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lunes, 25 de agosto de 2025

Las Mitford ('Escandalosas')

 


Las seis hermanas Mitford eran las hijas de una familia aristocrática que perdió su riqueza en el crack del 29. Aún así, su vida fue cómoda, eran cultas y se relacionaban con lo mejor de la sociedad británica de entreguerras. Se hicieron famosas en Inglaterra, pero también en Europa, por su coqueteo con el fascismo. Dos de las hermanas se acercaron demasiado, como los mosquitos a la fuente de luz que los abrasa. La primera, Diana, se hizo novia y luego esposa de Oswald Mosley, el líder del partido fascista británico, y otra se hizo amiga de Hitler a quien conoció en Múnich. Causó revuelo una carta suya, publicada en un periódico alemán, atacando a los judíos. 


La más joven de las hermanas simpatizó con el comunismo e intervenino como brigadista en la guerra de España, siguiendo a un amigo poeta. Las demás hermanas salían en la prensa de entonces por sus amoríos. El padre era el heredero de una larga familia con castillo y posesiones rurales que perdió como consecuencia de la crisis económica. Las seis hermanas tenían también un hermano más discreto.


Contada desde el punto de vista de la hermana mayor, Nancy, novelista de fama en Inglaterra, esta historia la reconstruye una miniserie tramposa de seis capítulos, Escandalosas. Digo tramposa porque solo cuenta la mitad de la historia, dejando para una posible continuación su desenlace. Es entretenida y da cuenta de la liviandad de la sociedad británica de entonces, despreocupada, fiestera e incrédula respecto de los signos que anunciaban la catástrofe en los tiempos anteriores a la guerra.





jueves, 7 de agosto de 2025

Mobland: Malvados y corruptos

 


En esta serie británica con fondo londinense todos son malos, el mal como fuente de disfrute. Están los mafiosos de toda la vida, los políticos corruptos, los policías sanguinarios, todos caricaturizados hasta el extremo. Vemos a dos familias - la familia es el único valor que se pone en positivo - de mafiosos disputar, secuestrar y matar de la manera más ignominosa a los miembros de la otra familia. Aunque las muertes con abundante tomate frito derramado no es lo que más nos interesa, sino los caracteres extremos, sus patologías. El narcisismo ya nos parece poca cosa porque lo tenemos a la vista en la realidad, ahora queremos psicópatas en su salsa. Y de esos hay unos cuantos, si no lo son todos. Ahí brillan actores que hemos visto en otros registros, como Pierce Brosnan y Helen Mitren, aunque no creo que el papel de psicópata extremo sea difícil de interpretar, brocha gorda. Disfrutamos viendo cómo mueren los peores - todos son peores -, deseamos que les llegue la muerte. Como en los videojuegos sabemos que no son muertes de verdad, que es ficción.


Las películas de gángsters son cuentos infantiles para adultos, aunque ya sin personajes positivos. Hace un tiempo que no los hay. Hay unos pocos inocentes. Inocentes interesados que también mueren e inocentes con fondo oscuro que sobreviven, pero ninguno de ellos tiene un papel decisivo en la trama. Cuando vemos series desconectamos de la realidad, relajamos las defensas. Eso no puede ocurrir en la realidad, nos decimos. En la realidad los policías son honestos profesionales, los periodistas informadores desinteresados y los políticos hombres cabales preocupados por el bien común. Aunque, quién sabe.


En el luminoso día, cuando el sol nos despierta por la mañana, confiamos que un hombre, el líder que hemos votado, al que nos hemos entregado en cuerpo y alma con una fe a toda prueba, salvará la civilización. Del mismo modo que suspendemos el juicio con respecto a la verdad primera (vamos a morir), lo suspendemos con respecto a nuestro líder: él no.

Cuando Vivía Franco se nos decía que aunque él nombraba a sus ministros y ayudantes era ajeno a la corrupción - incorruptible, se nos decía - porque era un hombre íntegro. En nuestro pequeño margen de reflexión no se nos pasaba por alto que si lo controlaba todo cómo era que no estaba al tanto de la corrupción. Eso sí, como en Mobland no había puteros o al menos no a la vista, el crimen era a la vez más bruto y más refinado.


Si nos gustan tanto estas series y películas, quizá sea porque no son tan alejadas de la realidad como pudiese parecer: están los narcos del estrecho, los corruptos de Madrid, los paraísos fiscales, el blanqueo, quizá no haya tantas muertes, pero sí más malversación - se lo llevan crudo. Estamos desarmados. Frente a ello solo nos quedan dos cosas, la fe en el líder o pensar que todo es ficción y por tanto imaginar. En la ficción, como en los videojuegos, podemos disparar a los malos con total impunidad.



sábado, 7 de junio de 2025

Blue Lights

 

 


Al final del penúltimo capítulo de la serie Blue Lights un niño listo consigue la clave de una caja fuerte y comienza a juguetear con una pistola. Casi sin querer dispara a través de la ventana de su casa con tan mala suerte que la bala entra en un coche patrulla que pasaba por allí. El niño ha idealizado a su tío, un antiguo combatiente en Afganistán, quien había guardado la pistola en la caja fuerte. 

 

La serie se centra en una comisaría de policía de Belfast. El fondo mezcla las enconadas enemistades entre viejos activistas lealistas y católicos con el mundo de la droga y la delincuencia en la que algunos de ellos han caído.

