martes, 24 de septiembre de 2019

Iskanderkul



Mientras estuve a ras de suelo, en tierra de hombres, al caer de la tarde tenía un momento para teclear en el minúsculo dial del móvil, meras reflexiones sobre lo que acababa de ver u oír, pero cuando ascendimos a tierra de gigantes la naturaleza me abrumó. Literalmente, me quedé sin palabras, mis ojos lo eran todo, ocuparon todo mi espacio mental. He tenido que volver, dejar pasar los días y verme en las fotografías para saber que he estado allí, para creer que he estado allí, así de rápido era el viaje de un lugar a otro, así pasaban ante mí las crestas y las superficies lustrosas, los peñascos de pasmosos colores y las pequeñas terrazas arrebatadas al río.

Un par de días los guardamos para, a través de las montañas Fann, llegar a Iskanderkul, el lago de Alejandro. Es la postal de Tayikistán, no hay viaje sin fotografías de ese lugar, la peor cámara del mundo, las manos más torpes hacen las mejores fotografías. El paso a través de las montañas rojas, la subida por el estrecho cañón del río Yaghnob hasta llegar al valle de Zeravshan, donde se encuentra el lago, exige total entrega, se sucede a tal ritmo el paisaje cambiante de formas y colores que no hay margen para la contemplación ni para detenerse en la larga historia de los imperios que lo dominaron o las leyendas que lo hacen deudor del nombre más aclamado de la historia, Alejandro. No hay certeza alguna de que Alejandro llegara hasta aquí y de que el nombre del lago tenga que ver con su nombre, probablemente, como me asegura el guía, derive de palabras del sogdiano, la lengua franca de la zona y lingua franca durante siglos de la ruta de la seda, para significar algo así como montaña hundida en el agua.


Pero los turistas amamos las leyendas y nos gusta oír que Alejandro llegó hasta aquí perseguido por un ejército de la Transoxiana (la Sogdiana de los griegos) que había derrotado al suyo. Su caballo, Bucéfalo, lo trajo hasta la cueva en el oeste del lago para salvarlo. Exhausto, sin fuerzas, Bucéfalo llegó al final de sus días. Pudo haber acabado con él el propio Alejandro acuchillándolo para terminar con su agonía o el propio Bucéfalo se sumergió en el lago. En todo caso el lugar tiene la magia de los reflejos encantados, cerca hay una cascada y un lago de las serpientes, y con paciencia y silencio se puede rastrear al oso o al leopardo de las nieves, al kuropatki y al pavo salvaje. Este en un buen momento para visitarlo, finales de septiembre, antes de que llegue el frío, se hiele y se cubra de nieve, aunque ya no lo hace como cuando los exploradores rusos descubrieron sus glaciares, entre ellos el Zeravshan, todavía con sus 24 km uno de los más largos de Asia, ahora ya en recesión.

No hay comentarios: