Sí,
budismo, en el océano musulmán que es ahora, hasta es posible que
aquella civilización tratase mejor a sus hijos y que fuese más
comprensiva y tolerante, pues, no aquí, sino detrás, a un lado y al
otro de la frontera, en el Asia central y en lo que ahora es China,
en esa Kasgar que el visado chino nos ha impedido conocer,
convivieron budistas con nestorianos y estos con la religión del
Avesta. Y el mismo océano islámico está ahora lleno de mares
musulmanes.
Las
gentes de estas breves penínsulas que forman los derrumbes de
montaña y los arrastres del río no se dicen tayicos o afganos sino
pamires y hablan variantes del pamir, rama del indoiranio, hasta
siete a cada lado de las fronteras (Tayiquistán, Afganistán, China,
Pakistán) siendo aquí el chugní el que se impone a ambos lados del
río Panj y no siendo superior a 100.000 los hablantes en cualquiera
de los casos (yasgulamí, chugní, rochaní, iscasmí, vají,
sanglechí y munyí). Tampoco dicen practicar la misma religión que
los tayicos, si estos son sunitas, ellos se dicen chiítas y además
de pata negra, pues su líder el imán Aga Khan es descendiente
directo del profeta, ismaelitas, pues. Tienen una fuerte conciencia
de la diferencia del islam que practican, se dicen tolerantes, poco
rigoristas y fuertemente feministas: enseñanza bilingüe con inglés,
becas para estudiar en el extranjero, doctorados. A un lado y otro
del Panj iremos viendo las huellas de la fundación ismaelita. Los
primeros edificios afganos de color, escuelas, el gran centro de
Khorog, centros médicos, parques urbanos. Ali, pamirí e ismaelita,
nuestro guía, no tiene dudas, es un entusiasta.
El
sol ya está tras las montañas cuando nos hacemos fotos de amistad
con los hermosos álamos, blancos, gruesos, enhiestos, del parque de
Khorog, la capital del Pamir. Es un lugar de privilegio natural, a
2.200 m., un pequeño oasis que forma la confluencia de los deltas de
los ríos Shakhdara y Gunt antes de encontrarse, a la salida de la
ciudad, con el Panj. Bajo la aparente paz que transmite este
hermosísimo enclave que se contempla desde el parque botánico que
hay unos kms hacia arriba, el segundo más alto del mundo, aún arden
las brasas de la guerra civil que enfrentó al Pamir y otras regiones
contra la central de Dusambé. La región fue cerrada por el
presidente Emomali Rahmon y la población tuvo que volver al trueque
para salir del paso. De vez en cuando las brasas se convierten en
hoguera y la ciudad se incendia como ocurrió en 2012, cuando un
choque entre la guerrilla y el gobierno acabó en sangre derramada:
al menos 40 muertos. El Aga Khan es el héroe de estas tierra.
Sustituyó al Estado cuando este desapareció, les proporciona
educación, sanidad y una religión amable y hasta un campus de la
Universidad de Asia Central.
Ya
ha aparecido la estrella vespertina, es la señal para la oración de
la tarde para los ismaelíes. Los hombres trajeados y las mujeres con
túnicas blancas se dirigen al imponente templo con su característica
cúpula con cinco niveles. Es viernes y la calle de acceso está
vigilada por guardias de seguridad. Nos quedamos con las ganas de
visitarlo. Los vigilantes nos dicen amablemente que es día de
plegaria. Todavía tarde en la noche desde la habitación del hotel
veré a través de las ventanas de la sala de oración desfiles de
jóvenes cuyo ritual me está vedado.
Por
la mañana, a la salida de la ciudad, comprobamos que Khorog tiene un
pista de despegue. Entre ella y el río pasean decenas de hombres y
mujeres. Es sábado y muchos no trabajan. Junto al edificio que hace
de terminal, poco más grande que un container, se agolpan decenas de
coches esperando pasajeros en dirección a Dusambé o hacia arriba,
hacia el altiplano. Dentro de uno, dos, tres, cinco años a esta ciudad la inundará el turismo. Esas casas que cuelgan sobre el Panj serán restaurantes para la clase media oriental, coreanos, tailandeses, indios.
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