miércoles, 30 de enero de 2019

L’art de portar gavardina, de Sergi Pàmies



Fer feliç algú. Només fer feliç algú. D’això va la vida reduïda a una mínima màxima expressió”.

          Hubo un tiempo que parecía que iba a durar. En realidad, cada cual, si mira hacia atrás, ve un tiempo que creyó que sería duradero. Entonces, Barcelona era joven y todo estaba por hacer. Salíamos a la calle, gritábamos consignas, discutíamos en los bares y en la universidad. Los hijos estaban por llegar. Sergi Pàmies utiliza la gabardina a modo de magdalena para volver a ese tiempo perdido. El PSUC era la corriente principal, nada se movía sin que alguien relacionado con el partido diese su aprobación o lo dirigiese. La reforma educativa, por ejemplo. La vida privada y la pública se funden durante un tiempo, aunque para la mayoría la segunda pronto desaparece. Para Pàmies no podía ser así. Le habrán recordado a menudo su parentesco filial con Gregorio López Raimundo y Teresa Pàmies, dirigentes comunistas del PSUC en la clandestinidad y en el posfranquismo. L’art de portar gavardina es el relato central del conjunto de relatos que forman el breve volumen. Recuerda cuando era adolescente y sus padres eran fervorosos militantes, recuerda la ensoñación adolescente, viendo lo bien que lucía la gabardina en el cuerpo de Jorge Semprún, que podría haber sido hijo secreto de este. El narrador, con ingenio y mucha ironía, recuerda el final de su adolescencia y del ensueño comunista. Ni el eurocomunismo pudo hacer que perviviese en el mundo real de la democracia. Semprún, expulsado del partido, tuvo una segunda vida como guionista de películas, escritor y ministro de cultura en uno de los gobiernos socialistas de Felipe González. Raimundo y Pàmies se consumieron en el anonimato. El narrador rescata a su padre de los años prorrogados de una ideología muerta y lo lleva a casa donde con muchas dificultades se hace a la vida de un hombre común. Si el volumen pone a la gabardina en la portada, el relato de estos asuntos lo titula No soc ningú per donar-te consells, que habla de la dificultad, superior a todas las demás, de ser un buen padre, un buen amante, un buen hombre.

          En el resto de los relatos, el narrador toma el lugar del padre. Pero así como el relato central es casi perfecto, tanto que, como sucede con los buenos cuentos, uno desearía que se prolongase indefinidamente, los restantes no lo son tanto o no se esfuerza el autor por que lo sean, pues se diría que lo que le falta a Sergi Pàmies es empeño para desarrollar sus historias. Y le sobra conciencia autopunitiva. En casi todas prevalece el ingenio y una ironía que resbala sobre la realidad sin profundizar, como si se conformase con el chiste gracioso en que las resume. El autor tiene una gran habilidad para subvertir la frase como si todo impulso positivo encontrase de inmediato una contradicción que lo ahoga, sin embargo es de esa actitud contradictoria, negativa, de donde extrae las sorpresas que le alegran la vida, aunque sea siempre una alegría retrospectiva y autocompasiva.


martes, 29 de enero de 2019

La Favorita



                La reina Anna Estuardo reina en Inglaterra y Escocia en el momento en que estos dos países se unen en el reino de la Gran Bretaña. Es la primera década del siglo XVIII. Anna es débil, enferma y con pocas ganas de gobernar. Ha tenido mala suerte en la vida, sus 17 hijos han muerto al nacer o poco después. La corte es un avispero de intrigas, wighs y tories, partidarios de proseguir la guerra con Francia o de llegar a la paz. El modo de llegar a la reina y de influir en ella es presionar a su favorita. Su confidente, consejera y amante furtiva es Sarah Churchill, duquesa de Marlborough. Pero pronto entra en escena una prima suya empobrecida que va a la corte a pedirle trabajo, Abigail Hill. La película está concebida como un tablero sobre el que los personajes intentan ejercer influencia y tomar posiciones ganadoras. El poder es lo que les mueve y la moneda que manejan es el sexo y, a trompicones, el afecto. El guión llevaba rondando por los estudios cinematográficos desde 1998 porque los productores no estaban convencidos de que una historia de mujeres, con hombres en papeles muy secundarios, fuese a darles dinero. Pero las cosas han cambiado desde entonces con la lucha feminista en alza y el metoo en primera línea. 

              Las tres protagonistas tienen papeles fuertes, complejos, densos, las actrices que las interpretan, Olivia Colman , Emma Stone y Rachel Weisz, los bordan. La inteligencia de los guionistas y del director, Yorgos Lanthimos, está en convertir la historia de fondo y las pulsiones lésbicas de las protagonistas en decorado para incidir en la complejidad de las relaciones humanas, las pasiones y los afectos. La pulsión lésbica ya no se presenta como lo fue hasta hace no mucho (Histoire d’Adèle, por ejemplo), el morbo que lubrica el deseo masculino, ahora es un ardid más en el tráfico del empoderamiento. Porque de eso va la historia, de cómo los hombres utilizan a las mujeres para conseguir sus propósitos, de cómo estas, en esta ocasión, son más listas que ellos, de cómo las propias mujeres utilizan sus armas, unas contra otras, para hacerse con el poder. Y de postre, cómo, después de todo, todas las pasiones se resuelven en nada, se apagan, tras ellas quedan sentimientos más duraderos como el afecto y tras este la pura nada, el desamparo que acompaña a cualquier ser humano cuando todo termina, que es como Lanthimos resuelve la película en el plano final.

domingo, 27 de enero de 2019

Mujeres y poder, de Mary Beard



            Dos poderosas imágenes le sirven a Mary Beard para situar los dos temas de los que quiere hablar en este librito que recoge dos conferencias pronunciadas en 1914 y 1017. El primero lo extrae de la Odisea. Cuando Penélope desciende de sus habitaciones al salón donde le esperan sus pretendientes, un aedo canta las peripecias de los héroes que vuelven de regreso al hogar. Penélope le pide que cante algo más alegre. Entonces, su hijo, Telémaco le dice: “Madre mía, vete adentro de la casa y ocúpate de tus labores propias, del telar y de la rueca… El relato estará al cuidado de los hombres, y sobre todo del mío. Mío es, pues, el gobierno de la casa”. En consecuencia, Penélope se retira a sus habitaciones del piso superior. Ese es el lugar que la cultura tradicional, patriarcal, ha reservado a la mujer, la esfera doméstica, el cuidado de los hijos y del hogar. Cuando la mujer ha intentado dar un paso al exterior, decir algo, ha ocurrido y ocurre que, a menudo, alguien la interrumpa diciendo: “Lo que ella quiere decir...”, como si la voz de la mujer no estuviese autorizada para hablar en el espacio público. Así lo ha visto también Rebecca Solnit en su Mansplaining, la forma condescendiente en que los hombres pretenden explicar lo que las mujeres intentan decir. La conclusión que saca Mary Beard es que necesitamos redefinir lo que significa “voz de autoridad” en el espacio público.


