jueves, 25 de julio de 2024

Tragedias

 


En tiempos de Adriano un compilador, probablemente a sugerencia del propio emperador, hizo una excerta de los tres grandes trágicos griegos. Gracias a ella se conservan siete obras de Esquilo y otras siete de Sófocles. De Eurípides algunas más, hasta 19. Qué motivó al compilador a extraer esas obras y no otras del corpus total, ¿el gusto de la época de Adriano, la fama arrastrada durante siglos - el canon-, la mejor conservación? El caso es que se dice que Esquilo escribió muchas más, hasta 90, 92 en el caso de Eurípides y más de cien en el de Sófocles. Si sumamos a todos los trágicos quizá se hayan perdido mil obras. Podríamos hablar de la magnitud de la tragedia no tanto por el número como por la sabiduría perdida en ellas. ¿Fue la desidia, el simple olvido o fue la censura de los poderosos: la de quienes veían su poder amenazado al mostrar sus trapacerías en escena o eran las nuevas doctrinas religiosas las que querían acabar con cosmologías más antiguas que las suyas, o fue simplemente la mudable opinión de los espectadores? Ya en tiempos clásicos el pueblo exigía que junto a las tragedias los autores creasen sátiras para poder burlarse de los poderosos sin tener que enfrentarse a ellos y que no les calentasen la cabeza con dilemas filosóficos o les recordasen el fin trágico de toda existencia.


¿Hemos perdido un conocimiento esencial?¿Hubiésemos adelantado en la comprensión del mundo? ¿En algún momento se produjo una disociación entre el progreso técnico y la humanización, entendiendo esta como la mejor adaptación del hombre a la naturaleza? Parece evidente que la evolución no se produce en línea recta, sino en zigzags, que hay tecnologías antiguas como la que elevó las pirámides que no acabamos de comprender y que se perdieron pronto; la ingeniería romana todavía nos sorprende, pero las pirámides, los puentes y los acueductos romanos ahí están. Sin embargo, de la experiencia humana solo van quedando fragmentos: cómo vivían y sentían babilónicos y egipcios: de ellos conocemos lo que la arqueología nos descubre de sus élites, no del pueblo. Si volvemos la mirada hacia nosotros, los documentos que dejamos al futuro no serán muy diferentes: del maremágnum de nuestros documentos, la mayoría son creaciones de la élite. Lo que el pueblo aprecia y por lo tanto está más reproducido es lo fácil e inteligible, finales felices y muchos besos, dejando en anaqueles olvidados lo que los sabios quieren transmitirnos, los dilemas, el sentimiento trágico.


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