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domingo, 22 de septiembre de 2024

Comida familiar

 


¿El mundo entendido como la sociedad de los hombres se está deshilachando o solo es una percepción personal? Crecí en una época en que había un objetivo para la humanidad: autorganizarse para lograr la paz y el bienestar general. Unos pocos años atrás había acabado la guerra mundial, las organizaciones internacionales crecían por doquier: la ONU, el germen de la Unión Europea, la OTAN, el pacto de Varsovia. Dos bloques se miraban de frente, los dientes apretados, sin llegar a enfrentarse. Ambos tenía un objetivo en el horizonte por el que merecía la pena luchar. Eso ha acabado. No hay objetivos a la vista, sino ir tirando. Las guerras de Ucrania y Gaza son incomprensibles por innecesarias. No hay un objetivo mundial que ilusione (ni siquiera llegar a Marte). Los vertiginosos avances tecnológicos nos separan del pasado a una velocidad inédita. Embebidos, atrapados en el salto, estamos perdiendo la capacidad de comparar, de situarnos moralmente en el mundo. 


Ayer asistí a una comida familiar. Tres generaciones se agrupaban en tres grandes mesas separadas: las más mayores (viudas; los hombres de su generación han desaparecido) con otras mujeres de compañía; los hijos de esas mujeres, y de los desaparecidos, hombres en su mayoría: casados, solteros, separados; los hijos e hijas de estos. Por entre las mesas correteaban los pequeñines. Tres mesas, tres conversaciones separadas, tres mundos. En la sobremesa, con los cafés y los chupitos, tampoco las conversaciones se mezclaron.


El mismo día se celebraba en el pueblo la fiesta dedicada a la Virgen de la Torrecilla. Se procesiona a la Virgen y se bailan jotas delante, con cura y salve y vítores para terminar. Luego hay aperitivo comunitario en la cantina. La generación que me precede prácticamente ha desaparecido. Quedan unos pocos islotes aislados con la mirada perdida. Hablé con los míos, con quienes coincidí en la escuela, muchos que hacía tiempo no veía (no sé qué significa esta vuelta a los comienzos), una memoria común con pequeñas anécdotas diferenciales. Nadie comprende lo que está pasando. La desagregación. El grupo era numeroso, apretado en torno a las bebidas y el aperitivo, estratificado, solo se hablaba con los conocidos, una barrera temporal separaba las charlas. El lugar permanece con pequeñas modificaciones, las edades se empujan unas a otras para ir ocupando el escenario.


Tras la comida y la larga sobremesa volvimos a la cantina para participar en un sorteo y dar comienzo a la verbena. Cuando se abatió la negra cartola del camión y la música atronadora se apoderó de la plaza creí que había llegado el momento de abandonar la fiesta.

jueves, 8 de agosto de 2024

La simulación en que vivimos

 



Ayer volví a una librería. Hacía tiempo que no lo hacía. Ahora la mayor parte de mis lecturas son digitales, pero de vez en cuando voy a las librerías porque hay libros que escapan del radar de críticos y comentaristas. En las ringleras de los expositores todo eran novelas. En las estanterías había un lugar para la psicología, la autoayuda, la sociología, la poesía y hasta la filosofía. Busqué un rato largo hasta dar con un rincón apartado donde en un estante aparecían los ensayos científicos. Ahí encontré los dos únicos que me llamaron la atención, dos que no estaban en el radar. Qué lee la gente.


Me sucede lo mismo cuando miro los expositores de las cadenas de streaming: animación, romanticismo, sagas de fantasía, héroes del cómic y algunas viejas películas que vuelven. Muchas noches, no encuentro nada interesante que ver y acabo viendo algo que dejo a los 10 minutos. Cómo se entretiene la gente.


Solo he visto los 20 últimos minutos de un partido de fútbol que enfrentaba a Marruecos con España en las presentes Olimpiadas de París. Estos juegos son como un caldo en el que cabe todo. Cualquier cosa se considera deporte. Echo de menos los juegos de cuando el oro olímpico se lo colgaban los atletas y una Olimpiada era una pista de atletismo.


