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sábado, 28 de junio de 2025

La acompañante

 


 

Ante tanta serie más que banal mala, un recurso de estas tardes luminosamente largas es acudir a la lista de las películas más valoradas de este mediado 2025. No quiero desengancharme de este tiempo. Aunque revisito de tarde en tarde los clásicos, mi afán por conocer y estar al día me lleva a perseguir las novedades. 

 

El mayor valor de La acompañante, ahora en HBO, es la sorpresa al poco de iniciarse la película. No voy a desvelar, por tanto, en qué consiste. Tiene que ver con un futuro no demasiado lejano en que la vertiginosa tecnología nos cambia la vida. Hasta cierto punto parece una continuación de Her, la película de 2013 que nos tomamos a broma. Y, más atrás, de Tamaño natural, 1974, aquella película francesa del crepuscular Berlanga. Y también de Blade Runner, de 1984. Y muchas más, pero no quiero hacer una lista. 

 

La acompañante se presenta en forma de comedia que va adquiriendo tonos negros, pero sin cargar nunca las tintas. Hay amor, hay codicia y hay muertes, lo propio de las películas de entretenimiento. La película no se pone reflexiva, pero deja en el aire unas cuantas preguntas. La tecnología está llena de promesas, la que más la de satisfacer el deseo inconstante de los hombres. Deseamos, queremos satisfacer nuestro deseo, pero nos atemoriza.

 

Somos fruto de millones de años de evolución, agregados de distintas ramas. Somos naturaleza. Constatamos el comportamiento impredecible de los miembros de nuestra especie. Por principio, los objetos que producimos deberían responder a un plan, a unas reglas: son obra nuestra. Sin embargo, desde que Mary Shelley imaginó la criatura del doctor Frankenstein anida en nosotros el temor.

 

No te informes sobre la película antes de verla. Déjate llevar. Las reflexiones que te hagas después de verla serán más interesantes que las que la propia película se hace, al fin y al cabo es una comedia.

 

 


miércoles, 14 de mayo de 2025

Daaaaaalí!

 


Para los que llegamos a tiempo de conocer a Dalí, lo que nos sorprendía no era su obra, sino su peculiar personalidad. La tele lo perseguía por su excentricidad. Más tarde pudimos comprobar su buena mano para el dibujo y la pintura, su imaginación para conseguir imágenes llamativas, a veces impactantes, también su genio unido al de Buñuel para producir escenas perdurables en el cine. La obra de Dalí está en los museos, en el Reina Sofía y en otros y en el muy personal de Figueres. Sin embargo, por muchos que sean sus visitantes, será un público minoritario el que aprecie la contribución artística de Dalí al surrealismo. Poca gente habrá visto Un perro andaluz.

Solo gracias a testimonios secundarios conocemos la personalidad de los genios del pasado. De Dalí tenemos fotos y audios, también imágenes de tele y vídeo. Puede que su principal creación sea él mismo, su personalidad pública. Una personalidad construida para chocar con las convenciones. Se mostraba como radicalmente otro, como un islote que quería ser inaccesible, pero, al mismo tiempo, una marca registrada para producir dinero. André Bretón, para referirse a él, como crítica, acuñó la expresión 'Avida Dollars', un anagrama de 'Salvador Dalí', y que este hizo suyo, feliz de haber encontrado el modo de hacerse rico con su a veces estrambótica personalidad.

La película francesa Daaaaaalí! rescata esa personalidad. No es un documental sino una ficción sobre ella. Distintos actores lo interpretan intentando captar su excentricidad. Hay unas cuantas imágenes que quieren captar el espíritu surrealista de sus obras, pero como toda copia no tienen mucho interés. Lo interesante es el personaje y ahí aciertan. Hay momentos cómicos que me han hecho reír como hacía tiempo que no lo hacía.

Se han puesto de moda las películas sobre humoristas. Algunas son buenos productos como la dedicada a Eugenio (Saben aquell, de David Trueba), pero en general suelen ser penosas como la infumable serie dedicada a Gila. Daaaaaalí! trata a Dalí como un humorista y no yerra en ello.


sábado, 11 de enero de 2025

Vidas perfectas



 Alice (Jessica ) y Celine (Anne Hathaway) son dos buenas amigas a las que un desgraciado accidente conduce a un enfrentamiento mortal. Como en los melodramas de Douglas Sirk aquí hay culpa, sospecha y paranoia, pero, aunque la acción se sitúa en los años en que el melodrama triunfaba, falta todo lo demás: el blanco y negro, en todo caso el tecnicolor, es sustituido por colores brillantes sin sombras, en todo se ve el pastiche de la simulación, el fuera de época, el desgarro de las actrices de entonces: Bárbara Stanwyck, Joan Crawford o Bette Davis. A su lado Chastain o Hathaway parecen insípidas. 


Pero no es su culpa, sino de quienes han pergeñado esta película. Si quieren ver cómo se hacen melodramas modernos, adaptados a nuestra época, que vean las películas de Todd Haynes (Carol, Mildred Pierce, Lejos del cielo o la, reciente Secretos de un escándalo).


A medio camino entre el melodrama de los 50 y el telefilm familiar de la tarde del domingo, esta película malogra el duelo filmico entre dos buenas actrices que aquí se estampan contra un guión fuera de contexto.

domingo, 7 de enero de 2024

La sociedad de la nieve

 



Llueve, después de meses sin caer gota. No lo hace con intensidad, pero sí lo suficiente como para dispersar a la multitud reunida en las calles para recibir a los Magos de Oriente. Ahora que los niños ya duermen con la ilusión de ver materializado su sueño cuando se despierten es buen momento para ver con el volumen no muy alto La sociedad de la nieve (Netflix).


Todo el mundo conoce el suceso. Y algunos lo habrán contado a sus hijos con la voz queda, quizá ocultando lo principal, que unos hombres para sobrevivir, después de que el avión en que viajaban de Uruguay a Chile se estrellara contra la montaña en los Andes, tuvieron que hacer antropofagia. La sensibilidad cambia con el tiempo, la narración de los hechos, las restricciones morales. El cuento que nos cuenta J. A. Bayona es muy de nuestra época: es la solidaridad y la cooperación las que en una situación límite, catastrófica, nos salva. Todos, hombro con hombro, unidos, disolviendo discrepancias, entregando si hace falta el propio cuerpo en el empeño, conseguiremos el objetivo de salvar al colectivo. De los 45 que tomaron asiento en el avión, en Montevideo, tras el choque contra la tormenta de nieve y las rocas invisibles de los Andes, más de la mitad murieron. Otros seguirían muriendo por las bajas temperaturas de la noche -hasta -40º-, por la falta de alimento, por las heridas imposibles de curar; 16 sobrevivieron. En la película a pesar del drama los supervivientes mantienen largas conversaciones sobre la vida, las creencias, la organización social. Los liderazgos cambian, buscando las mejores opciones para sobrevivir, ponderando la voluntad de resistencia y la unión que harán el rescate sea posible.


