El negro
pobre tiene detrás una mala vida: drogas, siete años de cárcel, un barrio
hediondo; el blanco, un profesor, la desesperanza, después de una vida
entregada a la cultura, el arte, la música, la belleza, los libros: “Ese tipo
de cosas son las que tienen valor para mí. Son los cimientos de la
civilización. O al menos tenían valor antes. Ahora ya no tanto. Ese mundo que
en parte ha desaparecido. Pronto habrá desaparecido del todo”. El lector y las
primeras páginas parecen entregarse al negro redimido que después de un
horrible crimen oye en su interior la voz de Jesús y se alimenta de la buena fe
de la biblia que de vez en cuando señala sobre la mesa o enarbola. El lector
está dispuesto a ponerse de su parte, por la manera limpia en que parece
ver las cosas: “O sea que eres un friqui cultural”, le dice al blanco. Lo
importante, afirma, “es estar callado para que Jesús te hable, no ser
virtuoso”. “La verdad importante. Que o amas a tu hermano o mueres”.
La
conversación discurre en la casa del negro, una casa pobre, sin apenas nada
dentro para que no le roben, en un barrio miserable, entre drogatas. El blanco
escucha o parlotea sobre su desesperanza, manifestando que quiere irse,
continuamente. Irse para acabar de una vez.
El blanco
profesor escucha, a veces parece tocado por la buena fe de su amigo, que le
acaba de salvar en el andén de una estación del Sunset Limited, el tren al
que se había arrojado. El negro le hace confesar cosas que le duelen, como que
cuando su padre estuvo muy enfermo, cuando se estaba muriendo de cáncer, no fue
a verlo, a pesar de que su madre se lo pidió.
Y así
transcurre la obra, el blanco renegando de sus saberes inútiles, el negro
contando anécdotas de su dura vida carcelaria, pero quien tiene la palabra
final es el blanco, el que no se ha conformado con dejar que la vida le
arrollase o le hiciera feliz, sino que ha buscado. Y su palabra es la negrura.
Sin más. Dice el blanco profesor “Es un mundo –el que el negro le muestra- que
no tiene nada que ver con el que yo conozco. El mundo es un campo de trabajos
forzados del que cada equis días sacan a unos cuantos internos –siempre
inocentes- a fin de ejecutarlos”. “O el ser humano. Un objeto que se menea con
movimientos estúpidos en un vacío inhóspito. Una cosa cuya vida carece de
significado”. “Me pregunta de qué soy profesor. Bien, yo profeso la oscuridad”.
Cuando el
negro se queda solo, se lamenta, ante la voz que esta vez no se ha manifestado:
“Si querías que le ayudara, ¿cómo es que no me diste las palabras? A él se las
diste. Y yo ¿qué?”.
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