miércoles, 16 de enero de 2019

A vueltas con la izquierda




                 El cajón de libros que exigen una lectura inmediata, si uno quiere estar al día, se llena muy a menudo. Quizá mucha gente no lea libros, pero no paran de salir editoriales nuevas y hay una pequeña parte de la sociedad lectora ávida de novedades. No me pierdo los artículos de Félix Ovejero, antes en El País, ahora en El Mundo, lo que dice mucho del signo de los tiempos. Me identifico con su evolución. La deriva reaccionaria de la izquierda recoge el espíritu y parte de la letra de esos artículos, así que para mí no representa una novedad, pero es un libro importante porque da con el adjetivo exacto, reaccionaria, que merece la parte de la izquierda que ha abandonado la lucha por la justicia, la igualdad y la libertad de todos para enfangarse en las reclamaciones identitarias. Aunque no solo, también se muestra comprensiva con la religión, aquella religión, por cierto, que enarbola antes que nada una identidad separada. También arremete Ovejero contra los enemigos del comercio, que no ven en la globalización un elemento de progreso y equidad para millones de personas que gracias a ella pueden salir de la pobreza. Hasta contra el progreso científico y tecnológico arremete esa izquierda reaccionaria. Ahora mismo, es un libro necesario en España, pero me temo que no lo leerán aquellos a quienes va dirigido.


              Aunque en muchos aspectos coincide con Ovejero, Slavoj Žižek no razona con la misma claridad, aunque es más divertido. Žižek se vale de ejemplos, metáforas, comparaciones que saca de la cultura popular para levantar argumentos enrevesados que no siempre sabe el lector adónde le llevan, incluso da volteretas conceptuales para aterrizar en el mismo sitio, como cuando, a propósito del último libro, El coraje de la desesperanza, sostiene que no es comunista sino ‘comunalista globalista’, una forma de salir de la doble evidencia de que el radicalismo populista puede ser radical porque sabe que no lo va a conseguir -la revolución, el cambio de sistema- y que para la humanidad desheradada la globalización es una esperanza. Es como si Žižek se estuviera amansando con su crítica a las políticas de identidad y multiculturalismo, al feminismo exhibixionista del me too que desatiende el sufrimiento de las mujeres corrientes, incluso del descontrol de la inmigración se ocupa, como si, en realidad, bajo el radicalismo provocador se ocultase un pensador burgués que busca la atención mediática.



                Un tercer libro trata de refilón el mismo tema, desde la perspectiva del desencanto de los hijos de los revolucionarios del 68. Es Hija de revolucionarios de Laurence Debray. No está a la altura de los otros dos. Aquí no hay análisis teórico ni preguntas sobre el estado de la izquierda, sino que aprovecha ser hija de quien es, de Régis Debray y de Elisabeth Burgos, para contar algunas anécdotas de su vida con famosos de la izquierda, desde un melancólico desencanto. Régis Debray es un caso más de hijo de la burguesía que se enamora de la revolución, sirve al Che y a Fidel, pero siempre con las espaldas cubiertas. De hecho después de sus años latinoamericanos será asesor de Mitterand. El experimento revolucionario lo hará en países lejanos no en la confortable Europa. Laurence traza un leve relato familiar con sus andanzas por los territorios en que ha crecido, Francia, Venezuela y España, con críticas nada incisivas a su padre y con un estilo bastante descuidado.

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