jueves, 17 de junio de 2021

Fugacidad



Un pulso eléctrico recorre mi piel cuando toco el brazo de la mujer que amo. No sé sí al instante que sigue puedo llamarlo felicidad, pero mi cuerpo siente un placer intenso. En un pequeño grupo defiendo con pasión la lectura de la poesía. Sé que les llega y comprenden y el hecho me produce una gran satisfacción. Escribo un poema y cuando doy el clic que lo pone a la vista de todo el mundo y luego compruebo que una, dos o tres personas lo han leído en mi pecho se produce una pequeña explosión. Son instantes. Luego me queda la duda de si soy de algún interés para la mujer que amo. He de hacer demasiadas cosas y durante demasiado tiempo, un esfuerzo tan prolongado que no tengo fuerzas para comprobarlo. Ser brillante en una ocasión es como el espumoso en una copa, un sorbo que desaparece en la garganta. Como el poema que explotó en tu pecho, cuando vuelves a él unos días después solo ves imperfecciones. Fuera de esos escasos instantes la vida es una rutina, acompañada de otros instantes tenebrosos, su reflejo.


Quién te recordará y qué importancia tiene si alguien lo hace. Ayer hace un año que murió mi madre, casi se me olvida. Incluso si dejaste huella en una obra perdurable asociada por siempre a tu nombre, qué contiene ese nombre más allá del significante gráfico o fónico. Incluso si alguien con las grandes palabras de la retórica dijese qué gran hombre qué inteligente qué sabio qué hermoso o por el contrario con una retórica de vuelta dijese qué vil qué mala persona fue aquel gran escritor aquel laureado poeta aquel ingeniero, de qué habría de servir la loa, el mal recuerdo o el bostezo después de muerto, incluso de vivo un gran honor, un galardón, un secreto desvelado o un insulto no añadirían más que otro instante de placer o una punzada de dolor.


Lo que te pasa a ti le pasa a todo el mundo. Lo que se te pide es difícil. Toca ese brazo pon el oído acompaña di una palabra aunque te cueste un esfuerzo supremo. No esperes obtener una recompensa sobre todo no esperes que has de obtener algún fruto. La mayor parte de las veces no estoy seguro de haber producido algún efecto. Veo sonrisas escucho mí nombre, puede que algún elogio en sordina. Con eso te has de conformar. Todo en nuestra existencia es gratuito. Quizá alguna vez lo comprendas, es la única recompensa que puedes obtener: el bien como la vida humana es azaroso, sucede porque sí, por nada lo ofreces, te llega como podría no haberte llegado.



2 comentarios:

Fern dijo...

Yo le leo cada día. A mí sus escritos me ayudan.

Toni Santillán dijo...

Gracias