A
medida que el río pierde altitud la montaña se hace hombre. El
hombre necesita que por sus ojos entre la fronda, la promesa de
espesura, refugio, alimento, descendencia. Así que a ambos lados del
Panj, más en este que en aquel, los hombres se van agrupando en
leves remansos, familia, aldea, pequeña ciudad, aunque cuesta
encontrar una gran aglomeración. Tayikistán sobrepasa por poco los
9 millones de habitantes, aunque son más del doble los tayicos en el
mundo. Sus habitantes no querían ser independientes en 1991, como
tampoco el resto de comunidades centroasiáticas, se podría decir
que lo fueron a la fuerza. La gran federación soviética daba
sentido al pequeño cosmos local, también era el sustento de su
economía. Aún lo sigue siendo, los tayicos inmigrantes en Rusia
contribuyen con el 50% al PIB del país. Dejados a su suerte (los
rusos abandonaron en masa el país) entraron en ebullición, como el
resto de países vecinos. Los líderes comunistas mutaron en una
noche: cambiaron planificación por mercado para quedarse con los
bienes públicos por un dólar, y comunismo por nacionalismo, para
cementar una población desposeída. Las regiones periféricas, los
clanes olvidados, las minorías étnicas (pamiris, garmis) los
individuos formados en Occidente, el magma religioso creyeron que era
el momento de tocar poder.
Nadie
peor que un vecino para darte cuenta de los males de la escalera. He
oído tres versiones de la guerra civil tayica. La guerra se
desarrolló entre 1992 y 1997, cuando los combatiente presionados por
Rusia y la ONU se vieron forzados a pactar un acuerdo por temor a que
el país fuese invadido por los talibanes y el radicalismo islámico
se extendiese por los otros países. Las cifras sobre el desastre son
inmanejables, van de las 20.000 víctimas de fuentes cercanas al
poder a los 100.000 de la oposición. Lo que es seguro es que hubo
secuestro, tortura y muerte, asesinatos en masa, quema de aldeas y
que decenas de miles de pamiri y garmi fueron asesinados o huyeron a
Afganistán. 1,2 millones de personas, refugiados dentro y fuera del
país, el país devastado, Emomali Rahmon se convirtió en dictador
sin oposición. El voluntarioso guía principal, que se comunicaba
con nosotros en español, ofrecía una versión sin grietas a favor
del presidente y los vencedores, según él apenas hubo 10.000
muertos y ahora el país es una balsa de aceite. El segundo, pongamos
Ahmed, pamirí, en inglés, hacía enormes esfuerzos por no hablar de
política pero al fin un día se sinceró: los muertos sobrepasaron
los 200.000, los pamiris fueron masacrados o huyeron a Afganistán,
objeto de todo tipo de tropelías, lo único posible, y decente, era
no votar, pasar de política. El tercero, en francés, con datos
ajustados a lo que en realidad ocurrió, ofrecía un discurso bien
organizado y memorizado, en el que todo encajaba y que favorecía al
actual poder. Con Ahmed, salió el tema de Cataluña, me preguntó si
yo estaba a favor de la independencia, al decirle que no pareció
decepcionado, no preguntó por mis razones.
Deliciosos comentarios. Un recorrido muy interesante. No es solo el paisaje lo que importa. Está en la foto, y seguirá. Lo interesante es lo que Unamuno (parece que ahora hemos descubierto a Unamuno, por una película) decía: el paisanaje. Ver sus vidas, su hacer, su historia en pequeño. Muchas gracias por estas reflexiones. Hemos hecho de nuestras ciudades monstruos sin alma, donde todo es visitar y ver pero no conocer. En estas etapas has desgranado lo que tanto me gusta. Meterme en otra cultura. Delicioso.
ResponderEliminarGracias, José Manuel
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