sábado, 2 de agosto de 2025

Viento de Atapuerca


 

 

Alguien podría decir que en esta provincia o al menos en el alfoz que rodea la ciudad no hay verano 

Que las temperaturas son frías como las del comienzo de primavera y constante el viento 

Que hay algo de calor en las horas postreras 

También podría decir por qué no se mudan aquí quienes tanto se quejan del calor playero 

La avena que ha sustituido a los primeros herbazales se agita hacia el oeste con inagotable movimiento

Si camino entre ella me acaricia las piernas

Veo un milano dejarse llevar por la térmica el cantar de pájaros 

Giro en círculo desde el cerro veo las nubes que se garrapiñan en las partes bajas el cielo argénteo 

Las cosechadoras que van dejando atrás caminos de paja surcos amarillos 

Los tractores a la espera del grano en el remolque

La tejera abandonada el polígono humeante las carreteras que circunvalan los otros cerros frente a mí el parque comercial que el tren recorre y los barrios obreros los picos de la Demanda teñidos de azul oscuro como a ocultas de las nubes que los ciñen y un poco más acá y al sur la ciudad vieja con sus torres la historia antigua de reyes y princesas olvidados y el campo llano a Madrid y la capital de la región 

Un plano horizontal apenas partido por el río a pocos centímetros de convertirse en pasado ignoto

No puedo consignar el ruido de la mecánica ambulante inútil podría decir aquel de sirenas y motores 

Tampoco el ondear de las banderas ni la sinfonía del bosque a mis espaldas ni los olores que me llegan

Lo que simula ser estable con una fe a toda prueba no es más que un sórdido instante que se desconoce 

Pero qué instante de prodigiosa felicidad vertical en el paisaje que me circunda como si Yo fuese el dueño

Sé que no habrá otro día igual a este que me hago viejo que a no tardar conmigo se acabará el mundo pero qué importa si ahora puedo decirlo 

Qué importa si dentro de poco nadie se acordará de cada uno de cada uno de nosotros

 


viernes, 1 de agosto de 2025

Chillida

 

 


Entro en el museo para ver una exposición de Chillida, de título como suelen: Chillida, mística y materia, donde "Las obras del donostiarra dialogan con una selección de piezas del Museo Nacional de Escultura", pero en realidad lo que veo son las salas de escultura barroca: Alonso Berruguete, Juan de Juni, Gregorio Fernández, Alonso Cano, Pedro de Mena, obras que todavía siguen vivas. Solo al final voy a Chillida.

 


Lo que más me sorprende de lo de Chillida es la cantidad de gente que aparece en un cartelón a la salida dando cuenta de quienes ha participado en el montaje. ¿Se necesitan tantos para una exposición tan sencilla? Pequeñas piezas de forja y unas pocas más de granito, tampoco grandes, no han necesitado un tráiler para traerlas. Lo segundo que me llama son los textos que la acompañan: frases hechas, repetición de lo ya oído, sin una pizca de originalidad que explique la necesidad de la exposición.

 

"La experiencia levitante de Teresa de Jesús es revivida en las piezas de Chillida que, cuestionando las leyes de la física, sugieren un éxtasis ascensional".

 

"Sus homenajes a Juan de la Cruz recuerdan a los dibujos del poeta sobre el Monte de perfección. Y sus lurras –‘tierras’–, que ofrecen al artista una dimensión espiritual cálida y cercana funcionan cual bodegones contemporáneos, en una suerte de vanitas que incide en el carácter más tangible y orgánico de la existencia".

 


Son más interesantes las piezas barrocas que la acompañan, trasladadas desde las salas cercanas, para situar a Chillida en la tradición del barroco hispano. Tenía en la más alta estima al escultor vasco. Sigo pensando que fue original, que marcó un periodo en escultura española, pero lo que aquí se muestra no me lleva a esa conclusión. 

 

Solo en algún detalle palpita la poesía. Las sombras que los colgantes dibujaban en las superficies colindantes.

 


miércoles, 30 de julio de 2025

Del amor a la guerra

 

 


Si te fijas, cuando hablamos de la guerra hablamos de personajes o países, Putin Trump Ucrania Rusia China, es decir, ponemos en juego abstracciones y ajustamos nuestros sentimientos a las abstracciones, sentimientos ligados a nuestra ideología. Nuestras simpatías siguen a nuestros prejuicios. Cuando esta guerra acabe (Ucrania, Gaza), la historia que le siga hablará de Putin y de Trump, de territorios ganados y perdidos, pero no de lo principal.

