martes, 29 de julio de 2025

Sobre el arte de conversar, su decadencia

 


No sé si a todos les pasa, creo que es una tendencia que se generaliza. Las discusiones o al menos las conversaciones que antes teníamos en nuestros círculos sobre política se están amortiguando o desapareciendo del todo. El coste mental es tan alto que mejor no tenerlas, así que las sustituimos por los exabruptos anónimos que soltamos en las redes. Ahí podemos exponer nuestras opiniones sin freno, porque sabemos las dos cosas que hay que saber, que encontraremos gente que piensa igual que nosotros y adversarios que se van a sentir irritados, lo que buscamos en cualquier discusión sin intercambio razonable, no tanto intercambiar razones y llegar a acuerdos como reafirmarnos e irritar.

 

Así, la conversación languidece y con ella el valor de la buena vida. En vez de acrecentar y afinar la calidad de la vida en común, lo que requiere esfuerzo y práctica, buscamos grupos a los que pertenecer que no requieran un esfuerzo extra, dejarse llevar por la vía fácil de la pertenencia sin exigencia. Es más fácil leer una novela de Megan Maxwell o la última novela negra que volver al Ulises de Joyce, hablar de fútbol que de cómo organizar la vida en común. ¿Quién lee el último ensayo de moral y buenas prácticas? ¿Quién enjuicia el último caso de corrupción sin comparar de inmediato con lo que hicieron los otros?

 

Los que piensan poco, pero transmiten mucho porque disponen de altavoces, lanzan las ideas simples sobre las que se construye la vida en común. Los seguimos porque forman parte de nuestro círculo de pertenencia. Nos acomodamos, renunciamos al pensamiento propio. Así se degrada la convivencia y dejamos de ser libres.

 

La escritura convierte pensamientos confusos en ideas claras. Prueba esto: anota esa idea que se te acaba de ocurrir. Intenta hacerlo cada día después de un descanso. Y lo más importante, hazlo sin depender de otros: no escribas lo que oíste, lo que viste en internet o lo que te dijo la IA. Escribir es pensar libremente, te ayuda a formar tu propia personalidad. Es el primer paso para volver a conversar de verdad.

 


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