la base de un crucero, en la Praza das Cinco Rúas, con una enorme serpiente vigilándolos en un costado, muy cerca de la casa de Valle Inclán. 


O La iglesia de la Virgen Peregrina, entre barroca y neoclásica, dedicada a la virgen que guiaba o guía a los peregrinos del camino portugués, con una curiosa planta en forma de vieira, de verdad imponente en medio de la gran plaza que la circunda.


sábado, 15 de junio de 2019

Barcelos, Ponte da Lima



Bonito etapa entre ríos, puentes e iglesias románicas, en muchos lugares con la impresión de que la época en que se construyeron todavía estaba ahí, con una pereza secular por abandonar el siglo y entrar en nuestros días. Sorprenden y gratifican por igual el paisaje primaveral, el verde junto a las riveras del río Ave, los puentes de hechura medieval con trazas romanas, las calzadas empedradas que atraviesan los municipios, bastante molestas para el ciclista cuando se prolongan durante kilómetros y kilómetros, y las iglesias que nos van saliendo al paso. También las celebraciones con pasacalles en fiestas en Sao Pedro de Rates o la feria medieval de Barcelos. Un día alegre, pimpante.


La iglesia románica de Sao Pedro de Rates fue un sorpresón. Construida entre el IX y el XIII, con elementos protorrománicos y románicos, mantiene su pureza de formas. El enclave la magnifica.


Algo parecido puede decirse de la iglesia de Barcelos, así como del entorno sobre el que se asienta, sobre el río Cavado. Barcelos comparte con Santo Domingo de la Calzada una leyenda con gallo. Es una ciudad turística y agradable para pasear por sus calles y plazas medievales y barrocas. La geste se desperazaba cuando llegábamos, abrían los bares, los feriantes medievales preparaban sus cachivaches, la gente remoloneaba en la plaza y alrededores con los pasos apacibles y despreocupados de los días festivos. Tomamos un café en una terraza cubierta con bonitas pérgolas, bromeamos con la mujer que nos atendía.


Como bella es la Igreja de São Martinho de Balugães, aislada del entorno, señora del lugar en que muestra su encanto.


Menos agradable fue el plato del día en Casa Viana que se anunciaba desde kilómetros, con el dueño amable y dicharachero, todo bromas y sonrisas y que luego a la hora de presentar la cuenta desapareció para que un empleado nos diese la gran clavada. En todo viaje encuentras las personas más ambles del mundo, también el aprovechado que te pilla fuera de casa y que como sabe que no lo volverás a ver te estafa. Comíamos y bebíamos cuando una tropa de dulzaineros y tamborileros salía del comedor principal y tocaba su charanga a las puertas del local. Por doquier había fiesta.


Si hay un pueblo bonito, y vimos unos cuantos en la etapa, es Ponte de Lima. No pensaron mucho al buscar un nombre para este paraje, la villa del puente sobre el río Lima. El río como casi todos los que hemos ido atravesando es ancho y caudaloso, las riveras frescas y verdes, en este caso con un concurrido paseo a lo largo de la rivera. Tampoco pudimos pernoctar al amparo de este hermoso lugar. Como llevábamos bicis debíamos esperar desde las tres a las seis para coger plaza en el albergue, así que decidimos alargar la etapa 20 kilómetros más, hasta Rubiaes.

Rubiaes, otro de los lugares sin historia pero donde nos atendió una amable alberguera que nos lavó la ropa sin nada a cambio. Ahí tuve un desagradable incidente con un francés con bici. Creí que uno de mis dos culotes se había extraviado en la lavada. La alberguera me dijo que quizá el francés lo había tomado por error. El francés me enseñó su mochila y allí estaba exacto, igualito que el mío. Hablamos, porfiamos, pero él tenía razón. El mío apareció al amanecer envuelto entre las sábanas. Una furgo nos cogía al tardecer para ir a cenar al pueblo, a dos kilómetros. Un restaurante grandes, bonito, barato, lleno de santiagueros.



viernes, 14 de junio de 2019

De paso por Oporto



El camino nos va llevando a Oporto por pequeños pueblos, algunas pistas, pocas, y carreteras locales. De las iglesias blancas, encaramadas a alguna elevación, pasamos en esta comarca del Aveiro a iglesias revestidas de azulejos, un arte con el que Portugal se identifica en todas las épocas históricas. Se ven por doquier, en interiores y exteriores, como paños de las casas para protegerlas de la humedad y cubriendo las bóvedas con historias religiosas o de exaltación nacional, en el metro de Lisboa y en las fachadas populares del centro de Oporto. Lisboa cuenta con un museo dedicado al tema.


