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viernes, 30 de mayo de 2025

La vegetariana

 

 




"Creo que los humanos deberían ser plantas" Yi Ssng.

El lector impaciente nerviosea en el inicio de la narración porque no comprende a dónde quiere llegar la autora de La vegetariana, de la reciente Premio Nobel Hang Kan. El relato se compone de tres partes como en la partitura de un concierto. La primera de las tres está narrada a dos voces. En primera persona, el marido de Yeonghye, el señor Cheong, un hombre convencional, narra la abrupta decisión que ella ha tomado, no comer carne. No explica las razones que la han llevado a ello. Una decisión que no admite razón por más que el marido y su familia, el padre, la madre, la hermana y el cuñado le supliquen, incluso se mantiene firme ante la fuerza que su padre, un veterano de la guerra de Vietnam, ejerce sobre ella, una fuerza que se convierte en violencia en una comida familiar.


La voz del marido narrador va aportando datos de contexto. En una comida de empresa a la que ambos asisten ella se niega igualmente a comer. También se niega a tener sexo con él, pero él la fuerza y la penetra sin su consentimiento. Al comienzo el marido explica qué le llevó a fijarse en ella: rasgos de carácter indiferenciado, ni alta de baja, ni alegre ni triste.

En cursiva, a la narración del marido se contrapone la de Yeonghye, entreverada de sueños, en los que aparecen la carne y la sangre y la violencia, en un caso un perro degollado, que, de algún modo, cree el lector, explican la decisión de la protagonista de convertirse en vegetariana. El capítulo acaba con Yeong-hye en el hospital tras haberse cortado la muñeca en la reunión familiar.


En la segunda parte es el marido de la hermana de Yeonghye, es decir su cuñado, artista gráfico y de video, quien expone su voz en estilo indirecto libre. Quien habla es el hombre empoderado, que reviste sus acciones del aura del arte y del poder irresistible del deseo. Quería grabar el proceso de pintarle el cuerpo desnudo. En la narración ambos se confunden. La mujer, ya como modelo o como objeto deseable, dice que no, pero accede a la voluntad del hombre. Esta parte es compleja. Es difícil deslindar dónde acaba la naturaleza humana y dónde la voluntad. El lector barón se ve sometido a un autoexamen. Por contra, Yeonghye se muestra como un objeto pasivo.

 

"Entonces él se dio cuenta de qué era lo que le había impactado tanto cuando ella se tendió sobre la sábana al principio. Era un cuerpo exento de deseo y paradójicamente era también el bello cuerpo de una mujer joven. De esa contradicción emanaba una fuente de fugacidad, una fugacidad extraña y sólida. La entrada del sol se diseminaba a través del ventanal como infinitos granos de arena y, aunque no fuera perceptible a la vista, la belleza de ese cuerpo también se estaba desmoronando como arena pulverizada... Una multitud de sentimientos indescriptibles lo asaltaron a la vez, llegando incluso a apaciguar el deseo que lo había estado atormentando tenazmente durante todo un año".

En la tercera, Inhye, la hermana, también en estilo indirecto libre, narra, mezclando los tiempos, la relación con su hermana. Una y otra vez ensimismada trayendo a la memoria las variables que podrían haber afectado el destino de Yeonghye. Se descorre el velo y aparece la vida real, la vida falsa obligada e inconsciente de la mujer, tal como lo ve Inhye, que se interroga sobre qué le ha llevado a su hermana a desear morir y a sí misma a tener la vida frustrada que ha tenido. De pronto, tuvo la sensación de que nunca había vivido y se sintió sorprendida. Era cierto. No había vivido realmente. Yeonghye ha decidido dejar de comer y de hablar. Médicos y enfermeras intentan por todos los medios que coma, le pinchan por todas las venas del cuerpo e intentan sin éxito introducirle comida a través de la nariz. La visita de Inhye al psiquiátrico donde está encerrada su hermana le sirve para rememorar qué ha sido de la vida de las dos.


Formalmente, La vegetariana funciona como un concierto en tres movimientos. Un concierto para una solista opaca, primero silenciosa, después apagada y finalmente muda hasta llegar a la extinción.



Le da la réplica en el primer movimiento, una voz de barítono, el hombre convencional, aquel hombre que decidió escogerla como esposa por su falta de cualidades. El fondo orquestal va desarrollando el tema principal de la obra, la condición femenina, sometida a las distintas instituciones, la familia, el mundo laboral, el sistema de salud.



En el segundo, el marido de su hermana, un saxo tenor que por su condición de artista puede experimentar con ella, somete su cuerpo a su deseo más o menos enmascarado, bajo la excepcionalidad moral del artista.



En el finale es su hermana, en forma de mezzo, quién le da la réplica, con variaciones sobre el tema de la culpa, Inhye, sácame de aquí, y la imposible redención, con final dramático, con fondo de oboes y fagotes, enfermeras y médicos que aplican técnicas médicas de prolongación de la vida contra su voluntad.


La vegetariana es una narración magistral. Sin duda, la academia sueca comprendió su singularidad: una escritura que avanza con ritmo pausado, culminando de vez en cuando con una descarga emocional que revela los sentimientos profundos que no explicitamos: 

'Igual que si estuvieran unidos por un cable eléctrico, se descubrió a sí mismo crispándose y temblando ligeramente cada vez que ella sacaba la lengua, como si recibiera una descarga... Estaba recuperando la calma, que ya no sudaba ni le temblaba la mano. Como si se hubiera puesto una compresa de hielo, su cabeza también se había enfriado" (Yeonghye está comiendo un helado). 


