La
primera cosa que el camino exige es sobreponerte al dolor. En
cualquier momento puede empezar, casi siempre en los primeros días.
Ampollas, tirones musculares, viejas lesiones que reaparecen. En la
bici, el dolor suele venir de las caídas. Es inevitable que si vas
en bici alguna vez te caigas y no siempre tienes tiempo para
enrollarte sobre tu cuerpo como un bicho con caparazón para
minimizar el golpe. Mis dos compañeros de aventura se cayeron más
de una vez, Ani con aparatosas heridas tras una caída en una bajada
en curva con rodaduras que no se veían. Yo no me caí, pero al
comenzar la segunda jornada tenía el trasero hecho ascuas. Lleno de
granitos fruto de una alergia. Por más que los traté no han
desaparecido a lo largo del viaje. Tuve que adaptarme.
Por
el camino pasamos por la villa (Sao Gaetano) donde Felipe II dormía
cuando acudió a las cortes de Tomar para hacerse cargo del reino de
Portugal. Y por supuesto por la propia ciudad de Tomar con su
imponente monasterio templario, el Convento de Cristo, sus
callejuelas y sus hermosos puentes y jardines a los largo del río
Nabao. A lo largo del camino portugués atravesaremos pequeñas
ciudades, casi siempre son río, con hermosos puentes y sorprendentes
iglesias románicas.
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Tomar |
Paramos
en el Albergue Pinheiros, en Albergaria a Nova, en el Aveiro, nombre
de la villa que indica la larga tradición de estas tierras por
acoger a los peregrinos desde que la rainha Isabel iniciase el camino
portugués. Pero así como Albergaria-a-Velha tiene historia, al
menos desde que en 1117 la rainha Isabel se preocupase por los
peregrinos, la nueva es una extensión en la que hay poco a destacar
como no sea los frutales, albaricoques (en un árbol del camino nos
dimos una panzada) o ciruelas. El hospitalero es muy peculiar. Sólo
lo vimos al llegar. Se tomó su tiempo para estampar en la credencial
tres sellos muy trabajados, uno en tela, otro en lacre y un tercero
en papel plata que ocuparon casi la mitad del documento. En un
restaurante, justo al lado, cenamos una sopa de verduras, riquísima,
el primer plato que te ofrecen todos los restaurantes y pollo asado,
que se puede decir es el plato más común en el día a día de los
portugueses. Y a muy buen precio.
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