El
padre muere, sus hijos lo recuerdan. Quizá el tiempo sea una
magnitud que los físicos no tengan en cuenta a escala cuántica,
pero a los seres con consciencia que analizan el cosmos y que viven
una
vida ordinaria
les determina. Somos sustancias temporales. Buena parte de nuestra
vida vive cobijada bajo el cuidado y la seguridad del padre. Es un
tiempo decisivo, en que crecemos y nos formamos. En algún momento se
produce el desenganche, un tiempo nuevo se abre. Los hijos comienzan
su propia paternidad. El padre ve cómo el objetivo biológico de la
reproducción se acaba y los lazos emocionales con los hijos se van
diluyendo inexorablemente. La vida va perdiendo significado. El padre
muere. Los
hijos van a lo suyo, tienen su propio objetivo, pero en algún
momento, en alguna pausa de su ajetreo vital, recuerdan, la infancia,
el cuidado del padre, el alejamiento.
Para
los tres hermanos de la historia que nos cuenta Paco Roca, como para
tantos, la casa del campo, el chalet de la playa, la torre de montaña
es el lugar que recuerda al padre. En
esa casa se reúnen los hermanos para arreglarla y venderla. La
melancolía por el tiempo perdido. Los afectos son mudables, como el
tiempo, la intensidad del amor filial muda hacia el amor paternal,
pero los sentimientos no son equivalentes. En ese proceso se pierde y
se gana. Es fácil buscar culpables de la pérdida. Se puede recordar
al padre como seco, reservado, egoísta, no merecedor de nuestro
cariño o puede que el recuerdo nos haga sentir culpables por no
haberlo atendido como se merecía cuando enfermó,
de no haber visto su decadencia, de dejar que se consumiera solo. La
experiencia es subjetiva, cada relación filial es vivida de modo
diferente.
La
gran habilidad de Paco Roca, trabajando con bocadillos de texto
necesariamente breves y con dibujos de linea clara, es transmitir la
variedad de la experiencia humana. Cada uno de los tres hermanos vive
el recuerdo de modo distinto, como lo
hace el
vecino que
les ayuda a recordar.
¿Cuáles
eran los sentimientos del padre, qué no hice que debería haber
hecho? Tengo
una prevención contra el cómic, tebeo deberíamos decir en español,
porque al querer decir mucho con poco tiende a subrayar, a
simplificar, a enfatizar, dando pie a la exhibición de prejuicios y
a la conducción del lector en una dirección. Lo extraordinario de
Paco Roca es que eso no sucede. Texto y dibujo se complementan.
Percibimos las emociones por debajo de la consciencia que lee y mira,
no
a través de lo que los personajes dicen, sino por otros medios, por
los silencios, por los cambios en la fisonomía, por la composición
de la viñeta, por
el tamaño de las figuras, por
la reiteración con ligeros cambios de una misma escena, la sensación
de que el paso del tiempo nos corroe, nos enfría, nos anula, acaba
con nuestra inocencia y no sólo nos destruye sino que hace que nos
sintamos culpables por lo perdido. Pero
es inexorable, superior a nuestra frágil voluntad. Al final, hay un
cartel anunciando la venta de la casa. La casa quedará en manos de
desconocidos, el último vestigio del padre desaparecerá. Cuando
se apague del todo su recuerdo en nuestra memoria y nada quede del
antiguo afecto será el anuncio de que comienza
en
nosotros el
proceso que nos llevará al olvido.
Uno
sabe que está ante una gran obra cuando su
contacto
estremece nuestro
edificio interior y cuando ve que a otros también les sucede pero en
cada uno de forma diferente.
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