Tan solo pasamos por un paraje de cierta dificultad, echando pie a tierra en alguna ocasión, antes de llegar a Oporto. Un bello y umbroso bosque de eucaliptos y helechos con senderos angostos y alguna bajada algo complicada.


La ciudad del día era, por supuesto, Oporto, que contemplamos desde el otro lado del Duero, desde la magnífica vista que ofrece el alto del Mosterio da Serra do Pilar, en Vila Nova de Gaia. No hay vista mejor en todo el viaje, el río ondulante a los pies y enfrente la ciudad apretujada sobre colinas. Luego atravesamos la larga avenida que nos llevó al centro de la ciudad, a la Sé do Porto, la catedral de origen románico, pero también gótica y barroca, donde confluyen turistas y peregrinos.


No había posibilidad de pernoctar en Oporto. Comimos un plato del día rico y barato y seguimos ruta con una larguísima salida de la ciudad en dirección a Vilarinho (Maciera da Maia), otro pueblo pequeño sin más historia que la de un albergue cómodo, Casa da Laura, con una gran habitación para nosotros solos y un menú, ay, en el bar de al lado, cocinado por una señora muy mayor con poco gusto para preparar el plato de macarrones que ofrecía.


jueves, 13 de junio de 2019

En el Aveiro




Y personas. No hay Camino sin personas, aunque si es rodando el encuentro se propicia menos que caminando. El hospitalero de Coimbra es serio, hasta hosco, rígido y normativo, marcando las horas de apertura y cierre, sus horas fijadas de atención al peregrino, pero echadas a andar las palabras lo que la hosquedad escondía era timidez, ganas de hablar y explicarse. Y así nos habló del camino portugués, de su origen en la rainha Isabel, de finales del siglo XIII, aragonesa, esposa del orondo rey Dionis que domina el Patio das Escolas. Su cuidado de enfermos, ancianos y mendigos, la construcción de hospitales, escuelas y refugios para huérfanos y numerosos conventos como el de Santa Clara donde reposa la hicieron santa. Y al enviudar peregrinó a Santiago, abriendo el Camino que estamos recorriendo. Se le veía con ganas de agradar, de dar valor a su trabajo. Nos enseñó la iglesia y el claustro, orgulloso de su trabajo, de su Coimbra, de Portugal.

Lourenço era otra cosa. Tiene un restaurante en Albergaria-a-Nova. Alguien te lo tiene que indicar porque no hay nombre, ni grafía, ni símbolo que indique a qué se dedica aquella casa vieja (a casa velha, fue la indicación) que en su fachada ha acumulado polvo de siglos, tan solo dos letreros señalando la dirección adelante de la carretera (Oliveira y Porto) y la dirección hacia atrás (Agueda y Coimbra). Las raciones son abundantes, aunque aceitosas y saladas, cocina su madre, una señora de muchos años, pero el vino entra bien, mejor sin gaseosa. Lourenço tiene muchas ganas de hablar, de todo, del campo, de animales, especialmente de caza. Hace excursiones a un coto de la Extremadura española. Y coge cariño a quien se presta a darle conversación incitándole a que vuelva a pasar por su restaurante sin nombre.

Albergaria-a-Velha

La comida abundante necesitaba reposo, pero en la siesta no pude descansar porque N me felicitó por mi santo, Santo Antonio, portugués de Lisboa y de Padua, con quien mantengo una larga amistad después de que en Padua, en su tumba, diera curso a un deseo que entonces ansiaba. Me lo concedió, le estoy agradecido, aunque fue un regalo a tiempo cumplido. Mientras N me felicitaba y manteníamos una larga y excitada conversación, le pedí otro deseo, no sé qué hará al respecto. N me gusta pero hay demasiadas barreras entre ella y yo. Luego conocí a la hospitalera de Albergaria-a-Nova, con un espléndido español de la Venezuela donde nació. De algún modo la emoción que mi cuerpo mantenía tras la charla con N la trasmití a la hospitalera. Notas cuando la química fluye, pero solo era eso, conversación. Nos llevó en su coche hasta el centro del pueblo, un pueblo sin nada, sólo la velha casa de Lourenço. Al albergue es amplio, cómodo, con muchos espacios a disposición.

