domingo, 14 de febrero de 2021

El caso del fiscal repartidor

 



Eres funcionario o trabajas en una empresa que depende de contratos a dedo con el Estado o vives de las subvenciones o vives de subsidios o esperas caridad. ¿Te vas a jugar tu salario, tu puesto de trabajo, el buen nombre, oponiéndote a un régimen político injusto, o hasta criminal? No. No sólo no lo harás, sino que no te darás la oportunidad de manifestarlo públicamente. No sólo eso. Llegarás a la convicción de que no es así. Los opositores mienten, como lo hace la prensa internacional. Este es un régimen justo, hace lo mejor para el pueblo. Los que no lo ven así, son gente odiosa, comprada por nuestros enemigos.


Resumiendo, sobre los cerca de ocho mil millones de habitantes que ya somos en la Tierra, ¿cuántos héroes podemos contar? Es decir, cuánta gente mira la realidad con ojos limpios hasta el punto de obrar en consecuencia. Peor que eso. La mayoría verá a esos hombres justos (hasta ahí hemos llegado, llamar hombre justo a un hombre cabal) con ojos rencorosos porque su sola existencia les devuelve la imagen de su fanatismo o de su cobardía, si es que no son la misma cosa, para no perder el plato caritativo que les llega al final del día. O ¿por qué es casi imposible acabar con las dictaduras o con los regímenes políticos corruptos, por qué, una vez llegados al poder, se mantienen durante largos periodos? Corrompen el alma.



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