 

La serie es entretenida, como todas las británicas, aunque algo torpe en la realización y en la interpretación. Se hace aburrida cuando se enreda en tramas amorosas entre policías: no hay feeling erótico entre ellos. El mayor interés lo ofrecen los dilemas morales que presenta, como no lo hacen las tropecientas series que nos llegan de América o de nuestro propio país. 

 

Aquí el principal se juega en torno al niño listo. Su tío tiene buenas intenciones, acabar con la violencia que ha infectado la ciudad, pero lo hace sin sacudirse el espíritu violento que aprendió en la guerra y que utiliza para acabar con las malos. La bondad y la violencia no pueden ir de la mano, es el mensaje. Su consecuencia es el fin de la inocencia representada por el niño. 

 

Sin embargo, los guionistas no son del todo atrevidos. En el último capítulo sabremos que el niño ha disparado al coche de policía, pero no ha matado a nadie. Y más, la parte decente de la policía sabrá rescatarlo del peligro en el que había caído. Hubiese sido más realista que un policía hubiese muerto y el Estado hubiese tenido que tomar medidas con respecto al niño.

 

Blue lights es una serie británica, con eso, con que sea británica bastaría para poner el foco en ella. De momento tiene dos temporadas con seis capítulos cada una.

 


lunes, 2 de junio de 2025

The Last of Us. T2

 



Al comienzo de la serie, un científico en una entrevista de televisión explicaba un catastrófico futurible, que un tipo de hongo invadiese el cuerpo humano y lo destruyese. Ese es el suceso que pone en marcha la ficción. La humanidad se enfrenta a su desaparición. Buena parte de quienes antes eran humanos ahora son monstruos fúngicos que persiguen a quienes todavía no han sido infectados para destruir su humanidad. Los bienes comienzan a escasear y los supervivientes pelean entre ellos para conseguirlos. Se forman grupos de guerreros y zonas de resistencia. Otros van de un lado para otro buscando donde refugiarse o siguiendo el rastro de familiares o amigos. Entre ellos un hombre adulto y una chica joven, Joel y Ellie, que recorren el país buscando refugio; acaban por tener una relación de padre e hija adoptada. 

 

La primera temporada fue entretenida y verosímil, a pesar de las figuras monstruosas, como zombies invadidas por hongos. La serie tenía un espíritu de aventuras que es lo que le hacía atractiva.

 

En la segunda temporada los protagonistas han encontrado acomodo en una ciudad de supervivientes, una especie de fuerte del oeste que se protege contra los zombies y de la que salen patrullas para destruirlos. Bajo ese esquema se tejen relaciones de comunidad y personales que van a dar juego a la temporada. Esas tramas secundarias se convierten en principales y es lo que hace a la serie insufrible. La primera, la relación de paternidad entre Joel y Ellie, tan impostada que no se atisba un gramo de veracidad en ella. La segunda, una relación amorosa sobrevenida entre Ellie y otra chica. Está bien que los nuevos dramas aparezcan relaciones amorosas entre gays y lesbianas; se podrían aceptar si no se convirtiesen en el asunto principal. Supongo que lo que buscan es público joven. Pero si acudimos a los clásicos, las obras dirigidas a los jóvenes no eludían la profundidad. Aquí todo es de una superficialidad propia de esta época. Me he arrastrado por el primer capítulo, deseando que acabase cuanto antes.

 


martes, 13 de mayo de 2025

El eternauta

 

 


Si uno se fía de los críticos, incluso de aquellos en los que uno confía, El eternauta es una buena serie, es decir, sale a cuenta pararte delante de la tele durante las 6 horas que duran sus seis capítulos. Pues no.

 

La serie, argentina, está basada en un cómic de los años 50. Algunos la comparan con la americana The last of us. La diferencia de presupuesto jugaría favor de la argentina: con lo que los americanos han invertido en un solo episodio los argentinos han tenido para toda la temporada. Ese sería su valor. Pero si de una serie se requeriría una fastuosa producción, esa sería El eternauta. La serie comienza con una copiosa nevada y un apagón debido a algo así como la desconexión del eje electromagnético de la tierra. Alguien dice que los copos son tóxicos, partículas radiactivas que provocan la muerte instantánea, como consecuencia. La gente se recluye en sus casas a la espera de lo que pueda ocurrir: aunque han de salir en busca de comida y también de familiares desaparecidos. 


Las comunicaciones no funcionan, pero los vehículos antiguos sí (muchas otras cosas nunca se explican). Más tarde en el capítulo cuarto - como si el guion fuese improvisando-, aparecen unos bichos, enormes cucarachas, que estarían relacionados con una invasión extraterrestre. Y en el último capítulo descubrimos que los extraterrestres manipulan la mente de los supervivientes para convertirlos en zombies. Los copos del principio, entonces, serían un arma biológica para eliminar a los humanos. En la ficción todo es posible, pero debería haber alguna lógica. La serie, la temporada o lo que sea acaba sin ninguna explicación razonable, a la espera de que el espectador atrapado ansíe su reanudación.

 

El guion, dentro de la moda del catastrofismo apocalíptico, no se desenvuelve con lógica científica, sino como la fantasía de un cómic. Esa sería la excusa. Los actores, incluso Ricardo Darín, ponen el careto sin más. No es que sea una serie aburrida, sino infantil.


lunes, 12 de mayo de 2025

Todo buen relato es dual

 

A partir de un comentario de Borges, sostenía Ricardo Piglia que en todo relato hay dos narraciones que disputan entre sí. Quizá sea debido a eso, a la falta de relatos bien construidos, nuestro deambular insatisfecho por las series en busca de una que nos atrape. Me ha sucedido con varias, la gran cantidad que uno prueba y desecha a los minutos.





