El
frío se ha ido perdiendo por las alcantarillas a lo largo de la
tarde, cuando entro en la gran librería. En un expositor todos las
novelas anuncian la insoportable crisis que no acaba nunca. En cada
solapa, los escritores de unas alaban sin tasa los méritos de otros,
como si entre todos quisiesen revivir la secta del perro, no el perro
de la historia de Herodoto que recolecta fragmentos de silencio, sino
el perro que lame la miseria de las gentes: “El amor como dolor,
como enfermedad y locura. La novela más dolorosa, aunque sea por
nuestro bien: la autora nunca nos causa daño en vano, las heridas
que deja son una forma de lucidez. Sirven”. Pregunto por el libro
que busco. No está entre tantos miles de volúmenes. “En la
librería del Paseo de Gracia lo tienen”, me dicen. Allí, me
llevan a una ele recóndita tras la puerta de la entrada. Una ele
dedicada al teatro y a la poesía, todo junto, casi todo clásico.
Pero allí está, Sharon Olds: “De pronto, a última hora/ antes de
llevarme al aeropuerto, se puso en pie,/ golpeándose contra la
mesa”. “¿Solo tenéis esto de poesía?”, pregunto. “No. Mira
ese expositor, aunque es de prosa poética”, me alerta. “Está de
moda”, me aclara, “poesía televisiva y juvenil”. Hojeo.
Tiradas de versos definidos por la geometría, es decir, frases en
disposición vertical, enumeraciones, muchas, repeticiones, más,
concatenaciones, muchas más. Y de golpe, oh sorpresa, la caja. Una
caja de poesía. Nox. Como un panal de rica miel, así mis
ojos ante la caja que se abre y se despliega de adelante hacia atrás
y de atrás hacia adelante. Anne Carson, cuando su hermano perdido
murió, le dedicó un cuaderno. Ese cuaderno es ahora el acordeón
que se abre ante mis ojos. El que estoy desplegando, donde Carson
pone conocimiento, lo que aprendió de los clásicos, y emoción, las dos caras de la poesía, cuya conjunción nadie mejor que Carson representa. Y
de entre todos los clásicos escoge el poema 101 de Catulo, para
convertirlo en guía para la elegía a su hermano muerto. A un lado
las 63 palabras del poema de Catulo, al otro la vida de su hermano,
recortes, fotos, collages, dibujos, notas. Carson reinventa la
poesía, la forma de presentarla, también la forma en que el lector
se enfrenta a ella. Yo de pie, merodeo por el expositor, fotografío
partes. Carson, bajo la advocación de Nox, la diosa de la noche,
madre del destino y de la muerte, y de Catulo. Así, Catulo a su
hermano:
Atravesé multitud de pueblos, multitud de océanos.Llegué a estas pobres tumbas, hermano,
para traerte la última ofrenda debida a los muertosy hablar (¿por qué?) con la ceniza muda.
Así,
Anne Carson se despide de su hermano
Después de eso dejamos de hablar de mi hermano. La desesperanza alzó un muro en su interior. Yo no estaba tan segura de que él ya no suscitara en ella nuevos sentimientos, sin embargo no había motivos aparentes para afirmarlo. Para mí, sinceramente, era un alivio no sentir su presencia en cada conversación como olor a pelo quemado. Para ella, todo deseo había abandonado el mundo.
Nox en español, un acontecimiento.
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