miércoles, 18 de septiembre de 2013

18. (Ayer no más, de Andrés Trapiello)


Aunque las aguas del debate sobre la Memoria Histórica bajan más tranquilas y menguadas, ahora que lo leo, no cuando fue escrito, alguien tenía que escribir un libro como este. Ayer no más, de Andrés Trapiello. El escritor cede la palabra a su protagonista, un historiador que, en la fase final de su vida académica, vuelve al León de sus orígenes. Allí se reencuentra con su familia de derechas, cuyo padre participó de forma activa en la guerra civil como falangista; con un departamento de historia en la universidad tomado por gente que investiga fosas escondidas y participa de lleno en la Agrupación por la Memoria Histórica y, también, con un caso particular, el de un hombre que en su infancia asistió a un hecho trágico: en un paso de montaña, al comienzo de la guerra, él y su padre fueron detenidos por una partida de falangistas que buscaban al hermano del padre y como no lo hallaron, allí mismo, casi sin mediar palabra, dispararon y mataron al hermano, al padre del niño. Ese niño, ahora hombre ya muy mayor, quiere encontrar la fosa donde su padre está enterrado para quedarse en paz y morir tranquilo. Uno de quienes puede saber donde está la tumba es el padre del historiador.

            Trapiello utiliza esta trama para someter a juicio el asunto de la Memoria histórica. En la novela comparecen los distintos puntos de vista, los intereses que los mueven, los supervivientes del pasado. Incluso hace que aparezcan escritores, jueces como Garzón e historiadores reales que han expresado públicamente sus puntos de vista, como, por ejemplo, los artículos escritos por Savater en El País. La impresión que quiere trasmitir es que esa herida no se ha cerrado, que los historiadores han escrito desde una posición prefijada, que en general nos han contado un cuento y que todavía no se ha escrito una historia veraz sobre el asunto. Más, que la ley de la Memoria Histórica no ha servido para cerrar y curar sino al contrario para reabrir y enconar. Para ello se vale de la relación del protagonista con su familia, con su padre. Quiere mantener una actitud imparcial, objetiva, pero su voluntad de acercarse a la verdad de aquellos meses del verano de 1936 lo separa de su familia, amarga y enferma a sus padres, lo distancia definitivamente de sus hermanas, de modo que tiene que cejar en su decisión inicial de jubilarse en un pueblo de León y escapar de la atmósfera envenenada.

            Trapiello construye su novela con capítulos no muy extensos, dando la voz, en cada uno, a los distintos personajes que van apareciendo, supervivientes, víctimas y verdugos, familiares, los profesores del departamento de historia y hasta a personas reales, como decía, cuyos escritos se comentan, incluso el propio Trapiello es citado, aunque hay una voz que se impone a las demás, la del historiador que vuelve a León y que parece exponer los propios puntos de vista del escritor. También hay una trama sentimental de por medio, pero es menor en relación al tema central que se discute. Aunque los puntos de vista están expuestos, a veces acompañados de violencia dialéctica y física, nunca he tenido la sensación de pesadez, de aburrimiento, como en aquellas novelas de tesis de mediados del siglo XX. En un giro final cervantino la propia novela, Ayer no más, aparece como acontecimiento para los personajes que la leen y comentan, ocasionando el ostracismo del autor. De algún modo, Trapiello sabía la acogida que le esperaba.

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