domingo, 13 de enero de 2019

Otra vuelta de tuerca




                 Para que la novela fuese tenida por una historia de fantasmas, es decir, para dirigir la atención del lector en una dirección, Henry James escribió el capítulo introductorio, donde, en una velada nocturna, después de contar algunas historias con esa temática, alguien promete ‘otra vuelta de tuerca’, un paso más allá en el seguido de esas historias de fantasmas, una historia en que están involucrados niños. Algo parecido a lo que Joseph Conrad hará tiempo después en el capítulo inicial de El corazón de las tinieblas, dónde se le advierte al lector que va a oír más que leer una más de las historias de mar en que Conrad se especializó, una técnica que sirve a Conrad y a James para conducir al lector a la sorpresa y al descubrimiento y a una atención redoblada pues lo que en su lectura va a hallar no se parece en nada a lo esperado. El lector creerá que es él quien descubre la personalidad delirante de la institutriz y el lector asumirá como propia la interpretación que Conrad hace de la colonización de África, crueldad y depredación, una interpretación que quedará para siempre en la conciencia de Occidente.

                  En la segundo capítulo, recuperado el manuscrito que tiempo después de que ocurriesen los hechos escribió la protagonista de la historia, es esta quien la cuenta y poco a poco el lector va comprendiendo que más allá de las historias de fantasmas de lo que se trata es de las alucinaciones de la institutriz que ha de cuidar a dos niños encantadores, suma de belleza y bondad, aunque con cierta intriga o misterio como es que el niño, Miles, sea expulsado del colegio o que él y su hermana Flora se levanten a medianoche o al amanecer para mirar a través de la ventana, pero quien ve, quien alucina es la institutriz, pues no se nos muestra evidencia de que alguien más vea, no el ama de llaves, la señora Grose, personaje necesario en la construcción de la novela, que pone un poco de realismo y da los datos necesarios para comprender, aunque se vea envuelta en la personalidad de la institutriz, ni los propios niños, porque solo sabemos que es ella la institutriz quien dice que ven.

                 La novela por lo demás necesita muy poco para mantener la atención del lector abducido, que va variando su punto de vista desde el misterio inicial a convencerse de lo extraño que en aquella casa sucede, apoyado en unos pocos detalles como el aislamiento de la casa, la desaparición de la anterior institutriz y el criado, la necesidad que manifiesta el tío de los niños de que le dejen en paz, pues no quiere saber nada de lo que allí suceda, hasta ir descubriendo poco a poco lo que en realidad sucede, donde la maestría de James alcanza la cima, la transición a la locura de la institutriz. De una historia de fantasmas pasamos a la novela psicológica, a la historia de una obsesión.

                    La novela tiene varias posibilidades de interpretación, aunque el autor las acota pronto, pero quien quiera jugar con ellas puede hacerlo según donde su sensibilidad le lleve. Así lo han visto el cine y la televisión. Hay múltiples versiones de la novela, algunas juegan con los fantasmas, otras con la maldad oculta tras la inocencia infantil y otras más fieles a James y al delirio de la institutriz. The Innocents, aquí traducida infortunadamente como Suspense, es una clásico de Jack Clayton que sigue fielmente la lectura ortodoxa, y de todas la que menos ha sufrido la mella del tiempo.


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