sábado, 2 de enero de 2021

Algunas de las mejores pelis del 2020

 

Ahora que estamos semiconfinados (no podemos desplazarnos para estar con nuestros familiares) tenemos un tiempo precioso para rescatar lo olvidado, lo perdido o lo que nos han sugerido de cuya existencia nada sabíamos. Casi todas las películas del año acaban en las plataformas de streaming, aunque si se hace una buena búsqueda se da con ellas en el inmenso océano de Internet. Películas. He aquí tres ejemplos: la vida como tragedia nórdica, un noir a la china y una rupturista.


Om det oändliga (Sobre lo infinito, 2019)




Los medios hacen recuento de las mejores del pasado año aciago. Una de ellas es esta extraña, y por tanto valiosa, peli sueca Om det oändliga. Si hay una historia, el espectador ha de imaginársela uniendo los retazos de la imaginación de Roy Andersson, el director, una sucesión de escenas, aparentemente desconectadas. La cámara fija (sólo hacia la mitad se mueve ligeramente para hacer un barrido sobre una ciudad en ruinas, con una pareja volandera en su cénit), a la altura de los ojos más o menos, capta escenas con escaso movimiento, personas en un marco, un marco confeccionado con la perspectiva de un pintor clásico, con fondos de color entre gris claro y crema, planos nítidos en sucesión creando perspectivas desde un primer plano, donde aparecen personajes mudos o con pocas palabras, en un lenguaje deshumanizado, o al menos despojados de la expresividad común, con una forma de vestir más o menos intemporal, maquillados hacia el ocre, feos en general o poco agraciados, nada que ver con el esplendor juvenil acostumbrado, teatralizados, y otros planos lejanos, donde aparecen arquitecturas geométricas o exteriores con otros personajes como fondo, al modo de la profundidad de la pintura renacentista. Puede que para cada espectador lo que ve tenga sentido, o no. Hay referencias religiosas, símbolos, expresiones de incredulidad, formas de vida abandonadas al sinsentido. La impresión general es de contemplación, como la visita a un museo en que los cuadros estuviesen en movimiento, de la belleza que produce el sentido trágico de la existencia. Al final, uno no acaba de entender del todo lo que ha visto, una impresión parecida a la que uno tiene a la salida del museo: ha comprendido cosas, se ha extasiado contemplando, pero hay muchas que se le han escapado y querría, más adelante, volver a entrar. Ver esta película es como detener el tiempo y, en la pausa, esperar a que algo suceda.


El lago del ganso salvaje (2019)



El protagonista de esta peli china de Diao Yinan, Zhou Zenong, recuerda a los de las pelis francesas de Jean Pierre Melville protagonicadas por Alain Delon, en especial Le Samouraï : rostro impasible, hombre solitario y amoral, aunque con una rígida moral de valor unipersonal superior a la de quienes se enfrenta, los policías y gángteres que le persiguen sin descanso. La misma actitud de impasibilidad hasta la caricatura mueve al resto de los actores. Lo demás, la intrincada pero simple trama, es secundario: el frío amor que crece entre Zhou Zenong y la prostituta Liu Aiai, de quien no se sabe si se acerca a él con la intención de ayudarle o de entregarle; los insignificantes diálogos, los tiroteos y persecuciones, las calles de la ciudad iluminada en la noche, los garitos, los almacenes. Lo único que parece importar, aparte del desparrame de sangre, es hacer una buena copia de Melville, pero no lo es. Los actores son máscaras, los diálogos no componen sino que son añadidos sin valor, la escecificación es torpe. Y sin embargo hay quien escribe de ella como si fuese una obra maestra. (Movistar)


Synonymes (2019)



Las películas que interesan son imperfectas, si fuesen perfectas habrían alcanzado una especie de clasicismo que las enviará hacia el pasado, hacia los estantes de consulta. Si son imperfectas van a la par del tiempo, recogiendo sus interrogantes. Así sucede con Synonimes esta película francesa de un israelí, Nadav Lapid. Su protagonista escapa de Israel y llega a París con una idea de Francia. Todos hemos crecido con una idea de Francia: en algún momento del metraje recita los items que dan cuerpo a esa idea: la república, los derechos, la libertad. El personaje, o la idea del personaje es excesiva ¿pero no es en el exceso donde por contraste mejor se conocen las cosas? Aparece desnudo en una habitación de París, casi muerto de frío en una bañera. Una pareja de jóvenes parisinos lo resucita y le sirven de lazarilllos, o el pretende que lo sean, a cambio de amor. Los dos le aman, pero nada puede satisfacer al protagonista porque exige demasiado. Primero renuncia a todo, a su propia lengua por un francés que conoce a medias, para exigir después. La película abarca mucho más que eso. Lapid se atreve con muchas cosas, aunque apuntándolas, preguntando sin tomar partido, dejando que las imágenes hablen por sí mismas. El exceso también afecta al metraje, por ese equivocado impulso de los cineastas de saltarse la convención de los 90 minutos: las limitaciones no siempre entorpecen la creación, a menudo ayudan en la contención y en la forja, aunque esté en la voluntad de Lapid romper las convenciones, no solo las sociales y políticas, también las cinematográficas. El exceso de Nadav Lapid, que le valió el Oso de Berlín, es su mayor defecto y su mayor virtud. Se puede ver en Movistar.



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