En la película Confidencial de un director que suele gustarme, Stephen Soderbergh, en apariencia una película convencional de espías, en un departamento del gremio en el que todos desconfían de todos, buscando entre ellos a un amante traidor, se entrecruzan dos relatos. Lo que mueve la película y el interés del espectador es hallar el tipo de traición que está en juego: la fidelidad a la pareja o la infidelidad a la patria. No basta con eso, por supuesto, para hacer una buena película, pero los actores son muy buenos y el montaje y la planificación dinámicos, cortos y precisos. Es entretenida.





Igual de dinámica es la serie The Pitt, no tanto en la planificación como en el montaje. En este caso el escenario son las salas de espera y atención del Hospital de Pittsburgh. Las historias que se cuentan son la del médico responsable de urgencias y la de los médicos que inician su formación en el hospital, por un lado, y, por otro, la diversidad de casos que llegan para ser rescatados de una muerte inminente. Lo que se nos cuenta tanto de unas historias como de las otras son retazos, fogonazos del vivir en tensión continua de médicos y enfermeros que han decidido apostar por una profesión al límite y del regateo de la vida de tantos en la antesala de la muerte. Las múltiples historias que se entrecruzan llegan al límite cuando las salas de urgencia se ven desbordadas por la masacre que ha producido un tiroteo en el centro de la ciudad.

Ambas, película y serie, darían la razón a Borges y sus epígonos: las extensas narraciones de la novela clásica - relatos ordenados de principio a fin - no sirven para describir la vida veloz y entrecortada de nuestro tiempo: son los brevísimos fragmentos al modo de los pequeños vídeos de tik tok los que mejor la cuentan.


lunes, 7 de abril de 2025

Adolescencia

 

 


No nos acordamos de nuestra adolescencia o muy vagamente, pero sí de la de nuestros hijos. Un periodo de brumas y sucesos que no queremos recordar. Una edad difícil. A los protagonistas se les exige deshacerse de las fantasías de la infancia e integrarse en un mundo confeccionado por adultos. Por un mundo ambiguo de ensoñación y realidad, de libertad y reglas, transita la adolescencia, entre el nido familiar y la panda, entre el hogar seguro y protector y el cambiante de la calle.

Adolescencia (Netflix) aborda el asunto en cuatro capítulos. Es una serie de entretenimiento, no un manual de psicología. Para hacerla atractiva al espectador, asocia adolescencia y crimen; presenta un caso particular, extremo, aunque el contexto es reconocible, lo hace verosímil, y por eso nos llega.

Los creadores hacen de cada capítulo un reto, técnicamente complicado pues cada uno es un plano secuencia; también narrativamente, pues el punto de vista cambia en cada uno de los cuatro. El reto tiene sus ventajas y sus inconvenientes. El espectador advertido puede estar más pendiente del movimiento de la cámara que del suceso o, por el contrario, inadvertido, puede sumergirse en la historia y aceptar los puntos de vista - subjetivos - de los personajes - los porqués del crimen - como si fuese de los creadores, es decir, la tesis probada y sancionada por la sociedad sobre el asunto. Los creadores - optimistas y cautos - suponen inteligencia en el espectador.

En el primer capítulo el aparato del Estado - la policía- irrumpe con su devastadora potencia en el hogar de una familia cualquiera: un padre trabajador, una buena madre, chico y chica. El suelo se abre a sus pies; debajo de la vida rutinaria y tranquila había una bomba con temporizador. Para muchas familias, eso puede ser la adolescencia.

En el segundo, la cámara entra en el instituto, es decir, en el extraño país de la adolescencia: chicos, chicas y educadores; habitaciones cerradas, redes sociales y calles como selvas. "Todos los colegios apestan", dice la voz en off de un policía. Quizá no haya ahora mismo oficio más ingrato que el de educador. Si los adolescentes andan perdidos, otra cosa no puede decirse de los educadores.

Por el movimiento, el cambio de escenarios, los muchos personajes, ambos capítulos son los más difíciles, técnicamente hablando, para hacer un plano secuencia. El plano subjetivo da una visión distorsionada de la complejidad de la relación del estado con el individuo y de los centros educativos.

Sin embargo, funciona perfectamente en los dos últimos. En el tercero, la cámara se encierra en una habitación con la psicóloga y el adolescente. El espectador, en los ojos de la psicóloga, trata de comprender. Se acerca al adolescente con un vaso de chocolate y gominolas, para acabar comprendiendo que no es un niño sino un personaje extraño el que tiene delante. Extenuado - al educador, a la psicóloga - se le escapa, no puede comprender.

El cuarto capítulo es el más duro y donde mejor funciona la cámara subjetiva. La familia, el día después. ¿Cómo soslayar la mirada de los vecinos, el brazo alargado con el índice apuntando? La cámara, con el padre, la madre y la hija, se mete en la furgoneta, huyendo de casa, el escenario de los recuerdos. ¿Cómo seguir adelante? ¿Cómo recuperar las rutinas?

