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Estoy
libre de uno que se me
ha
arrimado.
-
Qué significa eso.
-
Mira el que me acompaña. Y tras una pausa, Vaya
tiempo hace.
El
día ha amanecido ventoso, aunque
no ha arruinado del todo la mañana. A
esta hora del mediodía, el sol se abre paso entre jirones de nubes.
Silba
el viento entre las tapias, agita
las hojas de
la
fronda en
la ribera,
el
sonoro mugido
de los chopos,
las cabelleras
como
cuerdas
de los sauces, el
leve agitarse de los
jóvenes
ciruelos.
El
silencio
de un fresno solitario suena como un folio en el aire.
Como
dice que tiene frío, la
he tapado con la bufanda
la boca y
la nariz y
con
la capucha la cabeza. Apenas
ve lo que tiene delante pero oye la orquestación del viento. Incluso
cuando la destapo delante de una pared
protegida
para que el sol le de en la cara, protesta. Damos
con
un campo de almendros resguardado,
mudos,
el fruto inusualmente grande. Recojo unas cuantas almendras del suelo, las parto con una piedra sobre
el
pretil que
nos separa del campo.
-
Quieres probarlas.
-
Que buenas están.
Cuando
volvemos, la música
de Los
pajaritos
llena las calles. A través de los portones abiertos de la furgoneta
de Ascen, las cajas de abadejos, chicharros
y sardinas,
entre cubos de hielo, se abren a sus escasos
clientes.
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