A casa velha

Antes, la ruta entre Coimbra y Albergaria es un paseo agradable siguiendo el curso de ríos, atravesando puentes hermosos, en el Aveiro, la región central de Portugal, por pequeños pueblos, entre ellos Águeda, la capital de los paraguas, hasta llegar a la nada, que suelen ser lugares donde mejor se está, como Albergaria-a-Nova.



miércoles, 12 de junio de 2019

Coimbra



Si ruedas en bici es probable que tarde o temprano tengas alguna avería mecánica. La tuvimos el año pasado en la Vía de la Plata y la hemos tenido este en dos ocasiones. Más, si las bicis están traqueteadas. La primera, la solucionamos en una de esas tiendas taller modernas que parecen la versión bici de que aquellas tiendas de Pronovias que ahora parece que se ven menos, o yo no veo quizá porque no estoy en disposición de usarlas. La exhibición glamurosa de las nuevas máquinas apenas justifican su precio. Fue en la bella Tomar. Llegar a la segunda fue más complicado. Necesitamos preguntar infructuosamente en varios pueblos, llegar a Rabaçal donde el mecánico nos dijo que no entendía de la avería, y dar, por fin, en Condeixa-a-Nova con un amable paisano que nos hizo seguir a su Lambreta hasta otra Shop Bike menos glamurosa donde arreglaron la bici de Rafa. En ambas el coste de la reparación estuvo a tono con la deferencia hacia los usuarios del Camino. En el chiringuito de al lado de la tienda taller tomamos unas sardinas, que tardaron en llegar y que no estaban muy allá. Nos equivocamos no pidiendo el pollo que asaban en una parrilla, allí mismo, en plena calle.


Coimbra, otra bella ciudad portuguesa, a medio camino entre Lisboa y Oporto, la de Rainha Isabel, que levantó el monasterio de Santa Clara, junto al río, entre románico y manuelino, desde donde se divisa la ciudad vieja, levantada sobre un cerro, con el río Mondego en medio, a la que se asciende por un laberinto de callejuelas empedradas y escaleras empinadas, que van descubriendo recovecos en plazuelas con iglesias, bares y restaurantes animados por el estudiantado, sin el que la ciudad nada sería. Coimbra, con una de las universidades más viejas de Europa, una sorprendente catedral, Sé Velha, con paños amurallados, románicos o renacentistas, y, en lo más alto de la ciudad, el hermoso Patio das Escolas, el enclave donde se ubican los edificios de la universidad, entre ellos la biblioteca joanina, orgullo de los portugueses, con un mirador excepcional y, ya bajando, el jardín botánico. En una sola tarde es imposible ver todas sus bellezas.

Patio das Escolas

Nos alojamos en el monasterio nuevo de Santa Clara, siglo XVIII, al que las clarisas ascendieron cuando el viejo convento se les anegó, un bonito lugar, con gran claustro e iglesia dedicada a la Rainha Isabel Santa. Un poco más arriba, un restaurante nos ofrece un rico Bife da Vazia na brasa con un mejor vino de la tierra que me costó digerir a lo largo de la noche.



martes, 11 de junio de 2019

De paso por Tomar



La primera cosa que el camino exige es sobreponerte al dolor. En cualquier momento puede empezar, casi siempre en los primeros días. Ampollas, tirones musculares, viejas lesiones que reaparecen. En la bici, el dolor suele venir de las caídas. Es inevitable que si vas en bici alguna vez te caigas y no siempre tienes tiempo para enrollarte sobre tu cuerpo como un bicho con caparazón para minimizar el golpe. Mis dos compañeros de aventura se cayeron más de una vez, Ani con aparatosas heridas tras una caída en una bajada en curva con rodaduras que no se veían. Yo no me caí, pero al comenzar la segunda jornada tenía el trasero hecho ascuas. Lleno de granitos fruto de una alergia. Por más que los traté no han desaparecido a lo largo del viaje. Tuve que adaptarme.

Convento de Cristo

Por el camino pasamos por la villa (Sao Gaetano) donde Felipe II dormía cuando acudió a las cortes de Tomar para hacerse cargo del reino de Portugal. Y por supuesto por la propia ciudad de Tomar con su imponente monasterio templario, el Convento de Cristo, sus callejuelas y sus hermosos puentes y jardines a los largo del río Nabao. A lo largo del camino portugués atravesaremos pequeñas ciudades, casi siempre son río, con hermosos puentes y sorprendentes iglesias románicas.

Tomar

A la altura de Casais, comimos en un barucho de carretera, atendido por un hombre que debería estar jubilado. No había más clientes que nosotros. Tras mucho esperar, lomos de pollo, huevo y muchas patatas fritas y un vino infecto.