Una serie notable.


lunes, 17 de febrero de 2025

American Primeval

 


  

Cada época construye el mundo a su modo, en realidad, las élites para sustentar su poder remodelan el modelo de mundo de acuerdo con sus necesidades. Es útil comparar los westerns clásicos con las series actuales con el mismo fondo. En las películas de John Ford, Howard Hawks o Sergio Leone - pongamos Centauros del desierto - el oeste era un lienzo panorámico donde el hombre solitario, con pocos amigos, ponía a prueba su valor. Tenía pocos principios, pero bien asentados. El honor, que se confundía con la integridad, por encima de todo: como un Quijote en las llanuras de Arizona, la nueva Mancha, rescataba a mujeres y niños de los brazos de hombres retorcidos o malvados. La línea que separaba a buenos y malos era prístina. Las caravanas, las diligencias, las tribus de indios eran los nudos necesarios para hacer avanzar la trama donde el héroe iba forjando su carácter hasta completar las etapas de su destino. El elemento crucial sobre el que se construía el guion era el individuo, la individualidad era el principio organizador del modelo de mundo.

 Pon ante tus ojos American Primeval (Érase una vez el Oeste, 2025), miniserie de seis capítulos, Netflix) y verás la diferencia. Las grandes panorámicas donde el sol recortaba limpiamente la figura del héroe son sustituidas por paisajes interiores donde las psicologías torturadas apenas se distinguen del fondo. Los personajes perseguidos se mueven por crudos inviernos azotados por la lluvia y la nieve, embarrados, heridos y extenuados. El mal sigue siendo abstracto, pero representado por colectivos: la masculinidad violenta, el colono destructor que avanza incontenible, la religión que esclaviza las mentes.

No hay momentos de descanso en esta serie. El oeste que representa es un rococó de la violencia con miedo al vacío. Violencia sin descanso, de principio a fin. Colonos guiados por una fe que se descubre sedienta de poder que no repara en medios; hombres borrachos de lujuria y codicia, y frente a ellos las mujeres, violadas primero y degolladas después, y los indios tribales que defienden con violencia justificada sus territorios. La sangre brota, los huesos estallan, las vísceras revientan, hasta la propia naturaleza se muestra salvaje.




Pero ¿cómo hacer una película o una serie del Oeste sin héroes? Sí, a condición de que representen a un colectivo: la mujer acosada que toma el destino en sus manos, el indio que se cubre con una máscara y toma el arco y la flecha para no ceder un centímetro de su tierra. Y ¿qué sucede con el hombre, con el hombre blanco? En su mayoría, representa al agresor, y, entre todos, los más violentos los que enarbolan el estandarte de la fe, los violentísimos mormones - la acción sucede en Utah -, cubiertos con una especie de capuchón que recuerda al ku-kus-klan. También hay hombres blancos desquiciados por su entrega a la fe o traidores que se venden por dinero. Aunque hay uno que representa la buena causa: el que se pone del lado del indio y de la mujer. Su motivación es inverosímil, pues mientras los demás tienen una causa que les motiva, agrediendo o defendiéndose, este se mueve por un ideal, el ideal que motivaba al héroe del western clásico, que a lo largo de esta serie había quedado desacreditado. Si uno rasca en la urdimbre del modelo de mundo, aparecen sus incongruencias que fácilmente se transforman en creencias falsas.



jueves, 19 de diciembre de 2024

Yo, adicto

 


 

En seis episodios Javier Giner cuenta su experiencia personal en un programa de desintoxicación. En el primero cuenta el estado en que llegó al hospital donde van a intentar recuperarlo. Es el más duro, el más dramático. En el segundo y el tercero cuenta el proceso de recuperación, las relaciones con el personal del hospital y con los compañeros intoxicados. Hay quien puede salir, quien reincide, quien se encuentra en un callejón del que no saldrá. El cuarto es la historia de uno que comienza el proceso, pero que en cuanto tiene una oportunidad escapa y vuelve a la vida loca, desenfrenada. El quinto trata de la difícil relación con los padres, la culpa, el estrago familiar. En el sexto, más breve, Javier Giner da las gracias y vuelve a la ciudad, Barcelona. Su historia es una historia de éxito donde tantos fracasan.

 

La serie adopta el género yoísta, entre la autoayuda y la confesión. El autor escribía un diario en los días del tratamiento. Cuando las confesiones se trasladan a la pantalla no acaba de funcionar del todo porque son demasiado largas. Funciona mejor cuando la cámara muestra al personaje en acción, magníficamente interpretado por un Oriol Pla hipnótico.

 

La serie a pesar de sus defectos es una serie necesaria. La adicción a las drogas y al alcohol acaban en enfermedades graves de difícil recuperación. Enfermedades psicosomáticas y sociales. Hay una responsabilidad aún no juzgada en la benevolencia y tolerancia hacia las drogas.

 

En cambio, Los años nuevos, otra serie reciente, se me ha hecho pesada, plomiza, pretenciosa, una engañifa, y solo hablo de lo que he visto, el primer capítulo. Desconozco si hay vida después.

 


lunes, 16 de diciembre de 2024

No digas nada

 


En el primero de los nueve capítulos, un grupo asalta la casa de una familia numerosa. Se lleva a la madre viuda y deja a 10 niños menores en total desamparo. En otros capítulos sabremos que ha hecho la mujer: atendió junto a su casa a un soldado malherido y moribundo. Él, soldado británico, ella, católica norirlandesa. Más tarde veremos a los servicios sociales llegando a la desbaratada casa familiar para repartir a los diez niños entre diversas familias de acogida. El Ira acusaba a la mujer de confidente.