 

¿Qué vale una vida? Tendrías que preguntarte por vidas concretas, el soldado muerto, la viuda empobrecida, el niño hambriento, el total de todos ellos, pero sin desdeñar la vida abstracta. ¿Qué ocurre en la mente de esa persona abstracta que representa a todos los hombres? Antes de que comience la guerra todo era entusiasmo. Patriotismo, fervor. No cabe en ella ni un resquicio para las consecuencias de la guerra. Ni siquiera a Thomas Mann de le ocurrió pensar en las consecuencias.

 

Según el censo de 1910 el Imperio Austrohúngaro tenía 51,4 millones de habitantes. Cuando acabó la guerra, dos millones de soldados austrohúngaros habían perdido la vida defendiendo el Imperio. Más de dos millones acabaron en los campos de prisioneros de Rusia y Siberia. Otros tres millones resultaron gravemente heridos. Muchos vieneses perdieron la vida en el crudo invierno de 1918-1919; la mayoría de los dos millones de habitantes de la ciudad se vieron afectados por el hambre. Se declaró oficialmente que el 96% de los niños austriacos estaban desnutridos. El velo de redecilla negra de las viudas en las calles llegó a convertirse en un signo que identificaba a las prostitutas en busca de clientes.

 

Qué contraste con el inicio de la guerra, cuando en la psique de los hombres y las mujeres de todos los territorios de habla alemana existía el deseo de combatir. Los artistas, compositores y escritores expresaban una agitada propensión hacia la destrucción de los enemigos, un instinto que condujo a una violencia atávica y primigenia. Esto escribía Thomas Mann:

 

“De este mundo de paz que ahora se ha venido abajo con un estruendo tan aplastante, ¿acaso no teníamos ya todos suficiente? ¿Es que no estaba infecto con todas sus comodidades? ¿No se había enconado y hedía con la descomposición de la civilización? Moral y psicológicamente yo sentía la necesidad de esta catástrofe y de ese sentimiento de limpieza, de elevación y liberación, que me inundaba, cuando lo que habíamos pensado que era imposible en efecto sucedió”.

 

Un buen ejemplo fue lo que sucedió con los hijos de la familia Wittgenstein, de quienes ahora leo. En los días prebélicos se dejaron contagiar por el entusiasmo patriótico con el que querían dar salida a sus problemas personales. Cuando la guerra acababa Kurt se suicidó, Paul perdió un brazo, aunque supo sobreponerse y convertirse en un concertista de piano para solo la mano izquierda. Ludwig, el filósofo, estuvo a la deriva durante varios años, aunque fuese durante la guerra, cuando concibió la obra que habría de darle fama el Tractatus logico-filosoficus. Después de renunciar a todos sus bienes, eligió la profesión de maestro como proyecto de ser pobre.

 

 En aquella sociedad tan patriarcal, como diríamos hoy, las hermanas quedaron al margen de la guerra, pero no por ello dejaron de sentirse entusiástamente patriotas. Ninguna se arruinó, sin embargo, porque mientras Austria lo hacía ellas habían invertido en valores norteamericanos.

 

Quien manda no ve la guerra como el caído, tampoco la ve como tú el gran y serio analista, en realidad solo algún historiador y periodista la ve con esos ojos.

 


martes, 29 de julio de 2025

Sobre el arte de conversar, su decadencia

 


No sé si a todos les pasa, creo que es una tendencia que se generaliza. Las discusiones o al menos las conversaciones que antes teníamos en nuestros círculos sobre política se están amortiguando o desapareciendo del todo. El coste mental es tan alto que mejor no tenerlas, así que las sustituimos por los exabruptos anónimos que soltamos en las redes. Ahí podemos exponer nuestras opiniones sin freno, porque sabemos las dos cosas que hay que saber, que encontraremos gente que piensa igual que nosotros y adversarios que se van a sentir irritados, lo que buscamos en cualquier discusión sin intercambio razonable, no tanto intercambiar razones y llegar a acuerdos como reafirmarnos e irritar.

