viernes, 20 de marzo de 2015

El clásico



            Recibo un imperativo mensaje en el móvil de mi compañía telefónica para que añada Canal+1 a mi contrato de Fusión para ver el clásico de este sábado, evidentemente con coste. La verdad es que hay otras opciones, podría piratear la señal o podría ir al bar de la esquina. En el bar de la esquina hay ruido, tensión entre hinchas rivales y emoción, también con un coste: si lo hago cada semana me sale más caro que si contrato lo que mi compañía me pide. En mi mente se cruzan dos sistemas de reglas éticas enfrentadas. La primera recuerda campañas a través de artículos de opinión y de publicidad alertándome contra la ilegalidad y en defensa de los derechos privados. Me alertan diciendo que puedo ser un delincuente o que perjudicaré a mi equipo si pirateo. Por el otro lado me hablan del Internet libre, de la gratuidad debida de los contenidos, del abuso de las grandes empresas. Medito. Si todo el mundo piratea, el sistema es insostenible, las empresas y con ellas los puestos de trabajo y el propio espectáculo se hundirán. Por otro lado, veo los grandes tinglados que se han montado en torno al futbol, empresas mediáticas surgidas de la nada o en colusión con partidos políticos amigos que han conseguido una capitalización espectacular desde la nada, por no hablar de los desproporcionados salarios de los actores y directivos del espectáculo. También pienso en la riqueza, pocas veces señalada, derivada de la competencia y rivalidad entre las dos ciudades, Barcelona y Madrid. Es una gran suerte para el país contar con dicha rivalidad.


            Así que he decidido irme a un concierto de piano con sonatas de Beethoven que sucede a la misma hora que el partido. Sé que el placer que me va a proporcionar, dentro de mis expectativas románticas, es de más calidad pero menos emocionalmente intenso. No lo puedo piratear, pero no me importa apoquinar el óbolo exigido. Aunque, por debajo de mi decisión bien meditada, algo me dice que al acabar el concierto vaya al bar de la esquina para ver los últimos minutos. Lo pensaré con calma porque la gratificación sólo está asegurada al 50%. Si gana mi equipo disfrutaré, pero si pierde me llevaré un gran berrinche.

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