En el capítulo cuarto vemos cómo dos de los personajes importantes de la serie, dos hermanas de una familia muy comprometida con el Ira, llevan en un coche de la organización a dos condenados a ser fusilados: un menor y un adulto. Ambos, estos sí, colaboraban con el enemigo, pero al ser descubiertos se comprometieron a hacer de espías dobles. Se les da la palabra de que de ese modo se redimen y serán perdonados. Gracias a sus informaciones se pudo realizar uno de los mayores atentados en la capital británica, con nueve muertos. Llegados al lugar de la ejecución encuentran dos tumbas abiertas: se les pide que se pongan de rodillas al pie para recibir el tiro en la nuca. Antes, el adulto había escrito una nota para su mujer. Cuando les echan tierra, el que se ha comprometido a entregar la nota, la arroja arrugada entre paletadas de tierra. 


La serie se basa en el documentado libro que escribió Patrick Radden Keefe, con el mismo título, sobre la actividad de miembros del IRA durante cuatro décadas. La serie ficciona los hechos que los protagonistas han revelado a investigadores de la Universidad de Oxford y en entrevistas que los respaldaban. Uno de los entrevistados es Dolours Price, una de las hermanas cuya misión era transportar a los que van a ser ejecutados. 


La serie entrelaza dos historia, la de la viuda desaparecida, contada a través de la hija mayor, empeñada en recuperar los restos y saber la verdad de lo ocurrido, y la de las dos hermanas: su incorporación al Ira, sus acciones, su divergencia, una radicalizándose durante el proceso de paz, la otra arrepintiéndose y contando al investigador de Oxford lo que sucedió.


En todos los capítulos aparece Gerry Adams dando órdenes; al final de cada uno de ellos se rotula que Gerry Adams siempre ha negado pertenecer al Ira. La cámara muestra sin intervenir; el punto de vista es el del personaje que en cada escena se tiene delante.


En el último capítulo se nos dice qué ocurrió con la viuda, quiénes fueron los culpables de su atroz destino. No se encontraron pruebas de que la viuda fuese confidente (tampoco, claramente, de quién ordenó su ejecución). La historia del IRA es una historia de muerte, dolor y desesperación. La unión con Irlanda, el motivo que llevó a la lucha armada/terrorismo nunca se produjo. Irlanda del Norte se dividió en dos mitades que se odiaban a muerte. Ahora, el Ira es una organización política, el Sinn Fein, que juega en el tablero de Irlanda (como Bildu/Eta).


El lema de los miembros del Ira 'no digas nada' se corresponde con el 'no quiero saber' de la mayor parte de los ciudadanos que prefieren vivir tranquilos y entretenidos. Pero deberían ver esta serie para tener una idea más precisa de la política y el terrorismo, una opinión más fundada sobre las cosas y un fundamento moral del voto que les empodera como ciudadanos. Una serie necesaria, una de las mejores del año, que, me temo, pasará desapercibida.


lunes, 11 de noviembre de 2024

Querer



 

Sin duda, Querer es la serie del momento.


La serie de cuatro capítulos, en Movistar, narra el maltrato masculino dentro del matrimonio, especialmente la violencia sexual. La serie adopta el punto de vista de la mujer que cansada de los malos tratos continuados se pone en manos de una abogada y denuncia. En los dos primeros capítulos se muestra la soledad que enfrenta cualquier mujer que haga una denuncia de ese tipo. Amigos, conocidos, sus propios hijos le dan la espalda. En esos dos primeros capítulos el espectador, gracias a las artes emocionales del cine, que mueve los sentimientos en la dirección que quiere, sin pruebas fácticas, en oposición al mundo en el que vive, da verosimilitud al testimonio de la mujer. Mujer, yo sí te creo.


La mayor parte de los problemas que plantea la serie son de guion. Los guionistas podrían haber optado por una película ‘psíquica’ a lo Hitchcock: un marido que le hace luz de gas a su mujer o una mujer histérica que imagina lo que no hay. Guionistas ingeniosos hubiesen enredado al espectador jugando con las dos posibilidades hasta decantarse al final por una de ellas, la mujer valiente que sale victoriosa contra todo. La segunda opción, por la que han optado, es la del film político: el grave problema social de la violencia contra la mujer.


La serie está bien hecha, una película larga más que propiamente una serie. Los dos protagonistas principales Nagore Aramburu y Pedro Casablanc están magníficos. El tercer capítulo, el juicio, se hace largo y aburrido. Se presentan los testimonios, casi todos favorables al marido, salvo un amigo de la mujer que reconoce haber tenido relaciones sexuales con ella, lo que redunda en lo que se quiere enfatizar, la soledad social de la mujer que se atreve a denunciar.


El cuarto es el más enfático, el más decididamente político. Se perfila definitivamente el carácter del agresor: en el colegio del nieto acogota a un niño inmigrante; celebra con los amigotes, todos hombres, el resultado del juicio a su favor; impone su autoridad de hombre en una comida de la familia extensa. Racista, sexista, incluso homófobo, patriarcal.


En la escena más significativa, en la sala de espera de un hospital, el marido muestra al fin sin resquicios su auténtica naturaleza: es el monólogo arquetípico del maltratador. Comienza zalamero pidiéndole a la mujer que vuelva, que arreglen las cosas, que recomponga la familia destruida, que se reconozca culpable, pasando sin transición del amago de un beso a la mano levantada. El espectador tenso ante la violencia de la escena agradece que la mujer al fin decida que va a apelar la sentencia judicial.


