lunes, 9 de julio de 2012

Las armas y las letras



            ¿Cómo coincidieron tal cantidad de literatos, artistas y hombres de letras, y tan buenos, en la España del primer tercio del siglo XX? Qué mala suerte que tuvieron -que hemos tenido-, al cruzarse la guerra en su camino. Andrés Trapiello los convoca en Las armas y las letras para ver cómo se comportaron en los cruciales años de 1936 a 1939.  Una obra ésta en constante construcción porque los documentos, las memorias, las cartas, los inéditos no paran de emerger del olvido. Algunos de los escritores de varias generaciones dieron lo mejor de su obra y de su vida en esos años, otros lo peor. Algunos hicieron gestos, como Unamuno en Salamanca, que marcaron de una vez la memoria que de ellos tenemos; a otros se les impuso de tal modo la realidad –Lorca, Miguel Hernández- que su obra es inseparable de la muerte que obtuvieron, y sobre ellos pende el interrogante de cómo nos hubiesen enriquecido sin la guerra; algunos surgieron del anonimato para adueñarse del escenario un instante y luego apagarse -Gálvez, ¿Bergamín?, ¿Foxá?- o para exigir las rentas que según ellos se les debía -Alberti o María Teresa León-; otros navegaron en la indecisión, en el miedo, en la cobardía. Son tantos y tan diversos los casos que cada uno requiere un apunte, situarlos en el contexto para intentar comprenderlos. Desde la lejanía y la otredad es fácil juzgarlos, pero qué sería de los escritores, de los políticos, de los periodistas actuales, de nosotros mismos, si volviese una situación como aquella.

            Recorro las páginas con interés, pero ya sin la avidez que me llevaba antaño a curiosear en la vida de los grandes hombres, a meter el hocico en sus miserias, a juzgar sus yerros. Poco a poco se van diluyendo en el tiempo los hombres que lo fueron todo y pronto sólo serán una nota al pie, una presencia en las historias de la literatura, una curiosidad, por lo que sus debilidades no serán distintas a las de cualquier hombre.

            Las armas y las letras, de Andrés Trapiello -apareció primero en 1994 y luego, otra vez, aumentado en 2010, con constantes reediciones en medio- es la historia de un fracaso, la del pueblo español en los años que van desde 1936 a 1939, y muy especialmente la de sus intelectuales. La obra se abre con el suceso del paraninfo de la universidad de Salamanca, donde el ejemplo de Unamuno -“El hombre más libre que ha dado España”, según Trapiello- enfrentándose a los representantes de la España más negra -Millán Astray- no sirvió como modelo a otros escritores que o bien se entregaron al elogio irracional de las armas o bien intentaron pasar desapercibidos o bien se refugiaron de la trifulca lejos de España, y se cierra con la triste estampa del otro gran escritor digno, Antonio Machado -“Estos días azules y este sol de la infancia”, su último verso-, enfilándose hacia Francia y muriendo junto a su madre en un hotelito de la frontera. Trapiello repasa a los escritores de uno y otro bando de la contienda con ecuanimidad, tratando de comprenderlos en su circunstancia, sin hacer demasiada sangre, porque describir las actitudes que adoptaron ante los hechos basta para juzgarlos. Trapiello trae esta frase de Hannah Arendt: “En las circunstancias imperantes en el Tercer Reich, tan solo los seres excepcionales podían reaccionar normalmente”. 

            En todos los sentidos la guerra fe un desastre, nada la salva -en realidad quien perdió fue la tercera España, es decir, la mayoría de los españoles-, ni siquiera pensar qué habría ocurrido si en vez de ganar Franco hubiese ganado el otro bando. No habría habido menor violencia. Esto le comentaba Azaña -el presidente melancólico- a Sánchez Albornoz, uno de sus pocos incondicionales: “Mire, Albornoz, la guerra está perdida, pero si la ganamos, por milagro, en el primer barco que saliera de España tendríamos que salir los republicanos, si-nos-de-ja-ban”. Los que podían haber representado a la tercera España fueron perseguidos y vilipendiados por unos y otros. De Madariaga decía Foxá: “La nueva España afirmativa, ofensiva, violenta, respeta mil veces más a los rojos que nos combaten cara a cara que a ti, pálido desertor de las dos Españas, híbrido como las mulas, infecundo y miserable”. El enemigo, como señala Trapiello, no era la España roja, sino la otra España, la libre. Madariaga, Ortega, Marañón, Chaves Nogales.

Unas pocas citas:

“Las literaturas de vanguardia siempre encubren políticas de retaguardia” (Unamuno).
 “Ser de izquierdas es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil”. (Ortega).
 “No me interesa esa guerra. Es política”. (James Joyce).
La República pagó a Picasso 200.000 francos por el Guernica, el 10 % de lo que suponía el coste total del pabellón de la Expo Universal de París de 1937 (2 millones de francos). Picasso no perdonó un céntimo”. (Trapiello).

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