Algunos, no sé si son físicos o embaucadores, sostienen la fantasía de que vivimos en una simulación. El universo entero sería un juego con el que alguien se entretiene en un gran ordenador. Llevamos mal la muerte de Dios y por distintos medios queremos resucitarlo.


Quizá no vivamos en una simulación pero no hacemos nada por desmentirlo. ¿Quién diría que en Ucrania se han destruido ciudades enteras y que miles de sus habitantes reales, de carne y hueso, han muerto y han sido enterrados? El videojuego montado en Siria ha quedado obsoleto. ¿Quién puede asegurarnos que las imágenes del 7 de octubre, cuando los bárbaros entraron en los kibbutz del sur de Israel, son reales?, ¿quién, que los cadáveres por el suelo, alrededor de la sala de un hospital, mientras médicos sin fronteras mostraban la carnicería provocada por un misil, no eran de atrezo? Hay videojuegos fallidos, incapaces de provocar emoción e interés, en Yemen, en Darfur, en Mali.


¿Y qué decir de ese juego que los occidentales llamamos democracia? Los indios la remedan, pero a los chinos no les hace falta. La mayor parte del mundo vive en otro juego, en otro tipo de fantasía. Durante un tiempo parecía que todo el mundo quería ese juguete. Los países convalecientes, tras la segunda guerra mundial, la abrazaron con entusiasmo: Alemania, Japón; los países africanos cuando se independizaron, los rusos en la época de Yeltsin. Ahora, en la mayor parte del mundo, es un juguete roto.


Incluso en Occidente. Algunos siguen jugando a la democracia pero con la intención de desembarazarse de ella cuanto antes: AMLO dijo que era un estorbo, también Trump y Bolsonaro, ahora, a las bravas, Maduro en Venezuela. El juego de la democracia ha quedado en manos de jugadores exóticos, weird los llaman. Incluso allí donde nació la democracia, en Europa, aparecen los jugadores más extravagantes: Farage, Puigdemont, Zapatero. Al menos habría que cambiarle el nombre al juego porque nada tiene que ver con la etimología de su nombre.



viernes, 5 de julio de 2024

De Sardón a Tordesillas

 


Nos las prometíamos felices al salir de Sardón. El camino del canal ancho y limpio, hasta Tudela pensábamos. El sol se deshacía en colores en el prisma del agua, los tordos, los mirlos, las ardillas se asustaban a nuestro paso. Pero tres o cuatro kilómetros después el camino se ha estrechado convirtiéndose en una senda fluvial, recorriendo la ribera del Duero, una senda que al poco se ha ido transformado en sendero y más tarde en paso que iba perdiendo forma cuando las zarzas, los matojos lo han ido invadiendo: los brazos se han llenado de arañazos, era difícil saber que había detrás de una subida, detrás de una curva, si íbamos a caer al agua, llevando a menudo la bici en andas, hasta que ha llegado el momento aventura.




Un árbol de grueso tronco y mil brazos obstruía el camino. Hemos mirando en todas direcciones por ver por donde salir. Salir de la trampa en que nos habíamos metido era imposible: a la derecha el río, a la izquierda una ribera infranqueable, deshacer los kilómetros hechos implantable. Hemos arrastrado la bici por el suelo reptando con ella para poder salir de esa barrera natural. Hay una página web que informa -deberíamos decir desinforma- sobre la senda del Duero. Cómo es posible que no señalen los tramos intransitables. Se supone que alguien la lleva y cobra por ello.





Al llegar a Tudela no sabíamos cuál era la mejor forma de seguir, hasta que hemos dado con un abuelo, que llevaba a su nieta de la mano, que se ha ofrecido a conducirnos con el coche por delante hasta el camino del canal que, ahora sí, estaba expedito desde Tudela hasta Laguna. Por nuestra cuenta no hubiesemos dado con él. Desde Laguna otro hombre, este en bici, nos ha acompañado hasta el carril bici que lleva de Laguna al Pinar de Antequera y de aquí a Simancas. 



Tomándonos un café he creado mi propia ruta con el connect, por caminos desde Simancas a Tordesillas siguiendo básicamente el Camino del Tratado. Hacía calor pero soportable. Por fin una etapa sin tocar un kilómetro de asfalto. 



