Mientras
estuve a ras de suelo, en tierra de hombres, al caer de la tarde
tenía un momento para teclear en el minúsculo dial del móvil,
meras reflexiones sobre lo que acababa de ver u oír, pero cuando
ascendimos a tierra de gigantes la naturaleza me abrumó.
Literalmente, me quedé sin palabras, mis ojos lo eran todo, ocuparon
todo mi espacio mental. He tenido que volver, dejar pasar los días y
verme en las fotografías para saber que he estado allí, para creer
que he estado allí, así de rápido era el viaje de un lugar a otro,
así pasaban ante mí las crestas y las superficies lustrosas, los
peñascos de pasmosos colores y las pequeñas terrazas arrebatadas al
río.
Un
par de días los guardamos para, a través de las montañas Fann,
llegar a Iskanderkul, el lago de Alejandro. Es la postal de
Tayikistán, no hay viaje sin fotografías de ese lugar, la peor
cámara del mundo, las manos más torpes hacen las mejores
fotografías. El paso a través de las montañas rojas, la subida por
el estrecho cañón del río Yaghnob hasta llegar al valle de
Zeravshan, donde se encuentra el lago, exige total entrega, se sucede
a tal ritmo el paisaje cambiante de formas y colores que no hay
margen para la contemplación ni para detenerse en la larga historia
de los imperios que lo dominaron o las leyendas que lo hacen deudor
del nombre más aclamado de la historia, Alejandro. No hay certeza
alguna de que Alejandro llegara hasta aquí y de que el nombre del
lago tenga que ver con su nombre, probablemente, como me asegura el
guía, derive de palabras del sogdiano, la lengua franca de la zona y lingua franca durante siglos de la ruta de la seda, para significar algo así como
montaña hundida en el agua.
Pero
los turistas amamos las leyendas y nos gusta oír que Alejandro llegó
hasta aquí perseguido por un ejército de la Transoxiana (la Sogdiana de los griegos) que había
derrotado al suyo. Su caballo, Bucéfalo, lo trajo hasta la cueva en
el oeste del lago para salvarlo. Exhausto, sin fuerzas, Bucéfalo llegó al final de sus
días. Pudo haber acabado con él el propio Alejandro
acuchillándolo para terminar con su agonía o el propio Bucéfalo se
sumergió en el lago. En todo caso el lugar tiene la magia de los
reflejos encantados, cerca hay una cascada y un lago de las serpientes, y con paciencia y silencio se puede rastrear al oso o al leopardo de las nieves, al kuropatki y al pavo salvaje. Este en un buen momento para visitarlo, finales de
septiembre, antes de que llegue el frío, se hiele y se cubra de
nieve, aunque ya no lo hace como cuando los exploradores rusos descubrieron
sus glaciares, entre ellos el Zeravshan, todavía con sus 24 km uno de los más largos de Asia,
ahora ya en recesión.
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