Frases meditadas, redondas, que remiten a significados más allá del contexto es que se dicen: "El tiempo, que es un torrente ecuánime hasta la crueldad, se llevó en sus aguas su vida firmemente asentada en torno a la paciencia".


jueves, 15 de mayo de 2025

Vivir en la tierra. Peter Godfrey-Smith

 

 


A pesar de su aparente fragilidad, la vida lleva, quién lo diría, una cuarta parte de la edad del universo, aunque es verdad que solo podemos como especie con conciencia dar cuenta de los últimos 30 minutos, si considerásemos la historia de la tierra reducida a un año. No tardó mucho, pues, en aparecer la vida en el planeta, después de que el polvo, las rocas y el fuego se asentasen y enfriasen y de que unos cuantos asteroides aportasen le enorme masa de agua que hoy constituyen los océanos. La vida surgió moldeada por la tierra, que a su vez fue moldeada por la vida, constituyendo un todo único, para algunos, un organismo que se autorregula.

 

Tuvieron que darse, y mantenerse, unas condiciones únicas, una temperatura del agua, ni congelada ni hirviente, una adecuada salinidad del mar, controlada por la cantidad de CO2 en la atmósfera, para que, con la división de las moléculas de agua, en "la reacción más fundamental de cuentas han tenido lugar en la tierra", la fotosíntesis oxigénica, apareciese la vida, prosperase y se ramificase en formas que la fantasía difícilmente podría imaginar. ¿Cómo hemos tenido tanta suerte? Tim Lenton, defensor de la hipótesis Gaia, cree que podría haberse dado un escenario en el que la vida en el planeta comenzó, luego colapsó, luego comenzó de nuevo, siendo un poco diferente, y así una y otra vez, hasta que encontró una manera estable de hacer las cosas, una especie de ensayo y error.

 

Pero sucedió, la energía que el sol emite en forma de radiación fue atrapada por las moléculas captadoras de luz que poseen bacterias y plantas y transformada en energía química mediante la fotosíntesis y parte de esta, a su vez, transformada en movimiento para poner en marcha la vida.

 

Los antepasados de nuestra especie empezaron a usar herramientas y, más tarde, hace un millón de años, el fuego. Cocinar no está en los genes, aprendieron a hacerlo y lo transmitieron en entornos sociales. Un saber acumulado que ha dejado huella en los genes y que cambió la morfología y la fisiología - los intestinos, los dientes. Somos naturaleza, somos cultura. Los comportamientos basados en la cultura y la evolución genética se retroalimentan. La agricultura, el sedentarismo, el lenguaje, la escritura. Nuestras pautas de vida y nuestra mente, nosotros primates, se han visto impregnadas por la cultura.

 

La alfabetización tiene efectos significativos en nuestros cerebros. Aumenta el tamaño del cuerpo calloso, el principal conector entre los hemisferios izquierdo y derecho. Cómo afecta la tecnología de los teléfonos inteligentes a la atención y la memoria. En cada transición es pertinente preguntarse: ¿estamos mejor?

 

¿En qué me diferencio del resto de los seres vivos que pueblan el planeta? Ya sé que soy naturaleza, aunque como tantos no lo tengo presente. Mi naturaleza no es modular como los robles, los corales, los hongos o animales marinos como los briozoos, pequeñas unidades repetidas que funcionan juntas, en forma de espaguetis, musgo o ramas, como colonias. Soy más bien como las hormigas, las abejas o los pulpos, un organismo unitario, compuesto de partes que, a partir de una sola célula, crecen, envejecen y mueren. La experiencia consciente humana es un producto conjunto de nuestra naturaleza animal y de la cultura incardinada en nuestra existencia. Tengo la ilusión de identidad, ser yo mismo en el tiempo. Tengo experiencias y memoria lo que me da la sensación de continuidad, pero ¿acaso soy aquel niño que recuerdo, el confuso adolescente, el padre de mis hijos o el abuelo de mis nietos?

 

Parte de lo que nos da la sensación de poseer un yo definido es el sentimiento de que somos un sujeto en una historia coherente que se extiende a lo largo del tiempo... Reunimos viejos recuerdos en una historia coherente e intentamos dar sentido a la continuidad a través del cambio. Esto depende, a buen seguro, del lenguaje, nuestra gran herramienta narrativa. "Así soy yo".

 

Si pudiese prolongar mi vida por medios mecánicos, mi cerebro descargado en algún cacharro informático, cómo podría tener la seguridad de que ese y este yo que ahora piensa en ello sería el mismo. ¿Acaso volvemos al viejo dualismo cartesiano para creer que la mente puede vivir separada de los compuestos biológicos?

 

Sabemos que todo perece, un continuo renovarse de la vida. Estamos hechos de materia fungible que se va desgastando y consumiendo. La propia tierra tiene los días contados, también el sol y el mismo universo.

 

Cómo dar una idea del contenido de Vivir en la tierra. El autor se vale de su doble condición de filósofo y submarinista, australiano, para afianzar su idea con ejemplos que encuentra en el mar y en el cercano arrecife de coral junto a las ideas, tanto de autores clásicos como contemporánea, sobre el percibir y actuar en el planeta. La idea que transmite es la de continuidad de la vida. Incluso si hablamos del lenguaje y conciencia podemos remontarnos en la escalera de la vida, para ver cómo de un modo u otro los seres vivos se las han apañado para comunicarse entre ellos y actuar. La experiencia sentida está muy extendida en la vida animal. Se puede hablar de animales sintientes. Cabe preguntarse, incluso, qué tipo de animales hubieran podido desarrollar inteligencia y cultura si nosotros no hubiésemos estado aquí. Sorprendentemente, halla los mejores candidatos en las aves: El pergolero - y otros pájaros -, la cumbre de la ingeniería aviar, con sus enramadas, podría ser el mejor candidato.