En Tordesillas hemos tirado de menú en el restaurante Avenida con unos judiones con oreja riquísimos. Después siesta, no nos quedan ganas para visitar las ciudades o pueblos.


Por el por la tarde, el partido. ¿Cómo seleccionan a los comentaristas, por qué gritan tanto, por qué no paran de hablar para decir obviedades o directamente tonterías? ¿Por qué en cualquier dirección que uno mire falta sensibilidad e inteligencia? ¿Por qué no respetan a quien les oye?

jueves, 4 de julio de 2024

De Aranda a Sardón de Duero



Todo comienza y acaba en La senda del Duero que es la excusa para hacer la ruta veraniega en bici. Hay paisajes terrenales y humanos, pueblos que no has visto y te sorprenden, escenas pilladas al azar, como la agria discusión de una pareja de mujeres en un piso de una calle arandina que tenía a todo el barrio en vilo, animales que te salen al camino, sorprendidos más que tú, corzos que corren en paralelo, intuyendo un peligro que no existe en el marchar de tu bici, águilas ratoneras que se posan en un poste para verte pasar, ratoncillos que no has visto en el camino y desventras muy a tu pesar, hombres al resguardo de un tractor, detrás de un portalón, que balbucean cuando les pides el mejor modo de llegar a una dirección, que se deshacen en una torpe amabilidad, restaurantes caseros de muy buena cocina -como La puerta de la Ribera en Sardón- que aún existen, aunque si hemos de creer al mainstream su tiempo ya pasó. El verano es la ilusión del tiempo que recomienza. Lo que pudo ser, lo que podría ser, incluido el amor verdadero que desgraciadamente desfallece antes de comenzar. 




Burgos en el imaginario fue una tierra de guerreros, Valladolid, como Soria, una de monjes austeros pero igualmente guerreros, que a través de viñedos se unen en una arrogancia de nuevos ricos, con sus aparatosas bodegas y su publicidad provinciana, que ya en los nombres dejan ver su tosca mendacidad. A lo largo del río, sobre el verde de las vides, se ven esos innecesarios memotretos encargados a arquitectos de prestigio. Cuanto más gráciles y funcionales las bodegas subterráneas que cumplían sin aspavientos su función. 




Si quieres tener la experiencia del Duero procura no recorrerlo después de un periodo de lluvias. No quiero mostrar los desgarrones, las heridas, las picaduras en brazos y piernas porque sería exhibición. Adentrarse en la senda del río es una aventura que un valiente ha de arrostrar. No son solo las zarzas enmarañadas, las ramas y troncos caídos, es la propia senda que ha perdido pie y no ha dejado paso, es la vegetación crecida, las ramas a la altura de los ojos, la fosca amenaza que te espera al otro lado de la curva.




Quién no diría que hay momentos placenteros: la salida por la larga senda de Aranda, el perfil de Roa, el monasterio de Valbuena, dedicado a las Edades del hombre, Retuerta, el puente de San Martín de Rubiales, Peñafiel, la desembocadura del Duratón, Pesquera y por fin el camino que se alza en medio del río Duero y el canal que le roba el agua para satisfacer la sed de Valladolid.

miércoles, 3 de julio de 2024

De Berlanga a Aranda

 



Uno oye o lee 'senda del Duero' y le entra la risa tonta. Son contados los tramos en que realmente existe esa senda. La mayor parte son caminos o pequeñas carreteras locales que siguen el curso del río, aunque a veces hay que apartarse cuando el río se hunde y el terreno se eleva en riscos o peñas. La primera sorpresa de la mañana ha sido la elevada iglesia de Aguilera con su hermoso atrio y capiteles románicos.




Como el castillo de Gormaz ya lo conocíamos de cuando hicimos la Ruta del Cid, hemos decidido verlo desde el propio río Duero, abajo, desde donde se contempla una maravillosa vista. Hemos evitado una buena subida y recorrido un buen tramo por la ribera del río. Tampoco hemos pasado por Burgo de Osma, que ya hemos conocíamos de otras veces, optando por un camino interior con subebajas exigentes, hasta llegar a San Esteban de Gormaz. 




