La
geología distingue tres grandes eones en la historia de la Tierra.
El último, el fanerozoico,
abarca los últimos 500 millones de años, la quinta parte de todo su
recorrido. En él ha sucedido lo necesario para que nuestra vida en
la Tierra sea posible. Las plantas se extendieron y después los
animales macroscópicos poblaron los océanos y los continentes. Para
que eso fuera posible el oxígeno debió alcanzar ciertas
tasas
antes
de aproximarse
a la actual, el 21 %. ¿Pero cómo surgió este gas indispensable
para la vida, cómo se acumuló, cómo se mantiene? Canfield da las
respuestas provisionales que geólogos y químicos están
elaborando en la actualidad.
Parece
que el gran benefactor de la vida superior, los grandes productores
de oxígeno, han sido y son las cianobacterias. “La evolución de
las cianobacterias fue el gran acontecimiento en la historia de la
vida de la Tierra”, escribe Canfield. Existen desde hace miles de
millones de años, evolucionaron, se mezclaron y experimentaron formas diversas,
como sucede en todos los
organismos,
incorporando
dos
tipos diferentes de organismos fotosintéticos que no producían
oxígeno los llamados fotótrofos
anoxigénicos
y
tomando
prestados de otros con algunas modificaciones los sistemas
productores de pigmentos para hacer la clorofila, antes de empezar a
producir oxígeno
y nitrato en el océano y
hacer posible las grandes cadenas alimentarias de los mares. Más
tarde, se asociaron como cloroplastos a las plantas y a las algas. La
historia es mucho más compleja. Canfield la explica en detalle. Las
cianobacterias existieron
en un mundo anóxico y crearon las condiciones para el mundo
oxigenado que conocemos.
La
gran oxidación de
la atmósfera terrestre,
GOE, también
llamada Catástrofe del Oxígeno,
se
produjo hace
entre
2300
y 2400 millones de años atrás, una forma de vida desapareció y otra nueva surgió. ¿Pero
qué sucedió para que en la atmósfera se acumulase
en
cantidades suficientes para la vida macroscópica? “La Tierra tiene
lo que hay que tener para ser un planeta acumulador de oxígeno”,
escribe
Canfield, está a una distancia justa para ser habitable y tiene una
temperatura que hace posible el agua líquida, gracias al ciclo del
carbono, los niveles atmosféricos de CO2, la inyección de CO2 desde
el manto y el control térmico de la erosión. Eso es posible por
otra característica de la Tierra, la tectónica de placas. La Tierra
necesitó enfriarse para que la tectónica del planeta se fuese
ralentizando, de modo que los gases reductores como el H2, que
impedían la acumulación de oxígeno en la atmósfera, disminuyesen
su flujo desde el manto. Así es como el oxígeno empezó a
acumularse. sin tectónica de placas no habría un suministro
continuo de nutrientes para alimentar la vida, el ciclo de sedimentos
no tendría lugar, y la materia orgánica y el azufre pirítico
fuentes últimas del oxígeno en la atmósfera no sé enterrarían.
Hace
500 millones de años la
evolución de las plantas terrestres condujo a una reorganización
fundamental del ciclo del carbono. Debido
a las peculiaridades de la paleogeografia, se dieron unas tasas
altísimas de enterramiento de materia orgánica en los masivos
cenagales del carbonífero y principios del pérmico, lo que produjo
unos niveles mucho más altos de oxígeno atmosférico, que a su vez
tuvo un
efecto
en cascada sobre la evolución biológica. El
ciclo del carbono se estabilizó generando niveles de oxígeno
parecidos a los niveles actuales. Es decir, suficiente oxígeno para
permitir la erosión química activa de la materia orgánica del
azufre piritico en tierra firme. Esa
fecha
marca la transición desde la vida predominantemente
microscópica de
la tierra temprana hacia la vida macroscópica del eón fanerozoico,
por la oxigenación de los océanos qué traza la emergencia de los
animales macroscópicos con motilidad.
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