            La segunda imagen tuvo un éxito inusitado durante la última campaña electoral estadounidense. Los partidarios de Trump eligieron la escultura de Benvenuto Cellini en la que Perseo alza la cabeza de la Medusa sangrante recién cortada para sustituir sus cabezas por las de Donald Trump y Hillary Clinton, con la clara intención de mostrar el triunfo masculino frente al peligro que supondría que una mujer llegase al poder. La Medusa, un monstruo femenino con serpientes en lugar de cabellos. La historia de la cultura y del poder, Mary Beard sostiene que es casi imposible encajar a las mujeres, como género no como individuos, en una estructura que está codificada como masculina y que, por tanto, hay que modificar dicha estructura.

           Mary Beard recurre a la cultura clásica, con abundantes ejemplos, pero también a la moderna para indicar cómo la esfera pública y el ejercicio del poder están dominados por lo masculino. Las mujeres como Tatcher, Clinton, Merkel o Theresa May han intentado soslayar el problema ajustando su vestimenta, los pantalones, o bajando el timbre de su voz para hacerla más viril. En el mundo clásico las mujeres quedaban fuera de esas esferas y cuando aparecen en ellas, en la tragedia, Clitemnestra, Antígona o Medea, es para sembrar el caos, la muerte y la destrucción. La mujer y el poder son como el agua y el aceite no se pueden mezclar. Para revertir esas profundas estructuras culturales hay que separar el poder del prestigio público, pensar de forma colaborativa, pensarlo como atributo, no como propiedad, es decir empoderar a las mujeres.


Social


           Cuando escribimos, si lo hacemos, procuramos poner orden donde no lo hay o belleza donde hay fealdad u ordinariez, como antes se decía, o buscamos un gramo de bondad o, en todo caso, que, al contar lo que de otro modo quedaría olvidado o permanecería indiferenciado, nosotros, el yo que escribe, no salga del todo malparado. No paso a menudo por esa calle, es una calle funcional, de paso, sombría, pero, incomprensiblemente, llena de mesas y sillas en terrazas, una calle de restaurantes, todos orientados al norte porque al otro lado está el patio de un colegio de primaria y edificios de viviendas sin bajos susceptibles de acoger negocios. Es una calle estrecha y oscura, donde el sol apenas llega cuando abatido ya en la primera hora de la tarde rinde algunos destellos desde la plaza en que la calle desemboca o nace. Suelo pasar por ella a la salida del banco, cuando voy a retirar efectivo del cajero que gobierna la esquina entre la plaza y la calle, atento a sortear las mesas y sillas de las terrazas. En la calle estrecha, apenas queda espacio para ver lo que normalmente es invisible, el fluir de la vida, la novedad, lo que sucede pero que nuestra mirada aletargada por la rutina apenas ve. El radar de la percepción ya lo había almacenado en los días pasados, pero ha sido hoy cuando, al pasar a su lado, lo he visto sin remedio. En realidad de soslayo. Un hombre asentado en los años, de pie, vestido de payaso, gorro azul, la cara blanca, los labios rojos, el blusón rojo, los pantalones ajedrezados. Bolsones coloridos en el suelo. Las miradas se han cruzado un instante, la suya se ha hundido de inmediato, yo la he desviado, avergonzado. No he podido ver cómo recoge las limosnas, ¿en un sombrero, en una caja, en un trozo de papel en el suelo? No sé si era una de esas estatuas vivas, que simulan un decorado artístico en la calle, disfrazando la avergonzada mendicidad, o un hombre perdido o un mendigo sin más. No estaba inmóvil, estaba pendiente, arrinconado entre la cristalera del banco y la puerta de un restaurante, vertical, desgarbado. Nada podía comparársele en tristeza. He seguido por la calle sombría. Me he dado la vuelta, a lo lejos, para tratar de comprender. Cómo es que, al menos. no se ponía al sol, por lo menos eso, por qué no escogía un lugar al sol. ¿Tenía que haber dejado unas monedas? No lo sé. Esa incomodidad. Este ayuntamiento es progresista, muy progresista, con un discurso muy social. La burocracia de lo social cada vez es mayor. ¿Cuánto del presupuesto se lleva? ¿Cuánto toca a repartir entre los hombres pobres? ¿Quién se ocupa de los pobres hombres? He ido a la biblioteca, he consultado, pero la imagen del payaso no me abandonaba. Cuando la mañana se acababa he vuelto a pasar por la calle sombría con la intención de descifrar algo, pero el hombre ya no estaba. Un poco más tarde, a la entrada del Mercadona, tres hombres de edades diversas, me daban los buenosdías y a los que salían, buenfindesemana. Estos sí que estaban al sol. ¿Tengo que darles dinero? ¿Tengo que comprar víveres y dejárselos al salir? ¿Qué es lo social? ¿Dónde va el presupuesto de lo social? ¿De qué se ocupan los trabajadores de los social?

sábado, 26 de enero de 2019

El terrorismo del bienestar



«Me llama la atención la distancia entre la calidad de los historiadores en España y la manera que tienen los partidos españoles, sobre todo de izquierdas, de utilizarla para dividir a la gente». (Barbara Loyer).
«La idea de identidad recibe hoy una admiración amplia y generalizada, puede ser fuente de orgullo y de confianza, pero la identidad también puede matar y matar desenfrenadamente». (Edorta Elizagarate).
«Pero el hombre mismo tiene una invencible inclinación a dejarse engañar y está como hechizado por la felicidad cuando el rapsoda le narra cuentos épicos como si fuesen verdades». (Nietzsche).

        En El País Vasco no llegaron a perpetrar un simposio como España contra Cataluña: una mirada histórica (1714-2014) (Barcelona, diciembre de 2013), bien es verdad que perpetraron algo mucho peor. Quizá no lo necesitaban, porque la sociedad vasca está tan nacionalizada que no necesita que en una reunión les digan por escrito y de viva voz, con el aparataje científico de la historiografía, lo altos que son, lo azules que tienen los ojos y el hermoso dorado de sus cabellos. Porque cuando hay consultas electorales, ¿qué porcentaje de esa sociedad vota abertzale?, ¿cuántos siguen saliendo a la calle para mostrar su rabiosa identidad?, ¿cuántos han condenado a ETA? Por eso un partido como UPYD, surgido de las entrañas del dolor, tuvo nulo éxito. La sociedad catalana es distinta, caben más, es inevitablemente cosmopolita, y las cárceles del pensamiento no pueden atenazar como lo hicieron en los años de plomo en el País Vasco. Fue en Cataluña donde surgió C’s.


          Y como premio el ciudadano vasco recibe del Estado de promedio el doble que un ciudadano del resto de las comunidades autonómicas, 4.170 euros frente a los 1.824 euros de un valenciano. El gasto por estudiante en el País Vasco alcanza los 7.229 euros frente a los 4.995 de media. Datos de 2013. No es extraño, pues, que sus sistemas sanitario y educativo sean los mejores de España.