 

Si el autor se pregunta por los orígenes, cómo surge la vida, cómo se aclimató y se extendió por el planeta, también lo hace sobre su futuro en la Tierra. Si somos naturaleza, si nada de la vida nos es ajeno, si una cadena de acontecimientos nos trajo hasta aquí, hermanados con el resto de los seres vivos, tenemos una responsabilidad con ellos. La forma en que los animales vivían en la tierra cambió cuando los humanos empezaron a criarlos, y de nuevo con la agricultura industrializada. Es probable que no podamos hacer mucho para revertir el cambio climático: una parte se debe a los ciclos del carbono y a los del sol y otra a nuestra propia actividad. No podemos desde Occidente exigir a los países pobres políticas climáticas ahora que se están saliendo de la pobreza.

 

El autor aboga, en cambio, por políticas conservacionistas. Es un escándalo el maltrato a los animales, la vida miserable de cerdos y pollos, el transporte, los mataderos. Hagamos un ejercicio mental, propone, si quisiésemos prolongar nuestra vida en otra vida, ¿querríamos vivir como un pollo o como un cerdo? No se trata de hacernos de golpe todos vegetarianos, ni de suprimir el dolor y la muerte, sino de devolverles la vida que ellos tendrían si viviesen en condiciones de naturaleza. Acabar con la ganadería industrial debería ser nuestra máxima prioridad en lo que respecta a las relaciones entre animales y humanos. Algo parecido sucede con la vida salvaje, la reducción de su hábitat, la extinción de especies y de la masa de individuos. El objetivo es ampliar las áreas protegidas, devolver una parte de la tierra a la vida salvaje.


lunes, 5 de mayo de 2025

El libro de las hermanas. Amelie Nothomb

 

 


He leído de una tirada El libro de las hermanas, de Amelie Nothomb. En algún momento declara su admiración por El trigo verde, de Colette, un modelo de escritura ágil y chispeante. Es una novela imperfecta, pero se lee bien.

 


Tristane nace en una familia cuyos padres se profesan un amor exclusivo. Tristane ha de crecer por sí misma. Por suerte, cinco años después nace su hermana, Laetitia. Ambas crecerán juntas y se profesarán un amor eterno. Son las dos hermanas del título. Hay otros personajes secundarios, pero todo gira en torno a ellas. Más de la mitad de la novela trata de ese amor que sustituye al hueco de sus padres. Son los años 70 y 80, los años del rock. Laetitia preadolescente aprende a tocar la guitarra, bajo el estímulo de Jimmy Page, de Led Zeppelin, y crea una banda de rock. En Tristane, que comienza como bajo de la banda, prende el amor por la literatura y se dedica a leer sin descanso. Los amores externos de ambas hermanas surgen del grupo. Por fin, Tristane abandona la nórdica Maubege por la Sorbona de París.

La parte final de la novela parece escrita con prisa. Amelie Nothomb no ha tenido la paciencia para hacer evolucionar a las hermanas, para contar una historia con peso, como si aburrida de su historia le faltase aliento para continuarla, acostumbrada al formato que le ha dado éxito, a caballo entre la nouvelle y el roman.

El libro de las hermanas es una novela para los amantes de la ligereza.

 


miércoles, 16 de abril de 2025

Orbital, de Samantha Harvey

 


 

Desde ahí fuera no tiene la apariencia de un objeto sólido, su superficie es fluida y lustrosa... Y ahí la ves nuevamente, la Tierra, girando azul, cubierta de nubes rápidas, inconcebiblemente tersa bajo el armazón de la nave en torno a la cual te desplazas”. (la Tierra vista desde la Estacón Espacial Internacional).

 

Chie, una astronauta japonesa de Nagasaki, en la estación espacial que da vueltas sin cesar alrededor de la Tierra, contempla una fotografía de su madre. Afuera un tifón se desplaza desde el Ecuador hacia Filipinas por Taiwán y las costas de Vietnam. Chie ve la dinámica de la Tierra que es un no parar, una dinámica de la que participa, pues es hija de su madre y esta de sus abuelos; por una rendija del tiempo y del espacio se coló para nacer, aquella en que la división del átomo convertida en la bomba más potente hizo que su abuela desapareciese, pero no su abuelo que, en ese instante cuidaba de su madre en casa, antes de que ella naciera. Ve la fotografía con su madre en la playa, hecha el mismo día en que el hombre llegaba a la Luna - 'Día del alunizaje’, 1969, escribió por detrás su padre -, y recuerda a su madre diciendo, Mira Chie-chan, esa soy yo el día que los hombres fueron a la Luna. Ve la fotografía en la nave que hace posible que ella esté ahí en ese momento, años después de que un par de hombres alunizasen por primera vez, hombres blancos de otro país, sin compañía de mujer, aunque ella sí que es mujer y japonesa y está ahí, contemplando, gracias al impulso en paralelo de la humanidad, que nunca está parada, que no deja de moverse.

 

Chie, junto a sus cinco compañeros, está a 400 km por encima de la Tierra, orbitando a 27.000 km por hora, a 130 millones de kilómetros del sol, a salvo, en uno de los 17 módulos de la Estación Espacial Internacional, de los pulsos radioactivos del sol que tardan exactamente 8 minutos en llegar, llamaradas que, paradójicamente, la salvan de la más peligrosa radiación cósmica. La madre de Chie acaba de fallecer, mientras ella estaba en el espacio haciendo listas de cosas, listas de pensamientos y sentimientos.

 

Nell, la londinense, ve la casa en Irlanda de su marido, con quien lleva seis años casada, pero con quien apenas se ve. Antón, el ruso se da cuenta de que le ha salido un bulto del tamaño de una cereza en el hueco del cuello, mientras reflexiona sobre el desamor hacia su esposa, de las palabras que le dirá cuando vuelva.

