lunes, 23 de septiembre de 2019

Guerras civiles



A medida que el río pierde altitud la montaña se hace hombre. El hombre necesita que por sus ojos entre la fronda, la promesa de espesura, refugio, alimento, descendencia. Así que a ambos lados del Panj, más en este que en aquel, los hombres se van agrupando en leves remansos, familia, aldea, pequeña ciudad, aunque cuesta encontrar una gran aglomeración. Tayikistán sobrepasa por poco los 9 millones de habitantes, aunque son más del doble los tayicos en el mundo. Sus habitantes no querían ser independientes en 1991, como tampoco el resto de comunidades centroasiáticas, se podría decir que lo fueron a la fuerza. La gran federación soviética daba sentido al pequeño cosmos local, también era el sustento de su economía. Aún lo sigue siendo, los tayicos inmigrantes en Rusia contribuyen con el 50% al PIB del país. Dejados a su suerte (los rusos abandonaron en masa el país) entraron en ebullición, como el resto de países vecinos. Los líderes comunistas mutaron en una noche: cambiaron planificación por mercado para quedarse con los bienes públicos por un dólar, y comunismo por nacionalismo, para cementar una población desposeída. Las regiones periféricas, los clanes olvidados, las minorías étnicas (pamiris, garmis) los individuos formados en Occidente, el magma religioso creyeron que era el momento de tocar poder.

Nadie peor que un vecino para darte cuenta de los males de la escalera. He oído tres versiones de la guerra civil tayica. La guerra se desarrolló entre 1992 y 1997, cuando los combatiente presionados por Rusia y la ONU se vieron forzados a pactar un acuerdo por temor a que el país fuese invadido por los talibanes y el radicalismo islámico se extendiese por los otros países. Las cifras sobre el desastre son inmanejables, van de las 20.000 víctimas de fuentes cercanas al poder a los 100.000 de la oposición. Lo que es seguro es que hubo secuestro, tortura y muerte, asesinatos en masa, quema de aldeas y que decenas de miles de pamiri y garmi fueron asesinados o huyeron a Afganistán. 1,2 millones de personas, refugiados dentro y fuera del país, el país devastado, Emomali Rahmon se convirtió en dictador sin oposición. El voluntarioso guía principal, que se comunicaba con nosotros en español, ofrecía una versión sin grietas a favor del presidente y los vencedores, según él apenas hubo 10.000 muertos y ahora el país es una balsa de aceite. El segundo, pongamos Ahmed, pamirí, en inglés, hacía enormes esfuerzos por no hablar de política pero al fin un día se sinceró: los muertos sobrepasaron los 200.000, los pamiris fueron masacrados o huyeron a Afganistán, objeto de todo tipo de tropelías, lo único posible, y decente, era no votar, pasar de política. El tercero, en francés, con datos ajustados a lo que en realidad ocurrió, ofrecía un discurso bien organizado y memorizado, en el que todo encajaba y que favorecía al actual poder. Con Ahmed, salió el tema de Cataluña, me preguntó si yo estaba a favor de la independencia, al decirle que no pareció decepcionado, no preguntó por mis razones.


2 comentarios:

José Manuel Jordán dijo...

Deliciosos comentarios. Un recorrido muy interesante. No es solo el paisaje lo que importa. Está en la foto, y seguirá. Lo interesante es lo que Unamuno (parece que ahora hemos descubierto a Unamuno, por una película) decía: el paisanaje. Ver sus vidas, su hacer, su historia en pequeño. Muchas gracias por estas reflexiones. Hemos hecho de nuestras ciudades monstruos sin alma, donde todo es visitar y ver pero no conocer. En estas etapas has desgranado lo que tanto me gusta. Meterme en otra cultura. Delicioso.

Toni Santillán dijo...

Gracias, José Manuel