jueves, 7 de noviembre de 2019

La casa, de Paco Roca



El padre muere, sus hijos lo recuerdan. Quizá el tiempo sea una magnitud que los físicos no tengan en cuenta a escala cuántica, pero a los seres con consciencia que analizan el cosmos y que viven una vida ordinaria les determina. Somos sustancias temporales. Buena parte de nuestra vida vive cobijada bajo el cuidado y la seguridad del padre. Es un tiempo decisivo, en que crecemos y nos formamos. En algún momento se produce el desenganche, un tiempo nuevo se abre. Los hijos comienzan su propia paternidad. El padre ve cómo el objetivo biológico de la reproducción se acaba y los lazos emocionales con los hijos se van diluyendo inexorablemente. La vida va perdiendo significado. El padre muere. Los hijos van a lo suyo, tienen su propio objetivo, pero en algún momento, en alguna pausa de su ajetreo vital, recuerdan, la infancia, el cuidado del padre, el alejamiento.

Para los tres hermanos de la historia que nos cuenta Paco Roca, como para tantos, la casa del campo, el chalet de la playa, la torre de montaña es el lugar que recuerda al padre. En esa casa se reúnen los hermanos para arreglarla y venderla. La melancolía por el tiempo perdido. Los afectos son mudables, como el tiempo, la intensidad del amor filial muda hacia el amor paternal, pero los sentimientos no son equivalentes. En ese proceso se pierde y se gana. Es fácil buscar culpables de la pérdida. Se puede recordar al padre como seco, reservado, egoísta, no merecedor de nuestro cariño o puede que el recuerdo nos haga sentir culpables por no haberlo atendido como se merecía cuando enfermó, de no haber visto su decadencia, de dejar que se consumiera solo. La experiencia es subjetiva, cada relación filial es vivida de modo diferente.

La gran habilidad de Paco Roca, trabajando con bocadillos de texto necesariamente breves y con dibujos de linea clara, es transmitir la variedad de la experiencia humana. Cada uno de los tres hermanos vive el recuerdo de modo distinto, como lo hace el vecino que les ayuda a recordar. ¿Cuáles eran los sentimientos del padre, qué no hice que debería haber hecho? Tengo una prevención contra el cómic, tebeo deberíamos decir en español, porque al querer decir mucho con poco tiende a subrayar, a simplificar, a enfatizar, dando pie a la exhibición de prejuicios y a la conducción del lector en una dirección. Lo extraordinario de Paco Roca es que eso no sucede. Texto y dibujo se complementan. Percibimos las emociones por debajo de la consciencia que lee y mira, no a través de lo que los personajes dicen, sino por otros medios, por los silencios, por los cambios en la fisonomía, por la composición de la viñeta, por el tamaño de las figuras, por la reiteración con ligeros cambios de una misma escena, la sensación de que el paso del tiempo nos corroe, nos enfría, nos anula, acaba con nuestra inocencia y no sólo nos destruye sino que hace que nos sintamos culpables por lo perdido. Pero es inexorable, superior a nuestra frágil voluntad. Al final, hay un cartel anunciando la venta de la casa. La casa quedará en manos de desconocidos, el último vestigio del padre desaparecerá. Cuando se apague del todo su recuerdo en nuestra memoria y nada quede del antiguo afecto será el anuncio de que comienza en nosotros el proceso que nos llevará al olvido.

Uno sabe que está ante una gran obra cuando su contacto estremece nuestro edificio interior y cuando ve que a otros también les sucede pero en cada uno de forma diferente.


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