lunes, 17 de junio de 2019

Hasta Santiago



Pero para etapa bonita, la última, no porque se acabara el camino, yo no quería, lo hicimos demasiado rápido, sino porque los lugares de paso, el bosque, la umbría, los sotos, los emparrados interminables que íbamos atravesando no los hay en las etapas anteriores.


Para empezar, el puente viejo o Puente del Burgo, del que deriva el nombre de la ciudad de la que nos despedíamos, tan elegante, emergiendo de las sombras de la mañana,


y luego las aldeas con sus iglesias románicas o barrocas, los puentes medievales, los pequeños saltos de agua, los hórreos, Padrón,


Cela en Iria Flavia, con un par, que antes que el escritor diera fama a la ciudad ya era famosa por tener la primera catedral de Galicia.

Y Santiago, por fin, para coronar mi quinto camino.

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