El relato de la época, cuando en 1972 las noticias, los reportajes, las imágenes, los libros dieron cuenta del suceso, la perspectiva era diferente. Unos hombres que no habían muerto en el accidente de un avión en los helados Andes practicaron el canibalismo, comieron carne humana para sobrevivir durante 2 meses y medio. El canibalismo ha sido y sigue siendo tabú; ahora lo dulcificamos hablando de antropofagia. Leemos con horror que un psicópata ha matado a su amante, que lo ha descuartizado y guardado en el congelador y se lo ha ido comiendo. De vez en cuando aparecen noticias como esa, poco comentadas o solo de pasada, horrorizados. Lo que antes era indecible, apenas imaginable, el mayor de los horrores, con el paso del tiempo, a través de historias reales y tramas en películas y series hemos ido aceptando que eso es posible, que hay hombres que por medio de rituales o por accesos de locura se han comido a otros hombres. La película de Bayona da un paso más: comerse a otros hombres es tolerable si eso sirve a la salvación de los propios hombres.


No se ve en la película el descuartizamiento, apenas una escena de unos hombres que tras un montón de nieve operan sobre los cuerpos muertos. Tampoco se ven pedazos grandes sino trocitos de carne, menudencias con huesos que se llevan a la boca, no sin antes construir el discurso de su necesidad, la repugnancia salvada, el bien superior de la vida a la prohibición de comer carne humana, convencidos al fin, con juramento público de por medio, de que en caso de muerte se utilice el propio cuerpo para alimento de los demás. En el mismo discurso en que se alega la inutilidad de la plegaria a Dios se reconstruye la última cena en la que Cristo entregaba su cuerpo a los hombres para su salvación: la ofrenda colectiva en la que cada uno dispone que, en caso de muerte, su cuerpo sea entregado como alimento a los demás.


Más allá de las habilidades técnicas, de lo verosímil de la reconstrucción del accidente, de la entrega de los jóvenes actores, el relato de Bayona funciona porque es un calco del relato dominante: la catástrofe en el horizonte, la cooperación, la obediencia por el bien común y de modo tácito, sin verbalizarlo, lo inconcebible de que alguien se oponga. Bayona cuenta con la ventaja de un público dispuesto.


La voluntad de ordenar una tragedia en un relato con un sentido edificante es lo que hace de La sociedad de la nieve una película de palomitas. Por eso se ha estrenado en periodo navideño. Podía haber sido otra cosa, pero a J. A. Bayona solo le interesa el espectáculo. Es una opción tan válida como otra cualquiera, pero estaría bien que alguien advirtiese al espectador que lo que va a ver no es lo que sucedió exactamente, sino un relato.



La película de 1993, Viven (Alive!), era mucho más valiente. No sólo se ven los enfrentamientos entre los supervivientes, el tema central es la antropofagia no la cooperación solidaria de Bayona. Hay crudas escenas en las discusiones y en el sacrificio de los cuerpos muertos. Se puede ver en Movistar. Aún así, comentándola, Nando Parrado, uno de los dos que salen del grupo, cuando las condiciones atmosféricas mejoran, para pedir el rescate, atravesando montañas y valles, algo que sale en unas pocas escenas en ambas películas, decía en una entrevista:


"La película es un picnic al lado de lo que vivimos, es una excursión al campo. Ahí no se ve el frío, la sed, la muerte ni el sufrimiento, pero bueno...pienso que exactamente como pasó hubiera sido imposible de filmar y hubiera sido imposible de ver... Yo siento que mucha gente la ve de una manera casi romántica. ‘Qué bárbaro! Estos chicos, todos jóvenes, todos amigos, se les estrelló el avión, cruzaron la cordillera y se salvaron.’ La verdad fue mucho más terrible de lo que cualquiera pueda imaginar. Si hoy no tuviera la familia que tengo, preferiría no haber nacido antes que pasar por todo eso"



miércoles, 20 de diciembre de 2023

Leave the World Behind (Dejar el mundo atrás)

 


Más allá de unas cuantas frases que pueden llamarnos la atención sobre lo horribles que son los demás (Julia Roberts en un papel que uno no esperaría) o sobre lo que un adulto le haría a una chica joven, aunque fuese negra, pronunciadas -una directamente, la otra poniéndola en la mente de un hombre blanco- por las dos mujeres que en esta película, algo teatral, hacen el papel de gruñonas maledicentes, a contrapelo del bien pensar dominante, no hay mucho más en esta peli del creador de la serie Mr. Robot (todo en Netflix), para muchos resultona, porque los temas que se sugieren, solo están apuntados: el racismo latente, la sexualización de la mente cotidiana, la diferencia de género y de estatus social, y el más marcado aniquilador individualismo, como envoltorio para dar lustre a una película cuyo tema central, el miedo a la catástrofe civilizatoria, tampoco está desarrollado, porque, por encima de todo, de lo que se trata es de hacer una película limpia, brillante, bien encuadrada e interpretada, con unos cuantos efectos más o menos sorpresivos a lo largo del metraje, de modo que el espectador asienta agradecido y sonriente por esas frases sueltas que ironizan sobre esos temas que nos preocupan, nos aburren o nos atemorizan, sin tener que poner nada de su parte, pero entretenida de ver, eso sí.


miércoles, 29 de noviembre de 2023

El templo (Sanctuary)

 


Alerta Jonathan Haidt de que los jóvenes se están retirando del mundo real, de su falta de socialización. Refugiados en los dispositivos digitales no hacen vida social o menos que antes. Al mismo tiempo los demógrafos constatan la caída de la natalidad. Y, en España, por primera vez, nacen más niños de madres solas que de parejas. Aunque desde otro punto de vista, esta película americana, El templo (Sanctuary), sigue en la línea de desorientación creciente de los jóvenes que acaban la juventud sin estar listos para entrar en la edad adulta, como comentaba a propósito de la española Una vida no tan simple.


