jueves, 31 de octubre de 2019

Parásitos



Tiene mucho en común esta película con Joker. Se ha dicho que los artistas tienen una antena para captar el viento de la historia, hacia dónde se mueve. Muchos coinciden en detectar el presente malestar, aunque la insatisfacción parece una condición de la humanidad, pero el cambio propiciado por la revolución tecnológica es ahora más rápido y con mayor capacidad para el trastorno. Si Joker situaba la acción en el pasado y el trastorno en la psique del individuo, Parásitos lo hace en el rabioso presente y en las consecuencias sociales. Ambas presentan un mundo dual de insoportables diferencias, las de los pocos beneficiados del cambio frente a los grandes damnificados. Joker opta por una escenografía nocturna y oscura. El protagonista con un psiquismo atormentado vaga por una ciudad donde dominan las noticias falsas, la manipulación televisiva y el trabajo escaso. Parásitos alterna la casa amplia, moderna, bien iluminada, conectada, con el cuchitril donde viven los desahuciados, estrecho, oscuro, desconectado. En ambas los vínculos sociales están rotos, la apariencia, la fantasía o lo virtual sustituyen a una realidad desagradable o directamente infernal, donde no queda otra que el sálvese quien pueda. Ambas acaban en una orgía de violencia. Si las proyecciones de los pesimistas se realizasen, el mundo futuro estará lleno de seres irrelevantes y prescindibles. Todo es posible. No hace falta imaginar calles incendiadas, escaparates rotos y tiendas al asalto, lo estamos viendo cada vez más y en diferentes partes del mundo. ¿Hay que asustarse? Al comienzo de la revolución industrial ya lo vimos con los luditas asaltando fábricas y destruyendo las máquinas que les quitaban el trabajo hasta que la sociedad encontró un nuevo modo de ordenarse.

¿Es una buena película Parásitos? Para mí, el primer tercio, mientras mantiene la intriga de una familia desahuciada que va infiltrándose en una casa rica mediante tretas ingeniosas, me parece lo mejor, se engancha con films clásicos como Teorema de Pasolini o el Haneke de Funny Games, incluso el Buñuel de El ángel exterminador. Imaginativo, intrigante, subversivo. Pero después, incomprensiblemente, toma la forma de una película de género con elementos de terror y gore, previsible y simplista, con una violencia desatada, tan poco justificada o explicada como la de Joker.

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