        Por eso, es una alegría que en el País Vaco exista una institución como el Instituto de Historia Social Valentín de Foronda e historiadores capaces de presentar trabajos como los que integran los libros que se comentan en esta reseña. De vez en cuando hay que acudir a lo que el reseñista llama textos de gama alta.


jueves, 24 de enero de 2019

Mary Shelley (2017)




           Mary Shelley tuvo la suerte de vivir en una encrucijada, el fin de un mundo y el comienzo de otro. La revolución científica e industrial alumbraban una época nueva no sin que muchos añorasen la seguridad del pasado y sus sombras. Algo parecido nos sucede ahora. También su vida fue un nodo en una red con muchas tiranteces, la principal el conflicto entre idealismo y realidad. Era hija de dos intelectuales potentes, William Godwin, un librero a quienes muchos consideran padre de las ideas anarquistas del librepensamiento, y Mary Wollstonecraft, quizá la pionera en reivindicar los derechos de la mujer. Las contradicciones entre ideal y realidad no las pudo verificar Mary Shelley en el caso de su madre porque murió diez días después de su nacimiento, sí en el caso de su padre, divulgador del amor libre pero censor de su relación con el poeta Percy B. Shelley. Mary Shelley era jovencísima cuando concibió su obra mayor, entre los 16 y los 17 años, años de creatividad, sobre todo para el impulso poético. En ese periodo conoció a Percival y a lord Byron, dos poetas brillantísimos que tenían encandilada y escandalizada a partes iguales a la sociedad inglesa. Sus vidas, entreveradas de poesía, estaban dando origen a un movimiento que arrastraría a Europa por caminos inexplorados durante los siglos siguientes, el romanticismo. Mary Shelley estuvo en el centro de ese huracán y supo ver sus contradicciones porque le afectaron personalmente. Byron era un poeta ególatra y tiránico, Percy B. Shelley antepuso sus pasiones a sus responsabilidades, abandonó a su mujer y a su hija para vivir su pasión con Mary. Un reguero de muertes prematuras, incluidas las suyas, sigue a estos dos hombres desbordados de pasión.

          Cuando en el verano tormentoso de 1816 este grupo de románticos ingleses, reunidos en la villa Diodati, junto al lago Leman, bajo el frío y la lluvia que les impedía salir de casa, como consecuencia de la violenta erupción explosiva del volcán Tambora, en Indonesia, deciden crear cada uno una obra con fantasmas, Mary Shelley concibe a una criatura hija de la revolución que estaba teniendo lugar, la criatura del doctor Frankenstein. La autora tuvo en cuenta la electricidad y el galvanismo, el miedo a la novedad y las vidas que ella y sus amigos estaban viviendo. Los excesos tenían consecuencias, lo que el hombre podría crear por su afán de dominar la naturaleza podía devenir en catástrofe, la pasión desbordada podía hacer infelices a los hombres. Mary Shelley creó una figura poderosa que encendería la imaginación popular. Algo parecido hizo Polidori, el secretario de Byron, que aquella noche creó en su relato al vampiro. Durante un tiempo, ambos fueron ninguneados, se creyó que los autores de aquellas obran eran Percy B. Shelley y Byron respectivamente. Polidori acabaría suicidándose. A Mary se le reconoció el mérito.

          La película traza esas confluencias, se detiene en las vidas románticas y desgraciadas de ese grupo de creadores, las sitúa en la época, quizá demasiado nocturna y con muchas sombras, exagerando los contrastes. No es una película complaciente, quizá sí instructiva. Otra cosa es cuánto hay de la Mary Shelley real en esta película. Su Frankenstein es un documento de época y responde a los temores y desasosiegos de la sociedad que entonces se alumbraba. Mary Shelley dio en el clavo y por eso su creación ha permanecido. Ahora necesitamos renovar los mitos, o crear nuevos, como por ejemplo el Nexus 6 de Blade Runer, para expresar nuestros temores y desasosiegos. El monstruo del doctor Franskestein nos parece algo antiguo y ajado, como el vampiro de Polidori o el de Bram Stoker, y los intentos de revitalizarlos nos parecen estetizantes más que adecuados a nuestro tiempo, como los sucesivos Dráculas, sin embargo la figura de Mary Shelley, su peripecia, su voluntad creativa, su vindicación como mujer si que parece acomodarse a la necesidad de este tiempo.

miércoles, 23 de enero de 2019

Parodia


           - Sólo te pido un favor, que al final del camino, no me encuentre a la mujer sonriente de cara de luna
           - Eso está hecho

            El salón era rectangular, las paredes limpias, la luz que atravesaba el ventanal tan poderosa que parecía que no fuese tan grande como era en realidad, el recorrido por su superficie intrincado entre los objetos dispersos que remitían a los viajes de una larga vida a los más lejanos lugares de la tierra. Ambos personajes daban los últimos toques al atrezzo. El más alto acomodaba la extensión capilar a su izquierda, el más bajo hidrataba la piel inusitadamente lisa. Había sido un pacto de odio mutuo, se malquerían tanto que decidieron mutar el uno en el otro. Las alturas eran disparejas, las espaldas, ancha la una y encorvada la otra, los ojos pequeños y grandes, las manos, la longitud de los brazos diferentes, lo de menos fue la voz, como las dos eran impostadas, les fue fácil dar con la del enemigo desde los primeros ensayos.

             Ya bajaban, el del traje azul por el ascensor, el de la coleta por las escaleras, de dos en dos. Los hombres de negro no se inmutaron cuando el encorvado, ahora con rostro lampiño, se dirigió a la puerta trasera del sedán. El más alto con coleta se dirigió a la boca del metro. En la plaza del Reina le esperaba la multitud, Hemos ganado, gritaba. Levantó los brazos desde el escenario e hizo que el micrófono vibrara con la vieja canción: Tachún tachún, tachún.


martes, 22 de enero de 2019

Editorial



           Una sola frase basta como síntoma, la decadencia del intelectual orgánico de este periódico que lo fue todo en el país:
También fue muy significativo que el expresidente del Gobierno José María Aznar, el referente indiscutible de la actual dirección, pidiese el voto para el PP”.

          Aunque hace falta algo más que una frase para señalar el delirio populista que se ha apoderado de todo el país, animado por su sistema mediático:

Un desdichado niño de dos años cae al fondo de un pozo demencialmente angosto y se arma el Gran Carnaval mediático (como en la famosa película de Billy Wilder) en un lugar de Málaga de cuyo nombre nadie podrá ya olvidarse. Más de una semana después, la probabilidad de que el niño esté vivo es prácticamente igual a cero, pero apenas nadie lo menciona. El gran tabú. La obra de ingeniería para alcanzar la cota menos 60 es hercúlea y sin precedentes: perforaciones contrarreloj en roca dura, túneles verticales, encamisado de tubos y rellenado alrededor, soldaduras extremas, galerías horizontales exprés... De lo que no es ingenieril, mejor ni hablar: puro arrancalágrimas. El principio de desproporcionalidad a toda plana y en streaming. Pornografía para todos los públicos”.