Delante de la cámara sólo hay dos actores para representar una serie de escenas en las que juegan a dominio y sumisión. Una mujer es contratada para que haga de dominatrix por un joven cuyo padre acaba de morir y que está a punto de ascender a la cumbre de la empresa familiar. El guion es teatral y reúne a los actores en un espacio prácticamente único, una suite de hotel. En sucesivas escenas se pone en juego la tensión entre el hombre y la mujer, entre la dominadora y el dominado, con la intención de que el hombre se haga hombre, saliendo de un sentimiento de inferioridad en el que su padre lo postró. Necesita ser entrenado para mandar. Hay giros argumentales, por momentos es difícil saber cuando termina el juego, y el contrato, y cuándo vuelven a la vida real, haciendo indistintas la ficción y la realidad. ¿Está la mujer instruyéndolo o dominándolo? ¿El juego sexual de la dominatrix forma parte del contrato o es una táctica para someterlo? ¿Estamos viendo un caso particular de juego sexual o una metáfora del ascenso social de la mujer, del dominio de la mujer sobre el hombre, del retiro del hombre hacia la indigencia emocional?


jueves, 23 de noviembre de 2023

Una vida no tan simple

 



Hay tantas plataformas de streaming -imposible suscribirse a todas- que por lógica se te pasan películas que merecería la pena ver y comentar. Eso me ha ocurrido con esta película de Félix Viscarret (en Movistar). Siempre me ha intrigado la edad que va los 30 a los 40. Cuando los pasé y miré hacia atrás no me veía a mí sino a los que eran más jóvenes que yo, porque mientras los vivía no fui consciente del desconsuelo que acompaña a esa edad. Como huérfanos, esa era la impresión y sigue siendo cuando los veo, entre desconsolados y desamparados. Ya no son jóvenes pero tampoco adultos del todo; una edad indefinida. El problema es que esa indefinición siga para toda la vida. El filósofo Javier Gomá dice que la infancia y la juventud son las dos etapas decisivas para la formación de la personalidad. Los primeros vivieron una infancia feliz y tendrán una personalidad en armonía con el entorno; los segundos viven ensimismados, en conflicto con el entorno. Creo que es entre los 30 y los 40 cuando se produce esa bifurcación. Como un cascarón en medio del mar, unos dejarán que les lleve adonde sea, los otros querrán tomar el timón para llevarlos no se sabe dónde.


En su película Viscarret pone en juego a unos cuantos personajes de esa edad. Tienen niños, algunos están separados, otros casados, otros todavía no. En su mente juega la química que salta de la libre divagación a la atracción, de la irresponsabilidad al desorden emocional. En contraste se han comprometido o están en trance de hacerlo, casarse, tener niños. Esa dialéctica les lleva como almas en pena, sin ángel de la guarda que les guíe. Viscarret les muestra y, esa es su mejor virtud, sin tomar partido, sin juzgarles. Se sienten atraídos por otros como ellos o más jóvenes, caen en tentaciones, rompen compromisos, pero el espectador, al menos yo, no siente ninguna atracción por ellos. Entre todos, hay un personaje que se me ha quedado colgando en la mente. Una mujer separada con niño, que de vez en cuando se encuentra, a la salida del cole, con otro padre, el protagonista, y empiezan a coquetear mientras los niños juegan en el parque. El rostro de la mujer parece un mapa inmutable, de cera, como si por él no corriesen emociones. Los diálogos que mantienen son los que uno ha advertido en esa gente, de una profundidad insustancial. Ella está preocupada por las ondas electromagnéticas que se concentran sobre todo en la cocina, sobre cómo protegerse de peligros inasibles, microondas, alimentos tóxicos. Todo eso llega a obsesionar al protagonista que termina adoptando conductas irracionales por su influencia.


El asunto principal del que no habla Viscarret pero que está presente durante toda el metraje es el de la responsabilidad. Eludirla o asumirla. Algunos superan la etapa y se comprometen, otros eluden el compromiso y lo sustituyen por pequeñas convicciones, muchas de ellas irracionales, para no enfrentarse a lo importante, el trabajo los hijos la familia. Lo que no saben, porque no han tenido la experiencia, es que después de esa edad empiezan a rodar sin freno, como en un tobogán.



viernes, 21 de abril de 2023

Un beau matin

 



Ahora que la primavera está en su apogeo nos gusta salir a la calle, pasear, charlar en una terraza con amigos, impregnarnos del ímpetu de la naturaleza. Como el sol que amanece y desaparece en el atardecer, la vida del hombre forma un arco. Hay unas horas centrales de plenitud. Hemos ido ensanchando esas horas, vivimos más, disfrutamos más que nunca, el trabajo es menos oneroso, pero aunque somos más fuertes contra las enfermedades estas no desaparecen. Hay una humanidad que sigue haciendo ofrendas al sol, pero hay otra que esconde su dolor en la oscuridad. Sandra (espléndida Lea Seydoux) es una mujer que está en su plenitud: es una joven madre atractiva, vigorosa, exultante. Aunque su piel es blanca la luz redondea sus formas, pero la sonrisa no le acompaña. Como todos a cualquier edad , Sandra piensa, en el inicio de sus cuarenta, que ya es demasiado mayor, que la vida se le escapa. Su padre, un profesor de filosofía, tiene una enfermedad neurodegenerativa, la enfermedad de Benson. Sandra asiste impotente a su ruina mental, a su traslado a distintas instituciones hasta apartarlo en una residencia de ancianos donde todos son mayores que él. Sandra tiene un amigo del que se enamora apasionadamente. El amor es mutuo. Durante una temporada son felices. Se besan, intercambian fluidos, el gozo de los cuerpos fundidos. Pero su amigo está casado, tiene familia, una hija, como ella, y no es capaz de dejarla para iniciar una familia nueva con Sandra.


La vida florece y se marchita. Nadie es inmune. La cerveza en la mano, la charla con los amigos, el paisaje que contemplamos desde lo alto de un monte, el cuerpo apretado de nuestro amante contra el nuestro son momentos fugaces que luego contemplamos en el recuerdo con melancolía. ¿Cuánto dura la vida verdadera? ¿Cuánto la decadencia?


