domingo, 6 de junio de 2021

Wrath of Man (2021)




 Frente a la foto de Miropol, Ucrania, de 1941, sabemos que en la última película de Guy Ritchie Wrath of Man (Despierta la furia) lo que vemos es pura fantasía, por lo tanto entramos en el cine relajados, dispuestos a pasar un rato entretenido. Sin embargo, podemos preguntarnos, si la violencia que aparece en el film no tendrá algún efecto sobre nosotros. Es una violencia gratuita, hasta cierto punto sin causa, armas de fuego disparando sin cesar sobre cuerpos que se abaten sobre el asfalto. Todo en ella es elemental, la interpretación, los caracteres, la trama, los escenarios. Entonces, por qué vemos este tipo de películas. No para enfrentarnos a dilemas morales o para comprender mejor el mundo. Las vemos porque sí, para matar el tiempo. Como cuando llevamos a los niños al Burger King en vez de a un restaurante de postín al que asociamos la idea de 'gastronomía'. Los niños disfrutan de lo elemental como nosotros cuando necesitamos distendernos. 


¿Pero realmente es inocuo comer en un McDonald's o ver una película de Guy Ritchie? No lo es. Un nutricionista nos desaconsejaría ir a un restaurante de comida rápida por sus efectos a largo plazo sobre nuestra salud. Un animalista seguramente introduciría cláusulas morales en el consumo de hamburguesas de vaca. Ver un thriller violento con derramamiento de sangre, descoyuntamiento de huesos y sesos desparramados en las paredes y los coches produce una satisfacción parecida a comerse una hamburguesa con salsas grasientas. ¿Nos incitan a la violencia las escenas violentas que sabemos que son fantasía? Seguramente no, de hecho los índices de violaciones y homicidios se reducen año tras año, quizá, como sugiere Maggie Nelson, porque "demasiada gente permanece narcotizada por sus dispositivos", a no ser que tengamos algún trastorno psíquico. Desde Aristóteles se suele decir que la violencia en la escena es catártica. Quizá sea así, pero no se puede negar que frecuentar un Burger King produce adiposidad y, en consecuencia, torpeza física, aumento del  riesgo cardiovascular y una larga serie de insuficiencias. De modo parecido, frecuentar la violencia ficcional y, en general, la ficción sin relación con lo real, ¿no podría acrecentar una cierta adiposidad moral, lo que llamamos conformismo? La moral es una secreción social que se adapta a los estados mentales de cada época. Para mantenerse activa necesita  ejercitarse, contraponiendo dilemas, resolviendo situaciones reales problemáticas. Junto al conformismo, la insensibilización,  ¿entregarse asiduamente al confort de lo elemental no resta agilidad a nuestra mente? ¿No aceptaremos con más facilidad los dictados morales que se nos propongan sin reflexionar sobre su bondad o utilidad?


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