En el mismo capítulo, por fin, los hijos se decantan por la madre. El hijo menor lleva tan mal el asunto que acaba en el hospital tras un accidente de tráfico. En una concesión al mainstream le hace personaje gay: protagonista en la primera escena de la serie de un encuentro sexual -consentido- con una mujer, y en una de las últimas con un hombre, su compañero. Curiosamente, en la primera escena, los dos cuerpos se muestran desnudos, en la segunda hacen sexo con los vaqueros puestos.


Lo que peor se resuelve es la evolución de la personalidad del hijo mayor. Durante toda la serie se le muestra como copia de la personalidad del padre. Incluso su matrimonio se rompe por ello. En este capítulo pasa sin transición de una escena agresiva, verbalmente violenta, con su hijo niño por no haberse sabido defender en la escuela, al abrazo de reconocimiento a su madre y el consiguiente distanciamiento con el padre agresor. Se da a entender incluso que su matrimonio se recompondrá. Haber puesto el punto de vista en el hijo mayor, en su evolución, lo hubiese cambiado todo.


Los guionistas creen que la agresividad masculina se puede cambiar, que la conducta no tiene que ver con la naturaleza humana. ¿Es la conducta es modificable? Sí, en el caso del hijo mayor, no en el del padre. ¿La agresividad masculina es de origen natural o sociocultural? Si creemos que al hijo mayor se le puede reeducar, como creen los guionistas, ¿qué hacemos con el padre, le arrojamos a los pies de los caballos como han hecho con Errejón los suyos? ¿Es posible la reeducación? ¿Sí, en algunos casos, no en otros?


Nos esforzamos en la educación de los niños -educar no es lo mismo que enseñar- porque creemos que la conducta se puede ordenar, dirigir, mejorar. De ahí la derivada política de la reeducación de los adultos. ¿Son todas las conductas modificables? ¿Puede que haya una parte indomeñable, un comportamiento que no es sociocultural sino que deriva de la naturaleza humana?


sábado, 7 de septiembre de 2024

Presunto inocente. Serie

 


En Presunto inocente los guionistas conocen una verdad que va más allá del criminal y la víctima. La serie, basada en una novela de Scott Turow que ya había sido llevada a la pantalla grande por Alan J. Pakula, con Harrison Ford de prota, tiene ocho capítulos, de ellos siete y medio los dedican al pastoreo de las mentes cansadas frente al televisor: en la oficina del fiscal de Illinois, en Chicago, hay rencillas y facciones políticas, juegos de rivalidad y seducción, la rivalidades que mueven a los hombres en plenitud, y hay un crimen. Una fiscal es asesinada tras una noche de sexo. Uno de sus compañeros se convierte en el principal sospechoso. Otro en el fiscal que llevará el caso. Casi todos los capítulos sobran: hemos visto mil veces, las pruebas, la sala de disección, los jueces severos, los interrogatorios llenos de trucos y aparentes sorpresas. La narración nos va arrastrando hasta la mitad del último capítulo.


Entonces aparece la verdad que los guionistas conocen. El problema es que solo la bosquejan. Necesitarían una temporada más, quizá una serie nueva, para mostrar la tortuosa mente que cada uno de nosotros alberga. Hay una familia de cuatro miembros: el padre, fiscal dominado por una pasión extramatrimonial, para quien la familia es un obstáculo a la que sin embargo dice deberse; la esposa devota, a quién no se conoce otra pulsión que la de esposa y madre entregada, que pugna sin mucha convicción por alcanzar cierta autonomía; y dos hijos: el más pequeño, desconcertado, y la mayor, apegada a una familia que ve que se deshace. La familia, el núcleo que hace que la sociedad funcione, construida, sin embargo, con parecidos remiendos a como la evolución ha construido el cuerpo humano.


Solo en esa pírrica mitad del último episodio está la verdad que los guionistas conocen. También saben otra cosa, que los espectadores llegan cansados a la última hora del día cuando encienden el televisor para ver un episodio. Quieren emociones sencillas: que el bien triunfe sobre el mal, no hacer sobresfuerzos para distinguirlos. Que las reglas del vivir sean concisas y claras. Que lo turbio si no puede ser deslindado permanezca en las sombras. Por eso los guionistas le dan siete episodios y medio de tranquilidad y medio de inquietud. Así vamos tirando.


***


Casi todos los productos televisivos son puro entretenimiento, un descanso para la mente. Casi todos se construyen desde lo convencional. Captan en el aire lo que se va consolidando, los modos de pensar y las prácticas que se vuelven aceptables. Hay un tortuoso camino que va desde la heterodoxia en el pensar de los posmodernos franceses de los 80 a los guionistas de los grandes estudios, que mediante sus historias hacen que el ápice de verdad que había en aquellos se convierta en una verdad general que choca con lo establecido. Un chispazo de Foucault inunda de luz mentes excluidas, fija leyes rompedoras y cirujanos se ponen a transformar cuerpos. Por el camino algunos alcanzarán una libertad no soñada y otros caerán mortalmente heridos por un espejismo. Jueces y cirujanos con instrumentos heredados se pondrán a trabajar en un difícil equilibrio entre lo antiguo y lo moderno, abriéndose paso en el amanecer de un nuevo mundo.



martes, 20 de agosto de 2024

El encargado (y otras series veraniegas)

 


El hallazgo principal, y lo que hace atractiva a esta serie argentina, es la construcción del personaje. Se diría que eso no es una novedad, que todos los novelistas y parte de los guionistas siguen ese criterio, la novedad de los guionistas de esta serie, Mariano Cohn y Gastón Duprat, es que incorporan en la construcción sus titubeos. Al principio no tienen claro cómo ha de ser el personaje. 'El encargado' que nos proponen no es equivalente al portero que conocemos, tiene más poderes, es el empleado del consorcio que forman la comunidad de un bloque de viviendas de clase media alta en una ciudad argentina. Presenta una cara amable ante una parte de los vecinos y es osco y taimado ante los que tienen el mando. Su personalidad se va decantando cuando aparece el conflicto: la comunidad tiene que votar por la construcción de una piscina en la azotea del edificio, allí justamente donde él tiene su vivienda, lo que supondría que sería despedido.


