miércoles, 12 de junio de 2019

Coimbra



Si ruedas en bici es probable que tarde o temprano tengas alguna avería mecánica. La tuvimos el año pasado en la Vía de la Plata y la hemos tenido este en dos ocasiones. Más, si las bicis están traqueteadas. La primera, la solucionamos en una de esas tiendas taller modernas que parecen la versión bici de que aquellas tiendas de Pronovias que ahora parece que se ven menos, o yo no veo quizá porque no estoy en disposición de usarlas. La exhibición glamurosa de las nuevas máquinas apenas justifican su precio. Fue en la bella Tomar. Llegar a la segunda fue más complicado. Necesitamos preguntar infructuosamente en varios pueblos, llegar a Rabaçal donde el mecánico nos dijo que no entendía de la avería, y dar, por fin, en Condeixa-a-Nova con un amable paisano que nos hizo seguir a su Lambreta hasta otra Shop Bike menos glamurosa donde arreglaron la bici de Rafa. En ambas el coste de la reparación estuvo a tono con la deferencia hacia los usuarios del Camino. En el chiringuito de al lado de la tienda taller tomamos unas sardinas, que tardaron en llegar y que no estaban muy allá. Nos equivocamos no pidiendo el pollo que asaban en una parrilla, allí mismo, en plena calle.


Coimbra, otra bella ciudad portuguesa, a medio camino entre Lisboa y Oporto, la de Rainha Isabel, que levantó el monasterio de Santa Clara, junto al río, entre románico y manuelino, desde donde se divisa la ciudad vieja, levantada sobre un cerro, con el río Mondego en medio, a la que se asciende por un laberinto de callejuelas empedradas y escaleras empinadas, que van descubriendo recovecos en plazuelas con iglesias, bares y restaurantes animados por el estudiantado, sin el que la ciudad nada sería. Coimbra, con una de las universidades más viejas de Europa, una sorprendente catedral, Sé Velha, con paños amurallados, románicos o renacentistas, y, en lo más alto de la ciudad, el hermoso Patio das Escolas, el enclave donde se ubican los edificios de la universidad, entre ellos la biblioteca joanina, orgullo de los portugueses, con un mirador excepcional y, ya bajando, el jardín botánico. En una sola tarde es imposible ver todas sus bellezas.

Patio das Escolas

Nos alojamos en el monasterio nuevo de Santa Clara, siglo XVIII, al que las clarisas ascendieron cuando el viejo convento se les anegó, un bonito lugar, con gran claustro e iglesia dedicada a la Rainha Isabel Santa. Un poco más arriba, un restaurante nos ofrece un rico Bife da Vazia na brasa con un mejor vino de la tierra que me costó digerir a lo largo de la noche.



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