lunes, 21 de enero de 2019

Cómo ser un estoico, de Massimo Pigliucci



                  Las escuelas helenísticas de filosofía antepusieron el saber práctico, qué se puede hacer para tener una buena vida, a la lógica, la epistemología o la metafísica. Todas ellas eran hijas de Sócrates y consideraban que la sabiduría es la principal de las virtudes con objeto de lograr la felicidad. Cada una ponía el acento en una característica, frente a platónicos y aristotélicos que quisieron abarcar todos los campos del saber, cirenaicos y epicúreos afirmaban que el objetivo era obtener placer y evitar el dolor, cínicos y estoicos que era la práctica de la virtud. Los estoicos tomaron de Aristóteles el realismo y la razón para conducirse en la vida y de los cínicos la virtud concebida como sabiduría práctica. Los cínicos consideraban que la práctica de la virtud era lo único importante y llevaron la frugalidad al extremo. Diógenes de Sinope, por ejemplo, vivía en una cuba, pedía limosna para vivir y se burlaba de las convenciones sociales. Los estoicos les seguían en la idea de que ser virtuosos era lo importante, sin embargo, no desdeñaban otros bienes que ellos llamaban indiferentes preferibles: era preferible la salud a la enfermedad, la educación a la ignorancia o la riqueza a la pobreza, siempre que no comprometiese la dignidad.

               Entre los estoicos, con la mira en el saber práctico y en la integridad personal, destacaron unos cuántos filósofos, Zenon de Citio en la antigua Grecia y Musonio Rufo, Epicteto, Marco Aurelio y Séneca en Roma. El estoicismo nunca ha estado olvidado. En nuestro tiempo hay un nuevo renacer de las ideas estoicas. En muchas cosas, el budismo, el zen y el cristianismo se emparentan con sus ideas éticas. Para los estoicos, la virtud es el mayor bien, lo demás es indiferente, aunque hay bienes secundarios preferibles a otros; la razón es el medio para conseguir una sociedad mejor; el principio de actuación se basa en la dicotomía de control: algunas cosas están bajo nuestro control, otras no. En consecuencia, no te preocupes de aquello que escapa a tu dominio. Cuatro son las virtudes básicas: la sabiduría para navegar ante situaciones complejas; el valor para hacer lo correcto siempre; la justicia y la ecuanimidad en el trato con los demás y la templanza o la práctica de la moderación y el autocontrol. El objetivo es la apatheia, la tranquilidad mental y la ecuanimidad.

                 Como eminentemente es un saber práctico, Massimo Pigluicci, en su libro, ofrece una serie de consejos prácticos extraídos del Enquiridion, o manual, de Epicteto:

1. Examina tus impresiones, ¿esto está bajo mi control?
2. Recuerda la fugacidad de las cosas.
3. Ten presente la cláusula de reserva frente al destino: lucha por conseguir objetivos pero pensando que las cosas no siempre van bien o como tú querrías.
4. Para cada desafío, ten presente tus recursos, de acuerdo con ello, piensa cómo practicar la virtud aquí y ahora.
5. Ante una dificultad importante, ira, ansiedad, miedo, haz una pausa y respira hondo.
6. Alteriza: no soy distinto, lo que les ocurre a los demás me ocurre o me ocurrirá a mí.
7. Habla poco, solo lo necesario y sé breve.
8. Elige bien la compañía, no bajes al nivel de quienes se entretienen con banalidades.
9. Responde a los insultos con humor.
10. No hables demasiado de ti mismo.
11. Habla sin juzgar.
12. Reflexiona cada noche sobre tu día.


domingo, 20 de enero de 2019

Brexit: The Uncivil War



              
                  Esta película de la BBC (difundida por HBO) toma a un personaje secundario de la campaña pro Brexit, Dominic Cummings, para mantener la tesis de que los brexiters ganaron porque eran quienes mejor conocían las nuevas técnicas que posibilita la llamada minería de datos. Un equipo de jóvenes informáticos al mando de Dominic Cummings analizaron los datos que ofrecen las redes sociales, y encontraron que había un gran pozo en el que se podía entrar: el de los deseos y miedos de la gente, de aquella parte de la gente que nunca es tenida en cuenta, gente perdida para la política y para la opinión, unos tres millones y medio en GB. Diseñaron mensajes personalizados para que gente que nunca votaba fuese a votar ese día, haciéndoles creer que ahora sí serían tenidos en cuenta. Cummings desprecia a Nigel Farage y su partido UKIP, a los que tomaba por idiotas extremistas, también al resto de parlamentarios, y cre que esa era la ocasión para reivindicarse frente a los que antes le habían despreciado a él y para que de la situación surgiese una nueva forma de hacer política fuera de las viejas estructuras y las viejas élites.

               No sé si las cosas ocurrieron como las cuenta la película, no sé si los partidos tuvieron tan poco que ver en el resultado del referéndum, en todo caso es verosímil y la película está muy bien hecha, con un buen guion de James Graham y un espléndido Benedict Cumberbatch. Además explica algo que puede extenderse al surgimiento y triunfo relativo de los otros populismos en Europa. Responde a la cuestión de por qué ahora acude gente a votar que antes se quedaba en casa. El análisis del big data por un equipo de jóvenes físicos, que se toman la campaña como un experimento de la ciencia de los datos, hace aparecer los deseos y miedos de esa parte de la población que se ha sentido preterida. Los populistas les han animado a que manifiesten su rabia, votando contra los partidos tradicionales. Su voto se podría traducir en algo así como ‘ahora os vais a enterar’.

sábado, 19 de enero de 2019

El momento populista


          Intuyeron que era su momento, aunque lo tenían fácil ante la efervescencia del 15-M, no había otro movimiento que les hiciese sombra y por eso salieron a la luz y creyeron que asaltarían los cielos, pero no podían triunfar, no fueron lo suficientemente populistas, sabían que la cosa iba contra las élites, pero ellos, los fundadores, no podían dejar de ser hijos de la élite. Imposible poder salvar la contradicción. El que sí ha acertado es Steve Bannon. Él sí ha leído correctamente el momento. La clase media asustada no quiere hacer la revolución, ni perder lo que ha conseguido, aunque esté perdiendo algo. Quiere hacer oír su enfado y lo quiere hacer oír con estridencia. Bannon les dice, exagerad las quejas, no importa tanto las promesas como la manifestación rabiosa contra las élites, poned sobre la mesa la posibilidad de la ruptura pero sin llegar a ella. Bannon ha tenido éxito allí donde le han escuchado: Trump, Salvini, Orban, Brexit, Abascal. Exagerad, radicalizaos al máximo y si conseguimos que os vean como el ogro comeniños, entonces triunfaréis del todo, la campaña la tendréis hecha, sin dinero, gratis total.

         Dónde fracasaron los podemitas: no podían dejar de ser hijos de quienes son, no podían sacudirse el aura universitaria de la que procedían, un aire académico por otro lado tan menguado, ni tapar el uso personal de los beneficios del sistema, Iglesias, Errejón, Bescansa, Espinar, ni ocultar el fracaso del modelo que habían propuesto, el socialismo cuartelario de Venezuela, y en ningún momento quisieron vestirse con las telas de la patria porque no eran populistas de verdad sino rancios comunistas, un sistema tan requetefracasado, además, torpes, hicieron causa común con exetarras e independentistas, quién, aparte de los círculos tronados de los que procedían, podía comprarles tan averiada mercancía. Una operación destinada al fracaso.