 

Pietro, el italiano, mira preocupado la trayectoria del tifón que se desplaza como un monstruo antediluviano por las costas de Malasia e Indonesia antes de llegar a las Filipinas; ve cómo se está convirtiendo en supertifón, teme por la familia de pescadores en cuya casa una vez se hospedó junto a su novia.

 

Shaun mira en una postal de Las meninas la caligrafía zurda de su mujer, la postal que le regaló hace quince años para que resolviese un enigma, ¿Cuál es el tema del cuadro? Mientras da vueltas a la pregunta, oye que Pietro, por encima de su hombro, le dice, El tema del cuadro es el perro,

 

"el perro es el único elemento del cuadro que no es ligeramente risible y que no está atrapado en una matriz de vanidades. El único elemento del cuadro del que se podría decir que es, quizá, libre".

 

Sueña Roman, el otro cosmonauta ruso: Decidí ser astronauta cuando estaba en el vientre de mi madre, cuando absorbía oxígeno a través de un cordón umbilical, cuando nadaba en la ingravidez.

 

Orbital es el quinto libro de Samantha Harvey. Durante la pandemia, retomó un archivo del ordenador en el que no tenía demasiada fe y lo completó. Con él ha ganado el Booker, el premio más prestigioso de las letras británicas. De los demás destaca el anterior, que dedicó al insomnio, Un malestar indefinido, cuyas huellas se pueden rastrear en Orbital. Orbital está estructurado en 16 capítulos, que se corresponden con las 16 órbitas de 90 minutos cada una que completan un día terrestre. Los seis astronautas - una representación de la humanidad - se mueven al ritmo de los ascensos y descensos de la nave alrededor del planeta.

 

No hay trama ni drama, acaso ligerísimos dramas y tramas. Si acaso, un suspiro, un ay, por el destino de la nave, por el destino de la Tierra. Mientras en la última órbita una brecha milimétrica - otra rendija del tiempo y del espacio -, imperceptible para los astronautas, se abre en el casco de la nave, que más adelante la precipitará en el océano, otra nave despega de la Tierra hacia la Luna, con cuatro astronautas a bordo, un paso hacia el planeta rojo que nos espera por si la Terra se convierte en un planeta inhóspito.

 

Orbital es un poema a la Tierra, a sus continentes y océanos, a la noche y el día, a la vida que brotó de ella y la transformó, a la humanidad, animales con una conciencia capaz de convertir el poema en un canto de amor. “Se desvanece un continente y llega un nuevo velo de viuda, diáfano, la noche estrellada”.

 

 


jueves, 10 de abril de 2025

Un puñado de cuentos

 

 


Esta tarde viene un autor, un cuentista, a presentar su último libro. Busco críticas para ver si merece la pena el esfuerzo. En general son romas, excepto una elogiosa en El Cultural. Me agencio el libro y me pongo a leer. Se lee tan fácil que casi puedes ir leyendo las líneas de dos en dos. La concepción de los cuentos es más ingeniosa que realista. En el primero, la familia recibe la noticia médica de que el padre fallecerá pronto. Todos se aprestan a acompañarle en la despedida. Pero lo que sucede es que el resto de la familia, empezando por la madre, irán muriendo uno detrás de otro dejando el padre solo.

En el segundo, una pareja exitosa en el mundo de la empresa madrileña hace un viaje de fin de semana al Parador de León. Por el camino hacen una parada en un viejo pueblo castellano de nombre sonoro, del que destacan las puertas y ventanas de aluminio, tan baratas y duraderas como feas. Han quedado con un amigo de la universidad, un fracasado. La pareja se burla de él, de su familia y de la casa donde viven, antes y después del encuentro, con los ladridos molestos de un perro como música de fondo.

En el tercero, un grupo de amigos de la infancia conciertan un convite. Algunos sabiendo quién convoca se desentienden, otros a regañadientes aceptan la quedada. Saben que será un fracaso, pero acuden. Cuando están comiendo y bebiendo en una pollería, el que les convoca, ya bebido, empieza a decir frases que les incomodan. La historia acaba cuando le dejan solo, abandonado a las puertas del local, arrebujado a la bufanda y la camiseta de los mapaches, el equipo infantil del que formaron parte.

Los títulos de los cuentos son llamativos, con una relación cómica con el argumento, orientando el tono. Éramos tan felices, para el primero. ¿No podía morirse ese animal?, para el segundo. Ulises y los mapaches, para el tercero.

Si lo he dejado ahí no ha sido tanto por los títulos como por algunas frases. Estas, por ejemplo:

" La voz de Carla era un acantilado por el que podría despeñarse cualquier hombre".

" Poco después estaba atravesando Madrid equipado con una cantimplora de paciencia, para beberla a sorbos mientras se portaba los atascos".

 


miércoles, 2 de abril de 2025

Herencia. Los orígenes del mundo moderno, de Harvey Whitehouse

 

 


Una de las cosas que más impresiona en Oriente, cuando uno visita un templo, es la multitud que llega con ofrendas y cuencos rituales. La familia acude al templo vestida de blanco si son budistas y con sarong y hermosos saris si son hinduistas y deposita la bandeja de flores de loto en un altar y los alimentos en manos de un sacerdote. Es un ritual generalizado en el que participan padres e hijos. También es costumbre, en la hora del almuerzo, separar una parte de los alimentos que se van a consumir reservándola para los dioses. Generación tras generación en uno y otro lugar de Oriente se repiten los mismos rituales, el mismo instinto imitativo. Nos integramos en sociedad imitando.