A partir de ese momento el encargado hace trabajar su astucia, desde la seducción hasta el chantaje, para que los inquilinos se decanten por la opción de no construir la piscina en la próxima votación, cada vez menos complaciente y cada vez más maquiavélico.


Los guionistas en los últimos capítulos, conscientes de su hallazgo, hacen que su personaje cultive en la misma escena los dos planos, el hosco, casi sociópata, y el chistoso irónico y burlón, dejando a sus oponentes desconcertados.


La serie 'El encargado' está hecha con pocos medios y con mucho ingenio, cifrando el éxito en el personaje ambiguo que han creado.




Otras dos series veraniegas -‘disfrute para todos los públicos’- comparten título, Gentleman. La primera -Un caballero en Moscú- sitúa al protagonista (Ewan McGregor) en los fragores de la revolución rusa, un caballero de la caída nobleza salva su vida por haber escrito un poema en favor de las masas oprimidas. Se salva pero a condición de quedar recluido en el mejor hotel de Moscú, el Metropol, donde asiste a las intrigas políticas del nuevo régimen: espionaje, traiciones y amores imposibles o improbables. El punto de partida era bueno, pero la historia queda lastrada por un exceso de romanticismo: todo el mundo es bueno salvo los muy malos burócratas estalinistas.




La segunda, The Gentleman a secas, es un desarrollo en capítulos de la peli The Gentlemen: Los señores de la mafia, de 2019. Un duque inglés hereda la propiedad y el título de su padre. Pronto descubrirá el lio en que le han metido, una intriga de hampones internacionales. Como en la anterior no ha de buscar el espectador orden y sentido en el relato, sino dejarse llevar por la acción: disparos, peleas, lujo y lujuria. Los actores famosos de la peli ceden el paso a otros menos desconocidos, no por ello malos; casi todos los actores británicos son buenos. Par los fans de Guy Ritchie.


viernes, 10 de mayo de 2024

Ripley

 



¿Sabemos lo que queremos desear o deseamos lo que otros desean?


Esta incomodidad ante Ripley, la serie, la misma o parecida a lo que sentí cuando de joven leí las novelas de Patricia Highsmith. ¿Es correcto lo que siento, debe implicar un impulso moral la lectura o debo dejarme llevar? No sé cuál es la pregunta correcta. Disfruté con las novelas de Patricia Highsmith y disfruto ahora con las obras de Steven Zaillian (The Night Of, Ripley), pese a la incomodidad que me generan.


Me cae mal el personaje, me indispongo contra él desde el principio. Sin embargo, cuando se presentan los momentos cruciales, una parte de mí está a su favor: que mate a ese a quien envidia, que lo arroje al mar desde la barca -en la violenta escena en las cercanías de San Remo-, que no le pillen bajando el cadáver de Freddy por las escaleras del hotel, que no queden huellas -¡Limpia esa sangre, es que no ves su rastro!-, que la policía no lo atrape, que se salga con la suya, aunque eso no, que la bella Dakota Fanning no caiga en sus manos.


La mórbida personalidad de Tom Ripley, un hombre incapacitado para ganarse la vida, también para relacionarse con los demás, que rehúye el contacto físico con la mujer, pero que, sin embargo, desde una frialdad inhumana, aprovechando las circunstancias azarosas a su favor, va construyéndose como un novelista haría con un personaje, tomando los rasgos de otro, suplantándolo mediante la mentira, el crimen y la argucia. Si Patricia Highsmith trabaja la psicología del personaje, Steven Zaillian lo envuelve en una escenografía esteticista: Italia y el esplendor barroco -Italia entera como un plató a conquistar: Nápoles Roma Palermo-, pero también lo que la luz no abarca, las sombras, el contraste tan bien representado por Caravaggio en David con la cabeza de Goliat, siendo él mismo David joven y Goliat viejo: la luz y la sombra, la juventud y la decadencia, el original y la copia. Zaillian se recrea en un moroso blanco y negro, en la contención y el detallismo, en planos cortos en los que sobresale la belleza y su desgaste, los desconchones en las paredes blancas. La belleza como el canto del cisne del hombre: ya que vivir desahogadamente no está al alcance del hombre -de Tom Ripley, uno cualquiera-, hacer de la vida un simulacro -la pitillera la cámara de fotos el anillo con gruesa gema-, a sabiendas de que todo es temporal, la vida y el arte.