          Por qué triunfa, de momento, el populismo derechista. Porque se adaptan mejor a las tropas desarrapadas que les siguen: ese aire de desvalimiento intelectual, ‘son de los nuestros’, ese aire anterior a todas las revoluciones, carlistas siglos después, hombres por encima de las mujeres, esas ideas ucrónicas, tan fuera del tiempo que no parecen de otro tiempo sino de fuera del tiempo, aunque algunos sean funcionarios, jueces, profesores, friquis salidos a la palestra, a los que se vota no por afinidad sino por friquismo, es lo que quieren quienes les votan, no afiliarse a ellos sino presentar ese estropajo sucio, antiguo, maloliente a las élites bien planchaditas que gobiernan y que hasta ahora no les tenían en cuenta porque les tomaban como población desechable, intrascendente, a la que barrer debajo de la alfombra para no tener que avergonzarse de ella.

           Reaccionarios por igual unos y otros, como si hubiese diferencia entre los que se ponen plumas rojas detrás de las orejas y quienes pintan de azul el cuello duro de sus camisas. Puaf.




jueves, 17 de enero de 2019

De alquiler



Historia de la Tierra en 24 horas

    "Considero a la vida como una posada en la que tengo que quedarme hasta que llegue la diligencia del abismo" (Pessoa).      

      En una situación ideal, como hombres libres y racionales, deberíamos alzar el vuelo, salir de nuestra carcasa mortal y vernos desde fuera, es decir, hombres sin patria o al menos saber que la patria asignada en un préstamo arbitrario y temporal, hombres sin género pues ser hombre o mujer es fruto del azar biológico, como lo es nacer blanco o nacer negro. Quizá, así comprenderíamos mejor el sinsentido de la identidad. Todos estamos aquí por azar, todos somos fruto de una combinación genética que obedece a un patrón que no hemos elegido, azarosa es nuestra condición sexual, azaroso es haber nacido aquí en vez de en otro lugar. Esa sabiduría debería hacernos comprender que la Tierra es la casa provisional de cuantos la habitan, la habitaron o la habitarán, una casa que la especie ha alquilado desde hace unos pocos segundos, si hacemos una comparación entre la historia de la tierra y la duración de un día, por lo que deberíamos deducir que es presuntuoso decirse dueño de algo que nos precede desde hace tanto tiempo y que seguramente seguirá su curso astronómico tras nuestra extinción, propiedad, pues, provisional y que debemos compartir con otras especies. ¿Cuántos milisegundos te corresponden a ti humano pretencioso en el alquiler?

            Solo así, conscientes de nuestra posición real en el cosmos, podremos saborear, con libertad e independencia, nuestros hallazgos en la comprensión del mundo. Como escribió Ptolomeo en el Almagesto:
Sé que soy mortal, una criatura de un día; pero cuando estudio los círculos giratorios de las estrellas, mis pies ya no pisan la Tierra, sino que, sentado al lado del propio Zeus, me harto de ambrosía, el alimento de los dioses.”

miércoles, 16 de enero de 2019

A vueltas con la izquierda




                 El cajón de libros que exigen una lectura inmediata, si uno quiere estar al día, se llena muy a menudo. Quizá mucha gente no lea libros, pero no paran de salir editoriales nuevas y hay una pequeña parte de la sociedad lectora ávida de novedades. No me pierdo los artículos de Félix Ovejero, antes en El País, ahora en El Mundo, lo que dice mucho del signo de los tiempos. Me identifico con su evolución. La deriva reaccionaria de la izquierda recoge el espíritu y parte de la letra de esos artículos, así que para mí no representa una novedad, pero es un libro importante porque da con el adjetivo exacto, reaccionaria, que merece la parte de la izquierda que ha abandonado la lucha por la justicia, la igualdad y la libertad de todos para enfangarse en las reclamaciones identitarias. Aunque no solo, también se muestra comprensiva con la religión, aquella religión, por cierto, que enarbola antes que nada una identidad separada. También arremete Ovejero contra los enemigos del comercio, que no ven en la globalización un elemento de progreso y equidad para millones de personas que gracias a ella pueden salir de la pobreza. Hasta contra el progreso científico y tecnológico arremete esa izquierda reaccionaria. Ahora mismo, es un libro necesario en España, pero me temo que no lo leerán aquellos a quienes va dirigido.


              Aunque en muchos aspectos coincide con Ovejero, Slavoj Žižek no razona con la misma claridad, aunque es más divertido. Žižek se vale de ejemplos, metáforas, comparaciones que saca de la cultura popular para levantar argumentos enrevesados que no siempre sabe el lector adónde le llevan, incluso da volteretas conceptuales para aterrizar en el mismo sitio, como cuando, a propósito del último libro, El coraje de la desesperanza, sostiene que no es comunista sino ‘comunalista globalista’, una forma de salir de la doble evidencia de que el radicalismo populista puede ser radical porque sabe que no lo va a conseguir -la revolución, el cambio de sistema- y que para la humanidad desheradada la globalización es una esperanza. Es como si Žižek se estuviera amansando con su crítica a las políticas de identidad y multiculturalismo, al feminismo exhibixionista del me too que desatiende el sufrimiento de las mujeres corrientes, incluso del descontrol de la inmigración se ocupa, como si, en realidad, bajo el radicalismo provocador se ocultase un pensador burgués que busca la atención mediática.



                Un tercer libro trata de refilón el mismo tema, desde la perspectiva del desencanto de los hijos de los revolucionarios del 68. Es Hija de revolucionarios de Laurence Debray. No está a la altura de los otros dos. Aquí no hay análisis teórico ni preguntas sobre el estado de la izquierda, sino que aprovecha ser hija de quien es, de Régis Debray y de Elisabeth Burgos, para contar algunas anécdotas de su vida con famosos de la izquierda, desde un melancólico desencanto. Régis Debray es un caso más de hijo de la burguesía que se enamora de la revolución, sirve al Che y a Fidel, pero siempre con las espaldas cubiertas. De hecho después de sus años latinoamericanos será asesor de Mitterand. El experimento revolucionario lo hará en países lejanos no en la confortable Europa. Laurence traza un leve relato familiar con sus andanzas por los territorios en que ha crecido, Francia, Venezuela y España, con críticas nada incisivas a su padre y con un estilo bastante descuidado.