Paramos en el Albergue Pinheiros, en Albergaria a Nova, en el Aveiro, nombre de la villa que indica la larga tradición de estas tierras por acoger a los peregrinos desde que la rainha Isabel iniciase el camino portugués. Pero así como Albergaria-a-Velha tiene historia, al menos desde que en 1117 la rainha Isabel se preocupase por los peregrinos, la nueva es una extensión en la que hay poco a destacar como no sea los frutales, albaricoques (en un árbol del camino nos dimos una panzada) o ciruelas. El hospitalero es muy peculiar. Sólo lo vimos al llegar. Se tomó su tiempo para estampar en la credencial tres sellos muy trabajados, uno en tela, otro en lacre y un tercero en papel plata que ocuparon casi la mitad del documento. En un restaurante, justo al lado, cenamos una sopa de verduras, riquísima, el primer plato que te ofrecen todos los restaurantes y pollo asado, que se puede decir es el plato más común en el día a día de los portugueses. Y a muy buen precio.

lunes, 10 de junio de 2019

De Lisboa a Santiago. Golega



Amanece. El sol, filtrándose entre las horizontales y verticales de la ciudad, tiñe de naranja y oro el armazón metálico de la Estación de Oriente. He desembalado la bici tras un largo duermevela desde Madrid. El bus ha llegado con casi dos horas de anticipo. Me toca esperar, sorteando el fresco de la mañana lisboeta. Acortamos la salida en un tren suburbano para evitar el tránsito intenso que suponemos.

En Alverca, en un barecito junto a la estación, donde me encuentro con mis compañeros de partida, el hombre que me atiende bromea con la fallida temporada del Madrid sin el Rey. La pantalla repite las jugadas y los goles de la noche anterior. Los portugueses están eufóricos tras la conquista de la primera Copa de Naciones o algo así. Además, nos enteramos, es día festivo.

Azambuja
La primera etapa es muy agradable, por vías verdes, bordeando el estuario y el Tejo. Larga, kilométrica, pero sin desniveles apreciables. Callejeamos por Azambuja. Comemos en la terraza de una tasca, en Santarem, un plato del día: ensalada, filetes de lomo, huevos fritos y muchas patatas. El vino aceptable, mejor, en general que el que ponen en los baruchos españoles.


La gente, como la que podría encontrarse en una tasca de carretera de la Mancha o Extremadura. La mujer que nos atiende, diligente, amable, campechana, agobiada por el trabajo. Ella habla en portugués, nosotros en nuestro idioma.

Nos hacemos unas fotos con Saramago, en Azinhaga, Escogemos un pueblo al azar para descansar. Golega. El Albergue de la Casa da Tia Guida es amplio confortable. Una habitación grande para los tres. Las habitaciones rodean un gran patio con césped, flores y frutales. Alrededor de un naranjo la fruta está derramada por el suelo. Hay otros peregrinos, charlamos brevemente con ellos, antes de ir a comprar algo al súper.

sábado, 8 de junio de 2019

Chernobyl


Allí entendí enseguida que estábamos en otro mundo. Todo parece lo mismo —las manzanas, los pepinos, la leche—, pero sobre ellos planea ya la sombra de la muerte y las personas están desorientadas, perdidas, y no en un plano anticomunista o antisoviético, sino como algo superior, algo distinto. Porque no se trata del ser humano en la historia, sino del ser humano en el cosmos. Volví a ver lo mismo muchos años después en Fukushima [la central nuclear japonesa afectada por un accidente en 2011], también allí había la misma desorientación en la gente, en los científicos y en los políticos, la misma sensación de impotencia”. (Svetlana Alexiévich).

         No es un documental pero tiene el aire de un relato pegado al terreno. El gran suceso del año 1986. Los guionistas tienen la suerte de tener detrás la gran obra de Svetlana Aleksiévich, Voces de Chernóbil y sobre ella, aunque sin mencionarlo, reconstruyen lo que sucedió aquel 26 de abril en la Central Nuclear de Chernóbil (Ucrania, Unión Soviética). Una explosión que extendió la alarma radioactiva, el mal invisible y duradero, por Bielorrusia, Rusia, Ucrania, así como por Escandinavia y Europa Central. No es una historia exhaustiva, no puede serlo. El punto de vista adoptado es el de los científicos que se enfrentan al problema de cómo apagar el incendio, contener la radiación, encerrar el uranio explosivo y convencer a las autoridades soviéticas, con Gorvachov a la cabeza, de que la situación es muy grave y que hay que evacuar a la población. Quizá se cargan las tintas sobre un sistema político que ya estaba muerto, aunque denunciarlo nunca será suficiente. Es lo mejor de la miniserie (5 capítulos), la escenografía austera, los personajes con papeles ingratos, lejos de la belleza y juventud glamurosa de Hollywood, la descripción de un país soviético sometido a una situación catastrófica, la pobreza material y moral, el miedo a la autoridad, la imposible aceptación de la verdad. Aunque esa solo es una parte de lo que ocurrió. Lo demás, lo que pasó con la población en los días siguientes, las muertes, la contaminación, el desastre ambiental, las vidas arruinadas, está levemente apuntado, una historia aún por hacer. Sorprende agradablemente el éxito que está teniendo una serie tan poco convencional, tras el embobamiento seriéfilo ante grandes naderías.