 

¿Por qué somos seres sociales? ¿Por qué existe la sociedad? ¿Cómo conjugamos gregarismo y afán de libertad?

 

Harvey Whitehouse, en Herencia. Los orígenes del mundo moderno, sostiene que el conformismo a través de la imitación es uno de los tres elementos constitutivos de la sociedad. Los otros dos son la religiosidad y el tribalismo. Son instintos naturales que a lo largo de la historia han contribuido a crear sociedad y a explicar el éxito evolutivo de nuestra especie, desde el surgimiento de la agricultura a la consolidación de sociedades ordenadas y pacíficas. El conformismo viene de la tendencia natural a imitar; por su parte la religiosidad ordena, legitima y transmite la autoridad y con ella los conocimientos y las tecnologías que hacen que la sociedad se expanda y consolide; y mediante el instinto tribal asumimos el sentido de pertenencia y la lealtad al grupo.



Por debajo de las diferencias entre las distintas sociedades Harvey descubre patrones comunes. Bajo la aparente irracionalidad de determinados rituales y costumbres, la pulsión imitativa responde a la necesidad de transmitir y conservar de generación en generación hallazgos y tecnologías, conocimientos y tradiciones que se han demostrado necesarios para la supervivencia. A esto le llama Harvey 'conformismo'.

 

Si en el pasado el conformismo fue útil porque ayudó a las sociedades a mantener la cohesión y estabilidad, en contextos de recursos limitados o incertidumbre, promoviendo la cooperación y evitando conflictos, en la actualidad el conformismo puede ser un obstáculo, la resistencia al cambio inherente al conformismo limita la capacidad de innovar y adaptarse y ayuda a perpetuar sistemas ineficaces o injustos, en un entorno que requiere evolución constante.

 

Si el conformismo tiene una doble cara, integradora y esclavizadora, lo mismo sucede con el instinto religioso. La religiosidad fue útil en el pasado porque permitió articular sistemas sociales complejos, organizar y acotar ideas irracionales y transmitir de forma ordenada la autoridad y establecer sistemas morales sustentados en un orden trascendente. Aunque aparentemente la pulsión religiosa parece en decadencia, en la actualidad hay otras formas de control del comportamiento aparentemente no religioso.

 


“Las religiones organizadas transformaron creencias intuitivas y dispersas en sistemas más estructurados, dando lugar a instituciones como monasterios y universidades que fomentaron avances culturales e intelectuales, incluyendo la Ilustración”.

 

El tribalismo puede llevar a la exclusión de otros y a la justificación de la violencia contra otros grupos; la religiosidad dogmática puede generar intolerancia y conflictos religiosos, sin embargo, Whitehouse sugiere que la religiosidad organizada podría ayudar contra la polarización y el auge de la irracionalidad. La religiosidad promueve valores como la compasión, la solidaridad y el altruismo que fortalecen los lazos sociales.

 

De modo parecido, el tribalismo puede ofrecer ventajas como la cohesión social, el sentido de pertenencia y la colaboración en grupos, fortaleciendo la identidad colectiva y la lealtad facilitando la cooperación para alcanzar objetivos comunes. En comunidades o tribus urbanas las personas encuentran apoyo emocional frente al individualismo y la soledad.

 

Es evidente que hay una cara a y una cara b en las tres pulsiones: la imitación y el conformismo constriñen al individuo, su autonomía y libertad; la religiosidad lleva a la aceptación acrítica, obediente, del mando político y el tribalismo ha conducido a genocidios y guerras. Sin embargo, Whitehouse sostiene que los elementos positivos han sido superiores, y que esos tres instintos básicos naturales del Homo Sapiens pueden ayudar a salir del impasse en que nos encontramos: la polarización política, la necesidad de normas y criterios morales, la solidaridad de grupo frente a amenazas globales.


miércoles, 26 de marzo de 2025

Durante le pandemia se escribieron libros

 


Durante la pandemia hubo gente que leyó libros. Incluso que los escribió. Una figura mixta fue la de quien leyó libros para después escribir a partir de ellos. He visto bastantes casos. Lo común es leer libros afines, los que confirman nuestra visión del mundo. El problema es que, si te pones a escribir sobre esos libros, tienes muy pocas cosas que decir, porque lo normal es que repitas como un papagayo. Lo ideal es leer libros que remodelen tu visión del mundo mejorándola. No pido que leas libros que estén en tus antípodas, que den un revolcón a lo que piensas. Poca gente lo hace. Normalmente tildamos de extremistas a quienes no sintonizan con nuestro modelo de mundo, si bien, es cierto, que no nos gusta que, en reciprocidad, nos tilden a nosotros de lo mismo, de extremistas.

 

Un modelo que he visto repetido es este. Seleccionas un conjunto de libros que están en el aire. Alguno tiene un punto de vista original. Otros, los más, no tienen nada que decir, pero manejan conceptos y posiciones que concuerdan con el mainstream: un vocabulario, un campo semántico. Tomas nota, alguna cita. Y haces un plan de trabajo; una introducción y unas conclusiones, y, en medio, unos cuantos capítulos, cada uno de los cuales ha tenido como punto de partida uno de los libros que has leído. Un epígrafe abre cada uno de ellos. Desarrollas cada capítulo tomando las ideas del libro en cuestión como punto de partida, sin que se note demasiado que tú has aportado poco, citas al autor y el título de su libro por si acaso te acusan de plagio. El autor en cuestión estará contento porque lo has citado y hecho constar en la bibliografía.