martes, 15 de enero de 2019

Sucesión




                Otra serie que me ha gustado y no ha aparecido, salvo excepciones, en las listas de las mejores del 2018. El tema al que se acoge es un clásico, las relaciones paterno filiales. Lo trataron los antiguos y lo han tratado los modernos, desde Edipo a Al este del Edén. El padre es el dueño y creador de un conglomerado de medios de comunicación. Cuatro hijos. Uno ambicioso, otro bobo, un tercero salido y una demasiado inteligente. Junto a ellos una madrastra. El padre quiere mantener como sea el poder, a pesar de sus achaques, los hijos arrebatárselo. Ese es el hilo que conduce la trama que, ante todo, lo que hace en esta primera temporada es desarrollar el carácter de cada uno de los personajes. Esa es la superioridad de las series frente a las películas, disponer de tiempo para la construcción de las tramas y el carácter de los personajes. El objetivo de los guionistas es hacerlas durar. Esa es su fortaleza y debilidad. A menudo les falta ingenio e imaginación. Queremos ver el fin de las intrigas, pero el fin siempre se posterga. En la intriga o la conspiración y en la evolución de los personajes está la gracia de esta serie. En el último capítulo todo queda abierto con posibilidades nuevas en perspectiva lo que hace que esperemos con ganas su continuidad.


lunes, 14 de enero de 2019

Espantajos




           Convertir al adversario en espantajo, una figura sin pliegues pero con las aristas perfectamente definidas para que el contraste entre la luz y la sombra sea diáfano, es el mejor modo de hacerlo enemigo y concentrar en él los disparos verbales, la diana que el odio necesita. Pero disminuir al otro de ese modo, despojarle de humanidad, es el peor modo de liberarnos del odio que nos alienta, al contrario. Hacer del otro un espantajo es hacer de nosotros mismos un espantajo. Así construimos la contrafigura que da razón a nuestra existencia menguada y ocupamos el lugar en el tablero, frente por frente odiador y odiado, dispuesto para que se desarrolle la guerra civil.
"Vox se ha garantizado un electorado despreciable, maltratadores, violadores, asesinos de mujeres, portaestandartes del eterno machismo tradicional y católico que constituye la única ideología de género, totalitaria y adoctrinadora, que hemos sufrido en este país. Debemos tomarnos las palabras en serio, porque tienen consecuencias. Incluso cuando parecen el delirio de una panda de zumbados que han bebido más de la cuenta".

         Hubo un tiempo que en España, y en Europa, existió ese tablero, el de la guerra civil. Y acabó en disparos y muertos verdaderos. En ese tiempo hubo gente que alertó de la sinrazón, como Chaves Nogales, por poner un ejemplo, la tercera España. A gente como él, a un lado y otro del tablero, se la despreció, se la encarceló o tuvo que exiliarse. Ahora estamos en el tiempo de las hostilidades verbales.

         Hay mucha gente que cree que confrontar ideas en la plaza pública no es mantener una conversación para llegar a algún tipo de acuerdo sino imponer las propias, sin entrar en ningún tipo de compromiso con quienes opinan de forma diferente. Incluso muchos, demasiados, creen que que a algunos no se les debería dejar exponer sus ideas bajo ningún concepto. Si pensamos que nuestra posición es firme y razonable, la única a tener en cuenta, por qué habríamos de creer que los que lo hacen de forma antagónica habrían de cambiar de opinión y no mantenerse en sus trece. El debate más enconado es el político, donde poner en cuestión el entramado de ideas en las que uno cree se convierte en una cuestión personal.



domingo, 13 de enero de 2019

Otra vuelta de tuerca




                 Para que la novela fuese tenida por una historia de fantasmas, es decir, para dirigir la atención del lector en una dirección, Henry James escribió el capítulo introductorio, donde, en una velada nocturna, después de contar algunas historias con esa temática, alguien promete ‘otra vuelta de tuerca’, un paso más allá en el seguido de esas historias de fantasmas, una historia en que están involucrados niños. Algo parecido a lo que Joseph Conrad hará tiempo después en el capítulo inicial de El corazón de las tinieblas, dónde se le advierte al lector que va a oír más que leer una más de las historias de mar en que Conrad se especializó, una técnica que sirve a Conrad y a James para conducir al lector a la sorpresa y al descubrimiento y a una atención redoblada pues lo que en su lectura va a hallar no se parece en nada a lo esperado. El lector creerá que es él quien descubre la personalidad delirante de la institutriz y el lector asumirá como propia la interpretación que Conrad hace de la colonización de África, crueldad y depredación, una interpretación que quedará para siempre en la conciencia de Occidente.

                  En la segundo capítulo, recuperado el manuscrito que tiempo después de que ocurriesen los hechos escribió la protagonista de la historia, es esta quien la cuenta y poco a poco el lector va comprendiendo que más allá de las historias de fantasmas de lo que se trata es de las alucinaciones de la institutriz que ha de cuidar a dos niños encantadores, suma de belleza y bondad, aunque con cierta intriga o misterio como es que el niño, Miles, sea expulsado del colegio o que él y su hermana Flora se levanten a medianoche o al amanecer para mirar a través de la ventana, pero quien ve, quien alucina es la institutriz, pues no se nos muestra evidencia de que alguien más vea, no el ama de llaves, la señora Grose, personaje necesario en la construcción de la novela, que pone un poco de realismo y da los datos necesarios para comprender, aunque se vea envuelta en la personalidad de la institutriz, ni los propios niños, porque solo sabemos que es ella la institutriz quien dice que ven.

                 La novela por lo demás necesita muy poco para mantener la atención del lector abducido, que va variando su punto de vista desde el misterio inicial a convencerse de lo extraño que en aquella casa sucede, apoyado en unos pocos detalles como el aislamiento de la casa, la desaparición de la anterior institutriz y el criado, la necesidad que manifiesta el tío de los niños de que le dejen en paz, pues no quiere saber nada de lo que allí suceda, hasta ir descubriendo poco a poco lo que en realidad sucede, donde la maestría de James alcanza la cima, la transición a la locura de la institutriz. De una historia de fantasmas pasamos a la novela psicológica, a la historia de una obsesión.

                    La novela tiene varias posibilidades de interpretación, aunque el autor las acota pronto, pero quien quiera jugar con ellas puede hacerlo según donde su sensibilidad le lleve. Así lo han visto el cine y la televisión. Hay múltiples versiones de la novela, algunas juegan con los fantasmas, otras con la maldad oculta tras la inocencia infantil y otras más fieles a James y al delirio de la institutriz. The Innocents, aquí traducida infortunadamente como Suspense, es una clásico de Jack Clayton que sigue fielmente la lectura ortodoxa, y de todas la que menos ha sufrido la mella del tiempo.


sábado, 12 de enero de 2019

Piénsatelo



                 Nacen pocos niños, tenemos ese problema. Qué hacer. A veces he oído los gritos y susurros efecto de la tormenta pasional que se desata al otro lado del tabique con un punto de envidia y otro de desesperación, por alterarme el sueño. Cuando vivía en otra ciudad, tocaba los domingos, temprano en la mañana. Los domingos por la mañana, solo los domingos. Acababa de mudarme porque había roto con mi pareja. Los tabiques eran de papel. La cosa no duraba mucho, ella sobreactuaba lo justito, él era escueto, rápido, silencioso, funcional, como excusándose. Una rutina. El polvo más salvaje que he oído fue una noche en Berlín, lado oriental, al poco de la reunificación. Gritos como sirenas de bomberos, jadeos, golpes en los muebles, objetos caídos, la noche entera. No hubo modo de dormir. Mi pareja y yo estábamos aterrorizados pensando que se veía abajo el edificio. Estuvimos una semana en aquella habitación, magnífica, espaciosa, con muebles cómodos y antiguos, la llamamos la habitación de la felicidad. Era nuestro primer viaje lejos de casa. La felicidad era genuina, pero, quizá, pensé, asustado, si no me vería obligado a hacer una demostración como aquella. El polvo estratosférico solo ocurrió esa noche. Yo he procurado ser discreto, sólo durante un breve periodo perdí la discreción, pero siempre fuera de casa.