 

Así, la conversación languidece y con ella el valor de la buena vida. En vez de acrecentar y afinar la calidad de la vida en común, lo que requiere esfuerzo y práctica, buscamos grupos a los que pertenecer que no requieran un esfuerzo extra, dejarse llevar por la vía fácil de la pertenencia sin exigencia. Es más fácil leer una novela de Megan Maxwell o la última novela negra que volver al Ulises de Joyce, hablar de fútbol que de cómo organizar la vida en común. ¿Quién lee el último ensayo de moral y buenas prácticas? ¿Quién enjuicia el último caso de corrupción sin comparar de inmediato con lo que hicieron los otros?

 

Los que piensan poco, pero transmiten mucho porque disponen de altavoces, lanzan las ideas simples sobre las que se construye la vida en común. Los seguimos porque forman parte de nuestro círculo de pertenencia. Nos acomodamos, renunciamos al pensamiento propio. Así se degrada la convivencia y dejamos de ser libres.

 

La escritura convierte pensamientos confusos en ideas claras. Prueba esto: anota esa idea que se te acaba de ocurrir. Intenta hacerlo cada día después de un descanso. Y lo más importante, hazlo sin depender de otros: no escribas lo que oíste, lo que viste en internet o lo que te dijo la IA. Escribir es pensar libremente, te ayuda a formar tu propia personalidad. Es el primer paso para volver a conversar de verdad.

 


viernes, 25 de julio de 2025

Trauma

 


 

Acabo de ver dos películas con potencial, pero con resultados contradictorios. En la primera una violación, ocurrida durante la fiesta de fin de año, traumatiza a una chica. En la segunda tardamos en saber qué le ha ocurrido a la familia protagonista igualmente traumatizada: el suicidio por amor de un hijo. En la primera, La furia, se nos presenta el hecho en bruto: la fiesta nocturna, un empujón, una habitación a oscuras y la violacón que no se nos muestra sino solo la pantalla en negro, en lo que quizá sea el mayor hallazgo de la peli. Luego el periodo de destrozo interior de la víctima, incapaz de verbalizarlo, de contarlo. En la segunda, Ghostlight, lo que se nos muestra son los efectos en la familia, en el padre, la madre y la hermana, el duelo, cómo cada uno intenta reflotarse. 

 

Los guionistas de la primera se quedan con el trauma sin aditamentos - salvo el hermano de la víctima, que no ayuda, sino que refuerza el trauma - , el puro sentimiento de la víctima: noche y niebla, por coger el título de otra película. Los de la segunda confían en los efectos benéficos del relato tradicional. Arman una buena historia con las técnicas tradicionales del relato clásico: protagonista, antagonistas, personajes secundarios. Al padre de esta historia le sucede algo parecido a la víctima de La furia: no sabe cómo contarlo, cómo convertir en historia lo que le está sucediendo, pero la suerte se cruza en su camino y podrá hacerlo. 

 


En el primer caso no hay anagnórisis, reconocimiento de lo que le ha sucedido. En el segundo, el padre protagonista, un obrero de la construcción, entra, por puro azar, a formar parte de un grupo de aficionados que está representando Romeo y Julieta. A través de la representación consigue entender y exponer su sufrimiento y de paso expulsar sus demonios interiores.

 

La impresión que le queda al espectador de La furia es que no hay redención posible, como si no hubiese vida después de una violación, y solo la violencia - la furia del título -, consiguiese restaurar el mundo anterior: ojo por ojo. La segunda cree en los postulados de Aristóteles, que la catarsis a través de la representación ayuda a pasar el duelo, a recuperar la humanidad que a pesar de todo sigue en nosotros.

 

En el propio título está definida la actitud de unos guionistas y otros: en La furia no hay salida a la negrura de la mente de la víctima. El Ghostlight de la segunda se refiere a la luz que permanece encendida en los teatros ingleses para aquietar a los fantasmas, trasladada metafóricamente a la luz que permanece en tiempos de oscuridad personal.


La furia es antipática, incómoda de ver, difícil identificarse con la víctima. Ghostlight se ve con gusto, el espectador se pone fácilmente en el lugar de los protagonistas. Ambas en Movistar y en Filmin.

 


miércoles, 23 de julio de 2025

Voluntad de poder

 

 


Cuando nos preguntamos, qué mueve a los políticos más allá de su retórica sobre el bien común, enseguida sale el instinto de poder. Los políticos son individuos como todos en busca de un destino. Si hozamos en el inicio de sus biografías se ve como la mayoría de los "grandes hombres" tantea en distintas direcciones hasta dar con la que les ofrece la mayor probabilidad de triunfo. En los años 30 del siglo pasado muchos de ellos comenzaron en el socialismo para acabar en el fascismo. Acabada la guerra ocurrió justo lo contrario, nazis convertidos en demócratas.