 

Lo más común si se trata de un ensayo que trata los temas del día es que dediques un tema a la inmigración, otro al cambio climático, uno más a la cuestión de género, a la homofobia y a los modelos familiares alternativos, otro a la memoria colectiva, otro más a la inevitable globalización y a la hibridación cultural. Conviértelo en problema: tensiones identitarias, flujos migratorios, choques raciales, intergeneracionales y de género. Y que no falte una reflexión sobre la ilusión de la identidad y otra, si el libro está escrito desde Cataluña, sobre el nacionalismo concebido como un sistema dinámico que combina tradición y creatividad y bien situado 'en el contexto de una ética cosmopolita que busca reconciliar las diferencias en un mundo globalizado'.

 

El objetivo es que el conjunto del libro parezca una reflexión sobre pautas de política cultural. En algún lugar central has de hacer referencia al mercado y la lógica neoliberal, a cómo la mercantilización de la cultura ha reducido su valor en términos de utilidad económica y cuantificación. Antes o después has de dejar claro que cualquier política cultural ha de formar ciudadanos críticos capaces de repensar los valores dominantes, con el objetivo, ¡ay!, ‘de perfeccionar al ser humano y a la sociedad’. Si estableces diferencias entre vieja y nueva política, entre cultura elitista y cultura popular, y además nombras a algún miembro destacado - y detestado - de aquella, si confrontas individualismo y colectividad y repites varias veces la palabra 'común' y si, además, conoces a alguno de los miembros del jurado o a alguien que los conoce, tienes muchos puntos para que, si te presentas al Premio Nacional de Ensayo, seas un firme candidato para obtenerlo. Pongamos, el de 2023.

 

miércoles, 5 de marzo de 2025

Los hechos de Key Biscayne y Mis días con los Kopp

 


 

Dos hilos van componiendo la textura de la segunda novela (2024) de Xita Rubert, Los hechos de Key Biscayne. Del primero, el umbilical, va tratando la narradora de desligarse. Hay frases que denotan la voluntad de alzar el vuelo como ave primeriza. Sitúa los meses en los cayos de Florida, adonde la llevó el padre desde Harvard, como el momento en que comenzó a ver el mundo desde lo alto, desprendida del imán paterno. Un padre respetado y agasajado en el mundo académico y político, pero de una debilidad extrema cuando se trata de proteger y educar a sus hijos, como si la pantalla académica le liberase de cualquier responsabilidad terrenal.

 

El otro hilo, relacionado con el primero, trata de la construcción de la personalidad de la narradora. La narradora es adulta cuando escribe, pero se pone en el lugar de la niña de 12 años para contar lo que ocurrió en Key Biscayne. La bondad de la novela que ha de apreciar el lector, como apreció el jurado que le dio el premio Herralde, transmite la confusión de la niña ante lo que sucedió. La narradora se refiere a los hechos sin describirlos, dando vueltas alrededor. El lector comprende que hay algo oscuro en lo que ocurrió: niñas, fotografías, desnudos y hombres. (“Casi todos los amigos de mi padre, para hablar claro, eran «de esos hombres”).

Hay momentos en que logra transmitirnos las nieblas de una mente en formación y otros en los que la imprecisión se apodera de un relato confuso.

 

“Incluso vuestro apellido he alterado, no para que nadie os encuentre, sino para deshacerme yo misma, y en vano, de imágenes contradictorias y sentimientos encontrados. Recordaré –alteraré– siempre lo que sucedió”.

“Y aunque sea cierto que mi padre tenía varios amigos pervertidos –sobre todo los académicos «humanistas» y los médicos en misiones «humanitarias…”

“De pequeña, a menudo fui el misil del conejo. Aparte de su hija, amiga, acompañante. Y, cuando cumplí los dieciocho y él enfermó, su madre y su mujer. La reina coneja”.

 



" Solo así, en supremo control de mí misma, pude cogerme a la barandilla, subir la escalera sin tropezarme. El ruido de fondo silenciaba los tacones repicando contra cada escalón, pero yo los oía como un estruendo doloroso, merecido. Llegué a la cima, mareada o no, sola o acompañada, eso daba igual: daba igual porque nadie miraría, o escucharía, no solo en aquellas circunstancias, sino aunque las circunstancias hubiesen sido otras".

 

 

Mis días con los Kopp (2022) me parece la mejor novela del ciclo. Hay una narradora que recuerda, en el momento del final de la adolescencia (17 años), un suceso cuando ella y su padre fueron invitados por una pareja de 'sabios' británicos a la entrega que se les hacía de uno de los premios Príncipe de Asturias. La narradora, con menos brumas que en Los hechos de Key Biscayne, aunque también recordados en la distancia por una narradora adulta, pues se trata, ya no de una púber, sino de una posadolescente, domina mejor la técnica narrativa y, aunque narra en primera persona, deja de vez en cuando una señal en la que se dirige a Sonya, la esposa británica y madre de un hijo con una enfermedad desequilibrante.

 

"Las palabras son secundarias porque solo son útiles, no necesarias. Matizan lo que nace, pero no dan a luz. A luz damos tú, y yo , y lo que nace es nuestro cada día , y aún no lo puedo nombrar"

 

La buena narradora que se intuye detrás de estas dos novelas tiene en esta varios centros de atención, el despertar de la adolescente a la vida adulta, el padre sabio y no del todo capaz para la vida cotidiana ("Mi padre , ya digo , era un poco cobarde: no deshilachaba la realidad cuando le traería consecuencias indeseadas"), al que recuerda en el periodo justo anterior a caer en la demencia, y el personaje hijo de los británicos, Bertrand, un humano inquietante que no se sabe qué hacer con él: los padres quieren hacer pasar su desequilibrio por una performance del artista escultórico que, supuestamente, hay en él; para el padre de la narradora y para ella misma un 'objeto humano' de difícil clasificación y trato, únicamente 'tranquilizado' gracias al orfidal, medicamento que comparte, por cierto, con el padre de la narradora.

