Paseo
por el salón al aire libre más importante de la ciudad. Los
operarios dan los últimos toques a una exposición de grandes
fotografías, enmarcadas, protegidas por cristal, elevadas por peanas
cúbicas hasta la altura del mirón. La mayoría retratos
individuales, familiares, colectivos de gentes de países lejanos,
africanos, indostánicos, orientales.
La fotógrafa es famosa, se dio a conocer en las páginas del primer
periódico del país. Los colores son en
general planos,
brillantes, violentos, los rostros, la piel, nítidos,
los espacios es que se enmarcan producen una sensación de
irrealidad, cada uno concebido para que la belleza surja de la bondad
natural, de la inocencia de un mundo distinto al nuestro, donde bondad y
belleza son una y la misma cosa. Ya en el título, innecesariamente
dual,
se advierte el proceso,
Tierra
de sueños,
Land
of Dreams,
de falsificación. No hay sueño alguno sino el uso de personas
reales como objetos visuales, expuestos como habitantes de un paraíso
inexistente, desamparados ante el mirón. Una mujer con un corderillo
en brazos, otra con un bebé también en brazos que libera un chorro
de orina, una anciana apoyada en el hombro de un niño, un
hombre negro desnudo de cintura para arriba posando su mirada triste
en la cámara, un par de niñas, otro
de niños,
con vestidos de vivos colores o
desnudos
posando igualmente, mirando con desconfianza, recelosos, buscando un efecto de culpa en quien mira, si nuestro mundo no es el paraíso real es tu culpa.
lunes, 14 de octubre de 2019
Emociones fabricadas
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