martes, 10 de enero de 2023

Mumbai 1 (Casa Ghandi - Ciudad colonial - Museo CSMVS)

  


Tras un largo viaje con escala, aterrizamos en Mumbai, una de las ciudades más habitadas del planeta -la tercera o la cuarta nos dicen, tras Tokio, Shanghái y Pekín-, con casi la mitad de la población de España; 112 o 130 millones la población de Maharashtra, el Estado del que Mumbai es capital, mayor que cualquier país europeo. 


                                          


Por qué viajar me preguntan, por qué viajar al sur de la India. Uno viaja para dejarse sorprender por la belleza que desconoce, lo que algunos llaman maravillas del mundo, que no son las venteadas por lo publicistas. ¿Será bella Mumbai? Una ciudad es antes que nada circulación: el ruido circula con el transporte, con la contaminación -un denso sombrero sobre Mumbai-, con los tuk-tuks, afanosas hormigas; si la ciudad está viva no para; la quietud, la limpieza, la amortiguación del ruido, el brillo del cristal y del acero son síntomas de decaimiento. Y la gente sobre todo la gente, ahí reside la belleza mayor, aunque hay que pelear con los prejuicios propios para admirar lo otro. Mumbai es una ciudad en obras, abierta por los cuatro costados y lo seguirá siendo hasta que aparezca el síndrome europeo. Tardará.



Al bajar del avión esperamos cuatro horas en el hotel a que abran el comedor para desayunar, reventados sobre butacones de escay. Puestos en marcha, aunque no despiertos todavía, nos acercamos a una estampa fotografiable en la zona portuaria, parece que famosa: desde un altillo preparado al efecto vemos un enorme lavadero con prendas tendidas con todo tipo de formas y colores en un poblado de casuchas rodeado por los rascacielos del barrio financiero; es una constante esa mezcla. Visitamos la casa de Gandhi en un barrio de la vieja burguesía local venida a menos: viejas fotografías descoloridas que representan la vida del héroe, desde la infancia de buena familia, los estudios en Londres, escenas de la etapa pacifista con túnicas de lino blanco, hasta la escena final del 'martirio' cuando fue tiroteado por un nacionalista hindú por ser demasiado tolerante con los musulmanes, y los libros que se supone que utilizó en su formación, buena parte de los estantes ocupados por biografías, libros de derecho e historia de la India. Una visita prescindible pero icónica. 




Visitamos la Gran Estación Central, una construcción colonial inglesa; subimos al punto más alto para tener una vista general de la ciudad; comemos platos picantes, que los camareros aseguran que no lo son en un restaurante típico, y después, por la tarde, paseamos como zombies por las salas del Museo CSMVS, antes Príncipe de Gales, uno de los principales de Mumbai, que documenta en pequeñísima muestra la historia de la India: gran variedad de esculturas, pinturas y artes decorativas coloniales y precoloniales, de gran interés que no podemos apreciar debido al cansancio.



Antes de irme a dormir doy un paseo por los alrededores del hotel: ruido infernal, aceras inexistentes u ocupadas por pequeñas tiendas repletas de objetos o servicios de todo tipo. Hay que arriesgar en cada paso entre la selva ruidosa de coches y motos que avanzan vertiginosamente y las impracticables aceras. Es de noche y la iluminación escasea; retrocedo. 



No hay la miseria que uno suponía, no he visto hombres o mujeres en las aceras preparando un lugar para dormir, no he visto cadáveres sin recoger, no he visto vacas taponando el tráfico; los mendicantes parecen haber ascendido hasta vendedores, quizá de baratitas, pero dignificados por un negocio. La realidad de lo que estoy viendo no se corresponde con la imagen que traía, influido por lecturas, documentales o películas, crédulo de rumores. Los escritores o guionistas son fantasiosos y los viajeros mentirosas, o quizá las cosas han ido cambiando con el tiempo hasta hacer irreconocible la imagen construida.





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