No podíamos abandonar Soria sin probar los torreznos. En San Esteban nos han servido una generosa ración. A partir de ahí hemos serpenteado por caminos que se juntan al río hasta llegar a Langa del Duero, su bonito puente, iglesia y torreón. Entonces hemos bajado a la famosa senda del río Duero, que hemos recorrido a tramos saliendo de vez en cuando para hacer otra parte por caminos. Es bonito pero exigente.




La vegetación está crecida por las lluvias, hay charcos y barro, aunque lo peor son los pequeños tocones de los árboles cortados, ocultos bajo la vegetación, un verdadero peligro para el rodar de las bicis. Las sendas están muy mal cuidadas; de vez en cuando hay árboles caídos que se cruzan en la senda, hay que acarrear la pesada bici y buscar el medio de sortearlos.




En una de las salidas hemos topado con el Monasterio de la Vid. Lo hemos visitado, conocemos su historia, su enorme biblioteca desperdigada y perdida como consecuencia de la desamortización de Mendizábal. Desde ahí llegar a Aranda ha sido pesado porque el sendero era casi inexistente por la vegetación que se estrechaba. Ya en Aranda nos hemos alojado y comido en un restaurante y hostal popular Elvira): las asadurillas riquísimas, como no recuerdo haber probado. 


Ahora el problema que bulle en mi cabeza es encontrar alojamiento para los próximos días, pues se acerca el fin de semana, un fin de semana de julio.

martes, 2 de julio de 2024

De Duruelo a Berlanga

 


Uno podría pensar, si inicia la ruta de la senda del Duero, que junto al río hay un camino o una senda -vereda suena demasiado bien- y que puede recorrerlo desde su nacimiento hasta su fin, pero no es así, el río pasa por donde puede, abre su cauce entre rocas, horada la tierra, desnuda los árboles y en su sinuoso trazo va dejando atrás regueros primero, luego barrancos y hondonadas. El tiempo del río no es el nuestro y su trabajo dura miles quizá millones de años, aunque el agua que lleva sea tan de nuestro tiempo como nuestras lágrimas y risas. Pocos paisajes tan hermosos como el arranque del río a su paso por Duruelo. El caudal no es enorme pero suficiente, el bosque se aplana a su alrededor para que aparezcan los espacios verdes, aunque no durante mucho tiempo. Enseguida el sendero se alza sobre la ribera. No es difícil caminar por él, pero con la bici hay que tener mucho ojo para no tropezar con las raíces desnudas de los árboles, las piedras o los troncos cortados, además de las zonas embarradas o encharcadas como consecuencia de las lluvias de la semana pasada. Enseguida deja uno de mirar la maravilla del río y su ribera porque no tiene ojos más que para la senda trabada que con dificultad cruza la bici, cuando no hay que parar para echársela al hombro y continuar.




Al final termina por expulsarte y lanzarte a una pista paralela. Pista en general limpia pero también con zonas encharcadas que sube y sube más de lo que uno podría esperar. Ya arriba en el monte es fácil perderse porque se cruzan los caminos e incluso los senderos que uno sigue a través del track. Cada track es hijo de su padre o de su madre y las circunstancias en que fue trazado cambia con las estaciones la lluvia o la sequía. Nos hemos perdido varias veces antes de coger una larga pista que bajaba hacia Molinos del Duero. Desde allí habíamos de seguir hacia Vinuesa para recorrer la Cuerda del Pozo, uno de los lugares más bonitos de esta ruta. En el bar donde tomábamos café nos han advertido que la senda estaba inundada, que siguiésemos hasta Abejar y allí tomásemos una ruta verde de un ferrocarril minero. Así que hemos seguido el trazo de la Cuerda del pozo desde el asfalto antes de coger la ruta verde, 30 km hasta Soria. Por no entrar en Soria y recorrerlo perimetralmente por el río queriendo llegar a Almazán nos hemos perdido por una zona de puentes y acueductos.




