No sé si todos pero muchos buscamos periodos de excepcionalidad en nuestra vida para salir de la rutina. Hay una condición necesaria y primera, desengancharse. De todo, y en primer lugar de los media que ordenan el mundo para ti. No vas a ver el mundo por primera vez, pero te habrás liberado de enormes mochilas.
Si caminas por la ciudad, como yo ahora por Valencia, de inmediato ves a gente impedida, con la salud quebrada. Dependientes del brazo de otras personas o caminando con artilugios y extensiones. Luego ves a gente uniformada, probablemente por necesidades de trabajo, con trajes oscuros, capa encima de otra capa, en medio de la canícula. El mayor de los uniformes, el mental, no lo ves. Gente arrastrando cosas, probablemente innecesarias. Gente atendiendo órdenes que le llegan al oído y a los ojos a través de una combinación de teclas muy precisas. Embozados, emboscados dentro de un yo construido desde fuera. Para la mayoría no hay excepcionalidad posible porque lo excepcional se ha convertido en rutina. Para los filósofos morales, no digamos para los políticos, toda esa gente no hace el caso porque tratan de lo general, dando por supuesto que todo hombre está sano y es racional. Jóvenes sanos vigorosos con las facultades a tope. Pero tomado uno a uno, cada hombre tiene un quebranto, cada hombre es una rareza que lo aparta del promedio. Establecidas las reglas, hace décadas, del común vivir, no hay hoy política o filosofía moral con sentido que no deba partir del caso particular. Desgraciadamente, no veo esa política o esa filosofía. La uniformización, que es el objetivo de los media, es basura, va en contra de la libertad individual, no detecta el problema personal.
Una mujer joven delgada nervuda vigorosa hurga con una guía metálica en la basura de un contenedor, mientras un hombre barbudo y orondo en un banco cercano lee concentrado un grueso volumen cuyo título es Rimbaud. ¿De qué modo guía y orienta la lectura? Un Diógenes buscaría un Baudelaire, un Benjamin.
Es admirable ver a un hombre a una mujer fruto de sí mismo con la cara despejada las manos y la espalda libres, sin nada a que atender salvo lo que se le presenta como nuevo ante sus ojos y oídos y piel y olfato. Pudiendo vivir en Gormaz, por qué tal hombre se mete en líos y vive en Valencia. Lo que va de vivir con lo mínimo imprescindible a vivir con un montón de necesidades creadas. Digo esto junto a un café y una tostada, siendo yo la suma de las contradicciones, la principal formular un ideal.
Hasta en las más inocentes atracciones están las consignas de cuasi obligado cumplimiento. En el actual periodo, los activistas son los soldados del orden. Véase quién firma esos dos murales de la foto: A#ctivistofOptimism. Zalando
No hay comentarios:
Publicar un comentario