               El tiempo termina por curar ese exceso. Lo peor es que a menudo el extravío pasional conduce al matrimonio, una institución que en estos tiempos está perdiendo el sentido. Casarse si no hay hijos de por medio o prolongarlo cuando los hijos han abandonado el hogar familiar conduce a la infelicidad. Como en toda institución pronto aparecen las relaciones de poder. Uno se impone y el otro sufre las consecuencias. No hay espectáculo más lamentable que presenciar una discusión de pareja, u oírla a través del tabique. O protagonizarla. La discusión final con mi pareja de Berlín la tuvimos en un parque, al atardecer. Por allí circulaban perros con collar y hombres detrás. Pero aquel día estábamos solos. Había como una placita y bancos alrededor, elevada sobre la ciudad. Estábamos sentados pero de vez en cuando uno se levantaba. La recuerdo con vergüenza, por los reproches mutuos, por la dureza, por la autohumillación. Innecesaria, inútil, banal. Fue cuando tuve que mudarme.

             Y si hay violencia nada puede haber peor. Si la discusión se produce entre extraños y uno está implicado es fácil desentenderse. Allá ese tipo con su carácter. Hasta mañana y adiós. Y si la cosa es grave se interpone una denuncia y haya jueces. Pero en el ámbito familiar la cosa es muy jodida. Hay que volver si uno se ha ido o permanecer un día más y luego otro y acaso otro más y si hay hijos no hay modo de que la cosa termine. Y si eres hombre la cosa no tiene solución. Hablo de hombres normales, no de monstruos. Así que me pregunto, qué beneficios tiene emparejarse. Piénsatelo. Nunca había pensado de este modo hasta hoy, tras oír una discusión de tabique, no sé qué se decían, sólo he oído el ruido, los tonos, la falta de respeto. Y no se trata de la actual confusión en torno a los hombres. Si te emparejas, seas hombre o mujer, tienes que hacer tantas cesiones que, fríamanete, no compensa. Hay un periodo de felicidad y otro de compañía y otro muy largo, muy muy largo de televisores encendidos, silencios ominosos, malas contestaciones y desprecios en que no se avizora el horizonte. Por qué pasar por ese mal trago. Frente al fantasma de la soledad una buena red de amistades mejora con creces el miedo a la falta de compañía.


viernes, 11 de enero de 2019

Poesía



                 El frío se ha ido perdiendo por las alcantarillas a lo largo de la tarde, cuando entro en la gran librería. En un expositor todos las novelas anuncian la insoportable crisis que no acaba nunca. En cada solapa, los escritores de unas alaban sin tasa los méritos de otros, como si entre todos quisiesen revivir la secta del perro, no el perro de la historia de Herodoto que recolecta fragmentos de silencio, sino el perro que lame la miseria de las gentes: “El amor como dolor, como enfermedad y locura. La novela más dolorosa, aunque sea por nuestro bien: la autora nunca nos causa daño en vano, las heridas que deja son una forma de lucidez. Sirven”. Pregunto por el libro que busco. No está entre tantos miles de volúmenes. “En la librería del Paseo de Gracia lo tienen”, me dicen. Allí, me llevan a una ele recóndita tras la puerta de la entrada. Una ele dedicada al teatro y a la poesía, todo junto, casi todo clásico. Pero allí está, Sharon Olds: “De pronto, a última hora/ antes de llevarme al aeropuerto, se puso en pie,/ golpeándose contra la mesa”. “¿Solo tenéis esto de poesía?”, pregunto. “No. Mira ese expositor, aunque es de prosa poética”, me alerta. “Está de moda”, me aclara, “poesía televisiva y juvenil”. Hojeo. Tiradas de versos definidos por la geometría, es decir, frases en disposición vertical, enumeraciones, muchas, repeticiones, más, concatenaciones, muchas más. Y de golpe, oh sorpresa, la caja. Una caja de poesía. Nox. Como un panal de rica miel, así mis ojos ante la caja que se abre y se despliega de adelante hacia atrás y de atrás hacia adelante. Anne Carson, cuando su hermano perdido murió, le dedicó un cuaderno. Ese cuaderno es ahora el acordeón que se abre ante mis ojos. El que estoy desplegando, donde Carson pone conocimiento, lo que aprendió de los clásicos, y emoción, las dos caras de la poesía, cuya conjunción nadie mejor que Carson representa. Y de entre todos los clásicos escoge el poema 101 de Catulo, para convertirlo en guía para la elegía a su hermano muerto. A un lado las 63 palabras del poema de Catulo, al otro la vida de su hermano, recortes, fotos, collages, dibujos, notas. Carson reinventa la poesía, la forma de presentarla, también la forma en que el lector se enfrenta a ella. Yo de pie, merodeo por el expositor, fotografío partes. Carson, bajo la advocación de Nox, la diosa de la noche, madre del destino y de la muerte, y de Catulo. Así, Catulo a su hermano:
Atravesé multitud de pueblos, multitud de océanos.Llegué a estas pobres tumbas, hermano,
para traerte la última ofrenda debida a los muertosy hablar (¿por qué?) con la ceniza muda.

Así, Anne Carson se despide de su hermano
Después de eso dejamos de hablar de mi hermano. La desesperanza alzó un muro en su interior. Yo no estaba tan segura de que él ya no suscitara en ella nuevos sentimientos, sin embargo no había motivos aparentes para afirmarlo. Para mí, sinceramente, era un alivio no sentir su presencia en cada conversación como olor a pelo quemado. Para ella, todo deseo había abandonado el mundo.