El padre de Sandra llevaba un diario en un cuadero titulado 'Un beau matin'. Sus últimas anotaciones eran únicamente la fecha del día, la escritura se iba degradando hasta convertirse en garabato. Cuando aún estaba lúcido dejó escrito que lo que se le hacía insoportable era no poder seguir leyendo, pues esa era la actividad a la que dedicaba la mayor parte de su tiempo, leer. Ahora cuando habla con su hija su discurso es inconexo, la realidad huidiza, su mente niebla.


La película está montada con ese estilo tan francés de 'les tranches de vie', los retazos de una vida: un mosaico de pequeñas escenas que en conjunto pretende organizar el sentido de una vida, una vida que no parece tenerlo. Cuesta aceptarlo pero no hay más que momentos fugaces rodeados de enfermedad y pena. Ve a verla, el placer del reconocimiento.




martes, 14 de marzo de 2023

Everything Everywhere All at Once




 Cada año se producen películas muy superiores a las premiadas en los Oscar. Dos veces me he puesto con la peli que se ha llevado la parte del león de los Oscar de este año, Everything Everywhere All at Once, una, la original subtitulada y la otra doblada al español. En ninguna de las dos he conseguido llegar hasta el final. Se supone que es una película concebida para el gran público, pero qué público es ese. Si nos quedamos con las películas más populares de este año, he visto, por ejemplo, Babylon y Top Gun: Maverick, esta dos veces. Con las dos he disfrutado y yo diría que Babylon está entre las grandes películas del año. Everything y Babylon, a su modo, son excesivas. Pero si en la primera el exceso no conduce a nada memorable, un montaje acelerado a tono con la época del tik tok, de una banalidad que, literalmente, duerme, como a mí me ha ocurrido las dos veces, en Babylon hay creatividad de la buena, se burla con inteligencia y buen humor de aquello que toca, el mundo del Hollywood en el paso del cine mudo al sonoro. En Everything todo es convencional, el contexto familiar, la corrección política, las actuaciones, el aburridísimo guion; Babylon se dirige a tu inteligencia y a tu sentido del humor, a veces llega, quizá, al humor chocarrero pero el espectador se lo perdona porque es una burla inteligente; los actores están soberbios sobre todo Margot Robbie, que debería haberse llevado el premio muy por encima de Michelle Yeoh.


¿Por qué los 9.000 votantes de la llamada academia del cine de Hollywood la han preferido por encima de todas las demás? Si ese es el cine que viene es posible que los productores se ganen a los jovencitos tiktokeros, pero perderán a todos los demás. Es la película más banal que he visto este año, una nadería, una película que es al cine lo que los populismos están siendo a la política.



jueves, 2 de marzo de 2023

Modelo 77

 


Qué decepcionante Modelo 77. Cómo se queda a medio camino entre la película documental y la de entretenimiento; no sirve ni para ilustración de quienes no conocieron la época del final del franquismo y el comienzo de la transición, que es el contexto en el que se sitúa, ni como entretenimiento: una de esas películas de género cancelario con personajes rudos y víctimas inocentes que han sido condenados por error. No es indecisión sino impericia que el guion no se decante por un enfoque o por otro. Esperas durante todo el metraje a que, como en las películas de género, los personajes hagan de la humillación resistencia hasta dar la vuelta a una situación insoportable, pero no sucede. Tampoco sirven las pocas referencias que se hacen al movimiento Copel (Coordinadora de Presos en Lucha) que pidió para los comunes la misma amnistía que se había concedido a los presos políticos, ni a la situación política para testimoniar lo que entonces sucedía. Como son muestras de debilidad en el guion y en la dirección las levísimas referencias a la homosexualidad, al trapicheo, a las disputas entre comunes y políticos, nada que nos permita creer que lo que vemos es lo que sucedía, más atentos a la recepción actual, a la corrección política, que al reflejo verdadero de entonces. Ya el título muestra esa indefinida ambigüedad que no lleva a ningún sitio.


El aburrimiento se debe a que pronto calamos lo inverosímil de lo que se muestra. La inocencia de los presos de la Copel, la santificación de su protesta, el fondo de bondad que esconden los personajes más siniestros, salvo unas pocas cuchilladas de atrezzo.




viernes, 24 de febrero de 2023

Alcarràs

 



Alcarràs es una de las mejores películas del año pasado. Lo es porque ganó el oso del festival de Berlín, porque ha generado muchos comentarios en torno a ella y lo es por la voluntad artística de la directora, Carla Simón. No es una película con una gran historia, no tiene una trama complicada ni personajes con personalidades complejas o disruptivas. Tampoco tiene un tema definido que genere encendidos debates. Lo que sucede se cuenta rápido: tres generaciones de una familia de agricultores leridanos que cultivan melocotones, y son arrendatarios de las tierras que cultivan desde la posguerra, ven cómo de pronto se les anuncia que habrán de dejar las tierras porque a los propietarios, con quienes tenían un mero acuerdo verbal, una empresa de placas solares les ofrece más dinero. La historia es un ligero McGuffin para mostrarnos la vida familiar en el campo: las viejas historias que cuentan los abuelos una y otra vez y que no interesan a nadie; las preocupaciones diarias de los hijos que llevan ahora la explotación, agitados inquietos nerviosos por proveer a la familia, con discusiones y peleas con sus iguales; los nietos de diferentes edades absorbidos por el discurrir de la vida sin más. Un mundo que queda como reliquia en zonas rurales de la antigua vida agrícola que casi se ha desvanecido en la vida de las ciudades del presente. En una escena de la película el padre ve que su hija pequeña ha metido el pie en un lodazal, la descalza e intenta quitarle el barro, es laborioso, al contrario, él también mete los pies en la charca embarrada, así que lo deja y sigue con su trabajo de recogida de melocotones, refunfuñando, con las botas embarradas. ¿Quién querría hoy mantener un trabajo en esas condiciones?


