domingo, 16 de junio de 2019

Valença, Tuy, Pontevedra



Qué etapa bonita hasta el polígono de O Porriño, el más de Galicia. Luego tuvimos que coger tramos de asfalto para ayudar a Rafa a que llegase a meta sano y salvo. Rafa viene de una importante lesión multifractura y se debe proteger, además su rodilla anda un poco fastidiada.


Pasar por Valença, admirar su fortaleza, contemplar el Miño desde su fuerte, la Serra do Galiñeiro, tomarse un café con uno de los pastelillos típicos de la ciudad, en uno de sus rincones, cuando el día no ha comenzado aún es un lujo quizá solo al alcance de los peregrinos en bicicleta.


La primera parte de la etapa, Valença, el puente sobre el Miño, la bella Iglesia de San Bartolomé de Rebordáns en Tuy, construida sobre una necrópolis romana, rodar por la vía romana que iba de Braga a Lugo, cruzar por pequeños puentes bajo el dosel de bosques umbríos. Eso sí, sorteando a la peregrinación, una procesión de peregrinos como no habíamos visto hasta entonces. Luego el recorrido hasta Pontevedra sobre asfalto fue menos amable, salvo la parada en Puente Sampayo, junto a la ría de Vigo, allí donde desemboca el río Piñeiro. Cayó un plato de pulpo, tan rico que repetimos una y otra vez más, y sus correspondientes botellas de Ribeiro.


Y Pontevedra, con los albergues llenos. Cogimos uno privado, junto a la catedral, moderno, limpio, lleno, las bicicletas junto a la cama. Y algunas intimidades que no deberíamos ver, cuando los peregrinos se relajan demasiado. Callejeando por la ciudad siempre se descubre algo, como estos Adán y Eva tan graciosos, del siglo XVIII, en la base de un crucero, en la Praza das Cinco Rúas, con una enorme serpiente vigilándolos en un costado, muy cerca de la casa de Valle Inclán. 


O La iglesia de la Virgen Peregrina, entre barroca y neoclásica, dedicada a la virgen que guiaba o guía a los peregrinos del camino portugués, con una curiosa planta en forma de vieira, de verdad imponente en medio de la gran plaza que la circunda.


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