viernes, 18 de junio de 2021

Una sala llena de corazones rotos, de Anne Tyler




"Es inevitable preguntarse qué le pasa por la cabeza a un hombre así. Un hombre tan obtuso y limitado, tan cerrado. No tiene ningún aliciente, nada con lo que ilusionarse y soñar".


Micah Mortimer es un hombre que se las apaña viviendo y trabajando solo. Hace las reparaciones del edificio de Baltimore donde vive y ha montado una pequeña empresa de reparación de ordenadores a la que llama ‘Technoermitaño’. Por su vida han pasado varias mujeres (Lorna, Zara, Adele, Cass y Rosalía como posibilidad), pero siempre le ha resultado difícil comprometerse. Tiene una familia amplia y bulliciosa de hermanas y sobrinos que tratan con humor zumbón su soltería y su carácter algo Asperger. Micah es un hombre ordenado que planifica sus actividades cada día, desde el deporte, justo después de levantarse, a las citas de trabajo y la limpieza de la casa, cada una a su hora y en su día. Con sus clientes y vecinos, como la enferma Luella Carter por ejemplo, muestra la atención justa para no aparecer del todo antipático.


Esa vida ordenada y un punto maniática entra en una pequeña crisis cuando Cass, su pareja, a la que ni siquiera da el nombre de novia, le comunica que quizá pierda el piso en el que vive porque su antigua propietaria puede volver. Cass espera que le diga que puede venirse a su casa, el sótano del edificio dónde vive ("Tenía poco mobiliario: únicamente el sofá, la mesita y un sillón reclinable de vinilo, muy feo y marrón"), pero a Micah no se le ocurre otra cosa que decirle que siempre puede dormir en el coche. Cuando la novela está llegando al final tenemos que creerle cuando le dice que eso era una especie de broma aunque ni el lector ni Cass la captan como tal. Una serie de pequeños malentendidos hacen que Cass decida romper con él, sin que Micah lo acabe de entender ni haga algo por impedirlo. En esas, un adolescente con trazas de pijo, Brink, llega a su casa creyendo que Micah puede ser su padre. Micah le desengaña. No cuadran los años ni tampoco la relación que tuvo con Lorna, su madre, cuando estaban en la universidad. Brink va y viene por la casa de Micah sin que este haga nada por solucionar su problema, que es que ha abandonado la casa familiar y los estudios al comienzo del curso escolar. El episodio sirve para que sepamos del primer fracaso amoroso de Micah. Lorna era una mujer muy religiosa incapaz de llevar el noviazgo hasta el encuentro sexual, al menos mientras estuvieron juntos. Ahora es una abogada casada con un ejecutivo a quienes la vida les sonríe económicamente. Cuando al fin se reencuentren, en el momento que Lorna viene a recoger a su hijo, Lorna le reprocha que no supiese entender que el beso que se estaba dando con un compañero de universidad (Emmons), cuando él les vio, era algo sin importancia, circunstancial.


Anne Tyler nos cuenta una trama bastante simple de hombres y mujeres poco complicados. Su manera de contarlo es mediante frases que implican observación pequeños detalles y retazos de conversaciones que parecen no añadir cosas importantes pero que sin embargo apuntan a lo que sucede bajo ellas. Pequeños detalles que sirven para crear en la mente del lector la idea de un mundo más complejo que hay que imaginar. Hay que estar al tanto porque los cambios de humor, las emociones o los sentimientos los expresan los personajes de Tyler con gestos, con objetos, de modo imperceptible: "Sin embargo, después de eso ya no se le ocurría qué otros caprichos darse en un día como aquel. ¿Ver la televisión? No había nada salvo tertulias. ¿Leer un libro? No encontró en casa ninguno que no hubiera leído ya. Empezó a jugar al solitario con el móvil, pero le dio la vuelta al teléfono en un arrebato en mitad de la partida". Tyler cuenta con que lector empieza a saber cosas que ella no escribe, por ejemplo que a Cass le gustaría irse a vivir con Micah. Sobreentendidos y malentendidos (Cass sobre el chico, Brink). Hace que parezca fácil escribir sobre una familia del montón -los Mortimer-, tan alejada de los usos y costumbres de una familia burguesa que es de la que se ha ocupado la novela en los dos últimos siglos. Se ve especialmente en el capítulo en el que se anuncia la boda de un sobrino: el vocabulario, el humor, el desorden de una familia numerosa frente al orden peculiar del protagonista, Micah. Son muchos los personajes que aparecen, pero la autora se las arregla para que cada uno aparezca con su peculiaridad. "Por norma general, en aquella familia las conversaciones no seguían un hilo ininterrumpido, sino que más bien brotaban aquí y allá, como si fueran géiseres, y no estaba acostumbrada a tener que prestar atención a un único tema". Abandonado por Cass, cuando deja la reunión familiar, Micah oye en el coche el ding de un mensaje entrante. Busca un hueco en la calzada y aparca, y lo que ve es un mensaje de la compañía telefónica señalando que ha recibido el pago mensual: "se quedó sentado, alicaído, un momento más largo de lo habitual antes de guardar de nuevo el móvil y bajarse las gafas para reincorporarse a la carretera". El contraste entre la alegría y vitalidad de las hermanas de Micah y la soledad del propio Micah, o de Lorna, es la almendra de la novela. El lector se apiada del personaje, de su soledad en contraste con el bullicioso y caótico festejo que acaba de abandonar y le empuja para que haga el esfuerzo que nunca ha hecho.

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