 

Cuánto de verdad real hay en el relato es difícil de establecer. Cabría pensar en un paralelismo entre Bertrand y el hermanastro de la su atora, hijo de padre, que aparece dibujado en la novela de la madre de ella, una arriesgada suposición en todo caso, pero verosímil. La autora construye con todo ello el marco en el que su conciencia le dice que está dando el paso a la edad adulta, la pérdida de un mundo con significados múltiples a otro donde la nitidez de los sucesos y personalidades desencanta el mundo, lo hace previsible y menos interesante.

Ambos libros reflejan una realidad transfigurada que responde al mismo movimiento, el autoconocimiento, de las sombras de la infancia al despertar adolescente - excitación y rechazo, amor y asco -, y de esta a la luz cegadora del adulto indefenso, de pronto solo ante la inabarcable complejidad del mundo.


lunes, 3 de marzo de 2025

Madre e hija novelan

 


 

Dos generaciones distintas, madre e hija, con años de diferencia, han obtenido sendos premios con eco relativo en la prensa cultural. Relatan la historia íntima, con nombres cambiados, de una saga familiar cuyo protagonista fue un prócer de renombre. El personaje es reconocible. Xavier Rubert de Ventós fue en su juventud un filósofo de la sensibilidad, al que mi yo joven leyó y subrayó con admiración, y en su edad provecta senador y europarlamentario, primero en las filas del PSC y en su última etapa entregado irracionalmente al independentismo, aunque se justificaba diciendo que era independentista no nacionalista. Fue catedrático, escribió y conferenció a un lado y al otro del Atlántico. De su etapa catalana, escribe su segunda ex, la poetisa Luisa Castro en La segunda mujer. De un breve periodo en los cayos de Florida, escribe la hija de ambos, Xita Rubert en Los Hechos de Key Biscayne, y de otra aventura con el padre en Mis días con los Kopp. De su etapa como senador el mismo escribió un libro con título algo pomposo, El cortesano y su fantasma, y uno más íntimo que no he leído, Demonios íntimos. No sé si alguien alguna vez completará la saga: otra amante despechada, el hijo artista o algún biógrafo entretenido en la vida muelle y algo excéntrica de uno de los miembros de la burguesía catalana.

 

No es de extrañar que el premio Biblioteca Breve (2006) se lo concediese a la madre una burguesía a la que, aunque no sale indemne de la novela, le gusta figurar y no le importa que se revelen sus cuitas porque forman parte del hecho diferencial: diletantes y despectivos, tan engreídos como distantes, y fundamentalmente clasistas, a quienes nunca se les acaba de pagar lo que se les debe. El premio Herralde (2024) a la hija se lo concede una burguesía más reciente, los hijos o nietos, que, en nombre de aquellos, se colocaron en casi todos los partidos del espectro para seguir secuestrando el espacio público con intimidaciones en las que sustentar su poder, mediante una alianza frágil, pero duradera con los restos del socialismo madrileño y andaluz y seguir bebiendo del bote.

 

En la novela de la madre se describen los lugares de la burguesía posfranquista en la zona alta de Barcelona y el Ampurdán, una burguesía que se benefició de Franco y de la transición, y, recientemente, del amago independentista, que nunca vio la independencia como un acto a realizar, sino como amenaza para obtener más rápidamente los beneficios que de cualquier modo esperaba obtener, una burguesía en pantuflas y boatiné, que se imaginaba en la misma liga que la de París o la Toscana y que mira con desprecio a todo lo que hay más allá del Ebro. En los libros de la hija, aquella burguesía se pone al día, es viajera y presuntamente cosmopolita, se codea con los grandes de este mundo y se desvelan sus miserias.

Si el libro de la madre podría servir para componer un ensayo sociológico sobre el ecosistema del Ampurdán, en el de la hija se bosquejan tipos psicológicos de su descendencia.

 


domingo, 2 de marzo de 2025

Los finales del mundo

 

 


Leyendo en Los finales del mundo los ciclos de vida y extinción, seis grandes extinciones a las que siguieron brotes extraordinarios de vida, uno se admira de que la Tierra, la vida en la Tierra, haya tenido una racha tan inexplicable y casi milagrosa de buena suerte.

En 1997 el Hale-Bopp, un cometa, atravesó la tierra. Cuadruplicaba el que cayó en Chicxulub - el K-T,  y con una ligera variación en su trayectoria, si hubiese impactado sobre la tierra, ahora mismo ni tú ni yo estaríamos aquí. Pudo ser un asteroide, un episodio de vulcanismo exacerbado una explosión de supernova o una descarga de rayos gamma, en todo caso subestimamos la frecuencia de una catástrofe con capacidad de extinguir la vida por completo. Cuza los dedos.

Sólo empezó a haber vida compleja - organismos pluricelulares - en la tierra hace unos 550 millones de años. Durante la mayor de la historia anterior, antes del Cámbrico, no hubo, durante 3.000 millones de años, más que bacterias y arqueas. Cien años después, tras la llamada explosión de vida del Cámbrico, se produjo la primera extinción, la de finales del Ordovícico (hace unos 443 millones de años), causada por una combinación de factores: una glaciación masiva, la Tierra como una Gran Bola de Nieve, que provocó una disminución del nivel del mar, seguida de un rápido calentamiento global, en cuyas aguas someras vivían el 85% de las especies que desaparecieron: trilobites, braquiópodos y graptolites.