Estábamos exhaustos y hambrientos. Un runner nos ha desaconsejado coger el Duero hasta Almazán, demasiadas pendientes. También la carretera porque no había ningún lugar donde parar a comer. El único sitio estaba en Quintana pero esa era otra carretera que no llevaba a Almazán sino a Berlanga de Duero. Es lo que hemos hecho. El restaurante de Berlanga, El cuartelillo ha merecido la pena, un lugar con sombra y comida decente. En dirección a Berlanga hemos cogido una pista que claramente indicaba Senda del Duero pero nos ha llevado mucho más lejos y hemos tenido que dar la vuelta. No sé cuántos kilómetros hemos hecho de más. Hemos tardado nueve horas desde la salida a la llegada. Hay que descontar por supuesto los periodos de descanso. Una ruta larga que se ha hecho dura por no haberla preparado correctamente.




La preparación física y el cuidado personal: cremas hidratantes, cremas solares, cremas protectoras ante posibles rozamientos y heridas, ropa y calzado adecuados, es importante para aguantar una ruta larga de varios días. Hay que ser concienzudos. Es fácil caerse de la bici. Hoy, por ejemplo, Ani se ha caído doblando una curva en subida con una piedra y un hueco difícil de soslayar. Se ha dañado la cadera y el hombro y ha llegado dolorido. En mi caso, fue inconsciente al hacer la ruta a pie en Duruelo en busca del mirador de Castroviejo. Por no llevar calzoncillos -se ahorra en material para no llevar peso-, solo pantalón corto -los culotes ciclistas van tal cual sin calzoncillos-, me hice una herida en la capucha de piel que cubre el pene. Durante la noche lo he recubierto con crema hidratante y parece que he salido más o menos del paso.

domingo, 21 de enero de 2024

Cultiva la amistad

 



El día qué Platón formuló la definición de hombre como animal bípedo e implume, Diógenes de Sínope, desplumó un gallo y lo soltó en medio de la academia diciendo: "El hombre de Platón".


Todo conspira para dirigirnos, para esclavizarnos. Nuestro comportamiento básico tiene por objeto la supervivencia y la reproducción. Cedemos para adaptarnos al medio en que nos toca vivir. Adoptamos costumbres creencias hábitos sin los cuales nos convertiríamos en extranjeros, extraños, insolidarios, raros para quienes la vida es un suplicio. La química cerebral se pone en marcha para ver en una persona en concreto, de la que nos enamoramos, bellezas y armonías que al cabo de un tiempo más o menos largo desaparecen. Durante ese breve tiempo las dos químicas de las dos personas concuerdan para simular una felicidad huidiza, pero pronto cada química sigue su curso haciendo imposible la convivencia a no ser que una de las dos ceda y se convierta en esclava.


Si fuésemos conscientes desde el principio de la realidad fisiológica y mental de la persona de la que nos hemos enamorado el enamoramiento sería imposible. La selección natural actúa en nosotros engañándonos transformando lo que vemos y sentimos. En cada momento los estados de conciencia están determinados por nuestra percepción y su recepción en los órganos del cerebro. Vivimos en un mundo ilusorio donde las certezas son efímeras e insustanciales, aunque nuestro cerebro nos haga creer que son definitivas.


Hay sin embargo un espacio de libertad, la racionalidad que conseguimos construir. Tenemos la posibilidad trabajada de ver las cosas con frialdad, dividiendo separando analizando. Es un espacio que se construye en compañía. La racionalidad es un método que se practica en sociedad. Es en el diálogo donde la racionalidad se va perfilando, aplicando su propia selección, consciente de nuestras miserias, de nuestra mortalidad, del valor de saberlo y decirlo en compañía. Es en la certeza común de nuestro ser efímero dónde podemos construir humanidad. El excitado amor romántico puede estabilizarse en una unión de iguales racionales sobre el fundamento de la amistad, aunque la amistad normalmente no se alza sobre un sustrato erótico. Cervezas y amistad, ese es el caso. Mira esto (clic. ¿Sabes cuál es el mejor predictor de tu supervivencia después de 12 meses tras un ataque cardiaco? La calidad de las amistades que tienes, por encima de dejar de fumar, del ejercicio, de la obesidad, del consumo de alcohol, de la calidad de la dieta e incluso de la calidad del aire.