 

¿Pero se conforman con el ejercicio del poder una vez que lo han obtenido? Los fieles pensarán que el líder que han elegido, o que siguen incondicionalmente, está ahí para satisfacer sus necesidades, las del pueblo. Aunque por lo general las expectativas siempre son defraudadas, queda un amplísimo círculo que no cejará en su fe. Hay un espacio para el análisis al que no todo el mundo está invitado: se autoexcluyen los fanáticos y los partidarios. Damos por supuesto que el líder es el primer creyente, ¿pero es así? En todo caso, ¿en qué consiste la fe del líder? ¿Cree en la realización de la Promesa o solo cree en sí mismo?

 

Tomemos un ejemplo. Ningún régimen político debería ser más inmaterial que el sustentado en la fe de la salvación. Aunque todos los regímenes políticos se sustentan en la fe y religan a sus fieles con la Promesa, el que se diga cristiano o islámico debería cuidar como supremo valor la igualdad de los hermanos en la fe, el desdén por la acumulación de riqueza material, la austeridad material del líder espiritual. Es lo que no sucede con el ayatolá Ali Jaminei. Un grupo de periodistas de investigación le ha calculado una fortuna personal estimada entre 100.000 y 200.000 millones de dólares construida sobre confiscaciones de bienes y empresas fantasma. Léelo aquí.

 

La voluntad de poder aúpa a los líderes, la fe de sus seguidores les mantiene, pero no basta. Pronto levantan un sistema de terror para paralizar a sus adversarios. Sucedió con el fascismo, con el comunismo y ahora con el islamismo. La guerra acabó con el nazismo y el fascismo, pero es habitual que las dictaduras bajo terror duren décadas a la espera de su implosión. No sorprende por ello que los iraníes sometidos al terror islamista celebren el bombardeo del país por Israel.

 

A la codicia del poder se une pronto la codicia económica. Una codicia que no casa con la fe que predican en la Promesa. La vulgaridad del líder, su rastrera materialidad, la materia fecal de la que está hecho se muestra en sus chanchullos: tiene tan poca fe en la promesa de la vida eterna o del paraíso en la tierra que lo primero que hace es acumular riquezas.  Utiliza su poder antes que nada para hacerse rico. Sucede incluso en los regímenes de democracia. Preguntémonos por qué medios se han hecho ricos nuestros presidentes o consejeros: Felipe González, Aznar, Zapatero, Bono, Pepiño Blanco, Montero, si antes de ostentar cargo público, no tenían fortuna. Quizá haya una diferencia entre utilizar posición y contactos para hacerse rico y ponerse a robar directamente mediante mordidas y estafas.



lunes, 21 de julio de 2025

Eloy Sánchez Rosillo

 


 

El ciclo se ha cumplido. 

¿Es tan corta la vida?

 

¿Cuándo supimos que no era para siempre? Seguramente cuando los achaques del cuerpo empezaron a ser serios. Lo segundo que aprendes es: "Fui feliz sin saberlo". A partir de ahí todo es melancolía y voluntad de vivir el presente. Eso nos decimos voluntariosos, ‘Goza el presente’, aunque ya no queda sino memoria: “Que esta tarde ocurrió hace mucho tiempo”. La mayor parte de los poetas si no todos se entregan a esos sentimientos cuando la vida se les escapa, cuando ven que esa hermosura que pasa delante sin girar la cabeza ya no será suya, se dan cuenta que en el pasado tampoco fueron suyas, salvo quizá un breve tiempo. Ahora, cuando la vida son solo destellos, como agua escurriéndose entre los dedos, sienten que en aquellos breves momentos fueron felices sin saberlo, que no volverán, ya no hay remedio. 

 


A esa melancolía se entrega Eloy Sánchez Rosillo en el libro de poemas que reconoce será su último libro, Venir desde tan lejos, que es otra forma de melancolía, pero con la esperanza de que después de este haya otro libro, pues acaso ¿vivir hasta el último aliento no es esperar que algo suceda? La vida es espera continua, brevísima la sensación de estar completo. “Mi vida ha sido larga, pero qué corta ha sido”.

 

Sabedores de esta espera desesperada nos damos a la borrachera y al canto: 

 

"Si respiras la vida hay que cantar.

Canta por dentro, aunque te sientas triste".