Es probable que Carla Simón recuerde haber vivido algo semejante, yo mismo podría decirlo de mi infancia. Un mundo que se fue. La vida ha cambiado tanto que es fácil dejarse llevar por la añoranza. Puede que nos ayude a establecer comparaciones con la frustrante vida de ciudad. Aunque la película se puede ver de otro modo. Simplemente, al modo retórico francés de las 'tranches de vie', fragmentos de vida mostrados al azar, sin relevancia aparente, pero que en conjunto dan una visión de una época. Los personajes que pululan por la película, que son bastantes, actúan aparentemente con espontaneidad, no parece que sean actores profesionales, lo que da más veracidad a lo que muestran. También hay planos o escenas escogidos con función poética: un atardecer, una foto familiar, un túnel vegetal, una fiesta, una canción, que conducen al espectador a una interpretación guiada. Desde el punto de vista de la voluntad artística, menos popular, Alcarràs, es superior a las otras dos películas que para mí están en el top del 2022: As bestas y Cinco lobitos.




jueves, 23 de febrero de 2023

Dos películas españolas recientes (Cerdita y El agua) y un divulgador neurocientista

 


Hay películas que te anuncian que va a suceder algo y durante más de la mitad del metraje estás esperando a que algo suceda. En esta, El agua, hay historias que repiten los vecinos del pueblo sobre el agua del río que se encabrita, se mete dentro del cuerpo de una mujer, la absorbe y se la lleva corriente abajo hasta hacerla desaparecer. Aburridas escenas de adolescentes discurren sin ton ni son y nada sucede, así que pasada la mitad del metraje dije, bye, bye.




En esta otra sí que sucede algo, hay mobbing hacia la 'Cerdita' del título por ser como es, burlas, maltrato y un deseo más o menos enmascarado de venganza, pero la acción discurre por donde no sospechas, como en las buenas películas, aunque esta no lo sea. Demasiados elementos contribuyen a que se quede en nada: malos actores, mala dirección, pobre guion. Se parece a las películas gore de Jess Franco, tan rematadamente malas que tenían su gracia. La he visto hasta el final porque, aunque sea mala, no es tan mala como la anterior, y, además, esperaba que en algún momento un giro de guion la redimiese. No entiendo como los críticos son tan benignos con estas películas, quizá porque como son españolas conocen a los productores, a los actores, a los técnicos.


Así que viendo Agua, me pase a la sexta, a un especial sobre la guerra. La cosa no fue mejor: el tipo de periodismo en primera persona que practica esta emisora se sobrepone al análisis, el reportaje o el relato de lo que sucedió, está sucediendo o está por suceder. Son irritantes los primeros planos del director o directora del programa, acompañado de entrevistados que se exhiben como una especie de trofeo en tierra de caza y que no aporten absolutamente nada. La dejé igualmente a la mitad, ¿Por qué habría de regalarles mi precioso tiempo?


Algo parecido me ha sucedido con un famoso divulgador de neurociencia. Su último libro ha sido recomendado por los medias. Acudo a su anunciada conferencia. Me leo su primer libro. Suelo tomar notas de los libros científicos que leo. De este no tomé ninguna. Se expresa bien, encandila al público, le hace jugar con preguntas intrigantes. De algún modo es una forma de autoayuda avalada por la última ciencia. No es un magufo, pero se acerca tanto a las necesidades emocionales de la gente que sustituye conocimiento por abrazos. No digo que esté mal. Al contrario, se lee muy fácil.



sábado, 24 de diciembre de 2022

Dos pelis navideñas

 


Este final de año ha sido duro, estresante para quien sigue la actualidad. Así que muchos buscarán algo de sosiego y serenidad. El entretenimiento ayuda. Hay dos pelis, que se pueden ver desde casa, que ayudan en esa dirección. Las dos están en Netflix. La española Los renglones torcidos de Dios está basada en una novela de Torcuato Luca de Tena. En su momento tuvo cierto éxito. Una mujer ingresa en un manicomio, como se decía entonces, con la intención de esclarecer un crimen que ha sucedido en su interior. No todos los médicos la creerán. El enredo, entre lo policíaco y lo psiquiátrico, con buenos actores, con Bárbara Lennie casi en cada plano, entretiene sin mayores preocupaciones sociales o políticas.




Puñales por la espalda, del año 2019, que se puede ver en cualquier plataforma, recogía el espíritu de Agatha Christie, mezclando intriga y humor. Me pareció una de las mejores películas del año. Ahora hacen una segunda parte con una fastuosa producción, con el mismo equipo técnico pero diferentes actores, salvo Daniel Craig, el detective Benoit Blanc que ha de resolver un asesinato. Puñales por la espalda: El misterio de Glass Onion, no tan redonda como la primera, pero aún así divierte.


Las dos son largas, para llenar las largas ¿y aburridas? tardes navideñas.



martes, 13 de diciembre de 2022

Sobre la historia natural de la destrucción

 



Los grandes titulares definen el acontecimiento y lo fijan en la memoria de la gente. Los aliados derrotaron a la Alemania nazi: con eso les basta a la mayoría. La quiebra humana, el dolor y la humillación, la muerte intempestiva se han ido conociendo a través del testimonio de los supervivientes: documentos, memorias, novelas, películas. La mayor parte de la gente es analfabeta funcional, voluntaria o involuntariamente. Así que toda esa parte ha ido desapareciendo bajo capas y capas de vida cotidiana. El dolor humano es particular. Solo nos interesa las historias de recuperación, el sol amaneciendo en el horizonte después de la catástrofe. Piadosos, los editores de los telediarios o de las plataformas de streaming nos ocultan las escenas sangrantes, los muertos en las calles, la quiebra y decadencia del ser humano.


"Supongo que está claro el objetivo de los ataques, la población civil enemiga y no las fábricas y astilleros" (dice un mando militar a otro).


W. G. Sebald poco antes de morir publicó (1999) un libro que tuvo cierto eco: Sobre la historia natural de la destrucción. Sebald, un escritor de gran influencia, era alemán y lo escribía en voz baja, en unas pocas páginas, apenas 160, como pidiendo perdón por lo que contaba: 131 ciudades y pueblos alemanes fueron bombardeados por los aliados. Grandes ciudades alemanas como Lubeck, Colonia, Desde y Hamburgo, fueron arrasadas, algunas cuando la guerra prácticamente había acabado. Es el caso de Dresde. En la noche del 13 al 14 de febrero de 1945 (británicos) y el día siguiente (americanos), 1.100 bombarderos lanzaron 3.500 toneladas de bombas incendiarias sobre la ciudad. Se estima que murieron seiscientos mil civiles alemanes, el doble de las bajas de guerra sufridas por los americanos. Siete millones y medio de alemanes quedaron sin hogar.


