El
cajón de libros que exigen una lectura inmediata, si uno quiere
estar al día, se llena muy a menudo. Quizá mucha gente no lea
libros, pero no paran de salir editoriales nuevas y hay una pequeña
parte de la sociedad lectora ávida de novedades. No me pierdo los
artículos de Félix Ovejero, antes en El País, ahora en El Mundo,
lo que dice mucho del signo de los tiempos. Me identifico con su
evolución. La deriva reaccionaria de la izquierda recoge el
espíritu y parte de la letra de esos artículos, así que para mí
no representa una novedad, pero es un libro importante porque da con
el adjetivo exacto, reaccionaria, que merece la parte de la izquierda
que ha abandonado la lucha por la justicia, la igualdad y la libertad
de todos para enfangarse en las reclamaciones identitarias. Aunque no
solo, también se muestra comprensiva con la religión, aquella
religión, por cierto, que enarbola antes que nada una identidad
separada. También arremete Ovejero contra los enemigos del comercio,
que no ven en la globalización un elemento de progreso y equidad
para millones de personas que gracias a ella pueden salir de la
pobreza. Hasta contra el progreso científico y tecnológico arremete
esa izquierda reaccionaria. Ahora mismo, es un libro necesario en
España, pero me temo que no lo leerán aquellos a quienes va
dirigido.
Aunque
en muchos aspectos coincide con Ovejero, Slavoj Žižek no razona con
la misma claridad, aunque es más divertido. Žižek se vale de
ejemplos, metáforas, comparaciones que saca de la cultura popular
para levantar argumentos enrevesados que no siempre sabe el lector
adónde le llevan, incluso da volteretas conceptuales para aterrizar
en el mismo sitio, como cuando, a propósito del último libro, El
coraje de la desesperanza, sostiene que no es comunista sino
‘comunalista globalista’, una forma de salir de la doble
evidencia de que el radicalismo populista puede ser radical porque
sabe que no lo va a conseguir -la revolución, el cambio de sistema-
y que para la humanidad desheradada la globalización es una
esperanza. Es como si Žižek se estuviera amansando con su crítica
a las políticas de identidad y multiculturalismo, al feminismo
exhibixionista del me too que desatiende el sufrimiento de las
mujeres corrientes, incluso del descontrol de la inmigración se
ocupa, como si, en realidad, bajo el radicalismo provocador se
ocultase un pensador burgués que busca la atención mediática.
Un
tercer libro trata de refilón el mismo tema, desde la perspectiva
del desencanto de los hijos de los revolucionarios del 68. Es Hija
de revolucionarios de Laurence Debray. No está a la altura de
los otros dos. Aquí no hay análisis teórico ni preguntas sobre el
estado de la izquierda, sino que aprovecha ser hija de quien es, de
Régis Debray y de Elisabeth Burgos, para contar algunas anécdotas
de su vida con famosos de la izquierda, desde un melancólico
desencanto. Régis Debray es un caso más de hijo de la burguesía
que se enamora de la revolución, sirve al Che y a Fidel, pero
siempre con las espaldas cubiertas. De hecho después de sus años
latinoamericanos será asesor de Mitterand. El experimento
revolucionario lo hará en países lejanos no en la confortable
Europa. Laurence traza un leve relato familiar con sus andanzas por
los territorios en que ha crecido, Francia, Venezuela y España, con
críticas nada incisivas a su padre y con un estilo bastante
descuidado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario