Amanece.
El sol, filtrándose entre las horizontales y verticales de la
ciudad, tiñe de naranja y oro el armazón metálico de la Estación
de Oriente. He desembalado la bici tras un largo duermevela desde
Madrid. El bus ha llegado con casi dos horas de anticipo. Me toca
esperar, sorteando el fresco de la mañana lisboeta. Acortamos la
salida en un tren suburbano para evitar el tránsito intenso que
suponemos.
En
Alverca, en un barecito junto a la estación, donde me encuentro con
mis compañeros de partida, el hombre que me atiende bromea con la
fallida temporada del Madrid sin el Rey. La pantalla repite las
jugadas y los goles de la noche anterior. Los portugueses están
eufóricos tras la conquista de la primera Copa de Naciones o algo
así. Además, nos enteramos, es día festivo.
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Azambuja |
La
gente, como la que podría encontrarse en una tasca de carretera de
la Mancha o Extremadura. La mujer que nos atiende, diligente, amable,
campechana, agobiada por el trabajo. Ella habla en portugués,
nosotros en nuestro idioma.
Nos hacemos unas fotos con Saramago, en Azinhaga, Escogemos
un pueblo al azar para descansar. Golega. El Albergue de la Casa da
Tia Guida es amplio confortable. Una habitación grande para los
tres. Las habitaciones rodean un gran patio con césped, flores y
frutales. Alrededor de un naranjo la fruta está derramada por el
suelo. Hay otros peregrinos, charlamos brevemente con ellos, antes de
ir a comprar algo al súper.
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