No es historia, lo tenemos cada día ante nuestros ojos, si es que queremos estar al tanto de lo que ocurre ahora mismo en las ciudades de Ucrania destruidas por los misiles de Putin. Sergei Loznitsa presentó en el último festival de Cannes la versión en imágenes del libro de Sebald. Salvo unos pequeños parlamentos del mariscal Montgomery, del 'bombardero' Harris y de Churchill, la película no tiene diálogos, tan sólo ruido e impactantes imágenes, un montaje de archivo de lo que ocurrió en las ciudades alemanas bombardeadas. Vemos al inicio la vida despreocupada de las gentes antes de que los cielos se iluminasen con las bombas que caen en racimos. Vemos cómo se construyen en cadena las máquinas voladoras de la destrucción. Vemos sobre los cielos bandadas de aviones como nubes de estorninos. Vemos los esqueletos de las ciudades tras los bombardeos, los supervivientes, los muertos amontonados a la espera de que los familiares los reconozcan.


Supongo que no hay un público para este tipo de películas o es muy ecaso. Por eso no se estrena en los cines convencionales. Se puede ver en Filmin.




sábado, 10 de diciembre de 2022

Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles (1975)

 



Cada diez años, desde 1952, Sight and Sound, la prestigiosa revista del British Film Institute, elabora la lista de las 100 mejores películas de la Historia del Cine. Esta vez han sido 1.639 críticos y estudiosos del cine los que han participado en la votación. La sorpresa, comentadísima, ha sido que han elevado al primer puesto a una película de la belga Chantal Akerman, Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles (1975), por delante de Vértigo (1958) y de Citizen Kane (1941) que aparecían hasta ahora como las mejores películas de la historia. Ninguna plataforma televisiva la tiene en su catálogo. Pero si se busca en los fondos de Internet al final se encuentra. Y además en copias muy buenas.


La película es larga y su lenguaje clásico. Tan larga que la he visto en dos sesiones (3h 20’) y tan clásica que no hay movimientos de cámara ni virguerías técnicas sino largos planos fijos en los que aparece la protagonista principal. Una ama de casa con una rutina que se repite incesante como en el día de la marmota. Levantarse, preparar el desayuno del hijo que vive con ella, limpiarle los zapatos, prepararle la ropa, hacer la compra y la limpieza del apartamento, preparar la comida, dar un paseo, volver a casa para recibir en la propia habitación a un hombre y, a continuación, lavarse en la bañera a conciencia, en visitas programadas a lo largo de la semana, cada día uno distinto, hacer la cena compartida con el hijo y mientras él hace los deberes tejer punto. Apenas hay diálogos, unas pocas frases no significativas.


Hay que acostumbrarse a ese modo de mirar estático. Si en las películas actuales, el ritmo endiablado del montaje, la acción, la música, el dinamismo que imprimen los efectos técnicos y la superabundancia de la producción impiden que en el espectador emerjan imágenes y conceptos para comprender, analizar y criticar, el silencio y la estática de esta película por el contrario incitan a reflexionar sobre lo que se está viendo y sobre cómo está organizada la vida social, al menos en torno a 1975.


¿Es la mejor película de la historia? La mente humana cambia, en los últimos tiempos a gran velocidad. En Occidente, la revolución feminista en curso desde hace más de un siglo está cambiando nuestra percepción. El impacto de la película en 1975 no fue tan grande como lo es para un espectador actual. Yo conocía a Chantal Ackerman pero no había visto esta película. Chantal Ackerman tenía 25 años cuando tuvo la intuición o le asaltó la imagen que convertiría en película. La directora, la protagonista y los secundarios que atienden en las tiendas y comercios donde va son mujeres. Los pocos hombres que aparecen lo hacen en papeles negativos: tres hombres entran en días sucesivos en la habitación de la protagonista y salen abriendo la billetera para pagar el servicio y un hijo, totalmente dependiente, y que, sin ser consciente, esclaviza a su madre. Uno podría ver esta película como un caso, la historia personal de una mujer infeliz que no ha conseguido dar sentido a su vida y que al final se toma venganza. Quizá en 1975 pudo verse así. Ahora no. Los planos de la venganza aparecen muy al final. En los 202 minutos que dura la película, hay un tiempo muy largo para pensar que está sucediendo y trasladarlo a la vida que llevamos o al menos a la vida que llevaban nuestras madres y abuelas.


No solo los gustos y las preocupaciones de la época cambian la valoración de las obras del pasado, también nuestra circunstancia personal, el momento. No sé si es la mejor película pero esta calificación de mejor película de la historia ha servido para hacer una llamada sobre ella, sobre nuestro modo de mirar, sobre la mala calidad de nuestra atención, sobre la importancia del silencio.



lunes, 5 de diciembre de 2022

El amante de Lady Chatterley (2022)

 



Trajes de corte ceñidos, cuellos duros de celulosa, vestidos largos hasta los tobillos de colores pálidos, un gran castillo en la campiña inglesa, sirvientes, muchos, mujeres por un lado y hombres por otro, lenguaje envarado de etiqueta, infranqueable escalón social. Los hombres van a la guerra, la Primera Guerra mundial, y algunos vuelven tullidos, incompletos. Es buen momento para los negocios, en los que uno gana y muchos pierden. Los hombres planean compran venden reestructuran. Las mujeres cuchichean sobre lo que ocurre en la intimidad de las alcobas. Ese es el contexto de un momento histórico concreto. Connie Reid recibe a su marido Sir Clifford Chatterley en una silla de ruedas incapaz de engendrar un heredero. Él le dice que lo desea tanto que no le importaría que lo concibiera a ocultas. Pasan los días, Connie se aburre, su cuerpo joven protesta. En sus paseos por los alrededores de la mansión acaba fijándose en un jardinero. Sus cuerpos se encienden, traspasan la barrera social, la frecuentación sexual acaba en amor.


Se han hecho muchas películas sobre El amante de Lady Chatterley, la novela de D. H. Lawrence, la mayoría inglesas, pero también francesas. No recuerdo ninguna memorable. La historia se presta a escenas de tórrida pasión, así como al morbo del rico marido engañado y una merecida venganza de clase. Cuando intenté leer la novela de Lawrence, no progresé demasiado, me pareció muy aburrida. Esta versión que ahora nos ofrece Netflix, con jóvenes actores que yo desconozco, no es muy diferente de las otras, más allá de un curioso tratamiento de la luz, del cuidado puesto en los escenarios, el vestuario y la fidelidad a la época en que transcurre la historia, pero también en la concesión a la nuestra, con algunos guiños feministas.


Quizá el mayor logro pero puede que también su mayor defecto es el distanciamiento hacia los protagonistas. Vemos lo que sucede como una postal de época, una historia vista en la distancia, de la que exclamamos, ¡Cómo eran entonces! No podemos implicarnos emocionalmente, porque el adulterio ya no es un tema de nuestra época, hasta esa palabra, 'adulterio', ha sido erradicada de nuestro lenguaje cotidiano. También las palabras, los giros lingüísticos relacionados con la etiqueta social y las diferencias de clase, señor, señora, usted, y demás, han ido desapareciendo. La explotación laboral y las diferencias sociales, algunas indetectables, han adquirido formas diferentes que requieren tratamientos lingüísticos diferentes. Por eso la historia contenida en El amante de Lady Chatterley nos es ajena, un viaje a otro tiempo que puede atraer nuestra curiosidad pero que nos deja fríos emocionalmente, al menos a mí.



jueves, 1 de diciembre de 2022

El comensal (novela y película)

 



En mayo de 1977 fue asesinado el empresario vasco Javier de Ybarra. Uno de tantos en un momento negro de la historia reciente. Su nieta, que no llegó a conocerlo, Gabriela Ybarra lo recuerda en una novela que se titula El comensal. En junio de 2011 la madre de la escritora muere de cáncer en Madrid. La vivencia del duelo empareja en la escritura los dos sucesos. Unas pocas pinceladas le ayudan a contextualizar los hechos en su momento histórico: el terrorismo etarra, que no se menciona como tal, las primeras elecciones democráticas, la expulsión de la familia desde los altos de Neguri a Madrid. La novela es una crónica íntima de cómo la escritora vivió los sucesos, el desgarro familiar, la impotencia, el duelo, el recuerdo de los comensales ausentes, abuelo y madre, de las comidas familiares donde por costumbre se deja una silla vacía por si inopinadamente se presentan.


Sobre esta historia Ángeles González Sinde, con la ayuda de la autora, elaboró un guion para hacer una película con el mismo título. La novela se publicó en 2015, la película se estrenó en junio de este año. Si el núcleo de la primera gira en torno a la relación de la madre con la hija: la aparición de la enfermedad, la búsqueda de cura en hospitales de Nueva York, la despedida y muerte; la segunda se centra en la relación con el padre, que es tan protagonista como la hija. En la primera los detalles de la escritura son cruciales para entender los cambios en el tejido psicológico de la protagonista: "Llueve menos. Escribo con la libreta resguardada dentro de mí chubasquero, pero a veces se cuela una gota por la cremallera y emborrona la página. Trato de imaginar el día en el que apareció el cuerpo". En la segunda es el montaje en paralelo de los hechos de 1977 y los de 2011 y posteriores lo que da sentido a la historia. La primera es una suerte de fragmentos de vida íntima; la segunda es política, cómo la vida de las personas es inseparable de las condiciones políticas y sociales. Gabriela Ybarra muestra una voluntad explícita de separarse de las condiciones históricas que propiciaron los sucesos que describe. González Sinde los pone en primer plano. La primera se vale de su memoria para reconstruir parte de la historia familiar. En la segunda el contexto histórico reconstruido con sonidos imágenes vestuario música es ineludible, mostrando las versiones de la hija que quiere recordar y del padre, que ha vivido muchos años con escolta, que quiere olvidar.




La tercera versión es la del lector y espectador. Ayer tuve la suerte de ver a Gabriela Ybarra y a González Sinde conversando sobre la novela y la película. Cuánto cambia lo que imaginamos con lo que es en realidad. Aunque, incluso cuando tenemos delante a una persona la imagen que de ella nos forjamos sigue debiendo mucho a la imaginación, pero al menos matizada por lo que se ve y oye. Hasta Gabriela confiesa que cuando se vio representada en la pantalla por Susana Abaitua creyó ver una historia que no era la suya. De Gabriela también he leído los escritos que de tanto en tanto publica en periódicos. A Gonzalez Sinde le he seguido la pista en sus guiones, en sus películas, en su actividad como ministra. Mi imagen preestablecida ha sido un fracaso. González Sinde tiene tablas, pero es una persona serena y reflexiva, lejos del monigote en que se convierte cualquier político. Gabriel Ibarra parece pedir perdón por haberse expuesto a los ojos de todo el mundo. En ambos casos, en general, el conocimiento de los autores mejora su obra. Las mejores obras son aquellas que por encima de sus imperfecciones se construyen sin andamiajes. También Gabriela Ybarra al final de su novela habla de eso: conocer al otro cualquiera que sea es convertir un guiñapo en persona.




miércoles, 30 de noviembre de 2022

Nop

 


No hace falta imaginar la inmensidad del cosmos, con solo mirar el firmamento, las nubes la luna el sol las estrellas visibles, se ve de inmediato la bolita en que estamos confinados. La Tierra es un lugar chiquito del que quizá alguna vez tengamos que escapar. Imagina cerca de Los Ángeles un rancho dedicado a la cría de caballos para uso cinematográfico. El espacio como en las películas del oeste es abierto, las perspectivas amplias sobre la lejana línea del horizonte. Qué temer en un lugar así sino que el cielo caiga sobre tu cabeza. Hay una nube afincada sobre una porción de cielo, inmóvil pero algo rebullir en su interior. Y a fe que lo hay. Una tarde, lo que sea baja sobre uno de esos espectáculos tan típicamente americanos donde se combinan la magia circense, la ingenuidad del público y lo esotérico hasta hacer de lo extravagante un espectáculo rentable, para tragarse literalmente a todos los participantes. A partir de ahí el suspense se irá acelerando por las ganas del espectador de saber que es 'eso' y de qué modo los tres protagonistas podrán ir escapando del peligro o acabando con la amenaza.


