Cuando
se estrenó la serie me puse con ella y desistí en los primeros
compases. Quince minutos más o menos, que es la gracia que suelo dar
a una serie. Me equivoqué. Quizá porque no había llegado su
momento o yo no estaba preparado para comprenderlo. Ahora sí, ahora
estamos en el tiempo que Russell T. Davies, el creador de la serie
estaba imaginando, un
mundo de miedo e incertidumbre, también de promesas que no se
concretan o lo hacen a la contra de lo que esperábamos.
Incluso al final del periodo que imagina (2034),
hay gente hacinada en campos y una peste que los mata. Nadie conoce
el porvenir. Son falsarios perturbados quienes nos lo señalan y nos
conducen hacia él. Pero lo que imagina Davies es verosímil y
aterrador. Quizá,
si la hubiese visto hace un año me hubiese divertido. Para
imaginar la proyección del mundo en que vivimos, se centra en una
familia moderna, la familia Lyons que la abuela reúne en
un caserón destartalado cada
año por su cumpleaños: cuatro nietos adultos, dos chicos y dos chicas, con
cuatro gamas familiares: con parejas blancas y
negras, un
hetero,
un
gay,
una
lésbica
y una cuarta en silla de ruedas algo alocada. Durante
quince años, van hacia lo que desconocemos, la tecnología, el
trabajo, la socialización, el cambiante balance de poder
internacional y la envolvente nebulosa promesa del populismo.
Son
solo seis episodios (HBO)
y lo que nos espera, lo posible que puede suceder, sólo está
sugerido, con un desarrollo mayor para
IA, la inmigración (¿por qué le dicen migración cuando el
problema que debemos afrontar en la inmigración? Los sirios vienen,
no se expanden por el ancho mundo. Modificando las palabras o su
sentido no se diluye el problema, se oscurece, se amplifica) y
el populismo. Desde mi punto de vista, cómo aborda este asunto la
serie, de la mano de la magnífica Emma Thompson es uno de los
mayores aciertos. Otro,
el episodio que nos muestra la crudeza del inmigrante, en la aventura
de uno de los Lyons embarcado por amor en una patera que atraviese el
canal de la Mancha. ¿El mundo por venir? Podemos ponerle remedio.
Paul Celan.
Paul Celan.
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