En Patricia Highsmith la construcción de la personalidad retorcida y en Steven Zaillian el esteticismo se sobreponen al discurso moral, lo suplantan. Ambos me hacen cómplice de los crímenes de Tom Ripley. Como si dijésemos, ser buena persona está sobrevalorado: lo importante es sortear la miserable vida, ingeniárselas, ¿o acaso no son los ingeniosos -los que se saltan la ley o la bordean- quienes triunfan y quienes disfrutan de los goces temporales? Como Ripley, envidio las maneras de los ricos, sus conquistas, sus palacios, sus disfrutes, ¿y si pudiese suplantarlos? ¿No es eso lo que en el fondo nos mueve, querer lo que los ricos tienen, desear lo que ellos desean? Suplantarlos. Casi al mismo tiempo que Renee Girard publicaba sus libros sobre el deseo mimético, Patricia Highsmith descubría el fondo del alma humana en sus novelas sobre Ripley.


Llegados a este punto, cabe preguntarse si el discurso retórico de la belleza, icónica o verbal, tiene consistencia en sí mismo o es una excusa del mal que se disfraza. Lo vemos en el discurso político cuya retórica -'yo te hablo de las cosas'- sirve para envolver la mentira y el crimen -mira por doquier y lo verás- o en los creadores, los literatos, los periodistas al dictado o los cineastas llorosos, impermeables a la verdad, pues lo suyo es la belleza, afirman, la verdad, si existiese, es algo tangencial, sobrevenido.


Al final, Dakota Fanning, el personaje positivo, la escritora -la que trabaja con la belleza de las palabras-, circunspecta y desconfiada al principio sobre las intenciones de Ripley, acaba sucumbiendo al engaño, también ella deslumbrada por la belleza definitiva de Venecia -definitiva y mortal-, edita su libro y se lo envía al inspector italiano que investiga los crímenes, de quién Zaillian ha hecho que nos burlásemos por sus torpezas y pomposidad, y es entonces cuando el inspector se da cuenta del engaño, viendo la foto del verdadero Frank, a quién Marge dedica al libro: Ripley no era Franck. Pero Ripley, como el espectador ya sabe, está a salvo. A Ripley, lo vemos en la última escena desenvolviendo el cuadro robado de Picasso -Picasso el suplantador de Caravaggio-, a salvo para que su atractiva maldad, la belleza que suplanta a la bondad y a la verdad, pueda expandirse en una segunda temporada.


lunes, 29 de abril de 2024

Feud. Capote contra los cisnes (Feud: Capote vs. The Swans)

 


Casi sin querer y en días discontinuos, en esas noches que no sabes cómo acabar el día, he ido viendo los ocho capítulos de esta serie (HBO), cuyo centro de interés es Truman Capote y las mujeres de la alta sociedad neoyorquina con las que se codeó en los años 70, cuando llegó a Nueva York y la fama le precedía. Capote se había hecho famoso con su libro A sangre fría, una historia que se basaba en dos jóvenes asesinos con los que contactó en la cárcel y que le dieron las informaciones necesarias. Truman Capote, gay e ingenioso -parece que vayan a la par-, de lengua suelta y chispeante y de gustos exquisitos que pudo llevar a cabo por la amistad que entabló con las mujeres más ricas de la ciudad.


La serie contempla la última etapa de su vida, cuando su inspiración y salud flaquean. Se gana la vida escribiendo para revistas, contando intimidades de sus amigas, los cisnes del título, que se enfadan y se reconcilian con él, y flirteando con hombres más jóvenes que él. Al mismo tiempo, con gran esfuerzo, bajo los efectos del alcohol y otras sustancias, escribe Plegarias atendidas, el último de los libros que le daría fama, aunque no lo llegó a completar. Si la serie tiene interés, aunque creo que le sobran el par de capítulos finales, es por el empeño que ponen los actores: la transformación física del que interpreta a Capote (Tom Hollander) y las viejas glorias de Hollywood que representan a sus amigas (Naomi Watts, Diane Lane, Chloë Sevigny, Calista Flockhart y Demi Moore). La decadencia de la alta sociedad neoyorkina, en cambio, que es el fondo contextual, creo que nos pilla un poco lejos.


miércoles, 17 de abril de 2024

Fallout

 



Leí con mucho interés, por las explicaciones científicas que aparejaba, El problema de los tres cuerpos, de Liu Cixin: un sistema planetario con tres soles y, luego, el asunto de mandar señales al espacio sin saber la catadura de quien las iba a captar -qué haría con ellas: si se pueden contar 100 planetas parecidos a la Tierra por cada grano de arena, dónde está todo el mundo, escribía Tim Urban, ¿el universo es un lugar oscuro lleno de predadores a la espera? Pero de la serie de Netflix, tan publicitada, mi interés no ha persistido más allá de los tres primeros episodios. Hay una versión China que parece que es mejor, pero quién se engancha a algo que dura 48 episodios.


Sin embargo, otra serie por la que no daba un chavo me ha enganchado. La posapocalíptica Fallout (Amazon Prime) está basada en un videojuego. 200 años después de una guerra nuclear, la Tierra es un erial -el yermo, le dicen. Hay supervivientes bajo tierra distribuidos en refugios que funcionan como clanes guerreros al estilo medieval. También los hay en la superficie desértica. La estética de la serie se nutre de la memoria visual cada vez más amplia, de Mad Max a El Cid, de las pelis de Ridley Scott a Westworld, no en vano los creadores de esta son también los productores de Fallout, una combinación de tecnobrutos y la escenografía adusta de las épocas de supervivencia. No es original pero llama la atención la combinatoria: humor con sarcasmo, terror fantástico, violencia sin mesura, música de los años 30/50 y mucho taller e imaginación para crear personajes raros. Es seguro que en las siguientes temporadas, que las habrá, sucederá como en Westworld, la serie se irá degradando poco a poco hasta la insignificancia y el aburrimiento.