Nox en español, un acontecimiento.


jueves, 10 de enero de 2019

Las cadenas rotas del olvido



                 Caminamos sorteando los charcos superficiales que aún se mantienen en los lugares de sombra. Ha amanecido el día con nubes gordas y oscuras que han soltado algo de agua en las primeras horas, ahora se están disgregando. Entre sus desgarros, por breves instantes, el sol se va filtrando. “Se ve alegre la hierba”, dice cuando pasamos junto a la era sembrada de verde. El viento la peina y el sol hace que resplandezca. Yo estoy aterido por mi inapropiada ropa, ella va bien abrigada, con la capucha cubriéndole la cabeza blanca y el tapabocas haciendo honor a su nombre. Refresco su memoria haciéndole recitar los meses del año, que larga de un tirón, también los días de la semana, pero las estaciones que solo son cuatro como le recalco se le atascan. No hay manera de que el otoño prenda en sus labios, como si algunos de los eslabones de la memoria estuviesen rotos o desgastados y la razón no alcanzase a completar lo que falta. Miramos la densa nube que se levanta hacia el sur, que se interpone entre el sol y el frío que nos atiza, y le vienen dichos de enero, “de enero la luna clara...”, y de febrero, febrerillo loco, pero no los completa y yo no los conozco. Le doy pie a repetirlos, pero ya ni la primera parte del refrán recuerda. Tantas cosas perdidas, que se irán con ella. “Se va la vida, solo quedan las cosas malas”, dice. Le hago recordar la ristra de nombres de la familia, sus padres, los que mejor recuerda, su marido, un vacío en su mente, sus hijos, sus hermanos, los de padre, los de madre, los de padre y madre. “Lorenzo y Francisca”, dice, “cómo no los voy a recordar”. Con el marido no hay manera. Jose y Maripaz, dice. Los hermanos van saliendo con un poco de ayuda, Fortu, la mayor y Agripino. Aurelia y Emilio. “Te has dejado la hermana por parte de tu padre”, le digo. Con una ayudita recuerda, Jesusa. “Cómo se iba el tiempo con las amigas”, dice. Las amigas, eran el tiempo bueno.

                 Vamos caminando entre tapiales, a resguardo del viento del norte que no es muy intenso, pero sí lo suficiente para que le demos la espalda. No hay ni un alma en las calles vacías y ventiladas, tan solo un viejo que saluda y se mete en casa. Ni una ventana abierta, las persianas echadas, tablones cubriendo los bajos de las puertas. Los letreros de ‘se vende’ aquí y allá han crecido desde los buenos días del verano, pero no parece este el mejor tiempo para que a alguien le entren ganas de volver al campo, aunque, ahora, que nos recostamos contra la pared de una casa que mira al sur, sorbiendo el sol filtrado, admiremos en silencio la fría belleza de las nubes aceradas que acercan el horizonte, el verde de las eras, el viento que agita las las malas hierbas. No hay tiempo más valioso que este, tan breve como el azar permite, lo que dure la bocanada de calor que se filtra por un desgarro. Para ella, que no tiene conciencia de nada, el día pasará sin día, sin semana y sin mes, el frío no le permite adivinar la estación pero sirve como antagonista necesario para gozar del breve instante en que el sol se aviva en su cara. No tasamos en tiempo la dedicación a los niños, nos llena de alegría la concentración de energía y afecto del bebé que tenemos en brazos, no hay conciencia de pérdida cuando ejercitamos la memoria de un niño, nos compensa el progreso que notamos de un día para otro, pero nos embarga la tristeza cuando los mismos ejercicios anuncian el declive de un viejo. Pero cuando el ánimo se aquieta, siento que esos momentos son los que de verdad importan, resguardarse del viento del norte o sentir la caricia del sol o rescatar las cadenas rotas del olvido. No hay paz mayor que cuando camino con ella.

miércoles, 9 de enero de 2019

El ingenio de los peces, de Jonathan Balcombe



“Cualquier animal que en la actualidad se considere bobo y aburrido alberga secretos fascinantes. Lo que ocurre es que nadie ha sido capaz de descubrirlos todavía” (Vladimir Dinets)

          Cada vez es más difícil sostener que solo el homo sapiens dispone de inteligencia, a no ser que nos refiramos a que ‘inteligencia’ significa pensar como yo. En 2015 se hizo público que hay cocodrilos que transportan palos sobre su cabeza hasta una zona donde anidan garzas reales, de modo que, situados debajo, cuando estas vienen a recogerlos para hacer su nido, quedan al alcance de aquel. Nos ha costado extender la inteligencia a los mamíferos terrestres, más a las aves, pero hemos visto cómo cuervos dejan caer frutos secos en cruces de carretera con mucho tráfico para descender en picado a recoger fragmentos machacados cuando el semáforo se pone en rojo, por no hablar de los simios en general. Balcombe va más allá, presenta multitud de ejemplos de la inteligencia ¡de los peces! Por ejemplo, el gobio aguado de Australia es capaz de mapear las depresiones de futuros charcos cuando hay marea baja para saltar de una charca a otra en busca de comida y escapar de sus depredadores, tales como los pulpos o las garzas reales. Los lábridos golpean almejas contra una roca para abrirla y degustar su exquisita carne. Los peces arqueros sueltan un chorro de agua como un flash para cazar saltamontes o escarabajos en las ramas de las orillas, los bagres cazan palomas que van a beber al río Tarn, en Francia, y los peces tigre saltan para cazar golondrinas que sobrevuelan las aguas en un lago de Sudáfrica. Balcombe muestra en este entretenido libro lleno de referencias a trabajos de investigación pero también con anécdotas de la vida cotidiana de gente con peceras en casa. Y en todos esos casos no hay mero instinto, sino fase de aprendizaje, y planificación, según Balcombe. Los peces experimentan dolor, pero también placer. Lo primero lo aceptamos con facilidad, no tanto lo segundo, pero si pensamos en términos evolutivos no debería sorprendernos que tener sensaciones agradables al comer, jugar o follar no esté relacionado con la perpetuación de los genes o el desarrollo del individuo.

            Para Balcombe es indiscutible que los peces tienen vida social, no sólo porque se reúnan en bancos y cardúmenes para desplazarse (disminuyendo la resistencia del agua hasta un 60%) o para protegerse de depredadores sino para establecer una especie de sofisticados contratos entre hábiles limpiadores (lábridos, peces ballesta, mariposa, damiselas, gobios) y clientes (más de un centenar de especies, incluidos los tiburones y rayas) que acuden a que les limpien de parásitos. Balcombe habla de comportamientos flexibles e inteligentes, o de intencionalidad consciente cuando los meros van a buscar a las morenas para indicarles dónde hay una presa a la que tender una trampa para cazarla mejor. Balcombe asimila los meros a los cuervos y a los simios como los Einstein del mundo animal. Los experimentos de los últimos años demuestran que entre distintas generaciones hay enseñanza y aprendizaje, incluso habla de cultura. Los ródeos se las ingenian para incubar dentro de un mejillón introduciendo sus huevos a través del sifón del bivalvo. Y de moral: los peces cardenales macho transportan los huevos fecundados en su boca y durante el proceso de maduración no pueden comer. Muchas especies son sociales, como la del pez rojo, a quien mantenemos solitario durante décadas en peceras. Pero lo que parece cierto es que es nuestra moral la que está en juego. Sabemos poco de los peces, apenas de unos cientos de especies sobre las más de 30.000 del total. A medida que conozcamos más sobre la vida y sufrimiento que ocasionamos a los animales en general y de los peces en particular en los criaderos, viveros, piscifactorías, granjas y demás y comprendamos el dolor que les ocasionamos en la pesca de arrastre, en el proceso de congelación o en los mataderos nuestra conciencia animalista despertará. Hubo una revolución antiesclavista, ahora vivimos la feminista, dentro de poco será la animalista con leyes que les protejan contra la depredación humana.


        Leyendo a Balcombe se hace verosímil la idea loca de David Chalmers de que la conciencia responde a una ley natural del universo y que, por tanto, todo está impregnado de ella.

¿Y las plantas?