Algo menos de otros cien millones años después se produjo la segunda gran extinción, la del Devónico (hace unos 359 millones de años), por otra combinación de factores: de nuevo una glaciación y una anoxia oceánica (falta de oxígeno en los océanos) debida a la diversificación de las plantas terrestres, que pudo haber alterado la química de los océanos. Volvió a desaparecer casi toda la vida marina, el 82% de las especies: corales, braquiópodos, placodermos (peces acorazados), peces con aletas lobuladas y los primeros anfibios que salían a tierra.

Otros cien millones de años después (hace unos 252 millones de años) llegó la extinción del Pérmico, llamada "La Gran Mortandad", la mayor extinción de la historia. Una suma de erupciones volcánicas masivas que liberaron grandes cantidades de gases de efecto invernadero, y quizá el impacto de un meteorito, acabó con el 96% de las especies marinas y el 70% de las terrestres: Los terápsidos (reptiles parecidos a mamíferos) y los sinápsidos dominaban la tierra. Tiburones y peces óseos, arrecifes de coral y braquiópodos y anfibios en tierra. La vida tardó millones de años en recuperarse. 

 


La extinción de finales del Triásico (hace unos 201 millones de años) parece que se debió a erupciones volcánicas masivas asociadas a la fragmentación del supercontinente Pangea, con cambios climáticos y acidificación de los océanos. Se extinguieron alrededor del 76% de las especies: arcosaurios no dinosaurios y grandes anfibios terrestres; y en los océanos: reptiles marinos, como los ictiosaurios y los plesiosaurios.

Hace solo 66 millones de años se produjo la última gran extinción la del Cretácico. Cuando los dinosaurios dominaban la tierra y los reptiles marinos los océanos, cuando las plantas con flores se diversificaban y el clima era relativamente cálido, un gran asteroide, conocido como K-T, impactó en la península de Yucatán, México, provocando un invierno global y la extinción de los dinosaurios no aviares, entre muchas otras especies. Probablemente, en el mismo periodo hubo grandes erupciones volcánicas. Se extinguieron alrededor del 76% de las especies. La extinción de los dinosaurios dio paso a la diversificación de los mamíferos.




Peter Brannen añade un último evento de extinción entre hace 50.000 y 10.000 años, al final del Pleistoceno, que afectó a la megafauna terrestre, grandes mamíferos como mamuts, mastodontes, gliptodontes y tigres dientes de sable. Brannen apunta dos hipótesis, las fluctuaciones climáticas tras la última glaciación y la caza tras la expansión del Homo sapiens por todo el planeta. Lo que ocurrió en el Pleistoceno es una advertencia sobre lo que puede estar ocurriendo en la actual crisis de biodiversidad.

Escribe Peter Brannen que solo que la Tierra Bola de Nieve hubiese sido un poco más extrema, que la actividad volcánica del Pérmico hubiera sido un poco más intensa o el meteorito del K-T hubiese sido un poco mayor no estaríamos aquí para contarlo. Cada vez hemos escapado por los pelos. Sin embargo, no será siempre así, a medida que el CO2 se vaya hundiendo como caliza en el océano y el sol aumente su brillo la superficie de la Tierra irá convirtiéndose en un lugar inhóspito y estéril, en un proceso inverso a como la vida apareció en la tierra, desapareciendo los organismos pluricelulares, los eucariontes y los procariontes, sin que ningún signo de vida quede en la tierra.

No sé si esto se llama esperanza, pero en la inmensidad del universo habrá planetas, unos pocos, con mucha suerte en los que se habrá desarrollado la vida. Serán excepcionales, rarísimos, existirán, aunque nunca sabremos de ellos ni ellos de nosotros. 

 

 

miércoles, 26 de febrero de 2025

El mundo tendrá un fin

 

 


Leo al mismo tiempo, combinando la lectura, Breve historia de los agujeros negros, de Rebecca Smethurst, y Los finales del mundo de Peter Brannen. El primero sobre la extinción del universo y el otro sobre el origen y la extinción de la vida. Y yo aquí, como lector, en este instante, como si 'instante' tuviese consistencia, pero sí, será un soplo, un soplo con autoconciencia.

 

El agujero negro en el centro de nuestra galaxia, Sagitario A*, tiene una masa de 4 millones de soles, un peso pluma si lo comparamos con el de M87, ni más ni menos que 6.500 millones de veces el sol, de quién tenemos, por ahora, la única fotografía de un agujero negro, pero es que el llamado TON 618, el más grande conocido, llega a 66.000 millones de veces la masa del sol. Monstruos inimaginables. Lo curioso es que pueden haber llegado al límite de su tamaño, por encima del cual no crecerán porque ya no queda materia a su alrededor que cruce el llamado horizonte de sucesos. Entonces, si no hay material a su alrededor, no hay luz que podamos observar y saber que existen. Se dice negros porque no dejan escapar la luz. El universo está lleno de esos monstruos que nunca llegaremos a conocer.

 

Si ya no hay materia que los acreciente, entonces comenzaría lo que se llama la radiación de Hawking: comenzarían a desvanecerse en un lento proceso, mucho más lento que los 13.800 millones de años que lleva de existencia el universo, y que se asemejaría a la eternidad, hacia un universo frío, algo así como una muerte energética. Eso si el llamado parámetro de densidad no es superior a uno, porque si lo es, entonces, al final de los tiempos, muy muy lejanos, el universo se contraerá en un Big Crunch dando lugar al mayor de los agujeros negros imaginables, una singularidad que contendría todo el universo y que podría dar lugar a un nuevo Big Bang.

 

Un agujero negro es una singularidad, donde las leyes físicas conocidas dejan de operar. No sabemos qué ocurre en él. No sabemos qué ocurrió, qué puso en marcha el Big Bang. Los físicos solo pueden teorizar sobre él una vez ya ha comenzado. Si te interesa el tema de estos monstruos astronómicos, el libro de Rebecca Smethurst es tu libro.