En Nop la imaginación cinematográfica vuelve a escena. Desde el principio se nos dice "¿Quieres disfrutar?, pues recupera la inocencia perdida de la imaginación infantil". La película se abre con la famosa secuencia compuesta por dieciséis fotografías de un jockey negro a caballo, creado por Eadweard Muybridge en 1887, un juego de placas, conocido como “Caballo en movimiento”, que al pasarlas rápidamente dan la impresión de movimiento. Pasen y vean dicen el director, Jordan Peele, y el productor, esto es cine y nada más que cine, no hay un momento que perder, te lo vamos a dar todo: un plató en Los Ángeles, un rancho del oeste a las afueras, una thriller de desaparecidos misteriosamente, el miedo a los fantasmas dañinos venidos del espacio exterior, y todo rebozado con humor, pues no hay un miedo que te clave en tu butaca sino un miedo fantasmagórico, de risa. La película es divertida, la más divertida del año, y absorbente, bebe de todos los géneros del cine popular y su única intención es que el espectador que la vea no tenga la impresión de que le han robado dos horas de su tiempo.




A Sun

La taiwanesa A Sun (Netflix) es otra cosa. Tengo la impresión de que es uno de esos ejemplos en los que la cultura oriental quiere trasladar los tópicos occidentales a su ecosistema cultural sin lograrlo del todo. Aquí, hay un padre que se gana la vida con sacrificada voluntad y que asume las directrices morales de incardinar la vida de sus dos hijos en un mundo ordenado. Pero sus hijos no son lo que él espera sino algo más bien parecido a Caín y Abel. La carga dramática recae sobre un padre excesivamente responsabilizado.


Hay una barrera que de momento parece difícil de franquear entre los modos de entender la vida entre Oriente y Occidente. En Oriente como decía Valery la hondura está en la piel, en Occidente el drama se esconde en las interioridades. ¿Cómo combinar ambos mundos?




viernes, 25 de noviembre de 2022

Vida familiar (Cinco lobitos)

 


La vida de familia está llena de silencios y de roces no buscados por encima de las frases elaboradas, del discurso con sentido y de la caricia cómplice. Hay una vida familiar vertical y otra horizontal. La primera va de abuelos a hijos y a nietos, la segunda es la que se establece por medio de un contrato sentimental. La primera evoluciona como lo hacen los fenómenos de la naturaleza, desde la intensidad inicial al progresivo y lento desapego aunque sin enfriarse del todo hasta que la muerte nos separa. En la vida horizontal de pareja las cosas son bruscas, brusca la pasión inicial y bruscas las rupturas cuando se producen. Para que se mantenga en el tiempo han de hacerse grandes esfuerzos y concesiones para que el contrato sentimental no se rompa.


Una madre joven con un trabajo discontinuo tiene un bebé. A su pareja le sale un trabajo fuera de la ciudad. La madre incapaz de organizarse y de soportar el estrés de la maternidad busca refugio en casa de los padres. Los padres no se llevan bien, tras muchos años de convivencia la irritación asoma en cualquier discusión. La madre joven sopesa la soledad de la crianza con la vida tensa en casa de los padres. En el norte más que en el sur, no se prodigan las caricias, los abrazos. Es la cercanía de la convivencia, los gestos inadvertidos, los sonidos guturales más que las palabras bien dichas, las acciones que parecen contradecir las frases irritadas lo que espesa el caldo familiar, lo que le da sustancia. Observado desde fuera por un extraño, parece que no hay amor en esa casa. Los hábitos han configurado ese modo de ser en apariencia frío pero suficiente para mantener vivos los afectos que hacen que una persona se sienta querida y pueda continuar.


Así discurre la película Cinco lobitos. La directora ha sabido captar la atmósfera; en unas pocas escenas muestra el discurrir de unas vidas. El guión es magnífico, no hay frases, discursos, explicaciones, porque con lo que se muestra ante nuestros ojos, la vida cotidiana de una familia común, con unos actores transparentes, embebidos en su papel, nos es suficiente para comprobar que también nuestra vida es así. La cosecha de películas españolas de este año es de muy buena calidad. Movistar/Filmin/HBO.



lunes, 21 de noviembre de 2022

As bestas

 


Por fin una buena película española. No es redonda pero casi. Imagina un pueblo chiquito, una aldea más bien, en medio del paisaje montuoso de Galicia. Ha llegado una pareja de franceses, de mediana edad, con un proyecto de vida, vivir de la tierra. En la aldea quedan pocos vecinos, la mayoría ha huido a las ciudades a buscarse la vida. Para los que quedan era una buena opción la oferta de una empresa de aerogeneradores, pero la pareja de franceses, junto a algunos otros, se opusieron. Ese es el contexto en el que aparece el drama de la película: dos vecinos hermanos muestran un odio tenaz hacia los franceses por su oposición a la oferta. La película gradúa esa pasión insana hasta el estallido y sus consecuencias.


La bondad de la película tiene varios padres. Los actores, entre los que destaca Luis Zahera, que me ha recordado al Ian McShane de Deadwood (una de las mejores series si no se ha visto); el paisaje, que siendo casi siempre un lugar abierto entre montañas el director consigue convertirlo en un lugar cerrado, más claustrofóbico que aerofóbico; y, claro, el guion de Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña, tan medido que consigue actualizar un tema ya tratado en el cine, la bruta violencia del mundo rural (Puerto Hurraco, Perros de paja o la más cercana, reciente y también gallega, Lo que arde), sin cargar las tintas, aportando los elementos justos para que la violencia sea más psicológica que física, más un drama interior que un exceso de testosterona, a lo que hay que añadir un peaje al presente para que el espectador se sienta concernido en el drama, en este caso el ecológico junto a la inmigración. Los inmigrantes son franceses y, aunque aún quedan restos de francofobia en el imaginario español, no sería lo mismo si fuesen marroquíes o sudaneses. Los guionistas presentan hábilmente las razones atendibles que subyacen al enfrentamiento en boca de los protagonistas: los franceses tienen un proyecto de vida ecológico, los aldeanos, que siempre han vivido en el pueblo, ven la oportunidad de mejorar sus condiciones de vida en la oferta de la empresa eólica.


La gran virtud de la película es hacer verosímil el enfrentamiento por la combinación de varios elementos conflictivos que el espectador entiende y en los que se puede ver implicado sin hacer protagonista a ninguno de ellos, como sucede en las obras que llamamos clásicas, donde el asunto principal es el carácter y el destino de las personas, el manejo de los sentimientos y la voluntad y lo demás contexto y paisaje. Así, resulta una película bien hecha, entretenida, absorbente por momentos, sin que tengamos que reprocharle, como sucede en la mayor parte de películas españolas, que quiera llevarnos al huerto de los prejuicios ideológicos.